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Variedades de declive imperial : el Buen Vecino despierta a un gigante dormido

Fuentes: Rebelión

Ha sido más que claro. La administración ni-chicha-ni-limonada de Barack Obama rehúsa reconocer que los militares efectuaron un golpe de Estado en Honduras. Si no hubiera sido por la beligerancia y el dinamismo de los Presidentes de los países del ALBA y del mismo Presidente Manuel Zelaya Rosales las y los golpistas habrían consolidado su […]

Ha sido más que claro. La administración ni-chicha-ni-limonada de Barack Obama rehúsa reconocer que los militares efectuaron un golpe de Estado en Honduras. Si no hubiera sido por la beligerancia y el dinamismo de los Presidentes de los países del ALBA y del mismo Presidente Manuel Zelaya Rosales las y los golpistas habrían consolidado su régimen ilegítimo y represivo sin mayores problemas. Ahora, Hillary Clinton está facilitando la próxima fase del golpe al insistir en un diálogo que en la práctica da legitimidad a al régimen golpista.

Más de un admirador de Barack Obama ha sugerido que su gobierno podría representar una especie de reencarnación de Franklin D. Roosevelt y su política hacia América Latina del «Buen Vecino». Hay que recordar cuáles fueron los gobiernos de América Central durante la administración de Franklin Delano Roosevelt. Todos eran sangrientas dictaduras. En Nicaragua, Anastasio Somoza García. En El Salvador, Maximiliano Hernández Martínez.. En Guatemala, Jorge Ubico Castañeda. Y en Honduras, Tiburcio Carias Andino.

En Honduras, los aliados regionales de la administración de Barack Obama han hecho un determinado y sangriento esfuerzo para volver a la época del Buen Vecino. La administración de Barack Obama, exactamente cómo hace en Palestina, acepta los crímenes de los verdugos. Insiste en la necesidad, no de corregir una injusticia o de castigar un crimen, sino de resolver el conflicto entre las dos partes – verdugos y víctimas – por medio de un espurio diálogo.

Hay gente que quiere justificar a Obama alegando que su respuesta es más aceptable que la respuesta que habría dado George W. Bush. El argumento es totalmente irrelevante. A la pregunta fundamental si hay algún cambio en el apoyo histórico de los gobiernos de Estados Unidos a las dictaduras, los golpistas, los torturadores, los asesinos, los verdugos del pueblo, la respuesta a esa pregunta es rotundamente que no.

Por ejemplo, no son consecuentes con el anuncio de Robert Zoellick de la suspensión de ayuda del Banco Mundial o con el anuncio de una suspensión de la cooperación militar estadounidense. Son cosas de muy corto plazo, fáciles de revertir. El objetivo del Departamento de Estado es de ganar tiempo, de dilatar, para llegar con una correlación de fuerzas mucho más favorable todavía para las elecciones del 29 de noviembre y, por encima de todo, aplastar categóricamente toda iniciativa para una consulta popular sobre la posibilidad de una asamblea constituyente.

A pesar de toda la represión y el ambiente de coacción, Estados Unidos y la Unión Europea y sus aliados regionales reconocerán las elecciones de noviembre como legítimas. Para ellos, pero no para el pueblo hondureño, todo volverá a lo normal. El dialogo espurio – mediado por Oscar Arias, un político derechista igual de cínico que Clinton y Obama – es la primera fase de un proceso para legitimar los resultados de una intervención armada que ha roto la legitimidad constitucional en Honduras y amenaza la estabilidad de toda la región.

No hay que olvidar las palabras de Robert J. Callahan – muy allegado al gerente-sin-par de los escuadrones de la muerte, John Negroponte, durante tres décadas. La noche de la elección de Obama, se le preguntó a Callahan, embajador de Barack Obama en Managua, si habría un cambio en la política de Estados Unidos en América Latina. Callahan dijo claramente que no. No hay ningún motivo para confundirse. Se trata de una continuidad con todos los gobiernos anteriores de Estados Unidos, hasta el Buen Vecino Franklin D. Roosevelt y hasta gran-garrote-habla-suave Theodore Roosevelt también.

El golpe en Honduras es una intensificación de la ofensiva de 2008 de parte de los poderes neo-coloniales – Estados Unidos y sus aliados – por medio de sus aliados regionales. Hay que recordar el asalto en Sucumbíos violando el territorio ecuatoriano para asesinar a Raúl Reyes, la masacre en Pando y la campaña de los separatistas en Bolivia, la desestabilización en Argentina, las falsas alegaciones de fraude electoral en Nicaragua. En mayo de este año hubo la crisis fabricada por la derecha guatemalteca para derrocar a Álvaro Colom. Ahora ha ocurrido el golpe militar en Honduras al servicio de la oligarquía.

Si Estados Unidos ha vuelto a la época del Buen Vecino, la respuesta del pueblo hondureño al golpe ha sido de volver al ejemplo de la gran huelga nacional de las clases obrera y campesina de 1954. En efecto el golpe ha despertado un gigante que ha dormido por más de cincuenta años. En todo el país siguen las manifestaciones masivas contra el régimen usurpador. El sábado 4 de julio había alrededor de 100,000 personas protestando en Tegucigalpa. El domingo 5 de julio algunos observadores calculaban que el doble ese número se había movilizado para recibir a Manuel Zelaya en el aeropuerto de Toncontín. Es imposible saber por cuánto tiempo el pueblo va a poder mantener ese nivel de resistencia frente a la ola de detenciones, de violenta represión, de amenazas de todo tipo. Además, cerca del período de la cosecha, las familias campesinas van a tener que atender a sus siembras.

La masiva movilización de 1954 duró más de dos meses desde mayo a julio. Al final hizo posible muchas medidas progresistas que ayudaron a transformar la sociedad casi-feudal de Honduras de esa época.  En 1955 las mujeres lograron el derecho a votar en las elecciones. Después, en el gobierno de Ramón Villeda Morales, se lograron medidas legislativas importantes como un Código de Trabajo, una Ley de Reforma Agraria y medidas para la Seguridad Social entre muchos logros más hacia una sociedad verdaderamente democrática.

En 1963 a la administración de Ramón Villeda Morales se aplicó también un golpe de Estado militar, pocos meses antes de terminar su período de gobierno. Se desató una represión feroz para hacer callar al pueblo. El Presidente Lyndon B. Johnson reconoció el régimen golpista pocos meses después. Está por verse si este régimen golpista, sus patrones en Estados Unidos y sus aliados regionales, nuevamente podrán hacer dormir al gigante que han despertado.