Se ven como resplandores de un nuevo amanecer sobre los territorios de la Patria Grande, oscurecida durante los últimos años por el giro derechista que los neoliberales de, afuera y de adentro, habían conseguido imponer en la mayoría de los países de la región.
Por la vía de los llamados golpes blandos pero también por elecciones como en Argentina. Ahora los países de la región comienzan a retomar la senda autonomista inaugurada a fines del siglo XX y que se extendió durante la primera década del XXI. Con nuevos protagonistas y con renovadas estrategias, producto de la experiencia acumulada a costa de dolores y fracasos,
Aún cuando parecía que el Coronavirus había puesto en suspenso toda la vida política internacional o al menos la había subordinado de tal manera que toda cuestión importante se produciría recién a la salida de la pandemia, el mes de Noviembre nos trajo acontecimientos de tal magnitud en América que se hace imprescindible dimensionarlos y –por qué no- intentar establecer sus nexos.
Nótese que dijimos América y no nuestro habitual Latinoamérica. Pero tampoco decimos América al estilo de los norteamericanos, quienes ven a su país, los EEUU con su patio trasero incluido, como el centro del mundo. Decimos América como el vasto espacio continental sacudido de acontecimientos significativos, porque Noviembre abarcó el retorno de Bolivia a la experiencia democrática y a la reivindicación de su mejor proceso político del último siglo. Porque el pueblo chileno logró, con su lucha en las calles y con su voto en las urnas, cerrar las páginas amargas del pinochetismo y abrir ventanas esperanzadoras al futuro. También porque EEUU fue noticia al mostrar que el mamotrético Trump no logró que su modelo fuese reelegido y mostrar que su llamada democracia ejemplar hacía agua a la vista de todo el mundo. Luego de su gran crisis financiera del 2008/9 llegó la crisis de hegemonía que EEUU comenzó a transitar por el ascenso acelerado de China. El modelo Trump fue un intento fracasado de revertir el declive de un imperio que ha durado demasiado. El gobierno de Donald Trump cedió posiciones en el mundo al tiempo que intentaba encorralar a los países latinoamericanos en su tradicional patio trasero.
And last but not least… América también es Perú y allí una derecha arrinconada por sus propios desaguisados se atreve a dar un golpe parlamentario y a aupar al gobierno a un oscuro parlamentario y empresario condenado por esclavista, desatando la furia juvenil y la movilización popular reprimida con violencia en las calles de Lima. Y lo notable es que lograron derrocar al gobierno fraudulento de Merino y dar lugar a una nueva esperanza con la asunción de Francisco Sagasti como presidente por el breve pero crucial período que media entre esta insurrección juvenil y las próximas elecciones generales en Perú, en Abril del 2021.
Y todavía después…
Y llegó inesperadamente Guatemala, que esta vez no fue Guatepeor porque su juventud –hablando de nuevos protagonismos- no toleró que entre gallos y mediasnoches el gobierno de la derecha conservadora encabezado por Alejandro Giammattei hiciera aprobar un presupuesto que reducía los montos destinados para educación y salud e ignoraba los tremendos índices de pobreza en esa nación (59,3%). Cuatro días de movilizaciones y luchas contra la represión en las calles con decenas de heridos y detenidos hasta alcanzar un moderado triunfo: Giammmattei se vió obligado a retirar el pliego del Parlamento y llamar a una negociación para redactar uno nuevo. Previamente desechó la renuncia conjunta que le había sugerido su vicepresidente Guillermo Castillo, opositor a sus políticas. Movilizaciones de más de 10.000 personas acosaron el Palacio de la Cultura, sede del gobierno mientras otros grupos menores prendieron fuego al parlamento, consumido en un 20%. Pero la extensión como reguero de estos sucesos insurreccionales a esta nación centroamericana, cobra relevancia sobre todo porque muestra a los pueblos del mundo que algo nuevo está sucediendo en la región, y que los viejos y desgastados poderes neoliberales ya no podrán hacer y deshacer a su antojo sobre el destino de nuestras naciones.
Es cierto que ni en Perú, ni en Chile ni en Guatemala hay partidos populares ya construidos y asentados que superen el desprestigio, producto de sus complicidades con el neoliberalismo y las derechas del período que parece finalizar. En Guatemala la izquierda está dividida y con escasa relevancia. Pero como en Chile y Perú, una juventud con fuerte espíritu de lucha parece haber llegado para asumir las tareas de construcción y organización que exige la hora. Luis Almagro en lo que podría ser uno de sus estertores políticos llamo a la desmovilización popular y defendió al gobierno de Giammattei. Su hora al frente de la OEA parece haber terminado y ya se debate sobre la reposición efectiva de la Celac o la Unasur mientras que el Mercosur es mantenido a flote a la espera, previsible, de la caída de Bolsonaro.
Y ya que mencionamos a Bolsonaro aprovechemos a decir que si hay alguien en América latina que ha quedado mal parado con la derrota de Donald Trump es Jair Bolsonaro. Está de punta, como suele decirse, con Joe Biden, el nuevo presidente norteamericano y eso es poco menos que decir que está de salida. Un punto esencial en su campaña electoral fue la cuestión del Cambio Climático, con la promesa del regreso de su país al Acuerdo de París y además con el acento puesto en el desastre provocado por el líder derechista brasileño sobre la Amazonia. Si bien Bolsonaro no es precisamente un hombre de principios sólidos, todas sus ideas y políticas chocan con los nudos troncales de la campaña demócrata. Regreso a la OMS: Jair se ha burlado del organismo internacional y junto con Trump han promovido el desprecio contumaz a la lucha contra el Covid. Multilateralismo al palo los demócratas y un desapego fuerte hacia la institucionalidad internacional por parte del presidente brasileño. Bolsonarono, desde el asesinato de Marielle Franco ha escalado en la discriminación racial mientras Biden viene montado con viento a favor a partir del desprestigio que a Trump le han significado su desmadre racista. Podría resumirse el estado de situación así: es inviable un gobierno modelo Bolsonaro conviviendo con un gobierno demócrata en los EEUU, y particularmente con éste Biden, flanqueado por el ala izquierda de su partido que ha aprovechado los exabruptos políticos por derecha del mandatario republicano para crecer significativamente.
No queremos engañarnos ni engañar: sobre el caballo mentiroso del multilateralismo viene montado el globalismo ultrafinanciero y su burbuja. Sobre su verdor ambientalista su rapacidad sobre los recursos naturales y sobre su “socialdemocrático” espíritu dialoguista su intento de reconvertir el hegemón deteriorado y aislado. EEUU de la mano de Biden emprenderá una marcha sobre Europa para recomponer alianzas que le permitan enfrentar a China y su tentadora Franja y Ruta de la Seda.
Argentina, revalorizándose como importante país periférico, deberá decidir su conducta en este escenario en busca de su destino. Quizás la política exterior no luzca tanto como algunas medidas económicas que ayuden a resolver los desequilibrios externos. Sin embargo es en la construcción de una nueva arquitectura internacional, Celac, Unasur, Brics (como propone la Embajadora Alicia Castro), la Franja y la Ruta, donde se encuentra la plataforma del despegue argentino.