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Tras los atentados en Paris

Solidaridad es movilizarse contra las políticas armamentistas y la espiral de la guerra

Fuentes: Rebelión

Como ha dicho repetidamente Noam Chomsky, el gobierno de los Estados Unidos es el principal responsable de llevar la guerra a todos los rincones del mundo. Afirmación que no minimiza la responsabilidad que le cabe a sus aliados, las diez potencias económicas del mundo, y a los demás países que acatan dócilmente en la ONU […]

Como ha dicho repetidamente Noam Chomsky, el gobierno de los Estados Unidos es el principal responsable de llevar la guerra a todos los rincones del mundo. Afirmación que no minimiza la responsabilidad que le cabe a sus aliados, las diez potencias económicas del mundo, y a los demás países que acatan dócilmente en la ONU los dictados del gobierno de Washington. Una guerra en que para asegurar la supremacía económica, política y cultural del imperio del norte en todo el mundo, se masacra diariamente a miles de personas y se atropella con total impunidad la soberanía y los derechos humanos.

Aún está vivo en la memoria de mi generación el genocidio del pueblo vietnamita – que en 1954 se había liberado del yugo colonial francés en la batalla de Dien Bien Phu. Tampoco ha olvidado los desembarcos y las invasiones de tropas norteamericanas, y el apoyo material y político que entregó el gobierno norteamericano – así como otros -, a las dictaduras que en América del sur sometían a sus pueblos mediante el hambre y el terrorismo de estado.

En los últimos años, el frente bélico de las potencias económicas occidentales se ha trasladado a los países de África (Mali) y de Oriente Medio (Líbano, Afganistán, Irak, Siria, mañana Irán), sobre el telón de fondo de la guerra permanente de Israel contra el pueblo palestino. Un frente bélico alimentado incesantemente por la lucrativa industria armamentista de dichas potencias.

La mayoría de los medios de comunicación de todo el mundo, obsecuentes con quienes los financian, han silenciado o tergiversado las consecuencias de los bombardeos cotidianos sobre las poblaciones que sufren la guerra, y han mantenido un silencio cómplice sobre los miles de muertos, los saqueos, las masacres cotidianas, cuando no los justifican en nombre de la sacrosanta lucha contra el terrorismo. Sucede que cuando quienes se atreven a romper el silencio o la manipulación de los medios subordinados a la política oficial – como el soldado norteamericano Bradley Manning y el ciberactivista Julian Assange de WikiLeaks en 2010, y más recientemente Edward Snowden en 2013 -, se abate sobre ellos toda la furia de los gobiernos occidentales, quienes los acusan de alta traición, los persiguen en todo el mundo y los condenan a la privación de libertad o al exilio.

Es urgente que el ciudadano común de los países ricos – o de aquellos que se autoproclaman «pacifistas» – se pregunte: ¿Quién provee las armas, los aviones, los tanques, las bombas, las ametralladoras que se utilizan en estas guerras y atentados? ¿Por qué tendría más valor la vida de un europeo que la vida de un iraquí, un afgano, un sirio, un turco o un voluntario de Médicos sin Fronteras que muere bajo los escombros del hospital donde presta ayuda solidaria? Porque vemos que todos los gobiernos del frente unido bélico aliado a los Estados Unidos lamentan los muertos en el atentado múltiple de ayer en París, como lamentaron los de Charlie Hebdo en 2014. Sin embargo, ninguno lamentó, por ejemplo, los muertos en las operaciones del ejército francés en Mali – desde enero de 2013 hasta hoy – ni los que las victimas de los bombardeos cotidianos en Medio Oriente.

Tendría que preguntarse, además, si es verdad lo que dicen los medios, a saber, que la gran mayoría de los franceses apoya la política exterior del presidente Hollande, que continua enviando tropas y aviones bombarderos a los distintos frentes bélicos en Medio Oriente y África; y que también apoya sus medidas de política interior, que restringen progresivamente la libertad de expresión y de libre circulación. De ser así, los franceses estarían apoyando una política que sólo puede traer la guerra a su propio territorio.

Ante el dolor que suscitan los recientes atentados en Francia y el temor de que estos se repitan, ante el dolor de las miles de personas que huyen hacia Europa del hambre y de la guerra en sus países, sería un error dejarse arrastrar por la xenofobia de los partidos de ultra derecha, aceptar la subordinación de la política exterior europea al belicismo norteamericano o aceptar sin resistencia la supresión de derechos ciudadanos fundamentales. Hoy es más bien momento para informarse sobre la magnitud de las partidas de armas que se vende a los países en guerra y las ganancias que genera a la industria armamentista europea, informarse sobre los intereses geopolíticos que se disfrazan de lucha contra el fundamentalismo islámico.

Enseguida, de manera informada y consciente, habrá que movilizarse activamente por el retiro de tropas, por el cese del comercio de armas, por el rechazo a las fuerzas retrógradas y antidemocráticas, por el fortalecimiento de las libertades ciudadanas. Porque hoy, en un mundo desgarrado por las guerras que nutren las arcas de las grandes transnacionales, la mayor expresión de solidaridad con quienes sufren la pérdida de sus seres queridos en guerras y atentados, es oponerse activamente a la avidez de ganancias de la industria armamentista y a la política exterior belicista de los Estados Unidos y sus aliados.

Puede parecer una utopía, pero como decía Eduardo Galeano ¿para qué sirve la utopía sino para avanzar siempre hacia el horizonte? La experiencia demuestra que la protección y la seguridad de los ciudadanos no se logra movilizando al ejército – como Francia, donde la mitad de los 14 mil efectivos movilizados opera en su propio territorio – o fortaleciendo un Estado policial – como Estados Unidos -, sino promoviendo políticas igualitarias que, en el plano interno, garanticen el bienestar sin exclusiones de toda la población y en el plano internacional, fortalezcan las relaciones fraternas, solidarias y respetuosas entre todos los países.

Vicky Torres es activista de derechos humanos (Chile)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.