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Intervención de François Le Pivert. “Rencontres Communistes” de Francia (traducción)

Comunistas por la victoria del «No» al Tratado Constitucional

Fuentes: Rebelión

II Encuentro estatal de Reencuentro Comunista. Situación de la izquierda y el partido revolucionario – Madrid, 11 diciembre 2004

Queridos camaradas,

Me alegra muchísimo estar hoy en Madrid con vosotros en esta reunión de comunistas.

Desde mis primeros pasos en la Juventud Comunista en mil novecientos sesenta y nueve, cuando España estaba todavía bajo el yugo franquista, el pueblo español me fascinó por su determinación en conquistar la libertad y la democracia. Más tarde, cuando ingresé en la facultad de historia en Rennes, aprendí a conocer la lucha de los republicanos contra el fascismo: en los libros, si, pero también frecuentando a camaradas españoles refugiados en esta ciudad para escapar de la represión a finales de la Guerra civil. Me enorgullece el hecho de haber podido militar con ellos, yo, comunista francés, ellos, comunistas españoles. Nuestro combate común nos condujo hasta aquel mitin en Ginebra en mil novecientos ochenta y cuatro, último mitin del Partido Comunista Español clandestino. Allí estaba la camarada Dolores Ibarruri en carne y hueso, la que llamaban La Pasionaria: sus adioses a las Brigadas internacionales todavía me oprimen el corazón… También encontré a dos camaradas chilenos que nos acompañaban desde Rennes y a los que les prohibieron la entrada en Suiza porque después del golpe de estado de Pinochet, aquel inolvidable once de septiembre de mil novecientos setenta y tres ¡eran indeseables y sin patria!

Cuando pierdo mis referencias de clase, sólo tengo que pensar en todo aquello para volver a encontrar  fuerzas para luchar contra el capitalismo y por la emancipación de los pueblos. Por eso estamos aquí, hoy,  en Madrid, para crear lazos de amistad y unir nuestras fuerzas y experiencias recíprocas.

De momento, me pregunto si el testimonio de un militante de base del partido comunista francés que luego fue secretario general del PCF durante años, huérfano hoy de su partido, puede ayudar a camaradas españoles o de otros países de Europa. El número de años que pasé en el PCF y la responsabilidad asumida, sin duda alguna, me facultan para poder dar mi opinión, aunque ya no esté en el PCF. La metáfora de la orfandad la he escogido con intención, porque el partido nos protegía y nos procuraba una familia. Esta familia fue mía durante treinta años. Sin embargo, a partir del congreso veintisiete, hacia mil novecientos setenta y uno, desaprobé la ruptura con el principio marxista de la dictadura del proletariado: el principio que dice que solo la clase obrera, porque no tiene cadenas que perder, puede llevar a cabo la revolución socialista. Este principio me parece esencial y actual.

Los años pasaron y hoy estoy totalmente convencido, ante las desastrosas experiencias de dos gobiernos en los que participó el Partido Comunista Francés con la socialdemocracia en la administración de los asuntos de la burguesía. Después de la caída del muro de Berlín, el Partido Comunista Francés invento la noción de «mutación» para justificar sus renuncias, incluyendo el modo de organización leninista.

Rechazaron el estalinismo pero desacreditaron también la revolución de Octubre, calumniaron a Lenin y sus ideas. Abandonaron el centralismo democrático y luego, en el congreso treinta y uno, en Martigues, declararon romper con el manifiesto del partido comunista de Marx y Engels. Entraron en una teoría nebulosa de «adelantamiento del capitalismo» y buscaron alianzas con organizaciones no gubernamentales como ATTAC. Se hicieron actores de la sociedad civil y descubrieron los beneficios de la mezcla de capitales públicos y privados que iban a administrar en el marco de la democracia participativa.

Era ya el año dos mil uno. Después de todo esto, para mí el partido era «comunista» sólo de nombre y por eso decidí dimitir. Entretanto, desde mil novecientos noventa y ocho, me había reunido con los redactores del periódico «Resistencias Comunistas», que intentaban luchar dentro del partido para conservar su esencia revolucionaria. Porque después de la ruptura con lo básico del partido de mil novecientos veinte, el partido comunista francés empezó a descomponerse y a perder su electorado popular. Y como era evidente que un comunista sin organización no servia para nada, muchos camaradas nos pusimos de acuerdo con el Partido de los trabajadores para constituir una corriente interna y externa. Esto no excluye que sigamos tratando de entablar relaciones con todos los comunistas que desean hacer vivir de nuevo un gran partido para defender la clase obrera en nuestro país, cuando la burguesía emprende la ofensiva por todas partes. Un partido independiente, claro, y por eso debe conquistar, día a día, su independencia financiera.

Este partido obrero independiente con el que soñamos no esta, desgraciadamente, acabado. Sin embargo, es necesario organizarnos en este momento crucial, cuando el imperialismo intenta instaurar esta falsa Constitución europea. Un proyecto que hemos calificado, con mis camaradas del Partido de los trabajadores, de totalitario, antiobrero y reaccionario.

Es totalitario porque mantiene el conjunto de los funcionamientos antidemocráticos de las instituciones europeas con una Comisión que no esta elegida, un parlamento sin poder legislativo, bancas centrales independientes del poder político pero totalmente sometidas a la política dictada por la reserva federal americana, es decir al FMI. Es totalitario puesto que instaura un sistema que prohíbe una vuelta atrás o una refundición de sus instituciones.

Es antiobrero, porque graba en mármol «una economía de mercado en la que la competencia es libre y no falseada»: lo que se llama capitalismo. Porque trata de institucionalizar este modo de producción basado en la explotación del hombre por el hombre para atrasar lo mas posible su desaparición y la llegada de una sociedad comunista. Pero eso no es suficiente para ellos, el capitalismo pretende recortar todavía mas a los que producen y esta constitución prevé igualar al mínimo los derechos y las conquistas de las clases obreras en sus países respectivos: así desaparecerían los códigos de trabajo, los convenios colectivos, los convenios del Despacho internacional del trabajo (OIT) ratificados por treinta y cuatro países de Europa. Los convenios ochenta y siete y noventa y ocho, que reconocen a la clase obrera el derecho a organizarse en sindicatos y partidos independientes, darían paso a sindicatos con la única función de coadministrar los asuntos de la burguesía. Por tanto, nunca denunciaremos bastante el papel de la confederación europea de sindicatos (CES), que pretende hacer votar a los sindicalistas de Europa a favor del tratado constitucional. Según la CES, habría un progreso para los trabajadores con la integración de la «Carta de los derechos fundamentales» en el tratado constitucional. Pero esta Carta no es más que un arma en las manos del empresariado europeo para laminar los derechos de los trabajadores y disminuir el coste del trabajo. Basta con leerla para convencerse: ¿qué sindicalista puede creer algo diferente ?

Ciertamente, es reaccionario por todos esos motivos, pero también por la filosofía y la ideología subyacente. En su preámbulo, la Constitución europea se remite a la herencia religiosa en Europa. El Vaticano y el Opus Dei, que los españoles conocéis bien, desempeñaron un papel evidente en su redacción. Claro que «esa buena gente», no estará decepcionada, porque la constitución europea va mucho mas lejos… Anuncia que mantendrá «un dialogo abierto, transparente y regular con las iglesias» y que «cada uno tiene la libertad de manifestar su religión o su convicción personal o colectivamente, en publico o en privado, por el culto, la enseñanza, las practicas y el cumplimiento de ritos». Bien se ve que el principio emancipador de la laicidad, que es indisociable de la separación de las iglesias y del estado, se abandona en provecho de todos los concordatos que rigen las relaciones entre los estados y las iglesias en la mayoría de los veinticinco países de la Unión Europea. La catequesis va a formar parte de nuevo de la enseñanza en nuestras escuelas francesas; del mismo modo seguirá siendo enseñada en España.

Por todas estas razones, mis camaradas en Francia de «Encuentros Comunistas», con los militantes de las otras corrientes del Partido de los Trabajadores hemos decidido llamar por el «NO» en el referéndum organizado en Francia por Chirac, en una fecha todavía desconocida. Hay que decir que nuestros políticos se inquietan mucho porque, desde el partido de Chirac al Partido Socialista, temen una victoria del «NO». Desde el plebiscito que condujo a Chirac al gobierno con ochenta y dos por cientos de los votos, los trabajadores de nuestro país, como en Europa, han visto atacadas sus pensiones de retiro, la reducción de las prestaciones con la reforma de la Seguridad Social, la privatización de los servicios públicos. Y ahora,  estas políticas no se avanzan más porque hay una verdadera rebelión de los alcaldes y de las poblaciones, que se resisten a la desaparición de las estafetas de correos, de las recaudaciones, de las estaciones, de los colegios o de las escuelas de párvulos. Y muchos relacionan todo esto con las directrices de la Unión Europea. Muchos comprenden que hay que rechazar la futura constitución europea.  Si! En estas condiciones, el «NO» puede ser mayoritario, por mucho que la alianza objetiva de Chirac con el partido socialista, que a través de un referéndum de sus militantes, acaba de pronunciarse por el «SI» con cincuenta y cinco por ciento, sea sólo un golpe malo mas, asestado por este partido a los pueblos de Francia y de Europa

 

En definitiva, no se puede continuar así. Los pueblos están acostumbrados a la falsificación pero la verdad es tenaz. Aunque entre estos cantores de la Unión Europea haya nombres que nos sorprendan, como Philippe Herzog, ex dirigente del Partido Comunista Francés durante las elecciones europeas que iba en una lista titulada «Nueva Europa»: todo un símbolo! Ferviente, incondicional de la adopción del tratado constitucional y que milita en un grupo llamado «Confrontación», con miembros eminentes de la patronal y de la socialdemocracia más sometida a los diktats de los eurófilos.

En las organizaciones sindicales hay posturas diversas: desde luego, hay las que desde el principio han asumido la posición del Comité directivo de la Comisión Europea de los sindicatos y llamado inmediata e incondicionalmente a votar por el «SI».  Lo que no quiere decir que sus militantes no estén desconcertados! Pero hay también otras posturas y organizaciones en las que la clase obrera, legítimamente, podría contar con una oposición firme. Aunque no es sencillo. En las dos mas grandes confederaciones sindicales que todavía luchan por la defensa de la clase obrera, las direcciones estando frenando vigorosamente las posiciones por el «NO» que la mayoría inmensa de las bases reclama con fuerza. La excusa más común es que no urge el tiempo, que es necesario debatir, leer los textos, organizar días de reflexión sobre el tratado constitucional. ¡Como si la clase obrera, que sufre cada día más los efectos devastadores de las directrices de la Unión Europea, pudiera esperar algo bueno de este tratado! Durante este tiempo, eminentes camaradas de la CGT, como Decaillon, numero dos de la CES, o Retureau, representante de la CGT en el despacho internacional de la OIT, se comprometen en los mas grandes periódicos nacionales haciendo apología de la Constitución. Saben que el tiempo urge y que es necesario obrar con fuerza. Estos camaradas, desde luego, traicionan a la clase obrera. No se puede comprender ni asumir, siendo que el aparato de la CGT siempre estuvo mantenido por el Partido Comunista Francés, que ese mismo partido llama por el «NO»  mientras sus dirigentes en el sindicato se pronuncian por lo contrario.

Y es que hay, queridos camaradas, «NO» y «NO». Hay el «NO» absoluto de mis camaradas de Reencontres, ese «NO» que no sólo rechaza este tratado sino también llama a los trabajadores a organizar la ruptura con los fundamentos de la Unión Europea desde sus orígenes, los fundamentos del tratado de Roma: mercado, competencia, explotación. Es un «NO» que dice: hay que romper con Maastricht, Amsterdam y Niza, y crear las condiciones para una unión libre de los pueblos libres de Europa.

Este «NO» no se debe confundirlo con el «NO» que quiere proteger esos tratados, negociar de nuevo, presentar enmiendas al proyecto de la Constitución, ese proyecto ya firmado el veinticinco de octubre pasado por los jefes de Estado de los veinticinco países que forman la Unión desde el primero de mayo de dos mil cuatro. Un «NO» a los que mis camaradas del Partido Comunista Francés han dado la bienvenida y apoyan. Una bienvenida a bordo del Titanic porque, muy queridos camaradas míos, es seguro que así ¡vamos a hundirnos!

Hay algunos, como el diputado europeo del Partido Comunista Francés, Francis Wurtz, que incluso afirman que si se dijera «NO» a la constitución nada pasaría, porque los tratados existentes siguen vigentes.  Dicen: no hay problema, no os inquietéis!  Si fallara el tratado constitucional aun están Maastricht, Amsterdam, Niza y los millares de directivas europeas vigentes! Todo continuaría en su sitio.  La victoria del NO sólo sería un pequeño electrochoque para marchar de nuevo con bases mejores! Es decir que tratan de ocultar que la Seguridad Social, las pensiones de retiro, los servicios públicos, la industria, la enseñanza están siendo destruidos por el pacto de estabilidad y las directrices europeas…

Leo en la llamada para crear comités por un «No de izquierdas» en Francia, que los miembros del Partido Comunista Francés han lanzado con sus amigos de la Liga Comunista Revolucionaria y de ATTAC, esta primera afirmación : «Frente a la mundializacion liberal y a las transnacionales, necesitamos Europa. Pero la que se hace hoy no es la Europa que hace falta». Más allá del juego de palabras al que son tan aficionados, se comprende bien que para ellos lo que es imperativo es que las naciones se disuelvan en una nueva entidad, una Europa liberada del yugo del capitalismo y del imperialismo, plantean directamente unos Estados Unidos Socialistas de Europa. Vasto programa! Adiós al FMI, a la OMC, al OTAN, a la OCDE… Estoy soñando…

Sin embargo ¿a quién se puede mentir así mientras que el yugo del capitalismo anonada los pueblos en toda la planeta? ¿Nos toman a los trabajadores por tontos?

Lo urgente es constituir, en todas partes, polos de resistencia para salvaguardar las conquistas de la clase trabajadora en cada estado: aquí un servicio publico amenzado, allí la calidad de la enseñanza pública, allá la persecución del trabajo infantil o la del trabajo nocturno de las mujeres en la industria, un hospital o un dispensario que se quieren cerrar. Esos derechos están inscritos en las constituciones de cada nación. ¡Es eso lo que quieren hundir con el tratado constitucional! Y por eso hay que preservar la unidad de cada una de estas naciones y la soberanía de cada pueblo que las constituye, hay que luchar para que la clase obrera conserve sus derechos mas duramente conquistados.

Actualmente, cualquier constitución europea sólo puede nivelar por abajo el conjunto de estas conquistas de todas las clases obreras en el mundo, que son los códigos del trabajo y los convenios colectivos. El empresariado europeo, las multinacionales americanas y sus «fondos de pensiones» se regocijan ante la disolución de los Estados-naciones y la creación de una Europa de regiones:  ¿esto no os da que pensar, compañeros?

Decís, en esta misma declaración por el «No»: «Esta Europa no es la nuestra. Por eso, urge dar a Europa nuevos cimientos para emanciparla del capitalismo financiero y depredador, cimientos que la reconcilien con el progreso social, la paz, la democracia, un desarrollo sostenible, la cooperación entre los pueblos del planeta.» ¿Camaradas, creéis firmemente en lo que decís? ¿Es que la revolución ya ha empezado y no nos hemos dado cuenta? ¿O lo que esta ocurriendo no será más bien que la apisonadora del capitalismo ha encontrado en la Unión Europea el arma absoluta para sujetar los pueblos? ¡Esa apisonadora si la estamos viendo pasar, por eso estamos muy mal !

Ex camaradas del Partido Comunista Francés, ya no os entiendo. Nuestro partido, durante los momentos mas difíciles de la ocupación nazi, siempre supo conciliar la lucha para aliar la bandera tricolor de la Republica Francesa, une e indivisible, encarnación de tantas ideas de emancipación a través del mundo, y la bandera roja de la clase obrera. Los camaradas de MOI (Mano de obra Obrera Inmigrada), los camaradas españoles así como mis amigos de Rennes, salidos por milagro de un odioso baño de sangre, lo habían entendido bien, ellos que han continuado la lucha en la resistencia francesa con los militantes del Partido Comunista. Camaradas míos, vosotros me lo habéis enseñado: el internacionalismo proletario y la defensa de las naciones no son contradictorios. Si en un país la clase obrera progresa, entonces toda la clase obrera progresa, sirviendo de referencia para las luchas en todas partes del mundo ¿O no fue la Comuna de Paris la que inspiró tantas conquistas en el mundo?

 

Para comprender, se puede probar a analizar… El hundimiento electoral del Partido Comunista no data de ayer. No parte tampoco del derrumbamiento del muro de Berlín. Poco a poco, al hilo de los compromisos con el poder, los dirigentes del Partido Comunista Francés han ido a remolque de la socialdemocracia y esta cayó en la colaboración de clases. Esto sucedió desde la subida al poder en Francia de Mitterrand. Eso continuó con el gobierno Jospin que firmo en marzo de dos mil dos, con Jacques Chirac, en el momento de la cumbre europea de Barcelona, el alargamiento de cinco años de la duración de las aportaciones necesarias para llegar a un retiro de grado completo. Eso se confirma totalmente con Schröder o Blair, respectivamente en Alemania y Gran Bretana. Sus políticas no tienen que envidiar la de Margaret Thatcher en otros tiempos. En cuanto a los «comunistas», esperan migajas de poder… Este poder, se lo encuentra teniendo parte activa de los resortes institucionales. Allí están las migajas. Es por lo que varios antiguos partidos estalinianos se reagruparon para fundar el partido de la izquierda europea (PIE). Al principio, estaban los dirigentes del Partido Comunista Francés y los de «Refundación» comunista en Italia.  Este partido, cuyo secretario general, Fausto Bertinotti, espera gobernar con Romano Prodi, ex presidente de la Comision Europea!. El Partido Comunista Francés y lo que queda del Partido Comunista Italiano (PCI), por casualidad los dos mas grandes partidos comunistas europeos, con excepción del Partido Comunista de Union Sovietica (PCUS). La lectura de los estatutos de este nuevo partido nacido en Roma el ocho de mayo pasado es edificante. No puedo menos de citar un pasaje : «los partidos europeos, así como los que existen en países habiendo firmado un tratado de asociación con la Unión Europea, pueden someter su candidatura como miembros con pleno derecho a la izquierda europea. Estos partidos (…) están establecidos y obran según las directrices presentadas en el reglamento del Parlamento europeo y del Consejo de la Unión Europea, a propósito del estatuto y de la financiación de los partidos políticos al nivel europeo (…). La hacienda del partido de izquierda europea consiste en aportaciones de los partidos miembros y los subsidios del presupuesto de la Unión Europea.»  Este partido, no solo reconoce la Unión Europea, también vive de los subsidios que esta le concede! Si se añade que su congreso se reúne el día antes de cada convocatoria del Parlamento europeo, se ve que su corazón palpita al ritmo de las pulsaciones de la Europa capitalista.  Es necesario recordar que cuatro de los partidos que acaban de afiliarse al PIE han llamado, en sus países respectivos, a votar por Maastricht?

Por ciento, de los treinta mil afiliados que todavía anuncia la dirección del PCF, sólo un tercio participó en la votación interna para aprobar o rechazar la adhesión del Partido Comunista Francés al PIE, y una cuarta parte de los votantes dijo que «NO». Así es: fue un comunista de cada cuatro, entre los afiliados del Partido. Por tanto, el Partido fundado en mil novecientos veinte que fue mi partido, es ahora esta organización que ya no tiene nada que ver con el comunismo. Todos los que han combatido, en mil novecientos noventa y dos, la ratificación del tratado de Maastricht deben de sentirse amargos.

Por todo esto, camaradas, dudo de la capacidad de estos dirigentes para luchar por el «NO» al próximo referéndum sobre la ratificación por Francia de este Tratado Constitucional. Dudo, pero sé que hace falta que el «NO» gane y, preferentemente, de forma manifiesta. Para nosotros, para vosotros, para Europa entera que nos mira. Porque la elección del pueblo francés es primordial según las reglas que han fijado en Bruselas. Si solo un país rechaza el tratado constitucional, este tratado no será ratificado. ¿Quién se atreverá a llorar entonces? Y para mí un vaso de sangría para celebrarlo antes de proseguir la lucha.

Tenemos, en «Encuentros Comunistas» de Francia y en el «Partido de los Trabajadores», una responsabilidad inmensa. Para ganar solo podemos contar con nuestras propias fuerzas. Tenemos que convocar a todos los que sufren la política de «Maastricht» desde hace doce años. Tenemos que trabajar para que los pueblos hagan la unidad contra los golpes malos de nuestro gobierno ultra-reaccionario y las directrices dictadas por los comisarios europeos. Los que piden votar por el «SI» quieren ocultar esta cuestión. Los alcaldes de varios departamentos rechazan la desertificación rural, las deslocalizaciones de sus fabricas, la regionalización económica, la privatización de sus servicios públicos o su desaparición completa. Entonces, tenemos que denunciar sin cesar, con el riesgo de repetirnos:  Maastricht!  Maastricht!  Y Maastricht todavía! El Tratado constitucional es Maastricht elevado a la décima potencia !

En todas partes, tenemos que constituir comités locales para el «NO». En cada municipio, en cada distrito, en cada departamento. El dieciséis de noviembre, alcaldes se reunieron en Paris y constituyeron un comité nacional para el «NO» y para la defensa de los servicios públicos. Llamaron por una manifestación en Paris el veintidós de enero próximo. De todas partes, este día, autocares tienen que convergir hacia la plaza de la Republica. Esta manifestación, tenemos que lograrla. Empezara por un mitin europeo en el que participaron camaradas de Europa entera. Es evidente que os convidamos cordialmente a ella y que estaríamos muy honrados con daros la palabra. En esta manifestación, cada manifestante contará. Una vez más, si tenemos que ganar, no es solamente para nosotros. También es para vosotros, para los pueblos de Europa. Para toda la clase obrera del mundo, pues por primera vez diremos:  BASTA !

Muchas gracias, camaradas, y viva la amistad entre nuestros dos pueblos. Por la unión libre de todos los pueblos libres de Europa.