Recomiendo:
0

Los refugiados

Fuentes: Rebelión

Leí con atención el comentario de Hasnain Kazim en Der Spiegel sobre qué dicen los «ciudadanos alemanes preocupados» con el tema refugiados en los foros de internet, en las charlas de sobremesa, los medios sociales o en cartas al director. Mismos argumentos clonados que se oyen también en otras partes: en nuestros bares, en bocas […]

Leí con atención el comentario de Hasnain Kazim en Der Spiegel sobre qué dicen los «ciudadanos alemanes preocupados» con el tema refugiados en los foros de internet, en las charlas de sobremesa, los medios sociales o en cartas al director. Mismos argumentos clonados que se oyen también en otras partes: en nuestros bares, en bocas de tertulianos y ciudadanos de escaso seso.

Escriben: ¡Solo vienen hombres jóvenes! ¡Solos! ¿Dónde están, dónde se han quedado las mujeres y los hijos, los viejos y enfermizos? ¡Cómo pueden ser tan egoístas y dejarlos solos en su país en medio de la guerra! Pero también escriben: ¡Si dejamos a estos musulmanes que vengan vamos a sufrir una invasión por parte de sus familias numerosas! ¡No es raro que tengan seis hijos! ¡Son demasiados! ¡No admitamos la reagrupación familiar!

Pide: ¡Que los refugiados aprendan alemán, que se integren, que acepten nuestra cultura y que sigan sus pautas¡ Y piden también en sus cartas y comentarios: ¿Por qué aprenden alemán? ¡No se tienen que quedar aquí sino que deben regresar a sus casas, a su país, en cuanto reine allí la paz! Y desean: ¡Que a lo sumo estos extranjeros de otra cultura permanezcan un año y luego se les dé carretera y manta!

Hay quienes piden: ¡Deben insertarse en nuestra sociedad y no vivir en paralelo, porque para ese negocio mejor que se hubieran quedado en casa!, pero al mismo tiempo tampoco esto les satisface: ¡Porque quieren quitarnos a nuestras hijas, y eso debemos impedirlo!

Si los refugiados reciben ayuda estatal, que les posibilite en Alemania una vida humanamente digna, dicen: ¡Viven meses, años, a nuestra costa, son parásitos sociales! Si trabajan, se comenta: ¡Nos quitan nuestros puestos de trabajo! ¡En Alemania hay ya demasiados parados y primero somos nosotros!

Por una parte: ¡Los refugiados deben, no faltaba más, permanecer seguros en terceros países! ¿Pero por qué vienen a Alemania si de igual modo podían vivir en Grecia o en Italia? Por otra parte : ¡Algunos quieren ser refugiados de lujo, se agencian un billete caro de vuelo para viajar a un país seguro y así abusar de nuestro magnánimo derecho de asilo! ¡Esto no puede ser! ¿De qué tienen tanto dinero? ¿Cómo pueden permitirse el lujo de un billete de primera clase?

*

Todo sirve para elaborar y trenzar lo mismo un pretendido argumento contra los refugiados como su contrario, y también de rechazo. Y es que las justificaciones para una postura de rechazo y del no son igual de malas que el derecho de asilo alemán: que asumido en la constitución como derecho fundamental es, de hecho, anulado ya en el párrafo siguiente.

Quien no comparte esta angustia y este miedo, al menos no en la medida en que ellos apuntan en este barullo contradictorio de dimes y diretes, es a sus ojos un buenón un poco imbécil, un iluso izquierdoso, un amigo de extranjeros a los que mejor sería no despacharlos.

Esta gente, si fuera honesta, no se metería en estos berenjenales apestosos ni se enfangaría en este mar de contradicciones. Debieran confesar limpiamente lo que realmente piensan: ¡No queremos refugiados, no queremos que participen de nuestro bienestar, no nos interesa el resto del mundo, lo importante es que a nosotros nos vaya bien y si alguien se nos acerca debe ser como nosotros! ¡Pero lo mejor que nadie venga! Olvidaos del amor al prójimo. Cierto, se acerca la Navidad y cantaremos: ¡Venid, acercaos todos, llega el niñito!, pero vosotros lejos, fuera.

Sería lo honrado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.