El esperado estreno de la obra que sienta al primer ministro británico, Tony Blair, en el banquillo de los acusados por la guerra de Irak no ha despertado el aplauso apasionado del público, sino la reflexión propia de un tribunal que, tras dos horas de vista judicial, debe retirarse a deliberar. «Called to account» (Llamado […]
El esperado estreno de la obra que sienta al primer ministro británico, Tony Blair, en el banquillo de los acusados por la guerra de Irak no ha despertado el aplauso apasionado del público, sino la reflexión propia de un tribunal que, tras dos horas de vista judicial, debe retirarse a deliberar.
«Called to account» (Llamado a rendir cuentas) es el título de la representación teatral que, dirigida por el defensor del teatro político Nicolas Kent, recrea una audiencia pública con todos los ingredientes necesarios para establecer si Blair es culpable o inocente de cometer delito de agresión, en virtud del derecho internacional consuetudinario, al invadir Irak.
Más auditiva que visual, la puesta en escena se centra en el abogado de la acusación y el letrado de la defensa interrogando a varios testigos -interpretados por actores- relacionados con la campaña del Gobierno británico que condujo a la guerra de Irak.
En la obra -que bate el récord de venta de entradas más rápida en la historia del londinense teatro Tricycle- el papel del tribunal encargado de elaborar el veredicto sobre Blair recae sobre el público que, después de dos horas y diez minutos de alegatos, parecía anoche más pensativo que efusivo en sus aplausos.
«Era de lo que se trataba. No pretendía que los espectadores mostrasen su entusiasmo de forma abierta, sino que participaran de la representación y dejaran el teatro reflexionando acerca de lo que han visto y oído», comentó Kent, en declaraciones a Efe al finalizar la función.
Para preparar la obra, que anoche llenó los 230 asientos del Tricycle, en el noroeste de la capital británica, los abogados de derechos humanos Philippe Sands y Julian Knowles interrogaron a varios testigos reales relacionados con la decisión británica de mover las tropas hacia Irak, el 20 de marzo de 2003.
El guionista Richard Norton-Taylor, que ya colaboró con Kent en una anterior función sobre la investigación acerca de la muerte del científico David Kelly, se encargó de reducir a 130 minutos las 30 horas de entrevistas. Así, actores como David Beames, Jeremy Clyde o Thomas Wheatley interpretan a los abogados y a los testigos, que declararon como si se tratase de un juicio real.
El subtítulo de la obra, «Proceso judicial a Antonhy Charles Lynton Blair por el crimen de agresión contra Irak», es largo como lo fue el proceso de elaboración de la función, en cartel hasta el próximo 19 de mayo.
Más cerca de la realidad que de la ficción, la obra se basó también en testimonios de personalidades como el conservador Michael Mates, miembro de la comisión de Inteligencia y Seguridad del Parlamento; la ex ministra británica de Cooperación Internacional Clare Short, que dimitió del gobierno de Blair por su oposición a la guerra de Irak; o el ex asesor del Pentágono Richard Perle, conocido como uno de los «halcones» en política de Defensa de EU.
Recuperando la función política del drama en la Grecia Antigua, Kent hace de su obra un espacio de reflexión y de protesta en un momento en el que, pasados ya cuatro años, aún no se ha llevado a cabo en el Reino Unido una investigación sobre la legalidad de la campaña británica que condujo a la invasión de Irak.
En el alegato final de la defensa, el abogado Julian Knowles (interpretado por David Michaels) cita las conocidas palabras pronunciadas por Fidel Castro durante el juicio por el asalto al Cuartel Moncada en 1953: «Condenadme, no importa, la Historia me absolverá», para luego añadir que Blair no necesitará recurrir a la Historia porque no ha hecho nada que requiera justificación alguna.
A dos segundos de silencio le siguieron las risas sarcásticas del público del Tricycle, un tribunal popular que con ese gesto dio a entender que la suerte de Blair ya está echada.