Treinta y ocho años después de la invasión turca de Chipre, decenas de miles de grecochipriotas que fueron expulsados del norte de la isla y perdieron sus propiedades confían en que las futuras negociaciones en torno a la reunificación les permitan recuperar aquello que les arrebataron.
Espero recuperar mi casa antes de morir». Como miles de grecochipriotas que huyeron del norte de Chipre tras la invasión turca en 1974, Titina Loizidou no recuperó su propiedad y espera impaciente las nuevas negociaciones sobre la reunificación de la isla mediterránea.
«Ya hace demasiado tiempo que la gente sufre por ello», añade Loizidou, mientras explica que en la casa donde creció hoy en día viven algunos de los 100.000 turcos que, según las autoridades llegaron a la parte septentrional de la isla, ocupada desde 1974.
En 1996, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos le dio la razón, condenando a Turquía, cuyas tropas ocupan el norte, a pagarle una indemnización y a devolverle su propiedad. Pero si bien Ankara le pagó un millón de euros en 2003, todavía no es oficialmente propietaria y no quiere ir a ver su casa mientras no lo sea.
Ningún grecochipriota «ha recuperado, de momento, su propiedad», afirma Constantis Candounas, abogado especialista en esta materia. Alrededor de 170.000 grecochipriotas fueron expulsados del norte en 1974 -y unos 45.000 turcochipriotas del sur- y hoy día la casi totalidad de los aproximadamente 750.000 habitantes del sur cuentan con un «refugiado» en su familia o lo son ellos mismos.
«Yo soy uno de ellos, al igual que mi familia y todo mi pueblo», declaró la semana pasada el presidente chipriota, Demetris Christofias, quien aboga por encontrar «soluciones» en las negociaciones sobre la reunificación de la isla.
Pero las discusiones previas no avanzan y esta cuestión corre el riesgo de provocar la cólera de los grecochipriotas.
Su rechazo en el referéndum sobre la unificación de 2004 se debió, en parte, al hecho de que sólo se autorizaba la vuelta de un tercio de los refugiados.
«Lo más importante para los grecochipriotas en estas negociaciones es la propiedad», asegura Manthos Mavromatis, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Chipre, que espera, por su parte, recibir al menos una compensación económica por la empresa de fabricación de bombas de agua de su padre.
«Algunos quieren compensaciones, otros quieren sus propiedades, pero sobre todo quieren el derecho de elegir», agrega Candounas, quien reconoce «haber llorado» cuando volvió a su propiedad tras el levantamiento, en 2003, de la prohibición del paso entre ambas partes de la isla.
Uno de sus clientes deberá ser escuchado en los próximos meses por el Tribunal Europeo de Justicia en un nuevo caso de propiedad, que en esta ocasión implica también a los británicos. «Cuando volví a mi pueblo, a Lapithos, vi un chalet construido sobre mi terreno, junto a mi casa. Inmediatamente pensé que eso no estaba bien», explica Meledis Apostolides.
A pesar de las advertencias de las autoridades grecochipriotas en torno a los problemas de legalidad de los bienes inmuebles en el norte, una pareja de británicos compró un pedazo de su terreno a los turcochipriotas y construyeron una vivienda para disfrutarla durante su jubilación.
Tras haber ganado contra Chipre ante la Justicia chipriota, el caso fue a parar a los tribunales británicos, que finalmente devolvieron la causa al Tribunal Europeo, con el fin de que éste dictamine si el derecho europeo se aplica también en el norte, que forma oficialmente parte de la UE.
Por el contrario, Apostolides no emprendió ninguna acción judicial para recuperar su propiedad, en la que hoy viven turcochipriotas. «Sus hijos nacieron allí y piensan también que es de ellos», dice resumiendo así el delicado problema al que se van a enfrentar los negociadores de la reunificación: la vuelta a casa de los grecochipriotas sin expulsar a los turcochipriotas, más pobres que ellos y que residen allí desde hace 34 años.