Según el reciente informe ‘Mujer, Integración y Prisión’ (MIP) sobre la situación de las presas en seis Estados europeos, la violencia de género es uno de los factores de exclusión que lleva a las mujeres a delinquir
Un gran número de presas ha sufrido abusos físicos y/o sexuales en la edad temprana, adulta o en ambas etapas. Diversas investigadoras relacionan esta vivencia con la comisión de delitos con violencia y con la drogodependencia, otra situación de marginalidad por la que acaban entre rejas.
El estudio, basado en entrevistas a 120 mujeres presas de España, Francia Inglaterra, Hungría, Italia y Alemania, fue realizado durante dos años y medio por entidades que habían trabajado previamente con presas (ver DIAGONAL nº 19). Los informes ingleses, húngaros y españoles muestran que un importante porcentaje de ellas fue objeto de abusos antes del encarcelamiento. En el Estado español, el 38% de las encuestadas habían sido maltratadas antes de pasar por la cárcel; un 25% durante la edad adulta; el 17% en la adolescencia y el 7% en su infancia. Un 17% había sido objeto de abusos sexuales.
Una cadena de violencias
Según Marta Cruells y Noelia Igareda, de la Asociación de Mujeres para la Inserción Laboral (SURT), la interacción entre violencia de género, exclusión social y delincuencia es una peligrosa cadena. «Cuando se agrava o añade a otros factores como los abusos sexuales de menores, puede ser una de las causas mayores de la falta de oportunidades para las mujeres» Y añaden que «la gran ausencia de políticas, recursos sociales y servicios de apoyo para mujeres que han sufrido violencia ha sido una realidad para las entrevistadas. Ninguna de ellas recibió apoyo por parte de instituciones, servicios de salud o atención a la mujer antes de la comisión del delito». Según cifras provisionales de una investigación que SURT realiza en las cárceles catalanas en colaboración con el Institut Català de la Dona, un 80% de las 200 presas encuestadas ha sufrido violencia a lo largo de su vida y un 68% abusos sexuales.
Por su parte, en Hungría, el Informe MIP recogió que una tercera parte de las entrevistadas afirmaban haber sufrido abusos frecuentes de niñas: un tercio físicos y un 50% sexuales. En esa misma dirección apuntan los datos de otra investigación, también en Hungría, entre presas por delitos de homicidio o abuso físico grave. En el 60% de casos la víctima de su delito fue el marido o pareja, y el 50% de estas presas habían sufrido abusos físicos frecuentes por su pareja en el período anterior al delito. Según Herta Toth, de la Universidad Central Europea y autora del estudio, son mujeres «interrumpidas por la violencia» tras años de aislamiento y pérdida de vínculos sociales. A menudo la motivación del homicidio es la defensa propia o de sus hijos, pero en una tercera parte de los procesos judiciales ni la Policía ni los jueces conocían la situación de violencia de género. En la mitad de casos se conocía y se consideró un factor agravante del delito. Toth afirma que todas habían intentado separarse o buscar ayuda.
En cuanto a la relación entre violencia de género y consumo de drogas, SURT afirma que es una «estrategia común para evadirse de los daños»: un estudio español entre mujeres toxicómanas reveló que casi el 60% había sufrido maltrato o abusos sexuales en la infancia. El consumo y la drogodependencia son una de las causas principales de exclusión y delito: en 2002, el 89,8% de las presas en el Estado español fueron condenadas por delitos contra la propiedad o la salud pública, y un 41% de estos delitos por tráfico de drogas.