La tarde en que iba a convertirse en la vigesimotercera empleada suicida de la compañía telefónica francesa France Télécom desde febrero de 2008, Stéphanie escribió a su padre un correo electrónico donde decía: «Por supuesto, mi jefe no sabe nada, pero seré la empleada número 23 que se suicida. No acepto la nueva reorganización del servicio. […]
La tarde en que iba a convertirse en la vigesimotercera empleada suicida de la compañía telefónica francesa France Télécom desde febrero de 2008, Stéphanie escribió a su padre un correo electrónico donde decía: «Por supuesto, mi jefe no sabe nada, pero seré la empleada número 23 que se suicida. No acepto la nueva reorganización del servicio. Van a cambiar a mi jefe y para tener al que van a poner, prefiero morirme». Poco después, la mujer de 32 años se tiró desde el cuarto piso. Sus compañeros de trabajo asistieron atónitos a la agonía de la mujer en la vereda. Hace una semana, en la localidad de Troyes, luego de enterarse de que iba a ser trasladado de servicio, un operario de France Télécom se abrió el vientre con un cuchillo. El lunes, una empleada del servicio de atención al cliente intentó suicidarse con pastillas cuando se enteró de que la iban a cambiar de puesto de trabajo.
Según cálculos de la prensa francesa, los suicidios en France Télécom superan en cinco veces el promedio nacional. La proyección dramática de los suicidios llegó a un grado tal que el Ejecutivo intervino a fin de forzar a la empresa a adoptar una estrategia. La ministra de Economía, Christine Lagarde; el de Trabajo, Xavier Darcos, interpelaron a los ejecutivos de France Télécom para que tomen medidas. La dirección de esta compañía privatizada en 1997 y en la cual el Estado aún detenta 26% de las acciones prometió cambiar los métodos de gestión del personal para frenar «la espiral infernal» de los suicidios. La semana pasada, FT decidió suprimir temporariamente los traslados intempestivos. Los sindicatos denuncian desde hace mucho una metodología de gestión sin piedad: presión, estrés, cambios de afectación, traslados, mutaciones de estatuto que nada tienen que ver con la función del empleado, hostigamiento constante, astucias para forzar la partida anticipada a la jubilación. Según los sindicatos, ese cóctel constituye el ingrediente fatal que acarrea los suicidios. Los resortes de una gestión sofocante están en la historia de una empresa aún apodada «el operador histórico». France Télécom cuenta hoy con 186 millones de abonados repartidos en 30 países y emplea a 185 mil personas, de las cuales 100 mil trabajan en Francia. Entre 1996 y hoy la compañía francesa sacrificó a unos 70 mil empleados en el altar de la reestructuración. La empresa fue privatizada en 1997, el mismo año ingresó en la Bolsa y en 2004 el Estado cedió sus partes mayoritarias para quedarse sólo con 26%. De empresa pública a empresa privada inmersa en una gigantesca batalla comercial y en medio de una mutación tecnológica sin precedentes -Internet, Adsl, telefonía móvil-, France Télécom se adaptó a paso forzado. Richard Lalande, presidente de la asociación de operadores alternativos -Aforst- y director adjunto del operador de telefonía móvil SFR, estimó que «esta evolución se llevó a cabo mucho más rápido que la renovación de las generaciones y, por consiguiente, fue extremadamente brutal».
Brutalidad de la evolución y de la gestión se combinaron como un cuchillo de doble filo. Dominique Decèze, periodista especializado en las relaciones sociales y la salud en la esfera del trabajo, escribió un libro cuyo título ilustra lo que narran los sindicatos desde el interior: France Télécom, la Máquina de Triturar. Estrés, depresión, enfermedades, fichajes recurrentes, mutaciones sin consultas o presiones jerárquicas han sido una conducta constante de la dirección para «adaptar» la empresa a la modernidad. Los casos citados en los últimos meses son aberrantes: operarios que trabajaron durante 20 años subidos a los postes telefónicos se encontraron de un día para otro delante de una pantalla o, peor aún, atendiendo clientes en una de las boutiques de la filial creada tras la privatización, Orange.
Dominique Decèze denunció en su libro la meditada destrucción de la cultura del servicio público, que es una suerte de religión en Francia. La introducción repentina de la cultura del mundo privado con sus dictados de resultados, sus cálculos de beneficios-tiempo, su horror de las estructuras colectivas y su gusto por la competencia entre empleados acarreó un electroshock. Dominique Decèze asegura, por ejemplo, que «la dirección buscó destruir sistemáticamente todo trabajo colectivo que pudiera representar un obstáculo al ascenso del individualismo». Para quienes estaban acostumbrados a los días tranquilos del servicio público, la privatización resultó una catástrofe: cambios de función, de lugar de residencia, de dependencias, cierre de oficinas, deslocalización de servicios, hostigamiento en pos de mayores resultados, destrucción del núcleo sindical, en suma, toda la panoplia de la esfera híper productiva de mundo privado se abatió sobre una gran señora que caminaba a su paso. Pierre Morville, delegado del sindicato CGC-Unas, contó a la prensa cómo, «de un día para otro a los trabajadores se les anuncia que deben cambiarse a un puesto de trabajo situado a 50 o 100 kilómetros del anterior». Ivan du Roy, periodista y autor de otro libro sobre la empresa, L’Orange stressé, le management par le stress de France Télécom, revela condiciones de trabajo dictatoriales en el seno del grupo. Por ejemplo, los empleados de los centros de llamadas tienen prohibido «personalizar» el espacio de trabajo, es decir, colocar las fotos de hijos, esposos o familia. En su lugar, apenas empieza la jornada, encuentran mensajes sublimales de la dirección al estilo de «una llamada, una venta». En France Télécom hay por ejemplo un programa llamado «Time to move», con el cual se obliga a los cargos intermedios a no permanecer en el puesto más de tres años. El diario Libération explicó que dicho programa se «inspira en el ejército, para evitar así que los jefes se encariñen con sus empleados y terminen oponiéndose a las reducciones de personal o a las mutaciones».
Una empresa en reestructuración permanente, con métodos agresivos e indiscriminados, heredera de una tradición de servicio público que se empeñó en destruir, en perpetua adaptación tecnológica y con la importación de métodos de gestión y de búsqueda de beneficios dignos de una película futurista de ciencia ficción, todo un ejemplo de los estragos a los que puede conducir el «management». France Télécom contrató a 100 nuevos directores de recursos humanos y a unos cuantos médicos a fin de observar de cerca a los empleados fragilizados. El director del grupo explicó días pasados que los cambios tecnológicos «fantásticos» hacen «evolucionar la estrategia de la empresa». Según Didier Lombard, «para las personas acostumbradas a una cultura administrativa, eso crea dentro de la empresa un sentimiento de inestabilidad». El paso del monopolio público a la guerra comercial ha dejado muchas víctimas por el camino.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-132071-2009-09-20.html