A pesar de la tremenda batería mediática y publicitaria desplegada por el gobierno de Chirac, la victoria del No en el referéndum francés del 29 de mayo se ha consumado. Este triunfo del No al Tratado Constitucional, con un respaldo del 54,86% del electorado y una fuerte participación (cercana al 70%), frena en seco un […]
A pesar de la tremenda batería mediática y publicitaria desplegada por el gobierno de Chirac, la victoria del No en el referéndum francés del 29 de mayo se ha consumado. Este triunfo del No al Tratado Constitucional, con un respaldo del 54,86% del electorado y una fuerte participación (cercana al 70%), frena en seco un proceso de construcción europea basado desde hace más de dos décadas en reformas neoliberales del mercado laboral, privatizaciones, liberalización de los servicios sociales y cuestionamiento de los sistemas públicos de salud, educación y pensiones, etc.
¿Qué factores explican la imponente fuerza del No francés a esta Constitución Europea? La campaña mediática orquestada por el gobierno y por numerosos medios de comunicación, ha tratado de reflejar una visión de un No fundamentado sobre valores xenófobos, anti-turcos y anti-europeistas. Sin negar la existencia de estas posiciones, la dinámica mayoritaria del No francés ha descansado no obstante sobre pilares políticos bien distintos. Así, ha sido un potente No de izquierdas el que se ha alzado con la hegemonía política durante la campaña electoral, haciendo pivotar enteramente las claves de dicha campaña sobre el debate en torno al liberalismo económico y social. En este contexto, el grueso de los esfuerzos gubernamentales se ha centrado en demostrar cómo la Constitución Europea no era «tan neoliberal como decían los partidarios del No».
Tal y como recogen los sondeos realizados por TNP-Sofres y Unilog para Le Monde, RTL y TF1, el 67% del electorado de izquierdas (PS, Verdes, PCF y extrema izquierda) ha votado por el No, frente a un 33% que lo ha hecho por el Sí. En las filas de la derecha (UMP, UDF, FN, MNR) la tendencia ha sido la contraria: un 35% del electorado por el No y un 65% por el Sí. Al desagregar los datos por partidos, observamos que el 59% del electorado socialista ha votado No, junto con el 64% de los Verdes, el 95% del PCF y el 96% de LCR-LO-PT. Tan sólo un 20% del electorado del UMP y un 24% del UDF han respaldado el No. Esta cifra asciende al 95% en el electorado ultraderechista del Frente Nacional.
El análisis territorial del voto refleja igualmente la composición social del resultado: el No cosecha contundentes victorias (del 65% al 75%) en las zonas industriales del país más afectadas por el desempleo o las deslocalizaciones, como Marsella, Pas-de-Calais y el feudo socialista de Dunkerque, o en Seine-St-Denis. Según los mencionados sondeos, las razones elegidas por el electorado del No para explicar su voto son «razones económicas o sociales» (52%) y un «tratado demasiado liberal» (34%).
El fuerte movimiento por el No hunde sus raíces en el profundo descontento de los asalariados franceses. Francia es uno de los países del continente en el que con mayor amplitud se han implementado las políticas neoliberales a lo largo de los últimos años (una parte muy importante de ellas por los gobiernos de la «izquierda plural»). Las consecuencias que éstas políticas han tenido (aumento del desempleo, prejubilaciones forzosas, flexibilidad y precariedad laboral, pérdida de capacidad adquisitiva, reducción de los servicios sociales…), han ido dando lugar a un escenario de creciente malestar y conflictividad social.
El 13 de mayo de 2003 dos millones de personas se movilizaron en todo el país contra la reforma de las pensiones públicas. En junio de 2004, numerosas movilizaciones volvieron a producirse al calor de la reforma de la sanidad pública. Las duras derrotas de dichas movilizaciones, lejos de mandar a los sindicatos y a los asalariados a casa, fueron alimentando larvadamente el creciente descontento popular. En el primer trimestre de 2005, el intento de derogación de la jornada laboral de 35 horas, se saldó una convocatoria unitaria de huelga el 10 de marzo y más de un millón de personas en la calle, revitalizándose además las exigencias sindicales por el aumento de la capacidad adquisitiva. A esta dinámica sindical se le han unido a lo largo de estos últimos meses un sonoro movimiento estudiantil (surgido contra la reforma de la Educación Nacional), un persistente movimiento de investigadores (frente a la mercantilización del sistema universitario de I+D) y numerosas huelgas sectoriales (correos, ferrocarriles, astilleros, Carrefour, gas..).
La creciente politización de estos movimientos ha marcado el establecimiento en el discurso público de un vínculo entre las mencionadas agresiones neoliberales, su continuidad con la Constitución Europea y la ausencia de democracia en las instituciones de Bruselas, precipitando un intenso debate político nacional al respecto.
Es en este contexto en el que se entiende por qué más de la mitad del electorado de socialistas y verdes ha dado la espalda a la dirección de sus partidos y ha votado por el No. Ha sido además al calor de este debate donde ha prosperado la llamada «Appel des 200», plataforma unitaria de la izquierda por un «NON de gauche». Cerca de un millar de colectivos unitarios han poblado el país a lo largo de estos últimos meses, agrupando a miles de militantes del Partido Socialista y de los Verdes, díscolos con sus direcciones, al PCF, Attac, Les Alternatifs y numerosas organizaciones asociativas y sindicales (en particular CGT y SUD), así como a ciudadanos sin adscripción previa. También la izquierda anticapitalista (recordémoslo, con un 11 % del electorado en las últimas presidenciales), se ha movilizado fuertemente, en el caso de la Liga Comunista Revolucionaria muy activamente en el seno de los colectivos unitarios o, al margen de dichos colectivos, en los casos de Lutte Ouvriere y del Partido de los Trabajadores.
Esta fuerte dinámica unitaria sostenida por los militantes de base de los colectivos de «l´Appel des 200» ha empujado a los líderes socialistas por el No, así como a las direcciones de Attac y del PCF a un progresivo desplazamiento hacia la izquierda. La llamada «propuesta Martelli», firmada por todos ellos antes del referéndum como posible agenda política en caso de victoria del No, así lo demuestra (sosteniendo ésta la derogación inmediata del Pacto de Estabilidad y la Directiva Bolkenstein, la suspensión de las directivas europeas sobre liberalización de servicios públicos, la adopción de una directiva de protección contra los despidos colectivos, la anulación de la deuda frente a los países subdesarrollados…). Del mismo modo, meses atrás, las bases y delegados intermedios de la CGT obligaron a que el sindicato se pronunciase en contra de la Constitución Europea, frente a la posición previa adoptada por la dirección.
Esta lógica de «frente único» que de hecho se ha desplegado en el campo del No de la izquierda, ilustra bien a las claras la profunda sima política que comienza a afianzarse en la izquierda francesa: la que separa a una izquierda social-liberal, sistemáticamente plegada a la lógica neoliberal de Maastricht, de una izquierda anti-liberal, ciertamente indefinida y en proceso de recomposición. Es en ese segundo escenario en el que las fuerzas de carácter anticapitalista quedan emplazadas tras la victoria del No para tensar el debate.
La victoria del No abre en Francia una puerta cuya traducción política, si bien resulta aún muy incierta, presenta sin duda una importante carga de ilusión. A nivel nacional, la experiencia de lucha vivida en torno a l´Appel des 200 certifica la potencia transformadora del debate democrático y de la unidad de acción en la izquierda. Las diferentes fuerzas políticas y sociales de los colectivos unitarios ya han declarado, la misma noche del resultado electoral, su voluntad de continuar con el trabajo político y organizativo realizado en el marco de dichos foros. Las dificultades, impulsos centrífugos e intentos de capitalización del No serán sin duda fuertes, pero las esperanzas de construcción unitaria también.
A escala internacional, la victoria del No en Francia, junto con la durísima contestación que ha recibido la Agenda 2010 de Schröder en las recientes elecciones de Renania del Norte-Westfalia, establece un importante punto de inflexión frente a la ofensiva neoliberal contra las conquistas históricas del trabajo. Pero además, supone una importante muestra y aliento para el resto de la izquierda anti-liberal europea. Una primera gran batalla ha sido ganada en Europa frente al neoliberalismo.
Al margen de cual sea la incierta salida política y organizativa que tenga la izquierda francesa a partir de este momento, esta fase de politización intensa dejará sin duda importantes huellas tanto sobre su proceso de recomposición como sobre el propio proceso de construcción europea.