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Francia

La habitación de la furia (el peligro fascista)

Fuentes: Observatorio de la crisis

¿Hemos llegado al punto del fascismo? Todavía no. ¿Estamos en proceso de fascinación? Sin duda. De hecho no hay mucho que dudar, hay un proceso en marcha.

Lo que dijo Lenin sobre la crisis revolucionaria es válido para la crisis orgánica de Gramsci: en diversos grados, ambas se pueden reconocer por sus ritmos; el tiempo político se acelera y los desplazamientos se producen a velocidades fenomenales.

Quién, hace dos años, podría haber imaginado foros de soldados facciosos o una manifestación de policías pidiendo «volar los diques de la Constitución». Con la bendición de casi toda la clase política, los grandes medios (como CNews, o Europa 1) se muestran fascinados y están siempre disponibles para las peores agendas y para los peores invitados (1). Ahora, el semanario de extrema derecha “Valores Actuales” hace de tráiler para una serie de otros encuentros “ideológicos” (Le Point, L’Express, Marianne). O la televisión ¿de servicio público? abren sus micrófonos para que ministros vomiten sus delirios islamófobos y amenacen abiertamente con purgas en la Universidad. Con la velocidad que ahora adquiere el proceso, pronto oiremos desfilar procesiones con gritos de «Muerte a los árabes».

El campo de los furiosos

¿Por qué (casi) siempre la extrema derecha se beneficia de la decadencia capitalista?  

La respuesta es aparentemente simple: la extrema derecha constituye una propuesta política intrínsecamente violenta. Lo explicamos: en una situación de crisis orgánica tal es la abrumadora ventaja competitiva de la violencia que esta propuesta produce inmunidad en la sociedad, una sociedad que aceptan como normales las formas más abyectas de la intimidación, agresión, maltrato, resentimiento, humillación de los “diferentes”.

Legitimada por su inclusión en el campo político “oficial”, la extrema derecha es un receptáculo de todas estas reacciones primarias. La gente quiere una propuesta política violenta porque ofrece una solución a sus propias tensiones: tensiones insoportables que tienen que salir, no importa dónde ni cómo.

El neoliberalismo es la causa estructural de todas estas perturbaciones. No por casualidad hoy se comercializa con éxito un “deporte” para ejecutivos: «la habitación de la furia». Tal como lo expresa su nombre, “la habitación de la furia” es un espacio para los ejecutivos sobrecargados, donde es lícito destruir todo. Una habitación con mobiliario de oficina que no tiene otro propósito que romperlo todo para, teóricamente, liberar tensiones. Es el gesto de la impotencia por excelencia.

El neoliberalismo ha llevado este hallazgo de “gimnasio de barrio” a toda la nación: la crisis orgánica del capitalismo neoliberal ha transformado a todo el país en una habitación de la furia. Estamos ante un ataque de furia que está muy cerca del punto crítico. Piense en esta imagen terrible, un tsunami comienza lejos, pero tarda muy poco en llegar. Es la imagen de la fatalidad, no hay nada más que hacer. La ola no dejará de crecer, lo sumergirá todo.

En su libro “De la revolución”, Hannah Arendt decide utilizar a la palabra «revolución”. Se trata de un término originalmente astronómico que designa la órbita de los planetas y que se convierte repentinamente en el significante de la ruptura política. Esto se debe a que, para Arendt, la revolución (astronómica) también conlleva la idea de lo inevitable.

Cuando La Rochefoucauld-Liancourt responde a Luis XVI: “no es una revuelta es una revolución» quiere decir, precisamente, que se trata de una fuerza gigantesca que ya no puede detenerse. En este sentido, el de una fuerza inmanejable, el término político «revolución” no tiene necesariamente un contenido emancipador. Hace tiempo que lo sabemos. El nazismo fue, de alguna manera, una revolución.

La oscuridad

Y aquí estamos hoy, a punto de entrar en la oscuridad, con el temor de que no haya nada más que hacer, que ahora todo esté condenado a empeorar.  También con el temor que, de esta oscuridad, solo se salga de una manera: habiendo atravesado por completo un negro túnel hasta el punto de la pesadilla. Y entonces, ebrio de nuestros propios horrores, el cuerpo social debería despertar.

Por el momento el sistema mediático pone todos sus esfuerzos, con su estupidez ordinaria, por la pasión fascista. Quiere encerrar las elecciones del 2022 en la confrontación entre Le Pen y Macron. Como en la década de 1930, la contribución de los “medios libres” puede ser decisiva. Muy bien, entonces juguemos el juego de esa predicción y veamos lo que sigue.

Si es Le Pen será una guerra civil. Si es Macron habrá una insurrección, pero una insurrección «confusa». Si es Le Pen tendremos racismo de Estado, abierto, desplegado, ya no sólo sistémico como ya lo es, sino institucional, formalizado explícitamente en los textos, es decir, dirigido contra los musulmanes (una pendiente que el macronismo ha empezado a tomar prestada).

A diferencia con la década de 1930 la gente de color no los dejará pasar. Ya lo demostraron en 2005, durante lo que llamaron los «disturbios» (término elegido expresamente para la descalificación política).

Ya podemos imaginar la reacción de un país enfermo de racismo, con medios que han gritado su racismo, con fuerzas policiales en total libertad para reprimir y con fuerzas armadas donde algunos de sus miembros sueñan con repetir la guerra de Argelia y ganarla esta vez. Lástima que la nueva Casbah esté en “La Courneuve”. Y en medio de todo este festín racista una población entre angustiada e histérica. Luego cínicos medios medirán la altura de este tsunami de mierda.

Si es Macron seguiremos una trayectoria similar, pero en cámara lenta, una diferencia de ritmo que marca diferencias de rumbo. En este caso se abre la posibilidad de un hecho insurreccional, pero una “insurrección boueuse” (fangosa), precisamente porque se sumarán algunos partidarios de los “chalecos amarillos”, los progres de todo tipo, los empleados rebeldes, los precarios, los sediciosos y los golpistas de la policía, en definitiva, un “bloque de la identidad” reconstituido.

Baste decir que esta “insurrección” tendrá un rostro contradictorio y una boca que nos dará terribles jaquecas a la hora de pensar la alternativa al neoliberalismo.

La fuerza de una propuesta

Para tener la más mínima posibilidad de escapar de esta fatal disyuntiva es necesario volver a lo que explica la fuerza motriz del tsunami fascista.

La violencia, hay que admitirlo, hace que la oferta de la extrema derecha se maride con una pulsión básica. De esta manera tiene una formidable ventaja competitiva en tiempos de crisis orgánica, busca una reacción inmediata al servicio de la pulsión, produce una drástica disminución de la capacidad de análisis, desarrolla un mecanismo centrado en una única causa enteramente fantasmal: el peligro musulmán.

La extrema derecha saca su fuerza justamente porque su propuesta política es sumaria, autoritaria, racista, es una catarsis colectiva. Un análisis de este tipo puede explicar, en parte, porque la gente se precipita sin pensarlo a la “habitación de la furia”. También nos muestra la única salida: el camino de la proposición, de otra proposición. Pero de alcance similar, una propuesta de conjunto.

¿Se dirá que ante el tsunami que se avecina una propuesta comunista, por ejemplo, un salario garantizado de por vida, es ridícula?

Cualquiera sea su opinión, de todos modos, esta propuesta tiene suficiente fuerza para llegar con facilidad a un gran número de experiencias vividas, ofrece un sentido y una perspectiva a la precariedad. Un salario garantizado de por vida también da sentido a las vivencias de quienes sufren por la destrucción del trabajo, restituye su valor al remover de la propiedad lucrativa y reconocer la soberanía de los productores. Estas cosas no son abstracciones, ofrecen palancas poderosas que cumplen por excelencia con la condición salarial, que es la condición social más general.

Además una propuesta de este tipo permite la recoordinación política a gran escala en un sentido global, dando una resignificación de la vida social en su conjunto.

En contraste, la propuesta de extrema derecha se nutre de la anomia, de la dislocación, del confuso rechazo del orden, de una aspiración borrosa pero imperiosa. La propuesta de la extrema derecha es sólo un mal sueño, con todas sus propiedades ansiolíticas.

Este no es un gran descubrimiento, la extrema derecha se nutre del estiércol de las crisis del capitalismo porque son crisis anárquicas, usamos el termino crisis en el sentido de “arkhé”: un momento de dislocación del marco axiológico general (2).

Es sobre este terreno de reanclaje, de una propuesta política general, y solo sobre este terreno, hay alguna posibilidad de derrotar al fascismo. Será necesario, por tanto, que un cierto número de sectores de la izquierda radical se convenzan que “su virtuosa abstención es demasiado «una vanguardia autoritaria» o, en realidad, no es más que un gesto desmayado.

El gesto, para Agamben, es el movimiento intransitivo, el movimiento puro, el movimiento por el movimiento, deshecho de cualquier intención de hacer algo. Hagamos gestos, nos dice Agamben, para desvincularnos de la visión instrumental del mundo que tanto nos duele (3).

Qué idea tan exquisita: perdamos el interés por el poder y las instituciones; mientras tanto, estas caen en manos de los fascistas. Apenas podemos creerlo, pero este tipo de filosofía estético-política está ganando la apuesta en sectores de la izquierda radical (4).

Si juzgamos la fuerza de un pensamiento político por su comportamiento, la hora de la verdad no tardará en sonar, porque los gestos contra el fascismo, podrían no estar a la altura de los acontecimientos. Contra el fascista arkhé no hay otro camino que una propuesta global, un contra- arkhé, una arkhé que es tanto anticapitalista como antifascista, una propuesta comunista arkhe.

Mientras tanto, las elecciones…

Todo esto es muy pulcro, pero las condiciones para la revolución no existen todavía. Y los efectos de los gestos (en general) no sirven.

Mientras tanto están las elecciones del 2022. En el estado de pánico en el que se encuentra el país de izquierda habrá poca gente (incluso menos de lo habitual) que se resista a estos argumentos. Por este lado las cosas pronto se aclararán como el cristal.

La izquierda de la derecha no debería estar lejos de pensar que un mandato de Le Pen devolvería al redil a todos los que se han desviado de él y que en cinco años, como dijo el RPR en 1981 (llamando en secreto a votar por Mitterrand) el vía crucis terminará. Esta izquierda de la derecha hará todo lo posible para que Mélenchon fracase.

De todos modos todavía hay algunas personas bendecidas que piden la “unión de toda la izquierda”. ¿Pero qué tienen en los ojos para no ver que Jadot, Hidalgo, Faure, Roussel (incluso Biden) son personajes de derecha? No hace falta esperar a que se cubran de vergüenza, ya lo hicieron participando en la manifestación policial fascista.

Entonces, nos guste o no, queda un candidato: Mélenchon.

Si Mélenchon queda solo en la pista veremos qué fuerzas se formarán contra él: la extrema derecha (RN), la extrema-extrema derecha (LREM, LR), la derecha (PS, EELV), la extrema derecha de la izquierda (Valls y compañía) y especialmente los medios, inflamados por el odio a un candidato que tiene una doble falta, ser de izquierda (en un sentido mínimamente exigente) y, peor aún, tener oportunidad de ganar.

A quienes, por lo tanto, preparan una emboscada debemos advertir que el espectáculo del odio mediático va a alcanzar cotas nunca antes vistas. Que la situación se aclare no será suficiente. Sabemos que lo que haría Mélenchon será tan pequeño que habrá motivos para estar descontentos, sin mencionar todos los obstáculos que se cruzaran en su camino. Pero hoy nuestros horizontes temporales se han reducido debido a la escala de los peligros. El frente del bloque fascista ya se está formando.

Que están preparados para destrozar a Mélenchon no cambia nada de lo esencial: el racismo tiene muchas caras. No olvidamos que Macron felicitó a Darmanin porque en un debate encontró a Le Pen demasiado blanda sobre la “cuestión del islam”, es decir, en última instancia, ¿no fue lo suficientemente racista?

El PS está en el colmo de la dislocación ideológica y, como siempre, los desestructurados, ruedan en la línea de mayor pendiente: ¿Quién podría aprovecharlo? ¿Existe alguna otra solución para evitar lo peor? Todo esto sigue siendo opaco.

Sin embargo una cosa es cierta, en las grandes crisis la historia abre espacios para la memoria de tiempos futuros. Habrá buenos y habrá malos. La repartición ya ha comenzado.

Notas

(1)  El día después de la manifestación policial, France Info invita a Jordan Bardella (RN) y France Culture Patrick Buisson…

(2)  Véase Frédéric Lordon, La condition anarchique. Afectos e instituciones de valor, Seuil, París, 2018.

(3)  Giorgo Agamben, Karman. Breve tratado sobre acción, culpa y gesto, Seuil, 2018.

(4)  Véase Frédéric Lordon, Vivre sans  ? Instituciones, policía, trabajo, dinero… La Fabrique, 2019.

Texto original en francés: https://blog.mondediplo.net/fury-room

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2021/05/25/francia-la-habitacion-de-la-furia-el-peligro-fascista/