«Todavía con precisión no tenemos siquiera un nombre…, que si iberoamericanos, que si indoamericanos . Para los imperialistas no somos más que pueblos despreciados y despreciables. Al menos lo éramos. Desde Girón empezaron a pensar un poco diferente» Fidel Castro R. 1971 A fines de la década […]
«Todavía con precisión no tenemos siquiera un nombre…,
que si iberoamericanos, que si indoamericanos .
Para los imperialistas no somos más
que pueblos despreciados y despreciables.
Al menos lo éramos.
Desde Girón empezaron a pensar un poco diferente»
Fidel Castro R.
A fines de la década del 80 del siglo XX, la región latinoamericana y caribeña comenzó a ser receptora y protagonista a la vez de un importante movimiento que surgido en España, se convirtió en centro de fuertes debates, la mayor parte en contra. Se trataba de la convocatoria a «celebrar» el quinto centenario de un hecho, comúnmente conocido hasta ese momento como el «Descubrimiento de América».
Pero la iniciativa se convirtió en bumerang ; se reconoce que gracias a dicho movimiento de rechazo, nuestros pueblos indígenas, y los de todo el mundo, condenados a un brutal y forzado ostracismo, comenzaron a ganar visibilidad. Continuaba el despertar de «Nuestra América»; del «gigante dormido», como lo llamó Martí; de Calibán , frente a un Próspero cuya destrucción definitiva había comenzado aquel histórico día en que triunfara la Revolución cubana.
Y es que la lucha de los pueblos originarios por la justa reivindicación de sus arrebatados derechos fue fortalecida a tal grado que hoy pueden celebrar triunfos tan notorios como el ascenso a la presidencia de Bolivia en el 2005, del líder sindical y representante del pueblo aymara , Evo Morales; la adopción por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas de la «Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas» en septiembre de 2007; o el histórico y trascendental proceso de reconciliación nacional que ocurre hoy en Australia, cuando su recién electo primer ministro, Kevin Rudd , pidió perdón públicamente a la población aborigen, por «el dolor desgarrador (…), por el daño, la humillación, la degradación y la extrema brutalidad» de las injusticias cometidas durante dos siglos de colonización blanca..
Sin embargo, el debate iniciado en las postrimerías del siglo XX, trascendió las luchas reivindicadoras de estos pueblos. Fueron muchas las voces y desde las más diversas esferas de la sociedad -esencialmente de las latinoamericanas y caribeñas-, que se alzaron en señal de protesta y de total negación a aceptar la propuesta, al menos en los términos en que se presentaba. Eran varios cuestionamientos, que aún se mantienen:
Lo primero , el concepto mismo de «descubrimiento». La refutación resultaba simple, ¿ por qué aceptar que fuimos «descubiertos», ¿quien descubrió a quien? Y es que como bien dijera Eduardo Galeano , «…el 12 de octubre de 1492, América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario del Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó».
Surgió entonces la idea de nombrar el evento «Encuentro de dos culturas». Nuevamente se alzaron las voces de protesta: ¿ Encuentro?, ¡No!, ¡Encontronazo!, en el que como expresara el arzobispo Desmond Tute, al referirse a África, extensible a nuestra región: «-Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: `Cierren los ojos y recen`. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia». Al llegar, los «descubridores» comenzaron el saqueo, el mismo, que hoy, de un modo un poco más civilizado, pretenden sacralizar; asesinaron a la mayor parte de esa población indígena, llegando en algunos casos al exterminio total; destruyeron sus pueblos; su rica y deslumbrante diversidad cultural…
Lo segundo , constituía la conclusión lógica del razonamiento precedente: entonces, ¿qué celebrar? Y es que, desde la posición reivindicadora , se planteaba: puede dialogarse al respecto en la búsqueda de soluciones a problemas comunes -o no tanto-, pero como puntualizara el Comandante en Jefe Fidel Castro, recordando siempre que, «Grandiosa fue la hazaña de Colón, e intrépidos los que fueron capaces de conquistar y colonizar decenas de millones de kilómetros cuadrados de territorio poblado en el hemisferio occidental. Pero también sin precedentes en la historia fueron los ejemplos de resistencia heroica como la de Tenochtitlán , capital de los aztecas, e insuperable la hazaña de los hombres que, con Bolívar a la vanguardia, fueron capaces de liberar después todo un continente».
Fue en este contexto en que surgió la iniciativa de crear una «Comunidad Iberoamericana», conformada, según el discurso europeo, por el «…vasto conjunto de naciones que comparten raíces y el rico patrimonio de una cultura fundada en la suma de los pueblos, credos y sangres diversos»: entiéndase España, Portugal y los países que habían sido sus colonias en América Latina y el Caribe. Conjuntamente, se promovió la idea de institucionalizar un foro permanente para el intercambio y la concertación entre los principales líderes políticos de los Estados integrantes del naciente espacio.
En 1991 se celebró en Guadalajara, México, el primero de estos foros, la I Cumbre Iberoamericana. Obviamente, tanto la convocatoria como la documentación oficial emanada del cónclave estuvieron cargadas de la empalagosa retórica consustancial al discurso comunitario europeo. Y que es, visto desde la perspectiva crítica de la «Teoría Sociopolítica Marxista y Leninista», la iniciativa no constituía más que un nuevo paso en las ya para este época, visibles intenciones mostradas por el bloque para fortalecer su presencia en las regiones latinoamericana y caribeña.
Paso que vendría a sumarse e incluso a reforzar lo que constituye además, la muy bien estructurada «Estrategia Imperialista de Recolonización» que desde hace varias décadas diseña el liderazgo comunitario europeo para nuestras regiones. Al ser parte de esta «Comunidad», Cuba ha asistido a estos eventos, mayoritariamente representada por su presidente Fidel Castro; solo que desde el primero de ellos dejó bien clara su posición al respecto, defendida hasta hoy.
Así, en la Cumbre de 1991 Fidel expresó ,
«A pesar de nuestra cultura, idioma e intereses comunes, durante casi 200 años, desde que la mayoría de América Latina alcanzó su independencia, hemos sido divididos, agredidos, amputados, intervenidos, subdesarrollados, saqueados. (…)
Y así se postula todavía que podemos desarrollarnos. Nos han impuesto, además, sueños y modelos de consumo enajenantes y despilfarradores que no solo envenenan y arruinan el planeta, sino que son incompatibles con las necesidades racionales de 4 000 millones de personas que viven en un Tercer Mundo cada vez más pobre. (…)
Frente a los grandes grupos que hoy dominan la economía mundial, ¿hay acaso lugar en el futuro para nuestros pueblos sin una América Latina integrada y unida? ¿Es que no seríamos capaces de ver que únicamente unidos podemos discutir con Estados Unidos, con Japón y con Europa? ¿Es que solo cada uno de nosotros puede enfrentar esa colosal tarea? Las grandes potencias económicas no tienen amigos, solo tienen intereses. (…)
…lo esencial de esta reunión y lo que le daría su verdadero sentido histórico, es la decisión de aunar nuestros esfuerzos y nuestras voluntades hacia la integración y la unidad de América Latina, no solo económica sino también política».
Un año después, en la Cumbre del V Centenario , celebrada en 1992, en Madrid, España, puntualizaba:
«¿Qué ocurrirá en los próximos quinientos años? ¿Será de nuevo una gran parte de la humanidad sometida a las peores formas de dominación? ¿Será ignorada, aplastada, absorbida en el orden político, económico y cultural, esta vez no únicamente por el poder que emana de las armas más sofisticadas, sino también por el monopolio de tecnologías avanzadas, el control absoluto de la economía mundial y el dominio total de los medios de comunicación masiva? (…)
«¿Qué quedará para vencer el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los que en América Latina, África y Asia empezaron a ser colonias europeas hace precisamente quinientos años? ¿Tendrán que vivir acaso de las limosnas y los desperdicios del mundo rico? Cualesquiera que fuesen las respuestas a estas interrogantes, a ningún latinoamericano se nos escapa la necesidad histórica, ante todo, de unirnos e integrarnos. (…)
Divididos, nuestros pueblos no podrán garantizar su independencia, el respeto de los poderosos, el bienestar a que aspiramos y un lugar decoroso en el mundo».
Un discurso político en el que con su magistral visión estratégica, y una vez más, trascendiéndose a sí mismo, Fidel mostró el camino.
Y es que, al referirse de manera crítica a las relaciones históricas y actuales entre los países latinoamericanos y caribeños y sus ex-metrópolis, España y Portugal, Fidel aportó lo que pudiera ser considerado como los principios o paradigmas a asumir por todo análisis marxista, desde la izquierda revolucionaria, de las propuestas que el imperialismo europeo ofrece al «Sur geopolítico» en general, en este caso específico, a «Nuestra América», aquella que «…va desde el Río Bravo hasta la Patagonia «, como la identificara Martí.
El primero , un enfoque altamente crítico para todo lo que significó y significa aún la colonización, sus impactos y sus manifestaciones actuales, las causas fundamentales del empobrecimiento extremo que hoy padecen nuestros pueblos; de la dependencia y asimetrías, políticas, económicas, comerciales, culturales, etc., que nos han sido impuestas y que tratan de perpetuar. En fin, el papel de proveedores de recursos humanos y materiales abaratados que el imperialismo, en este caso el europeo, nos ha adjudicado y pretende perpetuar con su «Estrategia de Recolonización», siempre en renovación.
El segundo , contribuir con este análisis, desarrollado desde la más rigu rosa perspectiva científica, al fortalecimiento y defensa de la teoría marxista y leninista, la que en nuestras regiones deberá ser enriquecida por el pensamiento y la praxis político revolucionaria de nuestros próceres y sus continuadores, entre ellos, descollantes, Simón Bolívar, José Martí, Fidel, el Che, y muchos más.
Legado teórico-práctico, fundamentado en la idea irrevocable de que la única alternativa que permitirá a los pueblos latinoamericanos y caribeños alcanzar o mantener su soberanía, la justicia y el bienestar social sin imposiciones ni discriminaciones, pasa por su unión, por su integración, construida sobre la base de relaciones internacionales de nuevo tipo, que refrenden el respeto a la libre determinación; la solidaridad fraterna y la complementariedad, en pos del bien común.
En consecuencia, se trata de neutralizar, rechazar y destruir esa «Estrategia de Recolonización» que el «Norte» brutal imperialista, en este caso el europeo, ha diseñado para un mundo al que en verdad desprecia, como bien fuera denunciado por Martí. Lucha y praxis política para la cual los y las cientistas sociales de la izquierda revolucionaria de todo el mundo estamos convocados.
Una batalla que podrá alcanzar la victoria, siempre que sepamos andar en «…marcha unida, (…) y en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes», como lo indicara nuestro Héroe Nacional. Algo que los poderes imperiales conocen perfectamente y tratarán siempre de impedir con disímiles campañas y maniobras, en las que llegan a incluir hasta el magnicidio, como resulta bien conocido. Acciones que deberán encontrar como única repuesta nuestro fortalecimiento, tanto en el complejo ejercicio que supone la construcción de un mundo mejor, necesario y posible, en medio de la creciente agresividad imperialista, globalizadora neoliberal -en todos sus órdenes-; como en el terreno de las ideas, del pensamiento revolucionario.
Una victoria que pasa entonces y sobre todo por nuestra unidad, la latinoamericana y caribeña; y trascendiéndola, la «Sur-Sur,» dígase la de todos los pueblos que durante siglos, hemos sido saqueados, expoliados, despreciados; unidos a los millones de hombres y mujeres que en esas deslumbrantes, pero a la vez altamente injustas sociedades del mundo rico, son víctimas de las mismas prácticas devastadoras; inspirados para ello en esa otra hermosa idea martiana, de que «Patria es Humanidad».
Glorita Teresita Almaguer G. es investigadora en el Centro de Estudios Europeos de La Habana.