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Urge más y mejor Europa, no por capricho, ni por mera ideología, sino por necesidad

Urge otra Europa

Fuentes:

Ante todo, no podemos dilapidar una de sus mayores conquistas: la paz y solidaridad entre los pueblos europeos. Esencial para enfrentar la gran depresión económica actual con criterios de justicia, así como para seguir construyendo un espacio de convivencia pacífica y apoyo mutuo, este legado se ve lastrado por una aguda crisis política y democrática […]

Ante todo, no podemos dilapidar una de sus mayores conquistas: la paz y solidaridad entre los pueblos europeos. Esencial para enfrentar la gran depresión económica actual con criterios de justicia, así como para seguir construyendo un espacio de convivencia pacífica y apoyo mutuo, este legado se ve lastrado por una aguda crisis política y democrática transnacional. Sin embargo, la falta de liderazgo y problemas de gobernanza en la Unión Europea (UE), los egoísmos de los gobiernos nacionales -que utilizan a nivel doméstico la UE como chivo expiatorio para diluir sus propias responsabilidades- o la complejidad y poca transparencia del entramado institucional europeo -que le alejan de la ciudadanía de a pie- no son ninguna fatalidad. Tampoco es ninguna fatalidad el pésimo balance social y económico de estos últimos años. Los 26 millones de personas sin empleo en la UE de los 27, las nefastas políticas de austeridad y sus recortes en educación, sanidad y demás servicios públicos, la socialización de las perdidas de la banca y las deudas ilegítimas son el resultado de las recetas neoliberales aplicadas por sectores políticos concretos. Por tanto, para cambiar de rumbo hacia políticas equitativas y sostenibles, no necesitamos menos Europa sino exactamente lo contrario: reivindicar alto y claro su dimensión política. Ya sea en nuestra lucha cotidiana o en las elecciones europeas del año que viene ¡no es a Europa a la que hay que jubilar, sino a los políticos que actualmente la lideran!

Por otro lado, Europa es uno de nuestros mejores aliados ante la crisis ecológica, por definición global y sin fronteras. No solo le debemos una mejora sustancial de las legislaciones ambientales nacionales (sobre todo en los países del Sur de Europa como España) sino que además solo ella tiene el tamaño relevante para ser un actor de peso en el tablero mundial de la geopolítica climática. Dicho esto, no hay que bajar la guardia: Europa puede y debe hacer mucho más para encabezar la transición hacia un mundo ambientalmente viable y justo. Además de dotarse de representantes políticos a la altura del reto ecológico, tiene que plantar cara con unidad política y objetivos más ambiciosos en las cumbres internacionales, y ser ejemplar en casa al integrar con nitidez en su modelo de producción y consumo los límites físicos del planeta, la solidaridad con las generaciones futuras y los países del Sur.

Desde luego, para dar estos saltos cualitativos, no hay camino fácil. Pero sí, hay caminos que no debemos emprender. Hoy, ya sea en Grecia, Hungría, Finlandia o Francia, asoma el peligro de la extrema derecha como respuesta violenta, xenófoba y ferozmente antieuropea a la crisis económica y la desorientación colectiva. No lo podemos permitir: en Europa conocemos de sobra las consecuencias dramáticas del odio y rechazo del otro. Tampoco nos vale otra salida, comprensible pero equivocada: el repliegue hacia más dosis de Estado-Nación. Los Estado-naciones europeos cada uno por su lado, aún más ante el poder de las multinacionales y el potente auge de China, India, Rusia o Brasil, son incapaces de luchar contra los paraísos fiscales, regular el mercado, controlar las finanzas, aportar respuestas transfronterizas a las crisis ecológica, social y económica, y proveer un marco de paz y solidaridad a nivel europeo y mundial. Si seguimos en el marco anticuado del Estado-nación, seguiremos sufriendo el incumplimiento crónico de las promesas electorales de nuestros dirigentes nacionales, incapaces de aportar respuestas correctas a desafíos globales en sociedades y mercados interdependientes. Defenderse de la globalización neoliberal y desarrollista así como domar la esfera económica demanda un cambio de escala que solo puede dar Europa. Pero ojo: «más y mejor Europa» no significa crear nuevas superestructuras monolíticas y tecnocráticas. Significa más Europa política capaz de dinamizar la necesaria transición social y ecológica desde la solidaridad interterritorial, el respeto a la autonomía de sus territorios y a la diversidad de sus culturas e identidades, el diálogo entre sus múltiples agentes públicos, privados y cooperativos.

Esta otra Europa es posible. Para ello, hace falta darle un profundo revulsivo democrático, social y político que desde abajo sea capaz de reiniciar el sistema. Frente a la Europa de los Estados y de los mercados, necesitamos una Europa ciudadana y de lo común donde la legitimidad democrática prime sobre la fría eficacia institucional y mercantil. Requiere sin duda reforzar las prerrogativas del Parlamento europeo como representante directo del «pueblo europeo» o que el presidente de la Comisión europea provenga del partido más votado en las elecciones europeas. Pero más allá necesitamos un verdadero proceso constituyente para que sea la ciudadanía a nivel local, regional, estatal y europeo quién decida qué Europa quiere para hoy y mañana, sus reglas comunes y el sentido de la construcción europea. Este proceso podría darse a través de una asamblea constituyente que, elegida directamente por la ciudadanía europea y abierta a la participación de la sociedad civil, tendría como principal objetivo definir una Ley Fundamental para Europa. Corta, simple y elaborada de forma transparente, esta Ley o Constitución tendría que ser legitimada y aprobada en un referéndum de ámbito europeo.

Como segundo pilar, es imprescindible poner orden en la economía europea y global. Por un lado, la regulación de la economía financiera y la lucha contra los paraísos fiscales es una prioridad tanto económica como ética. En general, no podemos permitir más dumping fiscal, ambiental, social, particularmente dentro de la UE. Las palabras claves son cooperación, armonización fiscal, control político del Banco Central europeo y unión monetaria real a la altura del reto de una moneda común. Al mismo tiempo, para ir superando los debates binarios sobre el euro, es perfectamente posible y deseable conservarlo y potenciar sus ventajas, complementándolo con nuevas monedas locales o regionales que fortalezcan los circuitos cortos de consumo y producción. Por último, una Europa política y solidaria necesita por fin un presupuesto digno de un territorio con 27 países y 500 millones de habitantes, pero que, a día de hoy, es 20 veces menor que el presupuesto federal de Estados Unidos (300 millones de habitantes). Las fuentes de ingresos existen: impuesto sobre las transacciones financieras en toda Europa, tasas sobre el CO2, fin de las subvenciones a los combustibles fósiles, reducción del gasto militar, etc.

Gracias a esta nueva configuración económica, se puede invertir de forma urgente en la transición ecológica de la economía. Este New Deal Verde, es decir un programa de reconstrucción económica desde lo ambiental y las inversiones sostenibles, tendría dos consecuencias altamente positivas: la creación neta de empleo y la reducción de la huella ecológica (y de la factura energética). Además de una reducción del 30% de las emisiones de gas de efecto invernadero en 2020, proporcionaría 11 millones de empleos en Europa (hasta un 1 millón en España) en sectores de futuro como la rehabilitación de edificios, la movilidad sostenible, las energías renovables, la agricultura ecológica, la investigación e innovación, la economía social y solidaria, los cuidados… Es un nuevo modelo productivo libre de petróleo, carbón, energía nuclear, gas y fracking, un modelo que apueste por la agroecología y la soberanía alimentaria, la biodiversidad y las pequeñas explotaciones extensivas (con una profunda reforma justa y sostenible de la Política Agrícola Común) y un modelo que reivindique la solidaridad inter-generacional, intra-europea e internacional como pilar de su visión de futuro.

En un contexto global de crisis democrática, ecológica, social y económica, la idea de una Europa fraternal, pensante, pacífica y cordial -como la imaginaba Víctor Hugo en el Congreso de la Paz en 1849- está más que nunca de actualidad. Es una necesidad ciudadana y política.

Florent Marcellesi, coordinador de Ecopolítica y miembro de Equo.

Artículo publicado en Público, el 9 de mayo, Día de Europa.

Fuente: http://florentmarcellesi.wordpress.com/2013/05/09/urge-otra-europa/