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Viaje al fascismo ucraniano

Fuentes: Rebelión

Junto a las fuerzas del Ejército ucraniano que intentan resistir a la contraofensiva rusa, bien pertrechadas por la OTAN y dirigidas por la inteligencia norteamericana y británica, combate un universo de organizaciones a las que lisa y llanamente puede catalogarse de nazis, conformada esencialmente por elementos que pertenecieron a grupos de protección de la mafia ucraniana, cárteles de trata, narcotráfico, contrabando y barras de diferentes clubs de fútbol como la del Spartak, Metalist Kharkiv o el Dynamo Kiev, que emergieron a la luz pública en el inicio del movimiento que a fines de 2013 terminarían pocos meses después con el Gobierno del presidente Víctor Yanukovich, lo que se conoció como la Euromaidán o Revolución de la Dignidad.  Un golpe alentado desde Washington, Varsovia, Londres y París y financiado fundamentalmente por el oligarca Petró Poroshenko, a quien se recompensaría meses después con la presidencia del país (2014-2019) y a quien sucedería Volodímir Zelensky, el nuevo superhéroe de Occidente.

Desde febrero de 2014, a diferencia de lo que había sido el Gobierno de Yanukovich tras la fachada democrática, los dos gobiernos que se continuaron han tenidos rasgos comunes a pesar de su rencillas domésticas, donde no han faltado denuncias como las de Zelensky hacia Poroshenko de de traidor a la patria. Más allá de esos detalles, ambos sicarios de la OTAN han tenido las mismas políticas neoliberales, seguidismo a Washington, una desesperante aspiración al ingreso en la Unión Europea y la OTAN y rodearse de grupos supremacistas blancos y neonazis, por lo que algunos de sus dirigentes como Dimitro Yarosh, fundador y líder del movimiento nazi Pravy Sektor (Sector de derecha) fue nombrado en noviembre último “consejero del jefe ‎de las fuerzas armadas ucranianas” y prometió liderar la “desrrusificación” de Ucrania, lo que no se estaría verificando. Al mismo tiempo otros connotados fascistas han alcanzado cargos y asesorías “técnicas en seguridad” en las cúpulas de los gobiernos, tanto con Poroshenko como con Zelensky, mientras que durante el gobierno de Oleksandr Turchínov (23 de febrero–7 de junio de 2014), fueron directamente “el Gobierno”. De ahí el porqué y para muchos sorprendente término utilizado por el presidente ruso Vladimir Putin, “desnazificación”, uno de los ejes del Kremlim para iniciar su contraofensiva.

La guerra que desde 2014 Kiev lleva contra las repúblicas de Donetsk y Lugansk, otro de esos ejes, ha mantenido muy firme la alianza entre la política ucraniana post-Euromaidán y estas bandas que no solo han convocado a toda la caterva fascista local, sino que han llamado a miles de supremacistas, obviamente, de países “blancos” y particularmente de Polonia, atraídos por la posibilidad de foguearse en una guerra verdadera como la que se libra en el Donbás y poder llevar dicho aprendizaje a sus países de origen, como algunos militantes de la norteamericana División Atomwaffen u Orden Nacional Socialista formada en 2015.

Estos mismos elementos fascistas que pululan libremente por Europa y Estados Unidos están siendo llamados por Zelensky, curiosamente judío, a pesar de que muchos de sus parientes incluidos sus abuelos murieron en campos de concentración y que ocho millones de ucranianos murieron a manos de los nazis. Lo que deja claro su pragmatismo sólo comparable al de los sionistas que hoy ocupan Palestina y que no han dudado en alinearse con aquellos devotos del Führer que a lo largo del mundo blanco y no tanto, no han parado de atacar sinagogas, cementerios y entidades judías. Aunque tampoco los brigadistas del Azov son muy respetuosos del ideario de Heinrich Himmler, ya que no han tenido ningún prurito en aceptar la financiación de otro untermenschen (subhumano en alemán), el también judío y multimillonario Igor Kolomoisky, a la sazón también financista de Zelensky. Kolomoisky ha utilizado sus contactos con los grupos nazis para formar dos milicias propias, los batallones Dnipro y Aidar, que además de utilizar como guardaespaldas utiliza para proteger sus múltiples emprendimientos en el país, particularmente en el área de gas.

A la luz del fuego de los combates en el Donbás y en un ridículo intento de conquistar Crimea, recuperada por Moscú en 2014 tras la instauración del régimen fascista de Kiev, emergieron organizaciones como el Batallón Azov, cuyo líder es Andriy Biletsky diputado en el periodo 2014-2019, quien dice estar llamado a dirigir a “las razas blancas del mundo en una cruzada final contra los untermenschen liderados por los semitas”. El batallón pasó a formar parte de la guardia nacional y desde la contraofensiva ha intensificado sus acciones en el Donbás, donde sus milicianos siguen asesinando civiles en el mejor de los casos, ya que se han especializado en torturas y crucifixiones como lo han aprendido de sus camaradas wahabitas que lucharon por la “libertad” de Siria, por ejemplo. Se acaba de conocer que durante las últimas horas del sábado día 5 milicianos del Azov demolieron un edificio de viviendas en la que han quedado atrapadas bajo los escombros más de doscientas personas, en su mayoría mujeres y niños, ya que la mayoría de los hombres se encuentran en el frente de guerra contra el régimen de Zelensky.

Mientras, se los ha detectado también interrumpiendo el paso de civiles en los corredores humanitarios pautados entre Moscú y Kiev, en las ciudades de Mariupol, por donde tendrían que evacuarse 200.000 personas, y Volnovaja donde transportes de civiles han sido también atacados.

Junto al Azov, cuya insignia es la wolfsangel inspirada en la heráldica alemana, que representa una trampa para lobos, en el resurgimiento del nazismo ucraniano organizaciones como el ya mencionado Pravy Sektor surgen a partir de 2014, alentados por los gobiernos democráticos, el movimiento Svoboda (libertad) Patriotas de Ucrania, Tryzub por el tridente, de la bandera ucraniana que representa los tres elementos: aire, tierra y agua, la Asamblea Social-Nacional o la Asamblea Nacional de Ucrania, melancólicos de las formaciones de la Liga de los Nacionalistas Ucranianos de Stephan Bandera, del Ejército Insurgente Ucraniano y de la División Galizische de las Waffen SS. En la actualidad la mayoría de estos grupos han sido absorbidos por el Batallón Azov y el Pravy Sektor, los dos grandes bloques en los que se divide el fascismo ucraniano, que mediante levas siguen incorporando “voluntarios” a sus filas, entrenados en el campo militar de Yávorov por asesores norteamericanos y británicos  en la provincia de Lvov, junto a la frontera polaca, por donde han pasado miles de combatientes.

Si no puedes vencerlos, únete a ellos

Si no puedes vencerlos, únete a ellos, parece ser uno de los principios de Zelenski, ya que a pocos meses de asumir en 2019 vistió la ciudad de Zolote, en cercanías del Donbás, donde la guerra ya llevaba ocho años, la cual ha provocado unos 15.000 muertos, en su mayoría civiles de habla rusa.

Con ese viaje Zelenski marcaría el destino de su Gobierno, ya que su intención habría sido persuadir a las bandas fascistas que operan en la región de aceptar de alguna manera un alto el fuego, lo que fue rechazado de pleno por las organizaciones paramilitares ucranianas, una fuerza armada en sí misma, que cuenta no solo con ramificaciones en las Fuerzas Armadas de Ucrania, sino con organizaciones gemelas del oeste europeo, por lo que Zelenski cambio de rumbo y decidió darles todo su apoyo legalizando de hecho el genocidio contra la población rusohablante del Donbás y particularmente en Donetsk y Lugansk, de lo que sin duda no dará cuenta en ningún tribunal internacional, al tiempo que casi se asegura el Premio Nobel de la Paz.

Entre las organizaciones con las que se reunió se encontraban representantes del Batallón Azov, el Pravy Sektor, Yehven Karas el líder de la banda, neonazi C14, el grupo que tomó el edificio de la Municipal de Kiev durante los disturbios de la Euromaidán en 2014, anteriormente el ala juvenil del Partido Svoboda y perpetradores de varios pogromos contra la comunidad romaní o gitanos en Kiev.

En diciembre de 2021 Zelensky entregó el premio Héroe de Ucrania a uno de los más sanguinarios líderes del Pravy Sektor, Dmytro Kotsyubaylo, alias «Da Vinci», quien se jacta de alimentar a un lobo que tiene como mascota con niños de habla rusa, lo haga o no, solo imaginarlo lo define.

Superados 10 días desde el inicio de la operación rusa, como esperaban Zelensky y sus socios neonazis, no se está produciendo la llegada de los miles de camaradas esperados para combatir al opresor “rojo”, quizás por el recuerdo de Stalingrado, los fascistas del mundo prefieren evitar la batalla y esperar una mejor oportunidad.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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