Inspirado por la impunidad y la desidia del gobierno de Estados Unidos para enfrentar el terrorismo, el capo Francisco Chávez Abarca se quiso hartar y tuvo la fatal idea de querer hacer su vil oficio en la Venezuela chavista. Supo que allí existe un efervescente proceso revolucionario que inaugura diariamente cientos de importantes obras sociales […]
Inspirado por la impunidad y la desidia del gobierno de Estados Unidos para enfrentar el terrorismo, el capo Francisco Chávez Abarca se quiso hartar y tuvo la fatal idea de querer hacer su vil oficio en la Venezuela chavista. Supo que allí existe un efervescente proceso revolucionario que inaugura diariamente cientos de importantes obras sociales y viven millones de revolucionarios acompañados por cinco dígitos de cooperantes cubanos. Con esa cantidad de «blancos» no era difícil engolosinarse y escoger algunos. Por supuesto, también hay varios cientos que pueden pagar sus servicios, porque dinero para estos menesteres es lo que les sobra al imperio y sus lacayos.
Probablemente creyó que ante esa cosecha tan apetecible, sus servicios recibirían la paga suficiente para vivir en Miami a piernas sueltas. A fin de cuentas, Posada Carriles y sus otros protectores nunca han sido molestados en la floridana ciudad. También sabía que la prensa del lugar es experta en convertir en héroes a los delincuentes. Como buen jamonero imaginó que las tinieblas lo acompañarían y su paso seria inadvertido, tan subrepticiamente como hoy, de forma elegante y acabada, se nos quiere presentar la subversión.
Este obcecado delincuente, -que para estar a la moda podría apellidarse -«sans frontier»- nunca tuvo remilgo para robar un auto de lujo -siempre a los ricos- o asesinar, con más frecuencia, al hijo de un obrero. Los medios y métodos justifican el fin, fueron sus más devotos principios.
A partir de ahora su vida cambiará un poco, la decencia mundial aplaudirá su arresto, y hasta algunos ricos y muchos pobres dormirán más tranquilos. Pero ese no es el punto de este comentario.
Desde hace más de 20 años cualquier canal de televisión del Mundo divulga hasta la saciedad la meritoria labor de los fiscales e investigadores policiales estadounidenses, siempre enfrascados en encontrar la verdad -por dura que sea- y poseer las evidencias tangibles que convenzan al imparcial jurado del documental. Hasta el más incrédulo espectador se asombra por la perseverancia y el ingenio desplegado para encontrar los culpables en los seriales Archivos Forenses y Casos no Resueltos, los cuales se basan en hechos tan reales, como las bombas detonadas en La Habana a finales de la pasada década. Seguramente hasta el jueves 1 de julio, Chávez Abarca fue uno de esos perseguidos.
Las autoridades estadounidenses dicen que juzgarán a Posada Carriles por haber mentido cuando ingresó ilegalmente en ese país. También tienen abierta una interminable investigación de un Gran Jurado en New Jersey para someterlo a fuero por terrorismo. Esas son palabras mayores.
Aparentemente la investigación del Gran Jurado no avanza a la velocidad que muchos deseamos, porque los funcionarios designados «no logran» obtener declaraciones de piezas claves del rompecabezas. Algunos, como Jorge Lincoln Más Canosa y Arnaldo Monzón Plasencia ya han muerto. Otros, como Alberto Hernández, Gaspar Jiménez Escobedo y José «Pepe» Hernández Calvo lograron tejer coartadas dignas para novelas de Agatha Cristie.
Lo cierto y peor es que una importante jueza del Estado de New Jersey es parienta del no menos célebre terrorista Silverio Rodríguez, jefe de la banda anticubana ALPHA 66 en la llamada Zona Norte de EE.UU. También Robert «Bob» Menéndez, el más importante Senador hispano del Congreso, se opone tenazmente al desarrollo de las pesquisas, al decir que la existencia del Gran Jurado «es un chantaje y trampa política de Fidel Castro para denigrar al exilio cubano». La demora y apatía encuentran explicación en esas filas, con el propósito de evitar la repetición mitológica de Saturno devorando a su hijo predilecto. Muchos pensarán que con semejantes padrinos es imposible que la justicia se imponga. Pero la esperanza es lo último que se pierde.
Aun con esos inconvenientes los oficiales encargados ofrecen la imagen de su «ardua labor». Cada cierto tiempo hacen un pronunciamiento, por vía diplomática solicitan alguna precisión y hasta vuelan a La Habana en busca de nuevas pistas.
Ahora, con la detención de Chávez Abarca, quien a su favor podría hasta argumentar que se «entregó arrepentido», los términos cambian. El delincuente tiene a su haber un impresionante récord. Personalmente fue reclutado, entrenado, abastecido de explosivos y financiado por el mismísimo Posada Carriles, para que el 12 de abril de 1997 estallara una bomba en el baño de la discoteca Aché del habanero Hotel Meliá Cohiba y otra que dejó colocada en el piso 15 de la propia instalación turística. Las autoridades mexicanas lo tienen como primer sospechoso de la bomba detonada en la puerta principal de la Agencia turística Cubanacán, en Ciudad México en octubre del propio año.
Imitando a pie juntilla a su Jefe comprendió que es ganancia sin riesgo seleccionar y enviar a otros a realizar el rufián trabajo. Cumpliendo esas sabias orientaciones de su patrón, reclutó al salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León y a los guatemaltecos Maria Elena González Mesa, Nader Kamal Musallán Barakat y Jazid Iván Fernández Mendoza, los que tempranamente fueron capturados y sancionados por terrorismo en Cuba.
Todavía en el 2010 urge averiguar con el detenido cómo, en medio de la crisis económica, ha podido mantenerse y remesar a su mujer y tres hijos. No se dude la posibilidad de conocer que era un mantenido de Posada Carriles, que posiblemente enviaba hasta su escondite una sustancial mesada para que estudiara y actuara contra los blancos cubanos y venezolanos. También sería interesante confirmar si él, nuevamente llenándose de gloria, estalló un cohete autopropulsado contra la residencia del Embajador de Cuba en Ciudad Guatemala el 22 de marzo del 2010. Con semejantes trabajos y estímulos cualquiera está tentado de viajar a Caracas confiando en la profesionalidad de su ídolo.
Ahora Chávez Abarca quiere hablar de todo y con todos. Quizá sea para lamentar su desgracia, explicar en que falló o evadir sus responsabilidades, pero lo cierto es que conoce hasta los pequeños detalles de muchas historias interesantes de Posada Carriles y está dispuesto a compartirlas. Es muy difícil que las autoridades norteamericanas, obligadas a interesarse por las acciones terroristas de Posada Carriles, encuentren algún argumento creíble para no hurgar en las declaraciones de Chávez Abarca a quién, dicho de paso, le conocen muy bien el pedigrí y valía informativa.
Hasta hoy las autoridades norteamericanas no han hecho declaraciones. Es como si Chávez Abarca no existiera y no tenga los mas estrechos nexos con Posada Carriles. Pero sin dudas, las autoridades norteamericanas y sus agencias deben estar haciendo la evaluación de daños de este osado viaje y estableciendo los pasos a seguir. Ojalá soliciten a las autoridades cubanas que les permitan cuestionar al terrorista directa y personalmente. Si así no lo hicieran… bueno, eso lo dejo al análisis y conciencia de los lectores que siempre son más sabios.
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