Decía Luis Posada Carriles, experto terrorista cubano a sueldo de los Estados Unidos, que Fabio Diselmo, turista italiano muerto en La Habana tras la explosión de una bomba puesta por el «disidente», (El periódico El País le llama «miliciano») se encontraba en «el lugar equivocado». Quien no se equivoca de lugar, obviamente, es el delincuente […]
Decía Luis Posada Carriles, experto terrorista cubano a sueldo de los Estados Unidos, que Fabio Diselmo, turista italiano muerto en La Habana tras la explosión de una bomba puesta por el «disidente», (El periódico El País le llama «miliciano») se encontraba en «el lugar equivocado».
Quien no se equivoca de lugar, obviamente, es el delincuente cubano nacido en Cienfuegos quien, no obstante las espectaculares medidas de seguridad colocadas en los aeropuertos de Estados Unidos para prevenir la entrada de «terroristas», no tuvo inconveniente en superar todos los controles y volver a establecerse en Miami, luego de que la presidenta panameña Moscoso, la víspera de entregar el poder, lo pusiera en libertad.
Posada había sido detenido por preparar un atentado en ese país contra el jefe de Estado cubano, pero ni ese atentado frustrado ni sus amplios y graves antecedentes en el mundo del crimen que harían palidecer de envidia al más avezado terrorista, fueron suficientes para mantenerlo preso en Panamá.
Tampoco era la primera vez que Posada Carriles salía airoso de la cárcel.
Años antes había logrado escapar de una cárcel venezolana a donde había ido a parar por haber volado con explosivos en 1976 un avión de Cubana de Aviación, provocando la muerte de 73 deportistas cubanos y la tripulación.
Pronto, el agente de la CIA, encontraría trabajo y destino en El Salvador como asesor de seguridad del presidente Napoleón Duarte, al tiempo que hacía horas extras junto al mayor D´Abuisson, responsable del asesinato de Arnulfo Romero, los cinco padres jesuítas y miles de salvadoreños. Más tarde, junto al coronel estadounidense Oliver North, se involucraba en el tráfico de cocaína por armas durante la guerra sucia contra el gobierno sandinista de Nicaragua.
Posada, a quien también se acusaba del asesinato del hijo del general venezolano García Berríos, presidente de la corte marcial que lo enjuiciara en Venezuela, completó a finales de los noventa su disidente alegato por la democracia con la colocación de varias bombas en hoteles y centros turísticos cubanos que, «por estar en el lugar equivocado» le costaron la vida al ciudadano europeo.
Nada ha dicho Europa en estos días en que la justicia estadounidense que juzgaba a Posada Carriles por haber entrado ilegalmente al país, lo devolvía a la calle.
Nada ninguno de esos partidos europeos que se dicen comprometidos en la lucha contra el terrorismo y la violencia.
Nada, ni una palabra, ni un respingo, ni un balbuceo, ni una tos nerviosa, nada, como si Guantánamo no fuera un campo de concentración, como si no supieran de torturas, de vuelos clandestinos, de secuestros, de cárceles secretas, de terroristas como el referido Posada.
Y cuando Europa, finalmente, frunce el ceño, aprieta el puño y se decide a abrir la boca, entonces censura a Cuba por su irrespeto a los derechos humanos.
Europa también está en el lugar equivocado… y no hay agua en el baño.