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Un relato alternativo para Europa

Fuentes: Público

Han entrado en crisis todos los diagnósticos de las clases dirigentes. Todos. No se percataron de la insostenibilidad de nuestro modelo económico y social, basado en la redistribución de la riqueza hacia arriba y el endeudamiento masivo de las clases populares. No se están dando cuenta de la imposibilidad de mantener los actuales patrones de […]

Han entrado en crisis todos los diagnósticos de las clases dirigentes. Todos. No se percataron de la insostenibilidad de nuestro modelo económico y social, basado en la redistribución de la riqueza hacia arriba y el endeudamiento masivo de las clases populares. No se están dando cuenta de la imposibilidad de mantener los actuales patrones de producción y consumo y nos dirigen a toda velocidad hacia las próximas crisis, que serán energéticas y climáticas. Apoyaron a los dictadores árabes porque creían que la estabilidad era más importante que la democracia; y la estabilidad se evaporó en el lapso de semanas. No prestaron atención a los efectos que sobre la salud del conjunto del cuerpo social tienen la precariedad, el individualismo y la desaparición de la dignidad del trabajo. Permanecen ciegos ante el sufrimiento provocado por la volatilización de la piedra de toque sobre la que se reconstruyó Europa en la segunda mitad del siglo XX: el nexo entre la libertad y el trabajo, entre el pluralismo y la igualdad. Estamos ante una auténtica crisis de la capacidad de las clases dirigentes, políticas, económicas y mediáticas, para entender de algo que no sean sus intereses particulares más inmediatos.

Sin embargo, si alguna estrategia ha quedado obsoleta en los últimos tiempos es la que las élites han mantenido con respecto al proceso de integración europea. Una estrategia consistente en presentar una imagen despolitizada y tecnocrática de la Unión Europea, en sostener que todo lo que hace la UE es bueno, políticamente neutro o culpa de otro e inevitable. Una versión del proyecto europeísta que exagera cualquier avance y desprecia al que señala sus carencias, incluidas las que se han revelado más peligrosas para la estabilidad de la zona euro y el Estado del bienestar. Una idea de Europa que la ha querido elitista y alejada de la ciudadanía, que ha laminado su calidad democrática y le ha restado capacidad para acoger relatos diversos, regalando así la expresión del malestar a las fuerzas euroescépticas.

Además de fracasada, esta es una estrategia mentirosa. A pesar de las apariencias, el gobierno de la UE, en manos de la derecha, ha politizado sus decisiones como en ningún otro momento de la historia de la integración europea. Véanse las directivas sobre el tiempo de trabajo, la de retorno de inmigrantes y la de liberalización Bolkenstein, o el Pacto del Euro, calificado por Jacques Delors como la propuesta más reaccionaria jamás salida de la Comisión Europea. Y no obstante, la UE debe ser el único espacio democrático en el que hay gobierno pero no oposición. Bruselas es la capital del mundo democrático en la que menos voces disonantes se escuchan. En nombre de un falso consenso europeísta, ubicado cada vez más a la derecha, amplios sectores progresistas han abdicado del combate político y evitan abanderar un proyecto progresista y federalista para la Unión Europea.

Hay que romper esta dinámica. Es urgente tejer las alianzas sociales y políticas necesarias para hacer emerger con fuerza un relato alternativo sobre Europa y atajar esta etapa de derechización y desorientación de la UE. El futuro del proyecto europeísta, del Estado del bienestar y la propia recuperación de la economía requieren de una UE que cuente con un auténtico gobierno económico. La atención que prestan los llamados mercados a las decisiones del directorio Sarkozy-Merkel demuestra la necesidad de más, no menos, mecanismos de gobierno de la economía europea. La capacidad del Banco Central Europeo para atenuar la presión sobre la deuda soberana italiana y española este verano demuestra la necesidad de más, no menos, intervención pública en la recuperación de la economía. Incluso desde este limitadísimo punto de vista hace falta efectuar un giro a las políticas económicas de la UE y reforzar sus competencias.

Pero seamos serios sobre esto. Las propuestas que se están manejando representan todo lo contrario a un gobierno económico para la UE: reducen las capacidades de los viejos estados, pero no generan capacidades equivalentes en el nivel de la UE. Imponen un corsé neoliberal para las políticas económicas de los estados, en vez de reforzar federalmente la polis en su combate contra la city.

Un gobierno económico que merezca este nombre debe contar con un presupuesto relevante, con capacidad para recaudar impuestos y con capacidad para endeudarse. Y debe rendir cuentas ante el Parlamento Europeo, si quiere ser un gobierno democrático. Hace falta también democratizar el Banco Central Europeo y modificar su estatuto para que su mandato incluya el impulso de la economía y el empleo. Sólo con estos elementos es posible dotar la Unión Económica y Monetaria de una arquitectura institucional sólida, desarrollar políticas anticíclicas de impulso económico y cambio de modelo productivo, recuperar espacios para el gobierno democrático de la economía y revertir las políticas que han recortado la carne viva de los derechos sociales.

Los tiempos son duros, pero los hemos vivido peores. En 1941, los antifascistas y europeístas Altiero Spinelli y Ernesto Rossi, recluidos en Ventotene, terminaban su manifiesto afirmando que «la vía que hay que recorrer no es fácil ni segura. Pero debe ser recorrida y lo será».

Joan Herrera es Secretario general de ICV. Nichi Vendola es Presidente de la Puglia y de Sinistra Ecologia e Libertà

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/4189/un-relato-alternativo-para-europa/