Fidel Castro, 22 enero de 1959: «… un sueño que tengo en mi corazón y creo que lo tienen todos los hombres de América Latina, sería ver un día a la América Latina enteramente unida». La IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Ecuador debe continuar el proceso de […]
La IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Ecuador debe continuar el proceso de fortalecimiento de esta organización que agrupa en un haz, con sus semejanzas y diferencias, y teniendo de por medio la diversidad de las ideas políticas y sociales, compartidas o encontradas, de sus gobernantes actuales, a todos los países de la América Latina y el Caribe.
El sueño entrevisto por Bolívar y muchos libertadores de Nuestra América, para diferenciarla según Martí de la otra, la del Norte, que no era nuestra por un cúmulo grande de razones, se convirtió en realidad como producto de la crisis que provocara la política inveterada de los Estador Unidos en esta región y, por supuesto, los imperativos de un mundo que, por una necesidad geopolítica ineludible, han puesto de moda determinadas asociaciones de naciones con diferentes propósitos. Pero no se puede olvidar que si bien el cambio de época propició su nacimiento, fue decisivo el papel de algunos de los dirigentes de esta región, encabezados por Hugo Chávez, que con su prédica de la unión en la diversidad, condujeron a todos los gobiernos hacia la unanimidad para fundar la organización líder de esta parte del mundo.
Afrontar los problemas nacionales, regionales e internacionales es el gran desafío de las naciones («nuestraamericanas»), que tienen una historia común a lo largo de un período de siglos y cuyo estado de explotación por las potencias coloniales europeas fue proseguido después de la independencia por estas, pero fundamentalmente por una nueva potencia neocolonizadora: Estados Unidos de América.
La celebración de esta Cumbre de la Celac en Ecuador coincide en fecha con la Segunda Conferencia Internacional Con todos y para el bien de todos, que se celebra en La Habana, en homenaje al 163 aniversario del natalicio de José Martí, el 28 de enero.
Esta feliz coincidencia me lleva a traer al presente algunas de las ideas de Martí, quien dijo «De América soy hijo: a ella me debo», señalando que «a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro».
Brindaba su juicio sobre soluciones posibles para los pueblos en aquella época, 1884, que parecen recetas para hoy, algo que aún está por hacer en muchos países, y de ahí que sea la región más inequitativa del planeta.
: «En América, pues, no hay más que repartir bien las tierras, educar a los indios donde los haya, abrir caminos por las comarcas fértiles, sembrar mucho en sus ceranías, sustituir la instrucción elemental literaria inútil,- (…),- con la instrucción elemental científica,- y esperar a ver crecer a los pueblos».
Y en ese mismo año denunciaba lo que entonces eran amagos de servilismo autóctono y de señales claras de la codicia rapaz de la potencia del Norte.
«Dicen que han solido venir ciertas gentes de nuestras tierras a ofrecer a los Estados Unidos, en cambio de este o aquel apoyo, pedazos de nuestro territorio; y saber sería bueno quiénes fueron, para hacer una picota que llegase a las nubes, y poner en lla su nombre en letras bien negras».
Y tres años después exponía su visión de la yanquimanía presente en los vendepatrias latinoamericanos: «…y en lo que se escribe ahora por nuestra América imperan dos modas, igualmenmte dañinas, una de las cuales es presentar como la casa de las maravillas y la flor del mundo a estos Estados Unidos, que no lo son para quien sabe ver…» La otra era la añoranza por la metrópoli española.
Y en 1889 alertaba: «¿Y han de poner sus negocios los pueblos de América en manos de su único nemigo, o de ganarle tiempo, y poblarse, y unirse, y merecer definitivamente el crédito y respeto de naciones, antes de que ose demandarles la sumisión el vecino a quién, por las lecciones de adentro o las de afuera, se le puede moderar la voluntad, o educar la moral política, antes de que se determine a incurrir en el riesgo y oprobio de echarse, por la razón de estar en un mismo continente, sobre pueblos decorosos, capaces, justos y como él, prósperos y libres?»
«¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo?»
«…o si estarán mejor como amigas naturales sobre bases libres, que como coro sujeto a un pueblo de intereses distintos, composición híbrida y problemas pavorosos, resuelto a entrar, antes de tener arreglada su casa, en desafío arrogante, y acaso pueril, con el mundo».
Y un año después, en 1890, oteando los peligros, añadía: «De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa local y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una pompa de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero».
Y en su ensayo Nuestra América, expresaba en 1991: «El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos».
Y por eso Martí estaba consciente de estas verdades políticas: «La América ha de promover todo lo que acerque a los pueblos, y de abominar todo lo que los aparte». «Conviene todo lo que junte a los pueblos.»
A pesar de atisbar las amenazas era optimista, y señala algo que después del terrible pasado de subordinación a los intereses de Estados Unidos, solo hoy parece ser verdad la segunda independencia de Nuestra América:
«Hoy se habla en América la lengua concreta donde encaja la idea como el acero en el tahalí, y el pensamiento criollo impera y resplandece». «Sentina fuimos, y crisol comenzamos a ser.»
También proyectaba su pensamiento hacia la suerte de las islas del Caribe o Las Antillas:
«En el fiel de América están las Antillas.» «Las Antillas esclavas acuden a ocupar su puesto de nación en el mundo americano antes de que el desarrollo desproporcionado de la sección más poderosa de América se convierta en teatro de la codicia universal las tierras que pueden ser aún el jardín de sus moradores y como el fiel del mundo.»
Y ya cerca de su caída en combate en los campos de Cuba, librando «la guerra necesaria», apuntaba su juicio clarividente el 25 de marzo de 1895, que se convirtió en realidad en el siglo siguiente: «Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acasso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo.»
Fidel Castro, discípulo de Martí en ideas y acciones, hubo de expresar después del triunfo de la Revolución su sueño más íntimo en lo político, que muchos años después, con la creación de la Celac, ha visto realizado. Fue el 22 de enero de 1959 en una conferencia de prensa con periodistas extranjeros: «… un sueño que tengo en mi corazón y creo que lo tienen todos los hombres de América Latina, sería ver un día a la América Latina enteramente unida, que sea una sola fuerza…»
Y así vaticinaba el proceso de liberación en América Latina. En entrevista a los estadounidenses Elliot y Dymally, 27, 28, 29 de marzo de 1985, reflexionaba:
«No creo que le prestemos un mal servicio al pueblo de Estados Unidos, cuando insistimos que en América Latina se está gestando una situación verdaderamente explosiva; y cuando eso ocurra -y sin duda que va ocurrir si no se resuelven urgentemente determinados problemas-, entonces Estados Unidos se va a encontrar ante problemas serios que no podrá afrontarlos con la concepción, las ideas y los métodos con que ha tratado históricamente a los pueblos de América Latina.»
Después de constatar el desfile de verdades que han nutrido la historia nuestraamericana y que explican nuestro presente, podemos concluir que nos sobran razones para rendir tributo a nuestros próceres y para batallar por salvar y afianzar las conquistas alcanzadas al precio de tantos esfuerzos y sacrificios, arrebatándole a las garras del águila imperial el corazón, el alma y el destino de nuestros pueblos.
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