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Por qué hay que reconsiderar las «relaciones especiales» entre Alemania e Israel

Fuentes: Uni Kassel

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Vicente Romano

En una entrevista publicada el 31 de agosto de 2006 en la ZEIT, la ministra israelí de AA. EE., Zipi Liwni dijo con motivo de su visita a Berlín: «Pero la relación (entre Alemania e Israel) fue siempre especial y amistosa». Desde el lado alemán, esta peculiaridad puede caracterizarse esencialmente así: Ante la atrocidad del Holocausto y la situación precaria de Israel, Alemania tiene que apoyar sin restricciones la existencia y el bienestar de este país y de su población, entre otras cosas con el abastecimiento de tecnología militar de gran valor subsidiada por el Estado, incluso si Israel viola el derecho internacional y los derechos humanaos y se encuentra en estado de guerra. La crítica a las actuaciones de Israel, en caso de hacerlas, sólo deben expresarse lo menos posible y, mejor aún, no manifestarlas mientras no esté asegurada definitivamente la existencia de este país.

Tres cuestiones se plantean a continuación:

  1. ¿Es apropiada y razonable, como sostienen los autores, seguir manteniendo esta «relación amistosa» en el sentido «especial» indicado?

  2. ¿Está Alemania solamente obligada con Israel en Oriente Próximo?

  3. Y si estas dos cuestiones se plantean en serio, ¿qué significa esto para el discurso interior alemán, para las relaciones entre alemanes no judíos, judíos y musulmanes?

Cualesquiera que sean las respuestas que se den por nosotros o por los lectores, con o contra nosotros, una cosa es indiscutible: que, ante la particularidad histórica mundial del Holocausto, la relación de los alemanes no judíos con los judíos, con todos los que se sienten como tales, es única, y tiene que caracterizarse por la discreción y un sensibilidad especial, y que nada puede librarnos de la obligación de oponernos decididamente al antijudaismo religioso y al antisemitismo étnico o/y racista.

¿Amistad o amistad «especial»?

A nivel interhumano es indudable que: una amistad estable se distingue por el hecho de que los amigos o amigas, preocupados por el bienestar el otro, también se advierten recíprocamente de las faltas, las decisiones y acciones erróneas. Y tanto más cuando esa mucho lo que se juega para amas partes. Mientras la crítica no se efectúe bajo la condena moral y el lenguaje del desprecio, sino participando y comprendiendo las circunstancia que lo mueven, respetando la libertad del otro y por la necesidad de contribuir a su bienestar (también espiritual y moral). Así es como se ahondará la amistad.

¿Es esto también válido cuando uno de los dos tiene ante el otro un sentimiento de culpa vieja y profunda? Creemos que cuanto más madura sea la amistad tanto más será así en el caso de tal relación. De todos modos, en cada situación nueva hay que buscar y encontrar la actitud necesaria para el caso.

¿Se puede aplicar también esta afirmación a grandes colectivos o a una relación como la existente entre Israel y Alemania? ¿No rigen entonces otras leyes y otras normas? Sí y no. Sí porque, debido al gran número de participantes y a sus diversas experiencias y puntos de vista, la relación es esencialmente multifacética. Quienes encarnan también esta relación colectiva como políticos activos deben tomar en consideración los diversos intereses y necesidades de aquéllos a quienes representan. Sólo en ciertas condiciones pueden actuar como les gustaría hacerlo personalmente. Esto hay que tenerlo siempre en cuenta. No, porque también y precisamente los grandes colectivos dependen de percepciones y feedback críticos del exterior a fin de que puedan corregirse las decisiones equivocadas y se pueda impedir el desarrollo de peligrosos puntos en blando y actitudes erróneas.

Supongamos que, como sería normal entre amigos, el gobierno israelí, tras la muerte de ocho soldados israelíes y el secuestro de otros dos por Hezbollah el 12 de julio, hubiera informado al gobierno alemán acerca de sus planeadas reacciones (destrucción de gran parte de las infraestructuras de Líbano, incluido el abastecimiento de agua, electricidad y combustible, así como del turismo con una capa de petróleo a lo largo de la costa, expulsión de la población del sur del Líbano, aceptación consciente de muchas víctimas civiles para lograr al menos el debilitamiento – si no el desarme – de Hezbollah, el rechazo de corredores humanitarios para el abastecimiento de quienes no pudieron huir, la destrucción total de los barrios chiítas de las ciudades libanesas, el bloqueo, durante semanas. de la costa y los aeropuertos y el empleo de bombas de racimo). ¿Cómo podría haber reaccionado el gobierno alemán como amigo de Israel? ¿Tal vez le hubiera sido posible al gobierno antes que al israelí estimar las catastróficas consecuencias mundiales de semejante «venganza masiva» según el principio de responsabilidad colectiva? El gobierno alemán quizás hubiera aconsejado una intervención gradual o la convocatoria del Consejo de Seguridad u otra cosa. Aquí no se trata de detallar nin ponderar las posibilidades de semejante consejo amistoso. Para nuestra finalidad basta con imaginarse lo que hubiera podido significar «amistad» en tal caso. ¿Una idea absurda? Cierto, absurda si la relación se sigue entendiendo como «especial» en el sentido de más arriba. Pero si nos libramos de esa idea, es evidente que sería ventajoso tanto para Israel como para Alemania desarrollar una amistad libre de cargas en la que también tenga su lugar la crítica constructiva, no negativa.

Está claro que semejante cambio en la relación germano-israelí afectaría también a la relación de Israel con la UE, con los EEUU, etc. Pero no vamos a entrar aquí en esto. Basta con retener que en ninguno de estos casos el cambio sería perjudicial.

La responsabilidad alemana ante Palestina

Existe un aspecto demasiado raro de las consecuencias del Holocausto. Hasta el año 1933, treinta y siete años después de la publicación del escrito de Theodor Herzl, basado en el sionismo, y dieciséis después de la declaración de Balfour, en la que Inglaterra, como potencia mandataria, prometía a los sionistas una a»patria» en Palestina, habían emigrado a Palestina un máximo de 160.000 judíos. Y no pocos de ellos dieron este paso en la idea de que era posible cultivar y desarrollar la «Tierra Santa» junto con los árabes que residían en ella. Nadie debía ser expulsado, y así argumentaba Martin Buber todavía en 1950. Hasta que no se reconoció pronto una amenaza radical de los judíos en la zona de influencia nacionalsocialista no se llegó a una inmigración masiva que ponía en peligro el equilibrio con los árabes. Y no por último tuvo lugar, bajo el shock del Holocausto, el acuerdo de las Naciones Unidas, tomado en contra de los Estados árabes, de aceptar internacionalmente la fundación de un Estado israelí, a pesar de las fuertes reservas iniciales de los británicos y, durante mucho tiempo, también del Ministerio de Exteriores de los EEUU.

En otras palabras: es el Holocausto el que les ha traído a los palestinos (tanto musulmanes como cristianos) el dolor que dura ya seis decenios y que en la actualidad han alcanzado cotas insoportables. No es lo mismo que si el Tercer Reich hubiese cometido genocidio contra los palestinos. Pero la consecuencia fue la muerte de innumerables personas, la separación violenta de las familias, la expulsión o en alojamientos de emergencia que duran hasta hoy. Sin el Holocausto de los judíos no se justificaría la política israelí ni se vería obligada a oponerse tan tenazmente a los derechos humanos de los palestinos y de los habitantes del Líbano a fin de asegurar su existencia. Y sin el Holocausto no recibiría Israel el espaldo material y político de los EEUU, tal como se ha desarrollado sobre todo desde la década de 1990. (La ayuda financiera estadounidense a Israel asciende a 3.000 millones de dólares anuales y supone el 20% de toda la ayuda exterior estadounidense.)

El sangriento conflicto de Oriente Próximo, que dura ya casi seis decenios, tiene indiscutiblemente una génesis alemana y, en gradaciones, europea. Europea en cuanto la idea alemán de la «solución final de la cuestión judía» surgió del antisemitismo y nacionalismo europeos. Y la población palestina no ha participado lo más mínimo en el desplazamiento de los problemas europeos al Próximo Oriente.

Así que no es sólo tiene derecho a especial atención, dedicación y crítica amistosa de Alemania (y Europa). Como alemanes, austriacos y europeos no sólo somos corresponsables de la existencia de Israel, que, una vez que la historia ha emprendido este camino, hay que asegurarla sin reservas para el futuro, sino también corresponsables de las condiciones de vida y de un futuro autónomo del pueblo palestino.

Una vez más no es posible ni necesario entrar en detalle sobre lo que significaría tomarse más en serio esta responsabilidad. Sólo con la transferencia de dinero no basta. Es evidente que el objetivo tiene que ser una Palestina económicamente viable, con irrestricta libertad de movimientos entren la franja de Gaza y el Jordán Occidental, y no un Estado de segunda clase, ninguna patria, ningún batustán troceado. Es evidente que sólo tiene esperanzas de persistir una solución negociada, no una decretada unilateralmente. También es manifiesto que hay que hacer cualquier esfuerzo para desalentar a los palestinos de participar en atentados mortales y ataques con misiles contra los civiles israelíes o a alentarlos a participar en la colaboración constructiva. Los musulmanes europeos podrían contribuir con su apoyo correspondiente a que también en Palestina se prestase más atención a los valores islámicos fundamentales, opuestos a los atentados suicidas, que non fueron inventados por los musulmanes, y a que se conozcan y reconozcan los modelos islámicos de resistencia pacífica a la injusticia estatal.

La seguridad de Israel sólo puede garantizarse a la larga cuando esté rodeado de vecinos que estén tan satisfechos con sus condiciones individuales y estatales de vida y posibi8olidades de desarrollo que puedan pensar en la elaboración conjunta de soluciones a los problemas que afectan a todo el Próximo Oriente, por ejemplo, el uso y reparto del agua. Y la seguridad de Israel y la integridad de Palestina y los palestinos sólo puede garantizarse cuando os israelíes ya no teman ser arrojados al mar. Ante todos los horrores pasados, tal vez deba existir durante decenios, sin anexiones, una amplia separación, con corredores y túneles entre las partes de Palestina, hasta que se haya tranquilizado la situación. Los encuentros voluntarios, en especial de los jóvenes, en «suelo neutral» podrían ayudar al mismo tiempo a disolver los estereotipos de ambos lados.

Una actitud alemana que haga justicia al Holocausto y a sus consecuencias para ambas partes significa asumir la responsabilidad para la transformación del conflicto israelo-palestino. Sólo es posible si es equilibrada. El primer presupuesto estriba en percibir el dolor y la injusticia (la violencia del conflicto) en ambas partes y reconocer las necesidades de seguridad, dignidad humana y cumplimiento de los contratos para ambas partes. No sólo los grupos armados de los palestinos y de Hezbollah han destruido el espíritu de Oslo con sus ataques de cohetes y sus continuados atentados suicidas. La continuación ilegal y construcción masiva de colonias israelíes en las tierras ocupadas desde 1993, fecha de los acuerdos de Oslo, , la destrucción arbitraria de casas, huertos, olivares, infraestructuras, la cotidiana humillación de los palestinos y, finalmente, la anexión de facto del 10% de Jordán Occidental mediante un muro denominado «verja», de ocho metros de alto en algunas partes, tienen el mismo efecto fatal. La cuestión de causa y efecto es aquí como la de la gallina y el huevo. No conduce a nada.

La solución del conflicto sólo es posible a largo plazo en el marco de una cooperación económica en el Próximo Oriente que incluya también a Egipto, Jordania, Líbano y Siria. Pero la transformación del conflicto puede empezarte inmediatamente. Requiere un renovado esfuerzo, encontrar un modus vivendi viable, que saque las consecuencias de los errores de Oslo. La política alemana, si se entiende como amistosa para amas partes, podría hacer una contribución aquí.

¿Qué significa todo esto para el discurso interno alemán?

El cambio indicado de la postura alemana, deseable desde nuestro punto de vista, presupone también cambios en las relaciones internas alemanas. A pesar del debate serio de las causas, el curso y las consecuencias del Holocausto en la literatura, el arte y la ciencia así como en las distintas escuelas psicoterapéuticas, siguen muy difundidos en Alemania los prejuicios, el resentimiento y la desconfianza ante los judíos. El antisemitismo no sólo se mantiene en elk turbio entorno neonazi, sino también, más o menos oculto, en la mayoría de la población alemana y de los grandes partidos políticos.

Al mismo tiempo, las fuerzas dirigentes de la política y la sociedad alemanas han reducido el dolor por el horror en rituales más o menos vacíos, obstaculizando así, más que fomentando, el cambio de actitud. El resultado es un filosemitismo problemático. Problemático porque la mera inversión de una imagen del enemigo rígida, desconectada de la realidad, inmuniza contra todo juicio diferenciado. En su Dialéctica de la Ilustración, Theodor Adorno afirmaba: «No es antisemita la etiqueta antisemita, sino la mentalidad de etiquetas (el pensamiento prejuiciado).» Junto con la prohibición de la crítica abierta, mencionada al principio, de las decisiones israelíes, el filosemitismo refuerza en Alemania el antisemitismo en vez de reducirlo.

Hay que hacer esfuerzos considerables para fomentar relaciones positivas entre los jóvenes alemanes y judíos. A la larga, una política alemana abierta y amistosa hacia ambas partes en el Próximo Oriente sólo será posible si en Alemania encuentran protección tanto judíos como musulmanes y el antisemitismo se arrincona claramente. Mientras una de las partes se sienta minusvalorada o excluida no resultará nada de la coexistencia pacífica ni del diálogo igualitario.

Todo nuevo ataque a civiles israelíes, toda nueva violación de la norma de proporción por parte del ejercito y del Gobierno de Israel refuerzan la mentalidad de campo pro y contra Israel en Alemania, mentalidad que ha tomado ya dimensiones preocupantes. En esta situación se requiere un debate amplio, público y abierto, sobre las cuestiones mencionadas más arriba. Por último, en las democracias (y no sólo en ellas) rige el hecho de que «los» políticos solo pueden practicar y llevar a cabo con éxito la política que quieren la mayoría de ciudadanas y ciudadanos. Por eso ya no basta con sacudir la cabeza en privado acerca de las acciones de Israel o cerrar el puño ante los ataques de Hamás o de Hezbollah. Todos nosotros tenemos que deslindarnos en igual medida respecto de los aspectos violentos de la política israelí y distanciarnos de las acciones militares de una parte de los palestinos y de la Hezbollah libanesa. Toda voz proveniente de Israel y Palestina que nos pida esto – y por fortuna existen – es una ayuda preciosa y debiera hallar eco en nuestro medios de comunicación.

Tal vez sirva imaginarse cómo hubieran reaccionado en la situación actual los numerosos intelectuales, escritores, artistas y músicos de origen judío, desde Adorno hasta Einstein, Freud, Marx y Zweig, de los que tan orgullosos estamos y sin los cuales la cultura alemana y la aportación alemana a la ciencia sería mucho más pobre. Estamos convencidos de que subscribirían estas palabras:

Sólo la igualdad y el respeto al derecho y a las leyes internacionales pueden garantizar la coexistencia pacífica y son los únicos garantes de la existencia permanente del Estado de Israel y del futuro Estado de Palestina en seguridad – y de los judíos y judías entren nosotros y en todo el mundo.

Los derechos humanos formulados en la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU nacieron del trasfondo de la barbarie nazi, en especial del genocidio racista industrializado de judíos, sinti, gitanos y otras minorías. Ambos documentos sólo reconocen la igualdad de los seres humanos sin excepción. Esto debe regir también para las partes en conflicto en Próximo Oriente.

¿Altruismo o interés propio?

Cabe que lo que se ha dicho más arriba sobre la necesidad de una política alemana para el Próximo Oriente, amistosa y equilibrada suene a idealista en algunos oídos, con demasiado ethos y demasiado poco interés. De ahí que sea conveniente exponer el inherente interés propio, cosa que, a nuestro juicio, no menoscaba el argumento presentado:

El 11-S ha evidenciado definitivamente que nos caminamos hacia un nuevo conflicto sumamente explosivo entren Oriente y Occidente, que será mucho más difícil de controlar que el antiguo con sus estructuras de mando centralizadas y fiables. Aunque el terrorismo transnacional tiene muchos orígenes, es indudable que una de las fuentes principales de la creciente energía terrorista es el conflicto irresuelto de Oriente Próximo. (El hecho de que mantener esta fuente les venga de perlas a algunos regímenes árabes autoritarios y dictatoriales porque contribuye a desviar la atención de los propios problemas políticos internos, no reduce el peso de este punto de vista.)

Si se continúa alimentando la oposición entren el mundo islámico y el occidental en Oriente Próximo, y esto es lo que en cierta medida ocurrió en Líbano, donde se superaron incluso las expectativas de los expertos, se verá afectado no sólo el Próximo Oriente sino más o menos el mundo entero. Los atentados de Madrid y Londres, y los de Alemania, evitados sólo por casualidad, han puesto de manifiesto la extrema vulnerabilidad de Europa. Toda solidaridad ciegamente antioccidental del mundo islámico amenaza directamente el modelo de Europa, atractivo para tantos seres humanos, y renueva el dolor para innumerables civiles de todas las posibles orientaciones y nacionalidades. Por eso no hay que dejar de hacer nada que sea apropiado para desmontar este nuevo conflicto Oriente-Occidente, tanto en el exterior como en el interior. Esto y la aplicación de los derechos humanos dondequiera y para quienquiera que los viole se lo debemos a las víctimas del nacionalsocialismo.

El manifiesto lo han firmado los siguientes politólogos alemanes:

Dr. Dieter Arend, catedrático de Literatura en la Universidad de Giessen;

Dr. Detlev Bald, investigador de la paz e historiador de Munich;

Dr. Johannes Becker, catedrático no titular de Ciencias Políticas en la Universidad de Marburg;

Dr. Jörg Becker, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Marburg;

Dr. Tilman Evers, catedrático no titular de Ciencias Políticas en la Universidad Libre de Berlín;

Dr. Marianne Gronemeyer, catedrática de Ciencias de la Educación y Sociales en la FH de Wiesbaden;

Dr. Dr. Reimer Gronemeyer, catedrático de Sociología en la Universidad de Giessen;

Dr. Kart Holl, catedrático de Historia en la Universidad de Bremen;

Prof. Dr. Karlheinz Koppe, antigua Presidencia de la Sociedad Alemana para la Paz y la Investigación de Conflictos (DGFK) en Bonn;

Dr. Gerd Krell, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Francfort;

Dr. Georg Meggle, catedrático de Filosofía en la Universidad de Leipzig; Dr. Werner Ruf, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Kassel; Dr. Hajo Schmied, catedrático de Filosofía en la Universidad a Distancia de Hagen;

Prof Dr. Udo Steinbach, Director del Instituto Alemán de Oriente en Hamburgo;

Dr. Reiner Steinweg, investigador literario, de la paz y asesordeconflictos en Linz/Donau;

Prof. Dr. Helmut Thielen, Coordinación General del Instituo Alexander Humboldt ICIBOLA en Porto Alegre, Brasil;

Dr. Wolfram Wette, catedratico de Historia Reciente en la Universidad de Friburgo.

Apoyan la intención básica del Manifiesto:

Dr. Hanne-Margret Birckenbach, catedrática de Ciencias Políticas en la Universidad de Giessen;

Dr. Ernst-Otto Czempiel, catdratico de Ciencias Políticas en la Universidad de Francfort;

Dr. Egbert Jahn, Catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Mannheim;

Dr. Pert Krell, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Francfort;

Irene Krell, maestra de Francfort;

Dr. Gerald Mader, Presidente del Centro Austriaco de Estudios para la Paz y la solución de Conflictos, Stadtschlaining /Burgenland;

Hannah Reich, Centro de Investigación Berghof para la Administración Constructiva de Conflictos, Berlín;

Erich Schmiedt-Eenboom, Director del Instituto de Investigación para la Política de Paz, Weilheim/ Oberbayern;

Dr. Christian Wellmann, Vicedirector del Instituto de Schleswig-Holstein para las Ciencias de la Paz en Kiel.


Fuente: http://www.uni-kassel.de/fb5/frieden/regionen/Israel/manifest.html

Vicente Romano es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta página se puede reproducir libremente con fines no comerciales a condición de citar a los autores y la fuente.