Cualquier proyecto de transformación social, e incluso cualquier alternativa política progresista, ha de partir del hecho del gran fracaso histórico de la Unión Europea, cuyo núcleo fundamental está constituido por la unión monetaria surgida de Maastricht y los Tratados y pactos de estabilidad posteriores. No hay que recurrir a la tragedia humanitaria de los refugiados […]
Cualquier proyecto de transformación social, e incluso cualquier alternativa política progresista, ha de partir del hecho del gran fracaso histórico de la Unión Europea, cuyo núcleo fundamental está constituido por la unión monetaria surgida de Maastricht y los Tratados y pactos de estabilidad posteriores.
No hay que recurrir a la tragedia humanitaria de los refugiados para comprender la catástrofe que ha sobrevenido. Con independencia de si nos encontramos ante un gran fraude político promovido por las oligarquías europeas o de un desastre derivado de la degeneración de las intenciones de los impulsores de la integración europea, el caso es que todas las ilusiones que pudieron suscitarse sobre un espacio de paz, justicia, solidaridad, cooperación libertad y democracia están hoy enterradas y en su lugar la desolación y una gran decepción recorren al continente europeo.
Frente al avance del bienestar general pronosticado, una profunda crisis económica y social se extiende por amplios territorios y países de la unión. Frente a la aspiración de eliminar las desigualdades, en todos los países se han agravado hasta extremos inadmisibles las diferencias sociales y las discrepancias entre las economías. La mejora del estado del bienestar ha desaparecido del frontispicio de la Unión para promulgarnos el tenebroso «abandonad toda esperanza».
Frente al impulso de la democracia, todos los gobiernos están sometidos a los designios de los poderes económicos y las directrices de las instituciones europeas sin control democrático alguno. El debate y la confrontación ideológica han dado paso a situaciones en las que sólo se admiten diferencias mínimas sobre el rigor de la austeridad y la magnitud de los ajustes sociales. Las libertades asimismo y la solidaridad sufren los embates de los gobiernos dedicados a aplacar las luchas sociales y la desesperación en que están atrapados capas sociales cada vez más amplias.
El objetivo irrenunciable de la paz ha sido descartado y Europa está hoy comprometida en conflictos armados, arrastrada por las ilusiones imperialistas de algunos de sus países y la subordinación irresponsable a los diseños geopolíticos de Estados Unidos, cuyos intereses no responden a los valores y necesidades de los pueblos europeos. Incluso sin perder la perspectiva de los acontecimientos bélicos que jalonaron el siglo pasado la historia europea no hay exageración alguna en valorar la situación europea como extremadamente grave, preñada de incógnitas, tensiones, conflictos y rémoras que no pueden encontrar solución en el ambiguo entramado político e institucional en el que ha quedado el proyecto de la integración europea, paralizado, desgarrado, sin norte y sin poder dominar las contradicciones de sus carencias y su concepción neoliberal de la convivencia social.
En estas condiciones, si no hay una determinación política clara sobre lo que hacer para remediar los estragos y superar las secuelas de la crisis europea y cómo afrontar el futuro para evitar marchar junto al precipicio, todos los debates, propuestas, proyectos y alternativas se convierten en ficciones políticamente inútiles. Son ejercicios patéticos e impotentes que eluden la realidad, postergan la hora de la verdad y ocasionan profundas frustraciones susceptibles de alimentar salidas falsas y desconcierto general en la lucha de los oprimidos por su emancipación.
El caso de Grecia ha existido y está demasiado reciente como para que pueda ser obviado y se siga queriendo hacer políticas avanzadas socialmente, o defender programas para recuperar los derechos sociales, sin tener en cuenta la realidad y la crudeza de las exigencias de los poderes económicos. En definitiva, no habrá cambio social sin derribar el muro de las imposiciones de la Troika.
Día tras día se formulan respuestas a los problemas económicos y sociales que implican mayores gastos públicos, y no digamos si se pretenden políticas keynesianas alternativas a la austeridad y los ajustes presupuestarios como necesidad imperiosa para remediar el desempleo masivo. Sin embargo, la burocracia europea no deja de recordar que están pendientes recortes del gasto público para siquiera intentar cumplir los objetivos comprometidos con Bruselas del déficit público. No es legítimo elucubrar en el vacío en favor de las capas sociales débiles y marginadas, como si la mejor voluntad política pudiera exonerar de atenerse a la realidad.
No cabe descartar un agravamiento de la crisis europea por los múltiples desgarros potenciales que sufre la Unión europea, entre otras la sobre anunciada crisis financiera o el abandono del Reino Unido, el llamado «Brexit», que pondría fin definitivamente a las magras expectativas de una solución a la crisis. Incluso sin nuevos acontecimientos que ensombrezcan el actual panorama hay que constatar que la crisis económica no está superada y que los sufrimientos y la degradación de las condiciones de vida de una gran parte de la población son el pronóstico más certero y probable. La lucha legítima contra esta evolución es consustancial con las aspiraciones de la izquierda, pero los buenos sentimientos, la exaltación de nuestros valores son inútiles si no se comprende la realidad política sobre la que hay que actuar
De manera positiva hay que afirmar que los problemas económicos y sociales de la sociedad española sólo pueden ser afrontados y tener solución si se admite que el necesario recuperar la soberanía popular y, en consecuencia, romper con el yugo de la unión monetaria, los requerimientos de las instituciones europeas y los pactos por la austeridad.
La necesidad de revisar en profundidad las relaciones y vínculos con la Unión europea es inexorable para cualquier fuerza política de la izquierda que pretenda realmente cambiar la sociedad. No es posible levantar ninguna política seria y responsable que no contemple poner fin a las ataduras con la unión monetaria, que significan sencillamente que nuestra sociedad ha perdido todos los resortes e instrumentos para afrontar los agobiantes problemas acumulados. Se ha avanzado en un proceso ciego de cesión de la soberanía mientras que ninguna instancia supranacional ha asumido las funciones históricas de los estados para redistribuir solidariamente la riqueza, garantizar el empleo, amortiguar los ciclos económicos y procurar unos niveles de bienestar e igualdad mínimos.
Este es el marco general del problema, pero hay que acabar concluyendo que la necesidad a la que nos referimos tiene una urgencia que no se puede despreciar. Son ya muchos años de crisis, de paro desolador, del retroceso en los derechos laborales, de sobreexplotación de los trabajadores, de degradación de los servicios públicos, de falta de desprotección de capas sociales muy amplias, con los parados particularmente agraviados, con las amenazas sobre las pensiones….
En fin, se ha generado una situación intolerable, irracional e injusta en tantos sentidos que una mínima política consecuente de lucha contra un estado de cosas tan insostenible como lacerante exige ya recuperar la soberanía económica y monetaria, derogar el art. 135 de la constitución y la ley orgánica de estabilidad presupuestaria que lo implementa, y romper el pacto fiscal, a través de un proceso movilizador de empoderamiento de la ciudadanía.
Hay que impedir, sin más dilación, que los poderes económicos y la burocracia europea, en nombre de una Unión europea fracasada y descompuesta, siga aplastando y atormentando a los pueblos del estado español.
Julio Anguita, Asamblea local de IU de Ciudad Rodrigo, Salamanca, Castilla Leon. Albert Escofet, miembro del Consell Nacional de EUiA Catalunya. Javier Bernad, miembro del Consell Nacional de EUiA Catalunya. Manuel Colomer Lluch, EUPV. Pedro Montes, IU de Madrid. Gumer Pardo i Peiro, Col. Paiporta EUPV, miembro del CPF de IIU. Clara Rivas, Miembro del Consell Nacional de EUiA Catalunya. Diosdado Toledano, miembro de la Comisión Nacional de EUiA Catalunya y de la Presidencia Federal de IU. Santiago Fernández Vecilla, afiliado a la Asamblea de IU de Zamora, Federación de IU de Castilla y León. Ramón Franquesa, miembro de la Comisión Nacional de EUiA Catalunya. Margarita Gonzalez-Jubete, Izquierda Unida Extremadura, miembro de la Presidencia Federal de IU.
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