La enseñanza de la historia económica es fundamental en América Latina para comprender que su desarrollo, si bien está conectado con el avance del sistema capitalista mundial, tiene sus especificidades incluso en cada país.
Sin embargo, es una ciencia, en general, todavía en despegue, aunque existe una larga tradición de estudios regionales muy importantes en Argentina, Brasil y México, con excelente producción bibliográfica. Pero los vacíos son mayores en cuanto a la historia del pensamiento económico latinoamericano.
Por las relaciones de dependencia externa ha sido prolongada la influencia de la teoría económica proveniente de los países de capitalismo central. Su pretendida universalidad debe ser confrontada, pues las realidades latinoamericanas son distintas. Y es preciso crear teoría económica desde esta región. Por cierto, estas ideas no son nuevas, ya que, en la década de 1960, cuando se debatía el tema desarrollo/subdesarrollo, entre las universidades, instituciones y académicos críticos se tuvo muy en claro esos objetivos. De igual modo, los manuales de historia del pensamiento económico que usualmente se emplean parece que no tienen idea de lo que ocurre en América Latina. Los estructuralistas o los dependentistas de las décadas de 1960 y 1970 e incluso una serie de pensadores marxistas realizaron formulaciones contundentes y singulares, que deberían estudiarse en las universidades, como referentes del pensamiento económico.
A diferencia de lo que ha ocurrido con instituciones multilaterales como el FMI o el BID, concentrados en la visión neoliberal a partir de la década de 1980, los aportes de la CEPAL, desde la década de 1960 son importantes y sus propuestas económico-sociales en la actualidad transformarían la vida latinoamericana con altos beneficios humanos. Contemplan el fortalecimiento de las capacidades estatales, la redistribución de la riqueza, el rol de los impuestos directos, la equidad, el medio ambiente, el trabajo, que son ejes de reflexión ineludibles, si se quiere atender seriamente al desarrollo económico y al progreso social en América Latina. Pero el pensamiento cepalino, así como el pensamiento crítico latinoamericano del presente, son excluidos, marginados u ocultados a propósito, porque implican visiones alternativas y contrarias a los modelos empresariales, oligárquicos y neoliberales que han hegemonizado en América Latina desde las décadas finales del siglo XX, a pesar del avance que han procurado los modelos de economía social iniciados por los gobiernos progresistas de nueva izquierda en la región, al comenzar el siglo XXI. El cerco de los grandes medios de comunicación contra las ideas progresistas igualmente se dirigió a la economía, para promover exclusivamente las consignas empresariales y las de quienes las expresan, como si se tratara de análisis con carácter científico.
De otra parte, las investigaciones en historia económica merecen potenciarse porque han demostrado, evidentemente, que toman en forma directa la realidad latinoamericana, ya que no pueden referirse a otros contextos. Se constituyen así en fuentes adecuadas para orientarse frente a las teorías económicas que provienen de los países de capitalismo central, que deben ser sometidas al filtro de la realidad latinoamericana, antes de ser aceptadas como criterios de autoridad absoluta. Si se sigue la historia económica de la región se advertiría, de inmediato, que, en el pasado, las propuestas de mercados y empresas privadas libres no solucionaron la cuestión social, mientras que, por el contrario, cuando existieron políticas de Estado y proteccionismos tanto económicos como a los derechos laborales, la vida de las sociedades latinoamericanas mejoró. En el mundo contemporáneo, Chile, que fue el paradigma del neoliberalismo, volvió a demostrar algo que en la historia económica de la región estuvo claro, es decir, el nefasto régimen social que crea un sistema de economía “libre”. Es que a menudo se descuida un hecho esencial, que K. Marx lo advirtió hace tanto tiempo: en los países de capitalismo central, sus burguesías jugaron un papel “revolucionario” para la promoción y modernización de las sociedades; pero en América Latina esas burguesías no existieron y las que surgieron en la época contemporánea, a pesar de las excepciones, continuaron con las visiones oligárquicas del pasado, de modo que el “neoliberalismo” fue ajustado exclusivamente a sus intereses, sin importar las severas consecuencias sociales que el aperturismo económico ha provocado en la región.
En Ecuador, la teoría económica se cultiva en las facultades universitarias e instituciones de educación superior. Los debates van desde las posiciones neoliberales hasta las marxistas. Pero la historia económica cuenta todavía con muy pocos investigadores. El “Taller de Historia Económica” de la PUCE (https://bit.ly/33AFMqY – 1998), fue pionero en ese campo. El Banco Central del Ecuador publicó una amplia colección como “Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano”, que incluye varios tomos sobre el pensamiento económico en el país; y, además, durante varios años también publicó la “Revista de Historia Económica” que no tuvo continuidad. Dicho banco incluso tuvo a su cargo 18 museos (la arqueología rescatada era espectacular), 7 bibliotecas, un archivo fotográfico y documental (entre otros, se halla ahí el archivo de la Misión Kemmerer, fundadora de la institución). Pero en 2010 toda el área cultural fue traspasada al Ministerio de Cultura (https://bit.ly/3I7zHRS) donde, finalmente, no tuvo la suerte que podía esperarse. Desde 2017 el descuido ha ganado terreno, pues al bloque de poder en el Estado le interesa más la competitividad de las empresas, el libre comercio y la acumulación privada de rentas.
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