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Panamá

Un régimen político que agoniza

Fuentes: Movimiento Democrático Popular

Aplastada la dictadura militar por la cruenta y criminal invasión militar norteamericana, surgió de esas cenizas el nuevo régimen político de dominación que caracterizamos como una democracia neoliberal de libertades restringidas, y que ha perdurado agónicamente hasta nuestros días. En efecto, desde el inicial gobierno de Guillermo Endara hasta el decepcionante gobierno de turno, todos ellos le han apretado a los ciudadanos la cuerda asfixiante de las políticas económicas neoliberales, a la par que les han cerrado cada vez con mayor descaro los espacios de participación política.

La resistencia popular y la encarnizada lucha de la partidocracia por el control del Estado han degradado a extremos intolerables al régimen político, convirtiéndolo en una maquina obsoleta que incumple con los requisitos mínimos necesarios para ejercer con eficiencia la dominación política. Por el contrario, cada nuevo gobierno agrega al caldo del desprestigio y a la perdida de legitimidad nuevos elementos que provienen de la corrupción incontrolada, el descaro y la incompetencia.

El desprestigio es tan infame que el Órgano Ejecutivo ha renunciado aparentemente a su derecho constitucional de designar a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), al igual que al Procurador General de Nación, para hacer descansar dicha facultad en una empresa consultora, intentando así hacernos creer que no es el presidente, figura totalmente desprestigiada, la que en verdad designa e impone dichos cargos. Incluso para nombrar al director del Cuerpo de Bomberos el Ejecutivo, falto de total legitimidad, ha tenido que recurrir a la farsa de la empresa consultora. Igual ha ocurrido con la Junta Directiva de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), que renunció a su derecho constitucional de nombrar a su nuevo Administrador para dejar en manos de la empresa consultora la designación de dicho cargo y – ¡asombrémonos! – la fijación del escandaloso salario que debería devengar.

La crisis general del régimen político abarca, además, como no podría ser de otro modo, a la putrefacta Asamblea de Diputados, órgano que en cada sesión nos deja ver un espectáculo circense en que los payasos que actúan provocan en los espectadores no solo la repulsa y la rechifla sino también el deseo de su cierre. Solo la convocatoria inmediata de una Asamblea Nacional Constituyente Democrática justificaría dicha clausura.

Por supuesto, y por no alargarnos, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) desnuda su verdadera naturaleza al retener ilegalmente durante casi un año las distintas causas abiertas a Ricardo Martinelli mientras fue Diputado de la Cueva de Ladrones del Parlamento Centroamericano, las cuales, al dejar de ser diputado, debieron ser enviadas de inmediato a la Procuraduría General de la Nación (PGN). Y la Procuraduría carga con las más deplorables sospechas al no exigir su devolución a la CSJ, y al no abrirle causa a Ricardo Martinelli pese a las reiteradas aclaraciones de que no existe obstáculo legal alguno para ello, aclaraciones realizadas por parte del Departamento de Estado y la Embajada de los Estados Unidos de América.

Téngase claro que el fétido aliento de la descomposición del régimen político alcanza a todas las instituciones, y por ello no es de extrañar que a solo 8 meses de gobierno se hayan producido, que se sepa, señalamientos de supuestos actos de corrupción no aclarados en el Ministerio de la Presidencia, el Ministerio de Educación, el IDAAN y la Autoridad de Aseo, y que haya varios Alcaldes cuyos ingresos, aparentemente ilegales, hayan superado con creces el salario y gastos de representación del Presidente de la República. Añádase, además, los vínculos del vicepresidente con empresas involucradas en adjudicaciones directas de publicidad y en incumplimientos escandalosos en obras adjudicadas en Penonomé.

¿Cuánto durará la agonía?

La insufrible agonía del régimen se detecta en la dolorosa crisis que atraviesa el sistema de salud, en especial el de la Caja de Seguro Social (CSS), así como en la incapacidad para dotar de agua potable 24/7 a importantes sectores ciudadanos, como también en el retroceso al parecer imparable del sistema educativo, y en una ciudad inexplicablemente inundada de basura. No hay mejor ejemplo de la situación terminal del sistema político que el absurdo de invertir por parte del Estado más de medio millón de balboas en el “desfile de las mil polleras” en la misma semana en que moría un infante por desnutrición.

No creo que haya necesidad de argumentar para convencer que vivimos en un sistema político que es incapaz de resolver los más elementales problemas que padece la sociedad, mientras que los beneficiarios del régimen disfrutan de un festín multimillonario con nuestros impuestos. Y todo ello ocurre mientras el desempleo formal supera largamente el 7% y el empleo informal supera 45% de la población.

De la peligrosidad de este coctel explosivo dan cuenta los organismos internacionales que han rebajado la calificación de riesgo del país, y un organismo tan ajeno a las concesiones sociales como es el FMI, le advierte al gobierno que su régimen fiscal es muy débil, o dicho en otros términos que el sector dominante paga fiscalmente una miseria.

No cabe la menor duda de que hay sectores que advierten que el sistema corre peligro y lanzan la idea de una reforma constitucional engaña bobos, pero el problema radica en que ya quedan pocos bobos y tales artimañas tiene corto recorrido. Tampoco funcionan las voces honestas pero ingenuas que piensan que es posible la reforma del sistema. No hay salida, el régimen es irreformable y su único destino es empeorar, pues no tocará fondo porque el fondo no existe.

La única salida del oscuro túnel en el que nos encontramos es una Asamblea Nacional Constituyente Democrática, pero esa vía está cerrada mientras no se construya la fuerza política capaz de alcanzar democráticamente el poder y desde allí convocar esa constituyente. Por tanto, la agonía demorará lo que demoremos en ponernos políticamente de acuerdo para echar andar el proceso constituyente impulsado por un partido político independiente de la partidocracia, lo que posibilitará abandonar las políticas neoliberales y ampliar sin temor la democracia.

Mientras lo anterior no ocurra, lo único que podemos esperar es la frustración que generan las mentirosas promesas propias del actual gobierno, y tal vez, lo que sería peor, el surgimiento de monstruos de dos cabezas como los sufridos en los dos pasados gobiernos. Vivimos tiempos que nos imponen difíciles tareas.