El presidente Castillo, lanzó su segunda reforma agraria, entre bombos y platillos, utilizando fraseología velasquista.
Velasco irrumpió en un escenario político signado por un impresionante asenso de la lucha de clases (huelgas obreras y una revolución social campesina). Es así como, Velasco, interviene con un golpe de Estado militar, como un “bonaparte” (arbitro), entre las clases sociales en contienda, para “poner orden” y tratar de pasar de un régimen político terrateniente a uno de capitalismo industrial-financiero moderno. Por otro lado, Castillo, un líder sindical destacado, interviene con aspiraciones bonapartistas (y una política también de corte nacionalista), en un contexto también de crisis del régimen político capitalista (que parió Velasco), y de una gran convulsión social, que tiene como precedentes el estallido social del 14N y la huelga obrera rural de diciembre, que puso contra las cuerdas al establishment. Pero a diferencia de Velasco, Castillo, llega al poder a través de las elecciones democráticas burguesas.
Velasco tenía como base de apoyo al Ejército, en particular, y a las FF.AA., en general, ganándose el calificativo de dictador. Y según el historiador Zapata, “había varias facciones en su seno como la derechista vinculada a la Marina, la centrista vinculada a la Fuerza Aérea y la izquierdista vinculada al Ejército”. Mientras que Castillo asume el poder basándose en los movimientos sociales como el campesino y el magisterial y un partido político que se reclama marxista y estructurado, principalmente, en la pequeña burguesía radicalizada-académica andina (y en la Amazonìa en menor medida).
Velasco rompe con el poder terrateniente legalizando la toma de tierras que los campesinos de los Andes habían ejecutado de facto, mientras que, en el Norte, el propio general se vio obligado a expropiar a grupos terratenientes como los Romero a cambio de títulos de deuda y de darles el control del BCP (que expropió a los dueños italianos), sentando las bases para lo que es hoy el poderoso grupo Alicorp. Todo esto en aras del desarrollo de un capitalismo nacional. Por su lado, Castillo, plantea una segunda reforma agraria (SRA), que niega a “Velasco” al decir que no va a expropiar al nuevo poder terrateniente agroindustrial-inmobiliario vinculado al Imperialismo financiero. La SRA es ambigua ya que habla de franja de precios (el cual existe desde el 2001), en un país que tiene varios TLC con las potencias mundiales. Según el especialista Milciades Ruiz, la aplicación de aranceles a productos como el maíz, implicaría el aumento de otros productos importados como el pollo. Por otro lado ¿Cómo industrializar si en los grandes proyectos como Chinecas, Olmos, etc. los agricultores, son convidados de piedra?
No obstante, a pesar del callejón sin salida al que nos llevó el nacionalismo burgués velasquista (que según historiadores como Adolfo Quiroz fue uno de los más corruptos debido a indemnizaciones insostenibles y la multiplicación de la deuda externa), Velasco tuvo el coraje de nacionalizar (expropiando a los expropiadores), las empresas que estaban en manos del Imperialismo. Mientras que Castillo, está invitando al Imperio del Norte a invertir garantizándole “seguridad jurídica”. Por estas razones, no es casualidad, que el poderoso empresario reaccionario y agroindustrial como Fernando Cilloniz, haya declarado en una entrevista a Enrique Castillo, “que él está tranquilo con la SRA”.
Velasco, aprendiendo de la revolución cubana y con el fin de bonapartizarse y legitimarse, desarrolló una estrategia de concesiones obreras (por eso el soporte del estalinista PC-U), y un aparato de movilización de masas denominado SINAMOS donde uno de sus operadores políticos fue el ex guerrillero Héctor Bejar, que no le sirvió de mucho ya que su política nacionalista lo llevó a un callejón sin salida nombrando como premier al que luego le daría el golpe de estado: Francisco Morales Bermúdez.
Por su lado, Castillo, a pesar de ser un sub-producto de las movilizaciones de masas como la combativa huelga magisterial del 2017, en vez de potenciar a los movimientos sociales a través de concesiones (aumento salarial, CAS-nunca más, leyes contra la usura bancaria, eliminación de los ceses colectivos, vivienda popular, etc.), y elaborar un Plan de Lucha para poner contra la pared a la elite agroindustrial-financiera-inmobiliaria, cede frente a la derecha y, a la par, crea, a la defensiva, el Frente Nacional por la Democracia y la Gobernabilidad (FNDG), como un organismo de contención de masas (que se mostró incapaz para defender a Maraví), y por eso no articula con los gremios indígenas y campesinos en lucha (que están tomando instalaciones de Plus Petrol en la selva, bloqueando carreteras en Cotabambas, Ayacucho, Puno, etc.), ya que el fin de este Frente es confiar más en las negociaciones políticas en las alturas (en perspectiva de las elecciones y envalentonando a la derecha), cediendo terreno y desmoralizando a algunos sectores que votaron por Castillo en el sur del país (según IEP, baja de 58% al 42%). Es por esto que Castillo en vez de aprovechar la experiencia de Béjar en el SINAMOS, le pidió su renuncia a la Cancillería, contando para esto con la venia del FNDG.
César Zelada. Director de la revista La Abeja obrera (teoría, análisis y debate).
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