En Italia se discute mucho sobre la experiencia de Syriza en Grecia y de Podemos en España, de sus éxitos políticos y electorales; mucha gente desea en nuestro país la construcción de un reagrupamiento político que supere las divisiones infinitas de la izquierda italiana, hoy muy minoritaria, para hacer frente a las luchas políticas y […]
En Italia se discute mucho sobre la experiencia de Syriza en Grecia y de Podemos en España, de sus éxitos políticos y electorales; mucha gente desea en nuestro país la construcción de un reagrupamiento político que supere las divisiones infinitas de la izquierda italiana, hoy muy minoritaria, para hacer frente a las luchas políticas y sociales y hacer creíble una alternativa de izquierdas y de clase.
Una formación que tuviera características semejantes a Syriza ha existido ya en Italia y se llamaba Rifondazione, pero tras altos y bajos y diferentes situaciones, el proyecto inicial nacido a comienzos de los años noventa -construir un partido de alternativa y una refundación del pensamiento y de la praxis comunistas- no se ha realizado. Creado en 1991, el Partido de la Refundación Comunista (PRC) unió a fuerzas importantes, la gran mayoría de las corrientes y de las familias políticas de la izquierda y tuvo un papel central durante más de 15 años en los acontecimientos políticos y sociales del país.
En 2006, el PRC se alió con el gobierno de centro izquierda de Prodi. Fausto Bertinotti, secretario del PRC, se convirtió en presidente de la Cámara de diputados de 2006 a 2008 que vio la caída de Prodi. Se desencadenó entonces el inicio de un proceso de crisis que iba a traducirse en el estallido del PRC. Este artículo quiere dar elementos de balance de esta historia.
El nacimiento del PRC y la esperanza de un nuevo comienzo
Rifondazione Comunista fue, en primer lugar, fruto de una ruptura en el seno del Partido Comunista Italiano (PCI), que fue el Partido Comunista más grande de Occidente, con un millón y medio de miembros, resultados electorales de alrededor del 25% (y dos veces el 30%), gobernando regiones y ciudades de gran importancia y dirigiendo el sindicato CGIL (Confederación General Italiana del Trabajo) la mayor organización sindical del país. Teniendo como origen la Tercera Internacional estalinista, adoptó también, tras la Segunda Guerra Mundial, rasgos socialdemócratas. Estos dos aspectos estaban bien encarnados en su dirigente histórico Palmiro Togliatti, muerto en 1964; para indicar su modelo se habla corrientemente de «togliattismo».
En el corazón de los años setenta y de las luchas obreras, el PCI apoyó un gobierno de unidad nacional con la burguesía que abrió la vía al retroceso y a la derrota del movimiento obrero. Hacia finales de los años ochenta, se formaron en su seno algunas corrientes políticas de izquierda. La decisión de la mayoría del partido, dirigida por el secretario Achille Occhetto, de cambiar el nombre del partido y de orientarse cada vez más hacia la Internacional Socialista, empujó a las dos corrientes de oposición en el congreso de 1991 a rechazar la transformación del PCI en PDS (Partido Democrático de Izquierda) y a crear el PRC.
La primera corriente estaba dirigida por el jefe histórico de la izquierda del partido, Pietro Ingrao (aunque en el último momento decidiera quedarse en el PDS), por algunos sindicalistas, como Sergio Garavini, y por militantes que en los años precedentes habían emprendido la experiencia de la revista Il Manifesto; una corriente atenta a los movimientos sociales y a las luchas obreras, crítica hacia el estalinismo y la URSS e igualmente crítica del sistema capitalista. La segunda corriente era mucho más pequeña, pero mejor organizada, animada por otro dirigente histórico, Armando Cossutta, más ligado a la experiencia soviética, crítico de la aceptación de la OTAN por el PCI y de sus decisiones oportunistas. Este último se convirtió en el presidente y Garavini en el secretario general. En 1994, éste fue reemplazado por Fausto Bertinotti que iba a dirigir el partido hasta 2008.
A estas dos componentes se añadió la principal organización de la nueva izquierda radical de los años setenta, Democrazia Proletaria, en cuyo seno desde hacía dos años estaban también presentes los militantes de la IVª Internacional.
El nacimiento de este nuevo partido tuvo un amplio eco en el país y vio un despertar de esperanza y de militantismo por parte de numerosos cuadros de los años setenta y ochenta que habían abandonado el activismo. Varios militantes de la otra organización de la izquierda revolucionaria de los años setenta, Lotta Continua (que posteriormente se había disuelto), decidieron participar en esta nueva experiencia.
El primer año del partido estuvo marcado por una gran euforia política, la renovación de un fuerte militantismo, momentos elevados de participación en un clima de caos político, sin que los aparatos, aunque presentes, lograran controlar la situación.
Hay que subrayar dos elementos: la escisión en el PCI fue producto de un acto simbólico -el rechazo a abandonar la denominación de comunista-, pero sin elaboración de un programa alternativo, cuando las opciones moderadas de los decenios precedentes habrían debido conducir bastante antes a los sectores de la izquierda del mismo a la ruptura, como venían empujando a hacerlo organizaciones radicales exteriores al partido. El carácter simbólico de la ruptura limitó el aspecto programático innovador de la escisión. Al mismo tiempo, ciertos sectores eran conscientes de que el futuro del PRC no podía ser solo una supuesta «continuidad comunista», que habría sido «traicionada» por la cúspide del partido.
Estaba fuertemente presente el sentimiento de un nuevo comienzo indispensable, la necesidad de reescribir todo y de reconstruir. De ahí la discusión importante y desordenada del primer congreso de diciembre de 1991, que vio más de 4 000 enmiendas al texto propuesto, enmiendas provenientes de la base del nuevo partido y que no pudieron ser tratadas; el debate se concentró en el nombre del partido, pero los «continuistas», que querían retomar el nombre del PCI fueron derrotados por una coalición que sostenía el concepto y el nombre de la «refundación». Mucha gente pensaba que había que retomar en su raíz el proyecto de la transformación social y del comunismo. Sin embargo el debate mostró que los contenidos políticos y programáticos de la ruptura no estaban en absoluto claros. De hecho, como la evocación de la palabra «comunismo» disimulaba la incertidumbre sobre los contenidos y sobre la estrategia, no fue fácil pasar de la esperanza a los hechos.
Había entonces un ardor político similar al encontrado, tantos años después, en Grecia y en España con el movimiento de los Indignados y el nacimiento de Podemos. Hay sin embargo que subrayar diferencias estructurales que dependen en primer lugar de momentos históricos distintos.
En 1991, se estaba ya en medio de la ofensiva neoliberal, pero ésta se situaba aún lejos de la violencia explosiva de la crisis comenzada en 2007 y de las políticas de austeridad posteriores. Además, si la configuración del movimiento obrero y de la izquierda se estaba transformando, las estructuras tradicionales de la clase obrera, aunque debilitadas, aguantaban aún. Los afiliados al nuevo partido eran en general militantes o miembros de los sindicatos; la fractura entre la «izquierda» y amplios sectores sociales no había tenido aún lugar y el proceso se situaba en una dinámica que tendía a reorientar las fuerzas del movimiento obrero y a relanzar las luchas en una perspectiva antisistema. Las luchas de los años setenta e incluso de los ochenta estaban lejos, pero seguían bien presentes en las experiencias y los recuerdos directos de quienes querían reconstruir una alternativa a las políticas de las clases dominantes.
Rifondazione se situó en una continuidad organizativa con el viejo partido, pero también con un fuerte aporte de fuerzas nuevas (hasta 2008, el número de afiliados fluctuó alrededor de los 100 000), un grupo parlamentario significativo, miles de células de base en todo el país. Sin embargo el importante turn over de los afiliados (hasta el 30% cada año) mostraba que el PRC tenía dificultades para enraizarse en la sociedad de forma estable y estructurada. El partido atraía más por su imagen (sobre todo en la segunda fase de Bertinotti) que por su capacidad para implantarse socialmente. No logró jamás ser una fuerza decisiva en el interior de las organizaciones sindicales y no llegó jamás a dirigir con sus cuadros un sindicato. Esta situación de debilidad estructural no le permitió casi nunca intervenir con una eficacia suficiente en los acontecimientos sociales, aunque jugara un papel de primer plano en la vida política.
Además, la introducción de un sistema electoral uninominal, que iba a reemplazar el sistema proporcional tradicional, constituyó un elemento completamente imprevisto para el PRC, que muy rápidamente se encontró sacudido en cada cita electoral, empujado a aliarse a las fuerzas de un centro izquierda frente al que quería representar una alternativa política /1.
El contexto social de los primeros años
Rifondazione vivió sus primeros años en un clima particularmente agitado, con el fondo internacional de la desagregación de la URSS y de primera guerra del Golfo en la que Italia tomó parte de forma activa. En el interior, las políticas de austeridad se concretaron en 1992 con una fuerte puesta en cuestión de conquistas sociales, y con los sindicatos aceptando someterse a la lógica patronal /2.
Los acuerdos entre sindicatos, patronos y gobierno de 1992-1993 provocaron una muy poderosa revuelta de los trabajadores; con el movimiento llamado de los «bulloni» que rechazaban con fuerza la política de las direcciones sindicales, en primer lugar la de la CGIL. El PRC, a pesar del gran compromiso de los militantes en el movimiento, quedó paralizado y subordinado a las burocracias de izquierda del aparato sindical que buscaron un compromiso con las direcciones centrales y que capitularon. Además, la clase obrera conoció, a causa de las derrotas y de las reestructuraciones, un debilitamiento significativo en las grandes concentraciones de fábricas, motores de la movilización obrera.
Hay que tener en cuenta todo esto para explicar que el nacimiento y el desarrollo de Rifondazione tuvieron lugar en un contexto difícil, pero en el que todo era aún posible; esta era la visión de los miles de militantes que se sumaban al PRC. Rifondazione tomó la medida de esta resistencia social, llegando hasta posicionarse como «corazón de la oposición».
En cambio, le será mucho más difícil pasar a la reconstrucción, es decir, a un proyecto coherente de desarrollo del partido y del movimiento de masas. Tanto que cada vez que se acercaban las elecciones, los dirigentes y los militantes de base olvidaban ser ese «corazón de la oposición» y se ponían a discutir sobre alianzas electorales.
Los repetidos cambios de dirección y las alianzas con el centro izquierda
Tras haberse situado en la oposición durante más de dos años, en las elecciones políticas de 1994, Rifondazione participó en la Alianza de los Progresistas guiada por el secretario del PDS Ochetto. El partido obtuvo un buen resultado electoral, pero la alianza fue derrotada por el nuevo jefe de la derecha, Berlusconi; el «peligro» representado por la entrada en el gobierno se vio conjurado por ello. Pocos años después, como consecuencia de la crisis del primer gobierno Berlusconi, se produjo el nacimiento de un gobierno de coalición presidido por Dini, un exministro de Berlusconi. Rifondazione conoció entonces una primera escisión de derechas, por parte de algunos de sus fundadores que, contra las decisiones de la mayoría, quería apoyar a este gobierno.
En 1996 el PRC cambia de nuevo de dirección y establece una alianza sólida con la coalición El Olivo, dirigida por Romano Prodi, que gana las elecciones; en esta ocasión, Rifondazione obtiene el máximo de votos de su historia (alrededor del 8,7%, es decir, tres millones doscientos mil votos) /3.
El PRC entra por tanto en la mayoría, presionando al gobierno sobre la necesidad de un programa de reformas, comenzando por la reducción del tiempo de trabajo, con mantenimiento de salario, para responder al paro; sin embargo al mismo tiempo apoya el proyecto europeo, el nacimiento del euro y las primeras medidas de precarización del mercado de trabajo.
Tras duros enfrentamientos en la mayoría sobre la consigna de «cambio o ruptura», Rifondazione sale de la coalición esperando obtener el consenso sobre esta opción radical. Pero el partido conoce una escisión muy penosa, dirigida por uno de los fundadores, Cossutta, que crea una formación nostálgica del viejo PCI, el Partido de los Comunistas Italianos (PdCI). Las elecciones europeas de 1999 penalizan a Rifondazione que no obtiene más que un decepcionante 4%, mientras que el PdCI muestra que existe con el 2%.
En las elecciones regionales de 2000, el PRC se alía de nuevo con el centro izquierda y obtiene buenos resultados, pero sigue en la oposición a nivel nacional. En las elecciones políticas de 2001 se presenta solo; renuncia a presentar sus candidatos para la parte uninominal, participando solo en el reparto proporcional (25% de los electos) y vuelve a tener un buen resultado (más del 5%) con alrededor de 1 900 000 votos, pero obtiene pocos parlamentarios (una quincena).
Se abre entonces un período de radicalidad más fuerte, que comienza con el apoyo al movimiento altermundialista. Pero las elecciones de 2006 ven un nuevo giro de 180º: una nueva alianza con el centro izquierda y la participación en el gobierno Prodi 2 para -según se afirma- garantizar «la compensación de las clases populares y obreras y una gran reforma social». Obtiene 2,2 millones de votos en la Cámara y 2,5 millones de votos en el Senado. Pero la experiencia gubernamental se revela rápidamente catastrófica /4. Volveremos sobre ello.
Rifondazione ha logrado obtener los mejores resultados electorales cuando ha podido asociar dos elementos: tener detrás de sí un período de oposición y de lucha y al mismo tiempo probar que era unitario y presentarse como el ala izquierda del centro izquierda. Esta política corresponde bien al nivel medio de conciencia de la mayoría de los electores de izquierdas. La exigencia de unidad es muy fuerte pues, enfrente, se encuentra siempre la derecha guiada por un Berlusconi que actúa como revulsivo. La preponderancia del antiberlusconismo impidió que amplios sectores del pueblo de izquierdas realizaran un balance de las políticas llevadas a cabo por las fuerzas políticas del centro izquierda.
En las elecciones de 2008 se realizó la formación de una lista llamada Arcoiris que unió a Rifundazione, el PdCI, los Verdes y otras fuerzas, que sufrió una derrota estrepitosa no superando la barrera del 4%. Por primera vez en la historia de la posguerra, la izquierda no logró que resultara elegido ningún representante en el Parlamento. La derrota fue dramática: en este caso, en lugar de recoger a derecha e izquierda, Rifondazione perdió el apoyo de quienes pensaban que el partido había ido demasiado lejos y de que quienes juzgaban que había cedido a las posiciones moderadas. Amplios sectores del electorado de izquierdas se abstuvieron.
La estructura profunda del PRC y la herencia del pasado
Estos cambios incesantes nunca han sido discutidos en serio. Esto se traduce en una tensión permanente en el partido y una subordinación a las decisiones del secretario: ningún partido puede construirse seriamente de forma duradera con ese método.
Se hace evidente que el grupo dirigente, aunque formado por diversas componentes, no rompió jamás estratégicamente con el DS y luego con el PD y siguió creyendo encontrarse en el seno de esa familia política. La ruptura con el centro izquierda no respondió jamás a una visión estratégica, tenía solo como objetivo obtener consensos en los sectores más radicales de los movimientos y una correlación de fuerzas útil en las negociaciones con el centro izquierda. Esto en función de las posiciones teorizadas desde siempre en el seno del PCI, en particular por Lucio Magri, uno de los fundadores de Rifondazione: la necesidad de encontrar con la burguesía y con sus partidos compromisos que el movimiento obrero debe dinamizar, es decir llevar sobre la marcha a un nivel más elevado y más favorable. Las grandes luchas y conquistas de los años sesenta y setenta podían alimentar esta ilusión. Los acontecimientos de los años noventa, con la recuperación del control por las fuerzas burguesas y la patronal, habrían debido borrarla. A pesar de todo, hoy esa idea sigue extendida en amplios sectores de la izquierda.
Otro elemento está ligado a la realidad profunda del partido: incluso en período de oposición, se tejen alianzas con el centro izquierda, en las regiones, en las provincias, en los ayuntamientos, en las grandes ciudades, lo que permite obtener miles de consejeros, así como numerosos adjuntos; se participa así en la gestión local de las políticas de austeridad, posición que se justifica siempre con el argumento de que a nivel local se pueden obtener resultados parciales y reducir la gravedad de esas medidas.
Esto crea un medio social estrechamente ligado a las instituciones; la esperanza de una carrera política e institucional toca a numerosas personas e impregna la vida de la organización, incluso cuando a nivel general se llevan a cabo campañas sociales radicales. Esto implica que el centro de gravedad del partido no se desplazará jamás socialmente.
Un posible big bang refundador
Sin embargo, habría podido producirse en los primeros años un big bang refundador del partido, cuando todo estaba en discusión y el país estaba aún atravesado por movimientos obreros significativos con una red densa de delegados en las fábricas y lugares de trabajo, muchos de ellos afiliados o simpatizantes del PRC, que no aceptaban pasivamente las posiciones de la burocracia, tomaban iniciativas de lucha y defendían propuestas alternativas.
Rifondazione sostuvo activamente todos esos movimientos y se inscribía en ellos pero no los dirigía, salvo en pequeña medida, con sus cuadros.
Estábamos entonces en el punto más elevado de distancia entre una base sindical aún militante y el aparato burocrático del sindicato; se entrevió incluso la posibilidad de una escisión masiva de la CGIL y la construcción de otra federación sindical, amplia y fuerte, sobre posiciones de clase. Su ausencia provocará, entre otras cosas, la formación de sindicatos de base, muy combativos, pero dirigidos por corrientes a veces sectarias, cuya esfera de acción permanecía limitada a algunos sectores o situaciones.
Pero el partido como tal no logró enfrentarse a la complejidad de esos nudos sociales y sindicales, ni siquiera para discutir el tema; su funcionamiento, sus estructuras, las preocupaciones de sus cuadros estaban en otras partes, ligadas a la gestión política cotidiana, es decir, a las instituciones. Por otra parte, las fuerzas provenientes de la extrema izquierda no lograron ser eficaces en sus propuestas políticas de renovación, debido a su debilidad o a causa de su orientación; así, el grupo dirigente proveniente de Democrazia Proletaria optó por integrarse desde 1995 en la mayoría de Bertinotti.
Un partido que se pretendía anticapitalista, militante, de masas, que tenía la ambición de refundar el proyecto comunista para superar el capitalismo, y que por ese motivo había roto con el PDS, habría debido cumplir una serie de acciones correspondientes a su nuevo nombre.
En primer lugar, expresar plenamente la alternativa estratégica y política, por tanto en la acción cotidiana, a las fuerzas procapitalistas del centro izquierda, construyendo esta alternativa en el plano social. En segundo lugar, saldar cuentas con las viejas reminiscencias estalinistas, pero sobre todo con la vulgata «togliattiana», rompiendo toda subordinación al mito del socialismo real, reconstruyendo la idea de proyecto socialista y libertario, lo que por otra parte el nombre del diario del partido, Liberación, habría debido sugerir. En tercer lugar, habría sido necesario poner realmente en el centro la intervención en la clase obrera y en los movimientos de masas, con el objetivo de favorecer la autoorganización de estos últimos; la historia de la clase obrera italiana proporcionaba experiencias fundamentales: los consejos de fábrica posteriores a la Primera Guerra y las reflexiones de Antonio Gramsci, los acontecimientos que siguieron a la Segunda Guerra Mundial y sobre todo el movimiento de los consejos de los años setenta, en los que habían tomado parte numerosos cuadros de Rifondazione y al que se rendía a menudo un homenaje nostálgico; esto habría significado también un compromiso diferente para conquistar la dirección y la renovación de las organizaciones sindicales. En cuarto lugar, habría sido necesaria una revolución cultural y organizativa total en el funcionamiento del partido, una democratización profunda y una reorientación de las prioridades de los grupos dirigentes.
Todas estas posibilidades surgieron, en uno u otro momento, sin inscribirse en una orientación mayoritaria. ¿Se habría traducido esto en el crecimiento electoral tan esperado, prometido por los sondeos electorales y regularmente desmentido por los hechos? No se puede afirmar con certeza. En cambio es seguro que antes que la elección del trabajo paciente pero decidido, atento a reconstruir la hegemonía alrededor de un proyecto anticapitalista, se prefirió el atajo electoral o la búsqueda del acontecimiento clave (¿cuántos conejos sacó Bertinotti de su chistera durante las reuniones de la dirección?) que habría debido cambiar las correlaciones de fuerzas y la historia. Sin éxito.
La lucha de clases ofrece una segunda oportunidad
Al comienzo del nuevo siglo, el nacimiento del movimiento contra la globalización capitalista ofreció una segunda posibilidad.
El partido adquirió por primera vez, gracias a su giro de izquierdas de esos últimos años, una cierta fuerza y credibilidad entre la juventud y disponía de una organización de juventud bien presente en el movimiento altermundialista y en las dramáticas jornadas de Génova contra el Grupo de los ocho (G8) en 2001. Dos años más tarde se desarrollará contra la guerra un movimiento de masas nunca visto. El sindicato de los metalúrgicos (FIOM/CGIL) -el sindicato sectorial más importante de Italia- había decidido poner fin a las políticas de compromiso con la patronal y comenzado una estación de luchas y de movilizaciones. La CGIL, atacada por el gobierno de derechas de Berlusconi- fue llevada a organizar en 2002 una de las mayores manifestaciones (3 millones de manifestantes en Roma) para defender el Estatuto de los Trabajadores, la ley que garantiza los derechos de los asalariados.
Para poner obstáculos a la corriente más tradicional y continuista con el viejo PCI, que sin embargo se había separado de Cossutta al que había apoyado hasta entonces /5, Bertinotti decidió abrir una discusión teórica partiendo de la hipótesis de que la historia ofrece de nuevo en términos inmediatos el dilema socialismo o barbarie. Ponía de nuevo en el centro a los movimientos sociales. Ponía igualmente en discusión el concepto tradicional de imperialismo bajo la influencia de las ideas de Antonio Negri (ver Imperio –https://es.wikipedia.org/
Bertinotti insistía en la necesidad de superar definitivamente el estalinismo y su herencia cultural; pero la reflexión quedó en la superficie y ninguna de las componentes del partido, salvo las corrientes que se referían de diferentes formas al trotskismo, sometió a la crítica lo que es el nudo político de la historia italiana, el «togliattismo».
Bertinotti recuperó la categoría de revolución, pero al mismo tiempo introdujo la crítica al concepto de la toma del poder, desarrollando luego la teoría de la no violencia, con el objetivo no solo de ligarse a los sectores pacifistas del movimiento, sino también, como se verá, para acercarse a las fuerzas de centro izquierda. Lo que habría podido ser la apertura de una profunda discusión política y teórica se quedó en algo muy ecléctico y en la superficie de los debates del partido, que siguieron dominados por debates tácticos y enfrentamientos internos, con el objetivo de construir una corriente homogénea en torno al secretario.
Sin embargo, Rifondazione fue la única fuerza política participante en el gran movimiento de Génova 2001 (la contracumbre al G8, ndr). Los sindicatos de base están presentes, pero también la FIOM (Federazione Impiegati Operai Metallurgici). Las potencialidades son grandes: es posible intentar unir a los diferentes movimientos sociales contra la globalización, contra la guerra, y contra las condiciones precarias de los jóvenes, mientras que el movimiento obrero organizado y activo encuentra de nuevo la voz para defender salario y empleo y ve en su seno, aunque de forma limitada, una nueva generación militante. Rifondazione apoya a la FIOM, pero es importante la desconfianza entre los dos grupos dirigentes. Además, Bertinotti teme la competencia política del secretario de la CGIL, Cofferati.
Rifondazione está en el movimiento como partido; es el reconocimiento positivo de su diversidad, pero también un límite porque el partido no impulsa el desarrollo de las estructuras de autoorganización del movimiento que serían sin embargo indispensables para procurarle la continuidad necesaria y construir la unidad entre sus diferentes formas sociales. Según la opinión dominante, los movimientos estaban ya vivos y bien estructurados. Como mucho, Rifondazione debía limitarse proporcionales una representación institucional.
Al contrario, en ese momento crucial, era necesario un partido que ayudara verdaderamente a los movimientos a desarrollarse, a la vez que propusiera discutir sobre una «Refundación de la Refundación», sobre un proceso constituyente abierto y democrático que pudiera fundir las nuevas fuerzas vivas de los jóvenes con las fuerzas dinámicas del «viejo» movimiento obrero. Es en cualquier caso lo que propuso, sin éxito, en el seno de la dirección la corriente política a la que pertenezco /7.
El PRC rechazó la nueva «constituyente social y anticapitalista», pero rechazó, también, una proposición reformista, la de un reagrupamiento de todas las fuerzas de izquierdas. Según esta orientación, defendida entonces por el periódico Il Manifesto, un reagrupamiento así podría alcanzar el 13% en las elecciones y sería capaz de influir sobre el centro izquierda.
Bertinotti se quedó a medio camino, hablando de una «alianza político social», que debería estar compuesta por Rifondazione y por las fuerzas del movimiento. Es de hecho una problemática de «autosuficiencia política» y de instrumentalización de los movimientos que no puede llevar más que a un callejón sin salida. Será seguida por la última «gran operación» de Bertinotti: la alianza con Prodi en 2006.
La crisis de 2006-2008
Sin embargo, por el momento, el PRC sigue en sintonía con los movimientos. En 2003, toma una iniciativa importante: la batalla alrededor de un referéndum para la extensión a los asalariados de las pequeñas empresas de las protecciones del artículo18 del Estatuto de los Trabajadores que prevé la reintegración en el puesto de trabajo del empleado injustamente despedido. Es una campaña de masas que comenzó con la recogida de las firmas necesarias y que obligó a la propia CGIL, en el último momento, a apoyar esta proposición. Todas las fuerzas del centro derecha y del centro izquierda se opusieron a ello con fuerza, llamando a no participar en la votación a fin de que no fuera alcanzada la participación del 51% exigida por la ley para que el resultado del referéndum fuera válido.
Como consecuencia, la tasa de participación fue solo del 25%, pero más de diez millones de ciudadanos y ciudadanas apoyaron la proposición del PRC. Esta derrota era en realidad una victoria para un partido que, por primera vez, había llegado a un público tan amplio, construyendo alianzas con diversos actores sindicales y sociales. Una nueva «refundación» se hacía de nuevo posible.
No fue esa la decisión de Bertinotti y del grupo dirigente que, en dos días, decidieron volver hacia el centro izquierda, explicando que este último «es ya permeable a los llamamientos de los movimientos y tenemos por tanto la posibilidad de influenciar y de hacernos los garantes de una nueva Gran Reforma».
La discusión en el partido fue violenta. Concluyó en el congreso de Venecia (2005) con una mayoría que permaneció por debajo del 60% gestionando el congreso de forma autoritaria y excluyendo a las minorías de los lugares de poder reales en la dirección /8. Las minorías estaban divididas entre ellas (así, la corriente Grassi, la más importante, se opuso a esta nueva alianza no por razones estratégicas sino a causa de una evaluación a la vez táctica y política) y no lograron construir una alternativa válida a la mayoría.
En 2006, la lección de un número elevado de parlamentarios (41 en la Cámara y 27 en el Senado) creó una inmensa euforia y embarulló aún más los espíritus de los dirigentes del PRC que no comprendieron que el trayecto hacia el infierno había comenzado.
El gobierno Prodi fue el de la austeridad y de la aplicación de las normas europeas; aprobará leyes financieras muy duras, confirmará en la práctica todas las medidas del gobierno precedente que sin embargo había prometido derogar (a partir de las leyes sobre la precarización del trabajo), retirará, de acuerdo con los Estados Unidos, las tropas de Irak, pero aumentará la presencia militar italiana en Afganistán y en muchos otros países. Rifondazione aceptó avalar todos estos recortes envenenados, sin lograr reaccionar a esta sumisión política a Democratici di Sinistra (DS) que entre tanto se haabían unificado con La Margherita, un sector de la vieja Democracia Cristiana, creando un nuevo partido, el Partido Democrático (PD), que tiene por modelo los demócratas estadounidenses.
El PRC no contempla en absoluto la eventualidad de una ruptura y rechaza la proposición de un congreso extraordinario para decidir sobre el tema. Continúa sosteniendo a Prodi, cuando incluso la nueva dirección del PD, con su secretario Walter Veltroni, llegó a la conclusión de que el gobierno no podría aguantar en tales condiciones /9. De hecho, todo acabó mal para el gobierno, que no disponía de una mayoría parlamentaria real y se vio obligado a dimitir a comienzos de 2008. La dura derrota electoral que siguió provocó una crisis aguda del PRC, con arreglos de cuentas internos y la ruptura de la mayoría (abandonando Bertinotti la dirección), que llevó a un congreso durante el cual se produjo una escisión prácticamente por la mitad.
Además, la esperanza de corrientes de izquierda a fin de que a partir de la crisis política del PRC pudiera al menos crearse una fuerte organización revolucionaria no salió adelante /10.
La derrota fue la de la clase obrera que salió desorientada y desmoralizada del fracaso conjugado del centro izquierda y de Rifondazione; la desmoralización de los sectores militantes que se habían implicado en el proyecto político y organizativo fue también enorme.
Las dinámicas centrífugas son inevitables, hasta el punto de que el movimiento unitario realizado a comienzos de los años 1990 se descompuso y de que el partido se rompió en mil pedazos.
Fue el duro precio del fracaso de un proyecto y de las derrotas sociales y políticas: frustración, rabia, desilusión atraviesan el mundo del trabajo y los movimientos sociales tras la experiencia del gobierno Prodi. La izquierda es cada vez menos creíble, y en las elecciones de 2013 una muy amplia proporción de los electores, incluyendo votantes de izquierda, pusieron sus esperanzas en una fuerza interclasista: el Movimiento 5 Estrellas de Grillo.
¿Un nuevo inicio?
El PRC (cuyo secretario general es Paolo Ferrero) continúa existiendo, pero no es la misma entidad política y organizativa que en el pasado (más allá de los afiliados que son aún numerosos y de la abnegación de algunos miles de militantes). El peso político, la credibilidad y la eficacia de su acción son de calidad diferente. Sus resultados electorales, dejando aparte algunas excepciones, son flojos. La línea política es muy pragmática; de una parte plantea al partido como fuerza de oposición, pero al mismo tiempo gestiona aún con el PD alianzas en algunas regiones o alcaldías. Está esencialmente animado por dirigentes de la vieja Democrazia Proletaria, a los que se ha sumado lo que queda de la corriente dirigida por Grassi de la que ya hemos hablado. La adhesión mantenida al Partido de la Izquierda Europea representa un punto de apoyo importante.
El otro fragmento nacido de la escisión de 2008 es Sinistra Ecologia Libertá (SEL) cuyo principal dirigente es el presidente de la región Puglia, Nichi Vendola; dispone de una renta electoral de alrededor del 3% obtenida gracias a una relación de alianza y de dependencia respecto al PD, con el que esperaba llagar al gobierno si este último hubiera ganado las elecciones de 2013 (en varias regiones SEL está ya en el gobierno con el PD). Como se sabe, la ausencia de una mayoría en el Senado ha llevado al PD a aliarse con fuerzas de centro derecha; por ello el SEL ha debido elegir el camino de la oposición, pagando sin embargo el precio de una escisión hacia el PD de su grupo parlamentario.
Durante las elecciones europeas del año 2014, fue el movimiento de las luchas del pueblo griego el que acudió en ayuda de las fuerzas de la izquierda italiana, débiles y divididas. La intervención del líder de Syriza permitió la formación de una lista unitaria, la lista «Otra Europa con Tsipras», animada por una serie de intelectuales, y a favor de la cual Rifondazione se implicó inmediatamente, SEL también participó. Se superó el mínimo del 4% y obtuvo tres diputados (una de ellos pertenece a Rifondazione).
¿Es un nuevo comienzo? Es difícil pensarlo solo a partir de este resultado.
El planteamiento de estas fuerzas es una vez más sobre todo electoral; hasta ahora no se ha hecho ningún balance serio de la historia pasada, lo que sería necesario, no por amor a la autocrítica sino para comprender el porqué de la derrota. La capacidad de una iniciativa fuerte y unitaria para apoyar los movimientos de los trabajadores, que este año ha conocido una recuperación parcial pero significativa, parece aún muy alejada.
Todos están estupefactos ante los éxitos de Syriza y de Podemos, todos querrían imitarlos pero ¿cómo? ¿desde dónde comenzar? Todos están a la búsqueda del big bang perdido.
De todas formas, se ha reabierto una discusión sobre lo que hay que hacer y qué sujeto político alternativo construir: se trabaja para apoyar la lucha del pueblo griego y se discute sobre la forma de retomar una acción a nivel europeo, internacionalista.
Todo esto es ciertamente confuso, muy dependiente de las ideas del pasado, a la búsqueda de una novedad aún más incierta, y las maniobras politiqueras no faltan, igual que hay aún mucha gente que piensa en nuevas convergencias con el PD: una absurda tendencia a la repetición.
Lo positivo es que se ha vuelto a discutir, que existen voluntades unitarias; cosas que pueden abrir un futuro, pero no ellas solas. Solo si al mismo tiempo el movimiento de la clase obrera y los movimientos sociales producen nuevas luchas y fuerzas militantes nuevas y jóvenes. Y si quienes quieren recomponer una fuerza alternativa saben estar en su corazón.
Notas
1/ El PRC se aliará nacionalmente tres veces con estas fuerzas burguesas: 1994, 1996 y 2006.
2/ El 31 de julio de 1992, un acuerdo entre sindicatos, gobierno y patronal puso fin a un mecanismo de escala móvil que ajustaba automáticamente, al menos en parte, los salarios con la inflación; el 23 de julio de 1993 un nuevo acuerdo, llamado de concertación, preveía que las reivindicaciones obreras debían permanecer en el interior de las compatibilidades capitalistas y de las decisiones del gobierno: durante el decenio que siguió este acuerdo provocó un deterioro continuo de los niveles salariales, el crecimiento del paro y del trabajo precario.
3/ En 1992, el PRC obtuvo 5,6 % ; en 1994, 6,05 % ; en 1996, 8,57 % ; en 2001, 5,03 % ; en 2006, 5,84 %.
4/ Es útil recordar que Prodi fue Presidente de la Comisión Europea entre 1999 y 2004.
5/ Se trata de la corriente guiada por Claudio Grassi centrada alrededor de la revista L´Ernesto que propone una visión «campista» de la política mundial.
6/ Las juventudes comunistas fueron en particular atraídas por sus ideas y por el movimiento llamado de los «desobedientes» de los centros sociales. Cundo comprendieron la ausencia total de perspectiva política llevada por estos sectores, se volverán los mayores defensores de la «alianza para gobernar». Muchos de ellos optarán por hacer carrera en las instituciones, volviéndose cada vez más moderados.
7/ Se trata de la corriente Sinistra Critica ligada a la LCR francesa y a la IV Internacional.
8/ Para garantizar esta opción, el papel del sector de los dirigentes de la ex Democrazia Proletaria fue decisivo; este sector está dirigido por Paolo Ferrero que tres años más tarde romperá con Bertinotti y se convertirá en el actual secretario de Rifondazione.
9/ La Democracia Cristiana fue el partido principal de la burguesía italiana en la posguerra. El PDS, salido del viejo PCI en 1991, cambió luego de nombre, pasando a ser Demócratas de Izquierda para fundirse luego con La Margherita en 2007 y dar nacimiento al PD.
10/ Dos componentes trotskistas ya habían salido. Una de ellas, que tiene como dirigente a Marco Ferrando, lo hizo en el momento de la propuesta de una nueva alianza con el centro izquierda, la otra Sinistra Critica en 2007, al constatar que el partido no era capaz de reaccionar al desastre provocado por su participación en el gobierno.
Franco Turigliatto es Dirigente de Sinistra Anticapitalista (Izquierda Anticapitalista), el autor ha militado en el PRC desde 1991 y en 1996 fue miembro de la dirección nacional, responsable de la construcción del partido en las grandes fábricas. Fue expulsado en febrero de 2007 porque como parlamentario no respetó la disciplina de partido votando contra la intervención militar italiana en Afganistán. El artículo publicado fue en el número 25 de la revista Contretemps (Francia) del primer trimestre de 2015.
Fuente original: https://www.ensemble-fdg.org/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur