Matteo Salvini, el líder de la Liga, ha compartido plaza con los fascistas en más de una ocasión. Cuando en 2015 se lanzó a la conquista de Roma con la primera gran manifestación de la Liga Norte en la capital, acudieron cientos de simpatizantes de Casa Pound, un movimiento social que defiende el legado de […]
Matteo Salvini, el líder de la Liga, ha compartido plaza con los fascistas en más de una ocasión. Cuando en 2015 se lanzó a la conquista de Roma con la primera gran manifestación de la Liga Norte en la capital, acudieron cientos de simpatizantes de Casa Pound, un movimiento social que defiende el legado de Mussolini. Tras pasar la juventud ligado a movimientos comunistas, el rostro renovado de la Liga es de los que dicen que las ideologías están superadas. Primero se distanció de los históricos de su partido y abandonó el independentismo padano, pero a la hora de introducir un cambio de paradigma este milanés que en unos días cumplirá los 45 ha sido fiel al santo y seña de los suyos: identificar al enemigo y lanzarse a su yugular.
Roma ladrona[uno de los eslóganes preferidos por el partido] ya no le roba tanto a la Liga. Ahora los grandes enemigos son los inmigrantes, que han «invadido» Italia, y Europa, que le ha cercenado su soberanía. Y mejor si ambos pueden confluir en un cóctel: el Gobierno italiano ha permitido la entrada de cientos de miles de migrantes y la Unión Europea no sólo no ha hecho nada para impedirlo, sino que ha dejado que el país asuma toda la carga. En los cinco años que lleva al frente del partido, estos dos temas se han convertido en los mejores fantasmas con los que buscar el origen de la depresión colectiva italiana, que en realidad antecede a la oleada migratoria y la gran crisis económica.
El caso es que a Salvini le funciona la melodía. Según un sondeo de la agencia Ixè, la llegada de unos 600.000 migrantes en los últimos cinco años ha provocado que sólo un 35% de los jóvenes sea partidario de una plena integración, mientras que el 60% de los mayores de 35 tiene una percepción negativa del fenómeno. Ni siquiera el votante de izquierdas, de acuerdo con este estudio, demanda una política inclusiva para los recién llegados. Así que todo sirve para arrimar el ascua a su sardina.
El pasado 3 de febrero, un ex candidato municipal de la Liga Norte de reconocida tendencia fascista salió a las calles del municipio de Macerata enfundado en una bandera italiana dispuesto a disparar a negros. Hirió a seis y, lejos de arrepentirse, se vanaglorió de su cruzada. Un intento de vengar el asesinato de una joven de 18 años -de la que encontraron sus restos mutilados metidos en una maleta en la misma localidad- por el que habían arrestado a un nigeriano como principal sospechoso.
El relato invitaría a pensar en una postura firme de los partidos condenando la xenofobia, pero lo que ocurrió fue justo lo contrario. El líder de la Liga aseguró pocas horas después que el agresor no era más que un descerebrado, un caso aislado. Pero él, que da «por cerrada» la historia del fascismo en Italia, sí que encontró una motivación a lo ocurrido. «Quienes han permitido la llegada descontrolada de clandestinos son responsables de los choques sociales», dijo. Así, Salvini puso de nuevo en el primer plano el debate migratorio, que en los primeros días de campaña había quedado sepultado entre complicadas propuestas económicas, y desde entonces no ha soltado su presa. Una de sus últimas frases lapidarias es que «el islam no encaja con la Constitución italiana».
Tanto impacto tuvo la impertinente salida que su socio electoral Silvio Berlusconi le copió el mensaje. El ex Cavaliere ha reiterado desde entonces que los inmigrantes ilegales «son una verdadera bomba social» y que habría que expulsarlos de inmediato. A la tercera pata de la coalición con la que Salvini y Berlusconi concurren a las próximas elecciones del 4 de marzo, Giorgia Meloni, del partido de extrema derecha Fratelli d’Italia, no le hace falta una invitación para sumarse al vínculo entre inmigración y delincuencia. Con un Gobierno que ha endurecido su política migratoria en los últimos meses, mediante un plan para frenar a los inmigrantes en Libia, y el Movimiento 5 Estrellas en una onda muy similar a la derecha, el mensaje leguistase impone en un tema crucial.
El director del Instituto Demoscópico IPR Marketing, Antonio Noto, considera que «el suceso de Macerata no hace crecer a Salvini en las encuestas, porque la inmigración lleva ahí años». De hecho, ese recorrido es lo que permite a Salvini alcanzar entre un 14% y un 17% de los votos que le otorgan las proyecciones. El análisis de IPR Marketing sitúa siempre unos dos o tres puntos por encima a la Forza Italia de Silvio Berlusconi, por lo que éste sigue asumiendo el liderazgo político de la coalición.
Otro tema es quien impone el discurso, porque «más allá de los números, Salvini tiene un peso fundamental en esta alianza», estima Giovanni Orsina, politólogo y uno de los más reconocidos estudiosos del berlusconismo. Para él, «que ningún partido se atreva a mostrar posiciones más favorables a la inmigración» supone la primera victoria para la Liga Norte. «Matteo Salvini está tocando temas muy sensibles y todos han bajado a su terreno. Si en Francia se hablaba de una lepenización del espíritu, en Italia se podría decir que hay una salvinización», apunta.
En las antípodas de la contención política, el político milanés espera refrendar en las urnas la tendencia plagiando precisamente a su alma máter francesa. Gracias a estos asuntos y a una sobreexposición mediática ha conseguido que la Liga vuelva a nacer. Tras las elecciones generales de 2013, en las que lograron un 4% de los votos, Matteo Salvini sustituyó como secretario federal del partido a su fundador, Umberto Bossi. Las arengas de ultratumba de este último resultaban ya anacrónicas, por lo que su pensamiento debía quedar enterrado junto a su figura.
La Padania, una región imaginaria que se extendería en toda la franja norte de Italia, y cuya independencia Bossi llegó a proclamar, ha quedado guardada para otro momento, aunque algunos dirigentes históricos y gobernantes de las regiones del norte han utilizado el efecto Cataluña para reavivar el fantasma, ante el disgusto de su líder. En octubre del año pasado, Véneto y Lombardía convocaron sendos referendos para exigir más autonomía al Gobierno. Salvini se desmarcó enseguida afirmando que nada tenían que ver estos casos con el de Cataluña.
La Liga Norte mantiene oficialmente sus postulados federalistas, pero en esta ocasión ha renunciado incluso a su histórico nombre para reforzar la figura de su líder y presentarse con un cartel en el que se lee: «Lega, Salvini premier». La nueva estrategia va encaminada a cruzar los Apeninos y convertir a esta formación en una opción factible también en el sur del país, donde «todavía encuentra muchas resistencias», aprecia Antonio Noto. La tradición impuesta por el antiguo eslogan «el norte primero» todavía pesa demasiado: «Nadie pensaba hace cinco años en una Liga a dos dígitos; seguramente logrará un resultado magnífico, pero tocaría techo».
Los pronósticos en el sur le dan entre un 2% y un 4%, que compensa con cerca del 30% que logra al norte. Por eso, Noto prevé que, más que Salvini, quien puede seguir arañando ganando adeptos en la derecha es el partido de Berlusconi. Tanto Forza Italia como la Liga imponen además su hegemonía septentrional en los colegios uninominales, que según la ley electoral otorgará un tercio de los escaños en la Cámara de Diputados y el Senado.
Pero la clave para el devenir de la Liga está efectivamente en el sur. Giovanni Orsina aprecia que «la Italia meridional es la parte más desesperada del país y hasta ahora su voto ha ido al Movimiento 5 Estrellas. Sin embargo, sus tesis son bastante confusas y aunque todavía no se han desinflado, si lo hacen el receptor natural sería la Liga». Pensando a medio plazo, un resultado decente en estas regiones -observa el experto- colocaría al partido como una de las primeras fuerzas políticas nacionales.
Mientras tanto, será Berlusconi quien escoja al primer ministro en caso de que la coalición consiga mayoría para gobernar. Una ley le impide a él mismo presentarse como candidato tras haber cometido fraude fiscal y el recurso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos no llegará a tiempo, pero el pacto de la alianza derechista contempla que el partido más votado será el que tenga la última palabra. Salvini tiene pocas opciones de sacar más apoyos que su adversario y pese al pacto interesado al ex Cavaliere no se le ocurriría ungir a un enfant terrible que puede seguir erosionando su electorado de centroderecha.
Hace algunos días, Berlusconi acudió incluso a Bruselas para reunirse con los líderes de las instituciones y presentarse como garante de la estabilidad dentro del confuso panorama que se espera tras las elecciones. Ningún partido ha hecho tampoco una defensa a ultranza de la UE, pero la lectura que llegue desde allí importa. El euroescepticismo cotiza a la baja en los últimos tiempos y aunque la Liga ha rebajado el tono contra las imposiciones comunitarias, que este partido pueda formar parte del Gobierno italiano no agrada precisamente entre la burocracia europea.
No sería la primera vez que Berlusconi comparte gobierno con los leguistas, ya que en 1994 se sirvió de ellos para formar su primer gabinete. Quién sabe si el viejo caimán está pensando de nuevo en utilizar el tirón renovado de estos o si Salvini puede terminar devorándole, pero lo cierto es que está también en juego el liderazgo de la derecha. Ambos líderes coinciden en rebajar los impuestos e insisten en más apoyo a las familias que quieran tener hijos, pero tampoco han faltados los desencuentros abiertos durante la campaña, como la propuesta de Berlusconi para indultar a quienes construyan en terreno ilegal, a la que Salvini se negó en redondo.
Las últimas encuestas sitúan a la coalición derechista cerca de la mayoría absoluta, con un 37% de los votos. Pero la ley electoral -que no sólo contempla que dos tercios de los escaños se elijan mediante sistema proporcional y un tercio en mayoritario, sino también un umbral mínimo del 3% a los partidos y un 10% a las coaliciones para entrar en el Parlamento- impide calcular con exactitud con qué porcentaje de votos se obtendrá mayoría de escaños. En caso de que a la derecha le den los números, veremos a la Liga en el Gobierno. Y si no es así, tampoco está descartado que Salvini pueda explorar otras vías con la que sumar, como el Movimiento 5 Estrellas. Probablemente no será primer ministro, pero su voz cuenta ya y lo hará aún más pasada la noche electoral.