Aunque la actual disminución de poder de Estados Unidos en el ámbito internacional no signifique necesariamente la pérdida de su hegemonía en el corto plazo, es visible el escenario de transformación dentro del sistema interestatal capitalista. Por ese motivo, creemos que el Brasil y la América del Sur deben aprovechar la coyuntura favorable y avanzar […]
Aunque la actual disminución de poder de Estados Unidos en el ámbito internacional no signifique necesariamente la pérdida de su hegemonía en el corto plazo, es visible el escenario de transformación dentro del sistema interestatal capitalista.
Por ese motivo, creemos que el Brasil y la América del Sur deben aprovechar la coyuntura favorable y avanzar rápidamente en la construcción y consolidación de un bloque regional fuerte. El análisis de la economía y la geografía sudamericanas demuestra la existencia de condiciones especiales y un inmenso potencial para ello.
Los países de América del Sur tienen un PIB de $ 4,3 billones, con una población de 390 millones de habitantes, un área de más de 17 millones de kilómetros cuadrados, más del 20% del agua dulce del mundo, el control de la Amazonia y el acceso a los dos grandes océanos.
Por otra parte, la región controla gran parte de la producción mundial de alimentos, la biodiversidad y el petróleo y el gas. Al mismo tiempo, mantiene la armonía absoluta entre las religiones y, de manera general, tiene un lenguaje común y una historia compartida. Posee, por lo tanto, las principales condiciones necesarias para mantener un alto ritmo de desarrollo y para formar un espacio integrado, que permita una inserción internacional soberana y altos niveles de satisfacción social.
En conjunto, las economías sudamericanas tienen abundancia de recursos, mano de obra disponible y la capacidad de producir los bienes necesarios para la satisfacción de sus necesidades. Las excepciones serían algunos productos específicos y determinados tipos de bienes de capital y de alta tecnología. A pesar de ello, no hay dudas de que la asociación de las cadenas productivas regionales puede desempeñar un efecto muy positivo en el fortalecimiento de las estructuras industriales y en la reducción de la vulnerabilidad externa.
Sin embargo, el período colonial estableció que cada país debería mantener las venas abiertas al exterior, con vínculos directos con las metrópolis. De esa manera, se consolidaron los caminos más cortos hacia los puertos, como un cordón umbilical propio de cada economía periférica, que drenan riqueza para los países desarrollados. Es fácil ver que, a pesar de algunos avances, los países del subcontinente se mantienen de espaldas entre ellos mismos, tal como ha sido durante los últimos cinco siglos.
Esta situación puede estar cambiando en los últimos años desde la llegada de los gobiernos con orientaciones políticas no-neoliberales o de izquierdas. Precisamente en este momento se hace cada vez más necesario profundizar la discusión sobre los proyectos regionales de integración física y su financiamiento a través de recursos y mecanismos propios, tales como el Banco del Sur, la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, el Convenio de Pagos y Créditos Recíprocos (CCR) de la ALADI, el Sistema de Monedas Locales (SML) del Mercosur y el Sistema Único de Compensación Regional de Pagos (Sucre), bloque bolivariano.
Por estas razones ha sido tan importante la creación de la Nueva Arquitectura Financiera Regional (NAFR) y del Consejo de Infraestructura y Planificación (Cosiplan) dentro de la estructura de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Vamos a hablar específicamente del Cosiplan, que hoy es la autoridad que centraliza los planes estratégicos y la coordinación de las acciones de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Sudamericana (IIRSA).
Como se sabe, la IIRSA, actualmente con más de 520 proyectos que alcanzan US$ 96 mil millones, fue establecida en 1990 bajo la dirección del «regionalismo abierto» de la CEPAL y del «Nuevo Regionalismo» del BID. La iniciativa serviría como la columna vertebral de la propuesta estadunidense de anexión continental, la zona denominada de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La propuesta de la IIRSA, que continuó existiendo a pesar del entierro del ALCA en Mar del Plata en 2005, se centró en el fortalecimiento de los «corredores de exportación» y en consolidar todavía más la condición de nuestros países como vendedores de productos de bajo valor agregado para los centros industriales.
Una conquista importante en los últimos tiempos fue la creación del Cosiplan. A través de él, los gobiernos de UNASUR asumieron el control del proceso y la tendencia ahora es intensificar el trabajo de efectiva integración regional en materia de energía, transporte y comunicaciones. Se entiende como esencial que los Estados nacionales y las poblaciones fortalezcan su poder de intervención en los proyectos. Uno de los compromisos de la nueva entidad es definir con exactitud las instancias de participación de las comunidades.
Al mismo tiempo, el gran reto es distanciarse de las ideas ambientalistas fundamentalistas y defensoras del anti-desarrollo, banderas fácilmente asumidas por una porción ingenua y despolitizada de las izquierdas. Esos movimientos, cuyo líder bien podría ser el ex-vicepresidente estadunidense Al Gore y su engañosa película sobre el calentamiento global, actúan camuflados en Organizaciones No Gubernamentales (ONG) financiadas por iglesias, empresas y gobiernos de los países desarrollados.
Entendemos que lo más importante es fortalecer una visión global de planificación y organización para la integración regional bajo criterios políticos y estratégicos, no simplemente como reflejo de los estímulos del mercado o de las empresas privadas. El pensamiento integracionista de los gobiernos de América del Sur será ejecutado, en el caso de la infraestructura, a través del Cosiplan. Esta coordinación permitirá que las líneas de acción no tengan efectos aislados, sino creen relaciones y articulaciones de la integración física con los esfuerzos paralelos de facilitación del comercio intra-regional y con la expansión de la complementación de las cadenas productivas.
H ay ejemplos muy significativos de los avances recientes. Uno de los principales es el caso de la frontera norte de Brasil y sur de Venezuela. En esa región la promoción de la integración física se viene realizando a través de esfuerzos conjuntos de los estados de Roraima y Bolívar, además de la creciente colaboración de instituciones brasileñas como el Ministerio del Desarrollo, Industria y Comercio Exterior (MDIC), el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), la Empresa Brasileña de Investigaciones Agropecuarias (Embrapa), la Caja Económica Federal (CEF), la Agencia de Promoción de Exportaciones e Inversiones (APEX), la Agencia Brasileña de Desarrollo Industrial (ABDI) y la Superintendencia de la Zona Franca de Manaus (Suframa), entre otros.
Parece crucial que ese tipo de experiencia se multiplique con el fortalecimiento de los grupos de frontera y, además, que haya un número creciente de técnicos, profesionales y expertos dedicados a esos temas en las universidades y organismos públicos de las naciones del Sur.
Luciano Wexell Severo. Economista, doctorando del Programa de Economía Política Internacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y Profesor visitante de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA). [email protected]
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