En un lapso menor a 20 años, entre 1501, fecha supuesta de la llegada de Rodrigo de Bastidas a la costa caribeña del Istmo de Panamá, y 1519, cuando se funda la ciudad de Panamá, en la costa del Pacífico, se produjo la destrucción de la sociedad indígena que habitaba el centro y el oriente […]
En un lapso menor a 20 años, entre 1501, fecha supuesta de la llegada de Rodrigo de Bastidas a la costa caribeña del Istmo de Panamá, y 1519, cuando se funda la ciudad de Panamá, en la costa del Pacífico, se produjo la destrucción de la sociedad indígena que habitaba el centro y el oriente del istmo, entre la península de Azuero y el Darién. Fue una verdadera hecatombe que liquidó demográficamente a la cultura «cueva», como la han denominado los antropólogos, o la cultura kuna o dule, según Aristeides Turpana.
A mediados del siglo XVI casi no quedaban vestigios de su sociedad, ni de su modo de producción agrícola, ni de su lengua, ni, por supuesto, sus habitantes, si es verdad que se trataba de una cultura distinta (cueva) a la dule (la cual sí resistió en el Darién colombo-panameño hasta el siglo XIX y en los siglos posteriores repobló la zona). La mayor parte de la barbarie cometida por los conquistadores, que el cura Bartolomé De Las Casas describiera en detalle, se produjo en el Istmo de Panamá.
Según el historiador Alfredo Castillero Calvo[i], se dio «la ruptura brutal que, a partir del momento del Contacto, sufre la racionalidad geográfica que había sido culturalmente fabricada por los aborígenes del Istmo», la destrucción del «…espacio geográfico del Istmo (que) había sido organizado por los distintos grupos indígenas en «pisos ecológicos» a partir de los sistemas ribereños», el cual fue suplantado a la larga por una lógica del espacio que ha pasado a denominarse «transitismo».
Transitismo que implica una racionalidad económica y cultural puesta en función del mercado y el naciente capitalismo mundial, no la agricultura de subsistencia, con escaso comercio que había imperado hasta entonces.
La lógica transitista con la que se impone la conquista del Istmo de Panamá va tener su génesis en los informes a la Corona española del cuarto viaje de Cristóbal Colón, cuando se produce lo que Alfredo Castillero denomina «el descubrimiento intelectual del Istmo»[ii], en el sentido de que, por los datos que el Almirante recogió de los indígenas, había otro mar a escasa distancia y, por ende, suponía que debía haber un «paso» o estrecho en algún lugar cercano. El otro elemento que despertó la imaginación de los conquistadores fue su reporte de la existencia de mucho oro en los atuendos de los pobladores de la región[iii].
De manera que el proceso de conquista sobre Tierra Firme, «Castilla del Oro» o el Istmo de Panamá, se estructuró con dos objetivos claros: la búsqueda del paso hacia las islas Molucas o China, y la apropiación del oro local. No hubo, al menos durante las tres cuartas partes del siglo XVI, intención alguna de dominio económico para aprovechar la producción agrícola indígena, ni mucho menos el establecimiento de colonias agrícolas por parte de los propios colonizadores.
El tamaño de la población de los cacicazgos existentes entre Azuero y Darién, antes de la llegada de los conquistadores españoles, aún es tema de debate. Las estimaciones más conservadoras señalan una población de entre 150 y 250 mil habitantes. La mayoría de ellos perecieron en las cacerías humanas montadas por los conquistadores, a las que llamaban «cabalgadas», las cuales empezaron bajo la dirección del propio Vasco Núñez de Balboa, desde Santa María La Antigua, pero se hicieron más feroces con Gaspar de Espinosa, a fines de 1515, siguiendo órdenes de Pedrarias Dávila. Castillero señala que en este período se arrasó con los cacicazgos, desde Darién (Comogre y Pocorosa), hasta Trota en Veraguas. Cita a los cronistas en el sentido de que, aparte de los muertos en los asaltos, se trajeron cautivas hasta 40.000 personas para los lavaderos de oro en Darién[iv].
El resultado de este holocausto se aprecia mejor, si se toma en cuenta que, entre 1519 y 1522, cuando se fundan las ciudades españolas de Panamá, Nombre de Dios y Natá, y se realizan las primeras encomiendas, sólo pudieron contabilizarse 8.729 personas, que fueron entregados en «encomienda» a 120 españoles. En Natá no llegaban a 3.000 los indígenas repartidos.
Las estimaciones de Castillero consideran que no superaban los 15.000 indígenas en toda la región descrita. Pero la situación empeoró a inicios de la década de 1530, con la conquista del Perú, a donde fueron enviados algunos miles que quedaban (hasta 10.000 varones jóvenes). En el último tercio del siglo XVI, una nueva incursión en Darién sólo encontró tres grupos que sumaban 700 individuos, que fueron relocalizados en las islas del golfo de Panamá[v].
Sólo se salvaron de este desastre las comunidades que habitaban la cordillera hacia el occidente y en la vertiente caribeña, que permanecieron aislados y en resistencia a los conquistadores. Los kunas llegarían posteriormente, procedentes del golfo de Urabá, ocupando el espacio deshabitado que dejaron la extinta población cueva y los propios españoles en la zona del Darién, según la versión prevaleciente entre historiadores y antropólogos.
La penetración española en Veraguas y Coclé del Norte, expandiéndose desde Natá, sólo se consolidaría en las últimas décadas del siglo XVI. En lo que hoy es la provincia de Chiriquí tardaría más porque, aunque tempranamente se fundó Fonseca, ésta fracasó.
La situación descrita convirtió la ausencia de mano de obra en un problema crónico a lo largo de los siglos XVI y XVII. Problema que se intentó resolver, primero con indígenas esclavizados procedentes de la zona de Nicaragua y, posteriormente, con mano de obra esclavizada de África. De acuerdo a Castillero, los españoles organizaron política y económicamente el espacio a partir de la fundación de ciudades. Bajo esa lógica, Pedrarias Dávila en representación de la Corona, abandonó pronto a Santa María La Antigua, fundada en el golfo de Urabá por las huestes de Vasco Núñez de Balboa, motivado por la pobreza de sus suelos, el agotamiento de los lavaderos de oro y el proyecto de expansión hacia el norte, Centroamérica, y hacia el sur, hacia el Perú.
Esto le llevó a fundar las ciudades de Panamá, en la costa del Pacífico en 1519, Nombre de Dios en el Caribe y Natá (1522) en las sabanas occidentales del centro del Istmo. El eje Panamá-Nombre de Dios (más tarde Portobelo) obedece al objetivo de garantizar el paso. Aunque de Natá suele decirse que su función era la de aprovisionar la zona de tránsito española, en realidad fue establecida como frontera con miras a la conquista de las minas de oro del norte de Veraguas y Coclé[vi].
A partir de la década de 1530, la conquista del Perú, asignó a la ciudad de Panamá, la tarea de abastecer los barcos que zarpaban hacia allá. Asignación sumamente importante porque el viaje podía durar hasta cuatro meses, debido a la corriente de Humbolt. Panamá aprovisionaba los barcos fundamentalmente con maíz y carne vacuna, «el resto venía sobre todo de Nicaragua», a decir de Castillero[vii].
El despoblamiento del Istmo no estaba restringido a los indígenas, sino también a la población española, que marchaba al sur. Hacia 1537, en Natá, por ejemplo, sólo quedaban 15 encomenderos y alrededor de 600 indígenas. A mitad del siglo XVI, en el entorno de la ciudad de Panamá, ya existía una importante presencia de esclavos africanos, pero no hay registros estadísticos de esta población para esas fechas.
Notas
[i] Castillero C., Alfredo. «Reorganización económica y política del espacio: 1519-1581. Fundación y función de los pueblos de españoles e indios». En: Historia General de Panamá. Volumen I, Tomo I. Comité Nacional del Centenario. Panamá, 2004. Pág. 115.
[ii] Castillero C., Alfredo. «Los primeros europeos. El descubrimiento del Istmo: de Rodrigo de Bastidas a Balboa». En: Historia General de Panamá. Op. Cit. Pág. 89.
[iii] Sibaja, Luis Fernando. El cuarto viaje de Cristóbal Colón y los orígenes de la provincia de Costa Rica. EUNED. San José, C. R. 2006.
[iv] Castillero, Alfredo. Conquista, Evangelización y Resistencia. Instituto Nacional de Cultura. Colección Ricardo Miró. Premio Ensayo 1994. Panamá, 1995. Págs. 37-53.
[v] Ibidem.
[vi] Castillero C. Alfredo. «Conquista y fundación de las primeras ciudades: 1514-1526». En: Historia General de Panamá. Op. Cit. Págs. 103-114.
[vii] Castillero C. Alfredo. Conquista, Evangelización y Resistencia. Op. Cit. Págs. 55-67.
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