Qué miedo. Berlusconi se va a querellar contra El País, La Repubblica, L’Unità y todo aquel que publique las cinco fotos «inocentes» en la red. Cuando las cosas le van bien, cuando el consenso es sólido, Berlusconi ni aparece por televisión; en cambio, cuando las cosas se le tuercen, se cuela en todos los programas […]
Qué miedo. Berlusconi se va a querellar contra El País, La Repubblica, L’Unità y todo aquel que publique las cinco fotos «inocentes» en la red. Cuando las cosas le van bien, cuando el consenso es sólido, Berlusconi ni aparece por televisión; en cambio, cuando las cosas se le tuercen, se cuela en todos los programas habidos y por haber. Anteayer salió en varios programas de radio y televisión. Ayer, corriendo por la mañana a la radio; luego a la tele. Tamaño frenesí mediático se debía a que El País había publicado -con texto traducido al italiano e inglés- un fotorreportaje con sólo cinco fotos «inocentes» de Silvio con sus convidados. Un hombre erecto saliendo de un jacuzzi (¿Topolanek?).
El País se enorgullece por el éxito global de la noticia bomba. Millones de entradas; mayoría de entradas desde el extranjero; enlaces a cientos y cientos de sitios. ¿Este magnífico resultado de audiencia debe ser motivo de alegría? ¿Ver que cientos de miles de italianos sólo han podido ver esas fotos gracias a un periódico extranjero es para estar contentos? O peor: ¿hay motivo para alegrarse porque cinco fotos «inocentes» inclinen las «nomination» europeas de hoy y mañana? ¿Tranquiliza ver a Berlusconi en apuros por este motivo y no por cualquier otro motivo más profundo de su política: inmigración, seguridad, actitud ante la mafia…?
Dicen que estamos ante los últimos coletazos del reality que tiene como protagonista a Silvio. Lo que sí es cierto es que es el cazador cazado. Las armas con las que forjó su carrera, la prensa y la exhibición pública de asuntos privados, se han vuelto contra él. Fue a la fiesta de mayoría de edad de Noemí Letizia; su mujer Veronica Lario publicó una feroz carta de adiós acusándolo de estar «mal» y el gran Padre de la Patria se convirtió en Papi, un Papi incapaz de responder a las 10 preguntas que le formuló La Repubblica.
Allá donde va arrecian las protestas. Recibió protestas en Bari, donde le gritaron «Mafioso, mafioso»; en Florencia y Prato, donde impidieron a quien quería protestar el paso a la plaza donde tendría lugar el mitin; en L’Aquila, donde la gente sigue sin poder entrar a sus casas después del terremoto y el gobierno ha incumplido promesas relativas a la reconstrucción. Protestaron el 28 de mayo parte de los comerciantes, que oían en plena crisis -cincuenta mil tiendas que han cerrado- hablar a Silvio de las «veline» y Noemí.
La prensa internacional lo ataca sin descanso. Bombazo editorial de The Times el 2 de junio. Portada sarcástica del Stern. Como siempre, Berlusconi dice que se trata de un complot urdido por la «izquierda», o por el malvado Rupert Murdoch, en venganza por el aumento del IVA en Italia a su plataforma Sky.
Inquieta este éxito de audiencia del caso Noemi, igual que inquietaba que no hubiera clamor por la sentencia Mills, ni por la suspensión de Schengen ante la cumbre del G8 en L’Aquila (¿recuerdan Génova?), ni por la extensión del empleo del ejército en las ciudades, ni por el florecimiento de la basura en la provincia de Nápoles y Palermo. Veremos ahora los resultados de las «nomination» europeas, pero da la sensación de que impera todavía el reality. Seguimos en reItaly.