Al cumplir los 18 años, hijos e hijas de inmigrantes en Grecia deben tramitar su derecho a permanecer en este país en el que nacieron y se criaron.
El Estado helénico recibe a los hijos de inmigrantes, los acepta en su sistema educativo y les brinda atención médica y seguridad, pero no les concede la ciudadanía. Al convertirse en adultos, los jóvenes se encuentran en un vacío legal, privados de derechos políticos y sociales.
«No tenemos in idea de qué va a ser de nosotros cuando seamos mayores», dijo a IPS en griego fluido Marianthi, quien no quiso dar su apellido.
«Descubrimos el problema cuando cumplimos 18 años. Es totalmente irracional pedir a mis padres que traigan un certificado de nacimiento de Nigeria. Nací aquí y las autoridades deben dármelo», dijo la adolescente.
Una vez que logre probar su existencia, Marianthi tendrá que embarcarse en la misma aventura que cualquier nuevo inmigrante para conseguir los permisos de residencia y de trabajo.
Toda persona que no pueda presentar los documentos del país de origen de sus padres quedará atrapada en una semi-legalidad y expuesta al peligro de que las autoridades la traten como a un extranjero no deseado.
«Un extranjero no deseado que salió de la nada», dijo a IPS Christina Ziaka, de la organización Jóvenes contra el Racismo en Europa.
«Hace casi dos décadas que Grecia recibe inmigración masiva y refugiados. Hay unos 200.000 niños que crecieron o nacieron aquí, y la política gubernamental sigue organizándose e implementándose como si estuvieran sólo de paso», remarcó.
La política estatal de negación se refleja en las instalaciones destinadas a la educación de niños y niñas hijos de inmigrantes.
Desde 1996, sólo fueron creados 26 centros de enseñanza multiculturales que brindan educación multilingüe y propician la integración, entre 15.000 instalaciones existentes en el país. Esa cifra representa sólo 0,17 por ciento de las instituciones públicas destinadas a los hijos de inmigrantes, alrededor de 10 por ciento de la población escolar.
En muchos barrios de los alrededores de la capital griega, 70 por ciento de los estudiantes son hijos de inmigrantes, según el Instituto de Política de Migración, originarios en su mayoría de los países balcánicos: 66 por ciento de Albania, 10,6 por ciento de Bulgaria y 4,1 por ciento de Rumania.
«Problemas étnicos en los Balcanes son la principal excusa de los gobiernos para justificar sus políticas discriminatorias», señaló Ziaka. «Sus consecuencias no se limitan a privar a la segunda generación de inmigrantes de los derechos que se merecen. Incluso se las ingenian para revertir el proceso de integración natural que vivieron en los primeros 18 años de vida».
Grecia es el único país de Europa sin normas para otorgar la ciudadanía a niños y niñas nacidos en su territorio. Además de Austria, este país pide 10 años de residencia legal, el mayor plazo del continente, para poder aspirar a la ciudadanía.
Pero los hijos de inmigrantes que nacieron y residen aquí en forma permanente suelen carecer de muchos de los requisitos para aspirar a la ciudadanía al cumplir la mayoría de edad. El costo para solicitarla es de 1.500 euros (unos 2.300 dólares), el más caro de Europa.
La cantidad de aceptaciones es inferior a uno por ciento y no se devuelve el importe si la solicitud es rechazada. Además, Grecia es uno de los pocos países que quedan en Europa que no da explicaciones de la negativa al aspirante.
«De acuerdo con la lógica del Estado, la ciudadanía es una propiedad especial que debe mantenerse segura y limpia», señaló Ziaka. «Según nosotros, es un derecho democrático fundamental que permite acceder a otros derechos políticos y sociales».
Pero no se trata sólo de discriminación ética, objetó Ziaka.
«El problema es más complicado que tener que confrontar el mito ideológico de la pureza étnica. Cuantos más jóvenes sin derechos se conviertan en adultos, más aumentará la cantidad de personas desprotegidas que tendrán que hacer frente a un mercado laboral agresivo», explicó.
«Población activa fácil de explotar y buenas ganancias aseguradas es justo con lo que sueña todo buen neoliberal en estos días», ironizó.