¿Cuál es el verdadero fin de año?, se preguntaría un lector de estas tierras europeas hermosamente blancas de pura nieve. El lector alemán de estas comarcas mansas del Rhin leería primero en su diario: «Cierre de una iglesia; se convertirá en instituto de masajes». Del alma al cuerpo. Ningún escritor exaltado de imaginaciones podría haber […]
¿Cuál es el verdadero fin de año?, se preguntaría un lector de estas tierras europeas hermosamente blancas de pura nieve. El lector alemán de estas comarcas mansas del Rhin leería primero en su diario: «Cierre de una iglesia; se convertirá en instituto de masajes». Del alma al cuerpo. Ningún escritor exaltado de imaginaciones podría haber inventado esta realidad. Sí, la Iglesia Católica la ha vendido porque, primero, a ese templo ya no concurre nadie y, segundo, porque tiene graves problemas económicos. (No hace mucho, hablé de la venta de iglesias en Alemania y en todo el mundo. Ha proseguido esa tendencia. En la aldea de Linz, por ejemplo, de diez iglesias sólo siguen funcionando dos. No hay curas, no hay feligreses. Se calcula que en la próxima década van a cerrar 700 iglesias, casi todas en la zona del Norte de Renania y Westfalia, de mayoría católica. En la ciudad de Essen de un millón y medio de fieles quedan 940.000.) Pero la tapa de ese diario (General Anzeiger) trae
como título «Mensaje de Navidad del papa Benedicto: ‘Os deseo a vosotros de todo corazón, que el cálido y comprensivo Dios os proteja siempre, os bendiga y os dé claridad'».
Claro, el un poco confundido lector del mismo diario se preguntará -en voz muy baja, por las dudas- ¿por qué Dios de todo corazón, cálido y comprensivo Todopoderoso, permite que sus iglesias se conviertan de templos del alma en centros de masajes del cuerpo? Ya lo dijimos alguna vez: da pena que las iglesias se vendan y no se conviertan en grandes centros de debate de cómo hacer para buscar soluciones a los tremendos males que sufre el ser humano. El hambre, la muerte infantil, el desprecio que significa el hombre sin trabajo, los emigrantes que cruzan fronteras prohibidas para poder trabajar y mantener a sus familias, las guerras cada vez más feroces, la tortura ya oficializada. Ir solucionando esos problemas mediante el debate sería crear al verdadero Dios, el de la infinita bondad. No esperar el cielo para gozar porque no nos daría ninguna tranquilidad ni sosiego ver desde arriba cómo sufren los de abajo. Los intérpretes prácticos de la vida diaria señalaron que aquella ve
z se eligió al Papa polaco porque sólo un polaco era capaz de hacer caer el comunismo. Y sostienen que no se equivocaron los que aconsejaron eso ya que el verdadero artífice que le dio el empujón más fuerte al comunismo fue el papa Wojtyla. La pregunta de siempre es: bueno, sí, pero qué nos dejó ¿Bush? ¿Que ahora en Rusia haya multimillonarios que compran equipos de fútbol enteros? Pronto jugadores porteños formarán el «Moscú Fútbol Club» o el «Siberianos Unidos». Ya hay «conversaciones» como suelen decir los cronistas deportivos.
Ahora se dijo que se eligió a un Papa alemán con el objetivo de entusiasmar a los católicos de este país para que vayan a misa los domingos y entonces Alemania podría volver a ser el país católico que más dinero da a la Santa Sede de Roma.
Se nos ocurre que las soluciones no son ésas. Es verdaderamente deplorable que la Iglesia no haya logrado ninguna de las metas que marcó Jesús. Pero que puede llegar a obtenerlas si aprende de la historia y no se encierra en cenáculos teológicos exclusivos o en estructuras donde lo único que vale es la voz de mando del Papa o del obispo.
La Iglesia Católica tiene que preguntarse, para detener esta silenciosa pero indiscutible pérdida de prosélitos, cómo, por ejemplo, la sociedad se fue reformando y tuvo que finalmente permitir como horario máximo para los obreros las sagradas ocho horas de trabajo. Las obtuvieron ellos saliendo a la calle con la protesta y el coraje, no yendo a rezar a la iglesia.
Quienes se dieron cuenta de que la Iglesia iba a perder si continuaba con el argumento de la infinita bondad de Dios o que hay que ser fiel a Él y solamente a Él y a su Madre Virgen, fueron los llamados curas del TercerMundo. Verdaderos mártires de la solidaridad, pero de la verdadera solidaridad, la de los hechos, el lograr justicia y vida aquí en la tierra. Y también hubo y hay obispos con el mismo pensamiento. Muchos fueron muertos por los militares, gendarmes y policías de siempre. La Iglesia oficial tendría que abrirse y todos los años recordar con grandes manifestaciones el día en que esos verdaderos Hijos del Pueblo fueron asesinados. No elegir encerrados y en secreto a un nuevo Papa sino que éstos sean elegidos en asambleas de los pueblos. Nos imaginamos qué pasaría si la Iglesia Católica argentina iniciara una marcha convocatoria a todos sus fieles, de peregrinaje a la Plaza de Mayo para exigir como principio fundamental de la democracia una vida digna para todos los
niños argentinos invirtiendo en trabajo para todos los padres. Comedores infantiles en vez de más policías, sueldos dignos para los docentes en vez de militares. Me imagino Papas como Angelelli o De Nevares. No sólo hablaban sino que Hacían.
Cuando la Iglesia Católica tuvo a esos hijos naturales que fueron los de la Teología de la Liberación, tendría que haberse dado cuenta y pasar de la plegaria a la acción. Fue un aviso que respondió a las necesidades de la época y de su futuro. En vez de eso, retrocedió. No vamos a negar los buenos deseos y palabras del papa Wojtyla y hasta de Ratzinger, pero ahora falta llevar a la realidad esas palabras. La acción. Sí, no violenta, pero poner la cara y decir esto no va más. Se están muriendo todos los días de hambre niños en la Argentina, el país de las mieses de oro.
El obispo de Paderborn acaba de decir: «Nos dejamos fascinar más por la oscuridad que por la luz». Bien, señor arzobispo, prenda entonces la lamparita: en vez de rezar a oscuras, salga a la calle a la luz del día e invite a su pueblo a salir a la calle: los diarios alemanes acaban de publicar que pese a los cinco millones de desocupados, las empresas anuncian nuevos despidos: Telekom cesanteará a 32.000 empleados; Opel, a 9000; Karstad-Quelle, a 5700; Walter Bau, a 3000; Deutsche Bank, a 1920; Agfa Foto, a 1700; IBM, a 1600; Ford, a 1300, etc. etc. etcétera.
Pero, ¿cómo? ¿No era que todo iba a quedar resuelto con el capitalismo? Es hora pues de que, sobre la base de las enseñanzas evangélicas, se busque la justicia deseada y se muestre una visión del cambio de la sociedad actual con el basta a todas las violencias, siempre iniciadas por el deseo de más poder.
Sí, la Iglesia perdió un hermoso tiempo y una magnífica oportunidad. Ayudar con toda su fuerza a resolver los problemas de violencia de las sociedades. Ayudar a construir el camino al paraíso en esta misma tierra. Esto me hace recordar la lección que le impartió un humildísimo curita capuchino argentino a aquel cardenal que supimos conseguir, monseñor Aramburu, obispo del orden establecido y sus castas. El curita se llama Antonio Puigjané. El cardenal le ordenó al curita retractarse porque había criticado a la dictadura militar de Videla. En vez de retractarse, el padre Puigjané le contestó que le iba a decir la verdad, toda la verdad. Y se lo dijo. Se explayó acerca de la conducta triste y colaboracionista de la Iglesia para con el régimen de desaparecedores de personas. Le escribió (textual): «La muerte que por miles fue sembrada entre lo mejor de nuestra juventud fue obra evidente de quienes vieron peligrar sus privilegios. No se dudó en usar los métodos represivos más mon
struosos con tal de aniquilar todo lo que hubiera podido dar unidad y fuerza a nuestro pueblo. No se quiso aniquilar a la guerrilla (ello fue sólo una ocasión bien explotada) sino a un pueblo pobre que comenzaba a tener un poco de conciencia de su dignidad y de sus derechos. Una vez me fui a conversar con vos, obispo hermano, y tras larga charla me dijiste que todo lo que estaba haciendo yo a favor de las Madres era antievangélico». Más adelante le expresa: «No te ha gustado que confesase, con dolor y vergüenza, que hemos sido cómplices, especialmente la jerarquía de la Iglesia, de los crímenes horrendos del proceso contra nuestro pueblo. Los familiares de desaparecidos nos creen muchísimo más culpables que a los mismos militares, a los hombres de la Iglesia, en especial a ustedes, los obispos. Ustedes, no se jugaron». Y continúa: «Vos mismo, hermano obispo, al no recibir nunca a las Madres de Plaza de Mayo, al prohibir misas por los desaparecidos, al decir que muchos desaparecidos estaban paseando por Europa… ¿sabés cómo se frotaron las manos los desaparecedores?» Esto lo dijo elpadre Antonio Puigjané, un cura del pueblo.
Con curas católicos como éste, la iglesia de los Redentoristas de Hennef, que hoy sirve a un instituto de masajes, y lleva el nombre de «Wellness oasis» (Oasis del sentirse bien), se llamaría «Comedor de niños, madres solteras y abuelos solitarios».
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-61145-2005-12-31.html