Diversos indicadores nos señalan un hecho que hoy asoma incontrovertible: el pueblo peruano ha comenzado a madurar en un nuevo escenario de la confrontación con la Mafia y el Imperio. Cuando se multiplican las movilizaciones de masas y la gente sale a la calle a protestar casi sin que la convoquen; cuando crece la imaginación […]
Diversos indicadores nos señalan un hecho que hoy asoma incontrovertible: el pueblo peruano ha comenzado a madurar en un nuevo escenario de la confrontación con la Mafia y el Imperio.
Cuando se multiplican las movilizaciones de masas y la gente sale a la calle a protestar casi sin que la convoquen; cuando crece la imaginación ciudadana y se multiplican las formas de expresión popular; cuando asoman nuevas motivaciones que generen protestas; y cuando las personas no se queden en pequeño y exigen y demandan más, para tener cerca sus propias capacidades de realización; entonces estamos ante un fenómeno nuevo, casi inédito en el país.
Y eso lo hemos constatado, sobre todo en los últimos dos años, a partir de las grandes movilizaciones que cerraron el paso a Keiko Fujimori en los comicios presidenciales más recientes. En esa circunstancia, en efecto, más de un millón de peruanos actuó en calles y plazas a lo largo y ancho del país para demostrar su repudio al Keikismo y su categórico rechazo a la Mafia y a sus componendas más perversas, con el cogollo alanista del APRA, y la «prensa grande».
Los últimos acontecimientos ocurridos en el país, han confirmado esta tendencia. Las dos movilizaciones del 19 de julio; la marcha convocada por los Colectivos Anti Corrupción, el 27 del mes pasado; la repulsa masiva a los turbios manejos del Poder Judicial y el Ministerio Público, puestos en evidencia a partir de los audios difundidos por IDL; y la masiva expresión ciudadana ocurrida en la Avenida Brasil, cuando el pueblo allí convocado, demandó al Presidente Vizcarra el cierre del Congreso y el masivo combate a la corrupción; han servido para tomar el pulso a un proceso que camina casi escondido por las venas de todo el pueblo, y que se expresa en una demanda que ya se abre camino: la Revolución Social.
José Carlos Mariátegui decía, en 1929, que la Revolución no tiene nada en común con un complot, o una asonada. Se trata de una exigencia social que nace de las mismas entrañas de la población. y que es conducida a la victoria sólo por la fuerza capaz de palparla, ubicarla y liderarla. Y que se expresa gráficamente cuando la gente pide que cambe todo. No está de acuerdo con el Congreso, con el Poder Judicial, con la inepcia del Ejecutivo, con las mafias que se parapetan en la Policía Nacional, con el sistema electoral vigente, con los mecanismos de dominación que hoy mantienen atada a la ciudadanía. Y entonces, exige que se vayan todos.
Puede haber, y de hecho hay, recodos en la ruta revolucionaria de las masas. Estos, pueden generar cambios tácticos imprevistos y hasta inducir al engaño a algunas gentes; pero la línea general no se pierde en el horizonte cuando la Vanguardia sabe señalar el camino de la lucha.
Por eso las fuerzas que se reclaman de Vanguardia deben tomar muy seriamente en sus manos el manejo de la situación actual, que tiene todos los visos de una verdadera situación revolucionaria. La medida de la profundización de la misma, y la que finalmente impondrá las formas de lucha con las que se deberá actuar, no dependerá en ni ningún caso, de la voluntad de los líderes, sino de la realidad concreta, la misma que estará signada la correlación de fuerzas que exista en cada instante del combate que se avecina.
Por eso siempre el papel de las masas será el decisivo en los marcos de la confrontación. Y las masas habrán de responder a dos elementos básicos: su instinto de clase, y su conciencia.
Es en este marco que se sitúa una herramienta que tiene decisiva importancia en nuestro tiempo: la batalla de ideas. A ella, nos llamaron los grandes revolucionarios de Nuestra América -Martí y Fidel-. Pero en ella debemos participar todos. La tarea es simple: hay que politizar las luchas, señalando en cada caso objetivos claros y enemigos definidos. Si somos capaces de hacerlo, la suerte de la oligarquía vende patria, está sellada.
A 50 años del Octubre del 68, la voz ronca de nuestro pueblo habrá de resonar más fuerte.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.