Los sistemas de ciencia, tecnología e innovación tienen un papel central en la transformación social-ecológica de las sociedades latinoamericanas. La región tiene la capacidad de desarrollar un nuevo paradigma para insertarse de mejor manera en un mundo que privilegia el conocimiento. En esta entrevista, la experta Isabel Bortagaray explica en qué estado están estos sistemas […]
Los sistemas de ciencia, tecnología e innovación tienen un papel central en la transformación social-ecológica de las sociedades latinoamericanas. La región tiene la capacidad de desarrollar un nuevo paradigma para insertarse de mejor manera en un mundo que privilegia el conocimiento. En esta entrevista, la experta Isabel Bortagaray explica en qué estado están estos sistemas y plantea como pueden desarrollarse de modo sustentable.
¿Cuál es el papel de los sistemas de ciencia, tecnología e innovación (CTI) en la transformación social-ecológica de las sociedades latinoamericanas?
América Latina precisa formas renovadas de pensar las políticas y los nexos entre el conocimiento y la innovación. La urgencia obedece ala necesidad de transformar las lógicas de producción y consumo hacia trayectorias sustentables e inclusivas. Debemos reconocer y enfrentar el desafío de integrar estas dos perspectivas que muchas veces se abordan de manera antagónica o fragmentada. En respuesta a este desafío, los sistemas de CTI tienen un rol clave a desempeñar. La pregunta es cómo orientar y conducir desde la CTI las transformaciones sociales y ecológicas que necesitamos como sociedades para apuntar a procesos de desarrollos genuinos y sostenibles.
En esta encrucijada debemos tener en cuenta que los retos son difíciles de desentrañar y resolver. Se debe precisar que tipo de ciencia, de tecnología y de innovación puede contribuir a trayectorias de transformación que sean, al mismo tiempo, sustentables y socialmente cohesionadoras. Porque, en primer lugar, a la complejidad que supone la multidimensionalidad del desarrollo,se suma la presión por cambios constantes en las dinámicas de producción y consumo de la sociedad. Segundo, porque el desplazamiento de iniciativas de ciencia, tecnología e innovación hacia sistemas inclusivos y sostenibles requiere cambios sistémicos que exceden al sistema de CTI. Se necesitan, a la vez, ajustes en los mercados,en las formas de producción, en los patrones de consumo. Pero también se precisan cambios en los procesos de toma de decisión -mayor y mejor participación de distintos públicos, que sea real y sustantiva; mayor y mejor legitimidad de los procesos; mayor y mejor procesos de rendición de cuenta, entre otros. La concepción y puesta en marcha de las políticas públicas tendría que ir más allá de los ámbitos tradicionales en los que se las encuadra. Esto contribuiría a buscar innovaciones institucionales que faciliten una comprensión y respuestas integrales. Además permitiría transformaciones cuidadosas de todas las dimensiones del desarrollo, apuntando, a su vez, a cambios sustantivos en la forma de ser y hacer ciudadanía.
Para que los sistemas CTI cumplan funciones acordes a los desafíos que se presentan, se vuelve imperativo superar obstáculos que en mayor o menor medida están presentes en toda América Latina.Tendríamos que reconocer que hablar de sistemas de ciencia, tecnología e innovación en los países de la región es todavía difícil, en tanto estos «sistemas» están en construcción, son fragmentados, y su funcionamiento dista de ser realmente sistémico. Deberíamos también superar la convicción de que la responsabilidad de contar con sistemas CTI compete solo al Estado, que sin duda juega un rol clave y determinante pero que necesita del compromiso firme de empresarios y de la sociedad civil.
En el campo de la innovación, se torna apremiante apelar a innovaciones responsables, las cuales pueden ser posible solo si se adopta un paradigma plural e integral para afrontar los diversos retos de nuestros países. Esto supone integrar distintas áreas del conocimiento, fomentar el diálogo de actores dentro de la academia, entre disciplinas y áreas, y con otros espacios de la sociedad y la producción. Exige además la integración de diversos ámbitos de las políticas para comprender e intervenir sobre los problemas tomando en cuenta su complejidad. Estamos hablando de trascender las miradas sectoriales (salud, desarrollo industrial, agro o desarrollo social). Un cambio de paradigma es un desafío de primer orden si se quieren encontrar respuestas y soluciones que no se ajustan a fronteras disciplinares.
A pesar de la heterogeneidad de los países, ¿es posible identificar características comunes en los sistemas de ciencia, tecnología e innovación en Latinoamérica?
Tal como mencionaba antes, un piso común de los países de la región tiene que ver con débiles capacidades sistémicas en CTI, aunque es cierto también que existen diferencias relevantes entre los países. Aún tenemos mucho por cambiar en términos de matriz productiva, aprovechando oportunidades que siguen esfumándose por no dar el paso hacia la agregación de valor y conocimiento en nuestros sectores. Son varias las causas que están detrás. Una de ellas es la baja inversión en ciencia y tecnología. Y otra, muy relevante, alude a la escasísima demanda de conocimiento del sector productivo y su baja inversión en Inversión+Desarrollo (I+D).
A estos rasgos comunes se añade la disfuncionalidad sistémica de las iniciativas CTI, pues suelen desplegarse como experiencias encapsuladas. Por otra parte, las políticas de CTI han estado subsumidas a otros dominios de políticas como por ejemplo las económicas, pero ajenas a las políticas sociales, de salud, ambientales. Esta disociación pesa y mucho, retroalimentando el aislamiento, la falta de sinergias entre procesos y políticas de distintos ámbitos, y, en definitiva, atenta contra la resolución real de problemas prioritarios. Terminan prevaleciendo las respuestas a partir de miradas, instrumentos e intervenciones fragmentadas y desconectadas de la producción de conocimiento.
Es importante subrayar la importancia de revertir la escasa demanda de conocimiento desde los sectores productivos. Una mayor y adecuada inversión en I+D, junto con el arraigo de la innovación a lo largo y ancho de la trama productiva refuerza la productividad. Estos son medios fundamentales para el desarrollo de nuestras sociedades, acompañados del cuidado por la orientación de estos instrumentos en pro del cuidado ambiental y la cohesión social.
La incipiente demanda se refleja en los ínfimos niveles de inversión privada en innovación,y se confirma también en la débil absorción de fuerza de trabajo calificada que prevalece en las empresas en Latinoamérica. En el tejido económico regional es altísima la proporción de micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), las cuales son responsables de aproximadamente 7 de cada 10 empleos generados. Pese a esa importante representación, solo aportan cerca del 30% del PIB regional (en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ese aporte a la economía se duplica). Mientras, en el otro extremo, la situación tampoco es muy favorable porque las empresas grandes o aquellas mejor posicionadas para apalancar I+D prefieren abiertamente adquirir paquetes tecnológicos llave en mano o importados. A pesar de este panorama con luces y unas cuantas sombras, existen opciones y senderos que pueden ser recorridos por los países para revertir la trayectoria actual. Una buena señal, por pequeña que parezca, es que las políticas de CIT en la región, al menos desde el plano formal, está dejando de concebirse como un campo supeditado a las políticas de fomento económico, y se han creado entidades y arquitecturas institucionales que apelan a un carácter integrador con el conjunto de las políticas públicas. Falta mucho por hacer, pero este indicio podría ser un buen punto de partida para avanzar en una dirección adecuada.
Mencionó usted antes la imperativa necesidad de una innovación responsable, ¿a qué se refiere exactamente con ese término?
Tiene que ver con que debemos atender la orientación y los fines de los sistemas de CTI y de la innovación en particular, partiendo de la premisa de que el impacto económico no es la única medida del bienestar. No todas las soluciones pasan por generar valor económico. La innovación responsable supone considerar la dimensión ético-normativa en la generación de conocimiento. Frente a cada proceso de investigación y sus respectivas consecuencias habría que preguntarse cuáles son las innovaciones deseables, cómo impactarán en las distintas comunidades y grupos sociales, cómo se distribuyen sus costos y beneficios, cuáles son los principales trade offs que entraña cada proceso y sus consecuencias en términos sociales y ambientales. Esto es particularmente importante cuando hablamos de apoyos y financiamientos públicos. No se trata de una alusión abstracta de la ética, sino a consideraciones sobre los impactos en la sociedad en un sentido de desarrollo humano sostenible.
Vinculado a esto, también es importante recrear procesos transparentes, participativos, reflexivos, en los que distintas perspectivas sociales participen e interactúen a la hora de definir los problemas y las soluciones frente a los desafíos económicos, ambientales y sociales. Siempre aparecerán dilemas y encrucijadas que la política pública tendrá que afrontar. No hay políticas perfectas. Sin embargo, la anticipación y la comprensión de la complejidad pueden incidir en diseñar procesos sociotécnicos basados en el reconocimiento de la multidimensonalidad y la pluralidad necesarias para encararlos.
Este abordaje supone además comprender y favorecer cambios en los patrones de consumo para hacer viables trayectorias de bienestar alternativas. En una lógica de economía para la vida, la innovación tendría que estar alineada con esta transformación para mejorar la calidad de vida en el planeta.
Por analogía, podemos llevar el sentido del concepto de innovación responsable a cada una de los componentes de un sistema CIT. Si pensamos por ejemplo en utilizar tecnologías originadas en otras partes del mundo para resolver problemas específicos, deberíamos ir más allá de ese problema puntual y, más bien,considerar sus efectos en múltiples niveles. Aquí es de suyo relevante, tener en cuentaa quienes sufren o se hacen cargo de costos que puedan no ser tan visibles. Hay que visibilizarlos e incorporarlos al sistema de información que está tras la toma de decisiones.
Usted también ha señalado que en las deficiencias de las políticas CTI en la región, no solo debemos fijarnos en los problemas de la oferta, sino que a la vez habría que hacerse cargo de la escasa demanda del sector productivo por el conocimiento. ¿Qué opciones de política pueden ser útiles en esa dirección?
Cuando decimos que hace falta poner los ojos en los escasos requerimientos de conocimiento que hacen las empresas, es justamente para que podamos inducir más la demanda y con ello optimizar y adecuar la oferta de investigación,innovación y transferencia de conocimiento. Existen instrumentos de política y estrategias para potenciar la demanda de CTI en los sectores productivos. Cada país precisa evaluar el conjunto de medidas que le sería más favorable según sus necesidades. En términos generales vale la pena destacar políticas como la del extensionismo tecnológico, las compras públicas, la construcción ad hoc de capacidades de innovación en las empresas y políticas orientadas al desarrollo de capacidades en sectores específicos.
El extensísimo tecnológico busca favorecer la construcción de capacidades de innovación en empresas, en general pequeñas y medianas, identificando sus demandas para articularlas con la oferta existente de CTI. Una experiencia interesante a mencionar es el Centro de Extensionismo Industrial en Uruguay, una iniciativa público-privada de la que forman parte el Ministerio de Industria, Energía y Minería, la Cámara de Industrias y la Universidad de la República con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. Este Centro detecta las demandas de las PYMES industriales y luego busca acercarlas a la oferta de CTI, a la vez que procura intermediar para canalizar la oferta existente en este campo hacia las PYMES. Este Centro se ha abocado a sectores específicos como alimentos, metalúrgica, plástico, química y madera.
Las compras públicas son un valioso mecanismo para generar y consolidar la demanda de nuevos productos y procesos y, muy importante, logran crear una porción mínima de mercado para innovaciones en sus etapas iniciales. Es ampliamente reconocido que empleadas de manera transparente y bien integradas con otras políticas de fomento, las compras públicas disminuyen las incertidumbres de los procesos de innovación y aumentan los incentivos para que estas iniciativas emerjan.
La construcción de capacidades de innovación en las empresas procura la creación de ambientes y entornos que favorezcan las relaciones entre productores y usuarios, la colaboración entre empresas y el resto de los actores del sistema CTI. Los servicios de apoyo van desde solucionar los problemas de acceso tecnológico que tienen las empresas, hasta facilitar la adquisición de insumos, información de mercados y servicios financieros.
Las políticas que procuran el desarrollo de capacidades CTI en sectores específicos resultan cruciales para priorizar ciertos rubros productivos y promover en favor de ellos la colaboración entre organizaciones públicas de investigación, transferencia de tecnología, servicios de extensión, promoción de exportaciones y actividades industriales. Un resultado deseable de este tipo de medidas es la creación y seguimiento de agendas de investigación colaborativas entre los centros de investigación e innovación y las empresas, a partir del objetivo de buscar soluciones a problemas puntuales. En la región hay varias experiencias de las que podemos aprender, como por ejemplo ciertas exportaciones agropecuarias en Argentina y Brasil, y la industria informática en México.
¿Tienen los países latinoamericanos las condiciones para desarrollar sistemas de ciencia, tecnología e innovación a la altura de los retos de eficiencia económica y sustentabilidad socio-ambiental?
Estos países son muy distintos pese a compartir los rasgos comunes de los que hablamos antes. Los de mayor población y con mayores capacidades para economías de escala llevan sin duda una ventaja -es el caso sobre todo de Brasil, México, Argentina-, pero también es posible que países pequeños en territorio y/o población -como hasta cierto punto ha ocurrido en Uruguay y Costa Rica- logren adoptar e impulsar políticas CTI que se adapten a sus condiciones y circunstancias. Por supuesto que lo mejor sería impulsar políticas a nivel regional y subregional que fortalezcan los esfuerzos nacionales, ese es un desafío que aún requiere muchos esfuerzos en América Latina. Frente a esta realidad, los Estados deberían profundizar políticas de CTI más articuladas e integrales. Ignorar la relevancia del conocimiento y la tecnología para resolver problemas críticos de nuestras sociedades es tan peligroso como fetichizarlos.
Las apuestas por sectores estratégicos para la innovación tiene que ver con saber ver dónde están nuestras ventajas, nuestros aprendizajes acumulados, pensar dónde podemos incorporar conocimiento y valor agregado, en qué sectores podemos experimentar procesos de «migración lateral» a partir de los sectores intensivos en recursos naturales que caracterizan nuestras economías. La innovación no ocurre sino en la forma de procesos de aprendizaje (y a veces, desaprendizajes). Es importante contar con esfuerzos sostenidos y sistémicos de apuesta al conocimiento y a la innovación, con políticas orientadas a hacer de éstos las clave de un desarrollo inclusivo y sostenible, no sólo a escala nacional, sino también considerando las dinámicas regionales y globales.
Isabel Bortagaray es doctora en Políticas Públicas por el Georgia Institute of Technology de Atlanta. Además se desempeña como docente e investigadora de la Universidad de la República (Uruguay). Forma parte del Instituto de Desarrollo Sostenible, Innovación e Inclusión Social (IDIIS) de la misma universidad.