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La Asociación Estratégica UE-América Latina Caribe, su génesis y su porqué (I)

Fuentes: Boletín Panorama Mundial

    Por estos días ha sido recordado en varios espacios, e incluso celebrado en algunos [i] , el inicio de un proceso que desde hace ya una década está llamado a convertirse en una especie de brújula para la relación Unión Europea-América Latina Caribe: la construcción de la llamada «Asociación Estratégica Birregional» entre el […]

 

 

Por estos días ha sido recordado en varios espacios, e incluso celebrado en algunos [i] , el inicio de un proceso que desde hace ya una década está llamado a convertirse en una especie de brújula para la relación Unión Europea-América Latina Caribe: la construcción de la llamada «Asociación Estratégica Birregional» entre el bloque comunitario (UE) y los diferentes actores que conforman las subregiones latinoamericanas y caribeñas (ALC).

Un proyecto que viera la luz en 1999 como el principal resultado de la «I Reunión Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe y la Unión Europea», la «Cumbre de Río»; y que se despliega en tres grandes esferas: el «diálogo político»; la controvertida «cooperación para el desarrollo»; y las relaciones económicas, esencialmente comerciales, a través de la firma de los llamados «Acuerdos de Cuarta Generación» o «Acuerdos de Asociación Económica» (AAE), en la praxis, Tratados de Libre Comercio (TLC).

Una pretensión que llegada a su primera década presenta más sombras que luces, tal y como queda implícito en la Comunicación emitida el pasado 30 de septiembre por la Comisión Europea, » La Unión Europea y América Latina: Una asociación de actores globales», dirigida al balance  de los resultados alcanzados por dicha «Asociación» en el decenio, la que se identifica además como una «contribución» a los preparativos de la VI Cumbre UE-ALC a celebrarse en el 2010 en Madrid.

Y es que si bien la Comisión registra que la UE constituye el segundo socio comercial más importante de América Latina, el mayor inversor en la región, y el de mejor proyección en la esfera de la cooperación, entre otros aspectos, por haber financiado más de 450 proyectos y programas con un importe superior a los 3 000 millones de euros, reconoce también que «…desde 2005, el contexto en que funciona la Asociación ha cambiado, se ha vuelto más complejo, y han aparecido nuevos desafíos globales a los que hay que hacer frente», con lo cual las expectativas y retos que tiene ante sí el proyecto, exceden los frutos logrados.

En resumen, se trata de un proyecto en construcción que mantiene toda su vigencia, y que como se ha informado, recibirá un nuevo impulso en la venidera «Cumbre de Madrid», a celebrarse en mayo de 2010. En consecuencia, se impone el análisis de lo que significa la «Asociación» en sí misma, de lo que ha distinguido esta primera década de su devenir y de sus proyecciones futuras, entre otras razones por su carácter programático; pero sobre todo, por constituir uno de los objetivos claves dentro de la estrategia de reposicionamiento global de la Unión Europea como bloque de poder, visto desde nuestra perspectiva.

Un programa además con importantes puntos de coincidencia con el proyecto de dominación hegemónica propugnado por EEUU para nuestras regiones, el ALCA, el que si bien en fase casi terminal, consigue su resurrección en los no menos letales «alquitas»; aunque, y valga la precisión, el bloque europeo lo presentó, justamente, como la alternativa a éste. Un hecho nada superfluo que explica, entre otros aspectos, el marcado interés de la UE por lograr la concreción de la «Asociación», que pasa por la firma de los «Acuerdos de Asociación Económica» o TLC con tres importantes bloques de la región, el Mercado Común del Sur, (MERCOSUR), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), pues con el Caribe ya lo logró, así como con Chile y México, no integrados a éstos.

Pero, como la lógica de un fenómeno no es más que el resultado de su propia historia, antes de proceder al análisis del proyecto en su esencia, resulta de mucha utilidad comprender cuando y en qué contexto apareció la idea de crear una «Asociación Estratégica Birregional», o lo que es lo mismo, el proceso de su génesis y su por qué, solo que desde una mirada crítica que nos lleve a descubrir, eso que, por «inoportuno», a veces no se dice acerca de este tortuoso y dilatado proceso, aunque se sabe.

La propuesta de una Asociación Estratégica ALC-UE en su contexto: su génesis y por qué

 

Al iniciarse la década de los 80 del siglo XX, la centuria que fuera escenario y protagonista a la vez del mayor impulso de desarrollo alcanzado por la civilización humana, resultaba imposible prever que al llegar ésta a su fin, comenzaría a gestarse un proceso llamado a cambiar la geopolítica mundial de manera radical y para siempre. Un proceso altamente complejo y dramático, identificado en muchos espacios como «el fin de la «Guerra Fría»», la «caída» del muro de Berlín, o del «telón del acero», en ese último caso de modo peyorativo.

Un proceso por lo demás, interpretado desde un súper saturado «imperiocentrismo», como el -supuesto- «fin de la historia» de las ideologías, simplemente la muerte inexorable de la doctrina y praxis política que hasta ese momento había inspirado y guiado la construcción de un mundo alternativo a la demencia del capital -y en consecuencia, mejor-, para dar paso a lo que para la mayoría pareció irrevocable: el triunfo absoluto de la democracia liberal… Craso error, como se conoce.

Y es que  el desmembramiento del campo socialista y de su paradigma, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas condujo a la necesidad de un reposicionamiento estratégico de los grandes poderes imperiales: América Latina y el Caribe fueron colocados en la mirilla. EEUU pareció renovar su nunca olvidada «Doctrina Monroe», entiéndase su teoría de «América para los «americanos»», solo que para los del meso-norte, los estadounidenses. En consecuencia, inició una agresiva estrategia de reacomodo en las regiones latinoamericana y caribeña, tendiente a fortalecer su presencia y pretensiones de dominación hegemónica [ii] .  

Mientras, para la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), el proceso iniciado el 9 de noviembre de 1989 resultó también altamente significativo; de hecho, varios analistas coinciden en afirmar que puede ser considerado como el factor estimulante para la «… adopción, tres años más tarde, del Tratado de Maastricht que crearía la Unión Europea, la Política Exterior Común y la moneda única « [iii] . Una Política Exterior Común que ha venido construyéndose durante todos estos años, y que ganará un alto grado de concreción con la -al parecer-, irreversible aprobación del Tratado de Lisboa, solo que sobre la base de varios principios rectores formulados en el mencionado Tratado.

Así, en Mastricht el bloque comunitario, desde entonces Unión Europea -lo cual supuso mucho más que un cambio de nombre- se planteó desarrollar una Política Exterior y de Seguridad Común dirigida a dos mega objetivos: el fortalecimiento y defensa de la Unión –valores comunes, e integridad, seguridad en todas sus formas, incluyendo el poder económico, etc.-; y su consolidación como actor internacional, solo que con la misión expresa de proyectar sus propios conceptos y principios a la comunidad internacional [iv] , además, con exigencias, como se demostraría poco después.

Idea esta última que cual eje transversal cruza toda la proyección exterior del bloque, refrendada en otro documento constitutivo, el Tratado de Ámsterdam de 1999, y luego explícitamente formulada en el 2001, cuando como respuesta a la virulenta y desmesurada reacción de EEUU a los sucesos del 11 de septiembre, el bloque europeo aprobó la llamada » Declaración de Laeken sobre el futuro de la Unión Europea». Véase como en ella, claro está con su acostumbrado eurocentrismo, el liderazgo comunitario al preguntarse, «  ¿Cuál es el papel de Europa en este mundo transformado? « -obviamente entendiendo por Europa a la UE-, precisó que «¿No debería Europa, ahora por fin unificada, desempeñar un papel de liderazgo en un nuevo orden planetario, el de una potencia a la vez capaz de desempeñar una función estabilizadora a nivel mundial y de ser punto de referencia para numerosos países y pueblos? (…) La única frontera que establece la Unión Europea es la de la democracia y los derechos humanos. La Unión sólo está abierta a países que respetan valores fundamentales tales como las elecciones libres, el respeto de las minorías y el Estado de Derecho» [v] .

Una Política Exterior, además que se diseña de manera reactiva, ganando concreción y complejidad, en repuesta, tanto a factores internos relacionados con la propia lógica de desarrollo de los actores que intervienen -en especial, la parte europea que en su condición de potencia lidera el proceso-; como a factores exógenos, pero también de mucho peso, entiéndase la dinámica de relaciones económicas -y sobre todo comerciales, financieras-, políticas, etc. en que ella se desarrolla. En consecuencia, caracterizada por un alto grado de flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de adecuación.

Fue así, en ese contexto y bajo estos fundamentos que el bloque comunitario comenzó a  diseñar su maniobra específica de reposicionamiento global, un proyecto del cual América Latina y el Caribe no serían excluidas. Así, agudizó su mirada hacia estas regiones, las que, no obstante, continuaron fuera de sus prioridades, por entonces dirigidas a los cambios geopolíticos que se sucedían en el continente europeo y a las complejidades de su propio proceso de integración, como se ha dicho.

En 1986 se produjo un hecho importante que impactaría con fuerza en el nuevo curso que tomaban las relaciones: la entrada de España y Portugal a la entonces Comunidad Económica Europea. Estados que se convirtieron, de facto, en los interlocutores directos de la región latinoamericana ante el bloque, en particular el primero. En 1991 la «I Cumbre Iberoamericana» institucionalizó el foro con periodicidad anual, el papel de interlocutor de ambas naciones adquirió un carácter más de jure.  

 

En 1990, aparecieron los «Acuerdos de III Generación», su principal novedad radicó en introducir el diálogo político y los condicionamientos de ese carácter en el esquema de relaciones, y especialmente en las acciones de cooperación, las que a partir de ese momento comenzaron a depender de la llamada «cláusula democrática», entendible por el bloque europeo como un «compromiso común e institucionalizado con la democracia» a asumir por la contraparte.

 

Pero, una vez más, la propuesta adoleció del marcado eurocentrismo consustancial a la proyección exterior del bloque. En consecuencia, la UE se atribuyó el derecho de imponer los criterios valorativos acerca de cuándo un país asociado cumple con el «compromiso con la democracia», obviamente, a partir de sus propias concepciones al respecto; solo entonces, y si la evaluación resulta positiva, se hace merecedor de recibir la controvertida «ayuda», en caso contrario, los europeos se reservan la prerrogativa de suspender el programa de colaboración.

 

Como resultado, entre 1991 y 1993 se firmaron acuerdos de este tipo con Chile; con todos los países miembros plenos del MERCOSUR: Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, a solo un año de haberse creado el bloque; con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y con Centroamérica.

 

En diciembre de 1995, el Consejo Europeo de Madrid al aprobar el documento «Unión Europea-América Latina: actualidad y perspectivas del fortalecimiento de la asociación 1996-2000», manifestó su interés «en ampliar y profundizar sus relaciones con América Latina» [vi] , para lo cual propuso «institucionalizar el diálogo» con los «…interlocutores de la región, con los objetivos de apoyar la democracia, progresar hacia la liberalización del comercio, apoyar los procesos de integración regional y orientar mejor su cooperación» [vii] ; proponiendo una nueva estrategia, basada en lo que llamó «…un enfoque diferenciado y adaptado a las características y necesidades propias de cada subregión y de cada país» [viii] . En resumen, se abría una nueva etapa en la relaciones.

 

Solo que tampoco resultó un hecho casual, sino reactivo a otro definitorio proceso que tenía lugar en el escenario internacional: el fin de la llamada «Ronda de Uruguay» -1994-, el último ciclo de negociaciones comerciales multilaterales auspiciados por el «Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio» (GATT), y el nacimiento de la OMC, la Organización Mundial de Comercio. Organización que nacía un convencimiento: la fórmula para el crecimiento económico y desarrollo social, pasa por «…un entorno comercial mundial cada vez más abierto» [ix] , fórmula inmediatamente acuñada por los poderes imperiales que ya habían impuesto además su «Consenso de Washington».

 

Como adecuación a estas tendencias, en su nueva estrategia de relaciones, la UE presentó a ALC otro tipo de convenio, definido por el propio Parlamento Europeo como, «más ambicioso que los anteriores»: los «Acuerdos de IV Generación» -o TLC- cuya novedad consistió en la propuesta de creación de zonas de libre comercio entre el bloque y estas regiones.

 

Sobre estas nuevas bases, entre 1995 y 1999 la relación adquirió gran activismo: en 1995, fue firmado el «Acuerdo Marco Interregional de Cooperación con el MERCOSUR», llamado a preparar condiciones para un futuro «Acuerdo de IV Generación» o TLC; en 1996, se produjo la renovación del «Diálogo de San José» entre la UE y los países de América Central, la aprobación del «Acuerdo Marco de Cooperación» con Chile que culminó con un TLC de amplio alcance en el 2002, y la rúbrica de una «Declaración Común sobre el Diálogo Político» con la CAN.

 

En 1997 México se convirtió en el primer país de América Latina que negoció un «Acuerdo de Asociación Económica», de «IV Generación», con el bloque comunitario, definido en su momento, como el «…más ambicioso, en términos de cobertura, jamás suscrito por la Comunidad Europa -y el primero de este tipo- con un país de América Latina» [x] ; con un mandato para la negociación de un «área de libre comercio»; proceso concluido en 1999, en vigor desde julio de 2000.

 

Mientras, la relación con el Caribe discurría en otra dinámica. En 1975, la entonces Comunidad Económica Europea había creado el «Grupo África Subsahariana, Caribe, Pacífico» o «Grupo ACP», integrado por las ex colonias en estas áreas: comenzó el período de los llamados «Convenios Lomé» -4 en total-, sustituidos en el 2000 por el «Acuerdo de Cotonou», vigente para un período de 20 años. Un acuerdo que elimina las preferencias comerciales unilaterales y pretende crear una gran zona de libre comercio entre las diferentes subregiones ACP y la Unión Europea.

 

 

 

Nace la «Asociación Estratégica Birregional», una aspiración todavía por «ser»

 

 

 

Fue así como se llegó a la celebración de la » I Reunión Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe y la Unión Europea», durante los días 28 y 29 de junio de 1999 en Brasil. Encuentro que culminó con la adopción de la «Declaración de Río de Janeiro», y la intención de desarrollar una » Asociación Estratégica Birregional».

 

» Asociación Estratégica Birregional» que expresaba el compromiso de los actores en ambas regiones, de cumplir un grupo de objetivos que se consideraron comunes: el fortalecimiento del diálogo institucional, preservando la democracia y la promoción de los derechos humanos y libertades fundamentales; el fomento de un desarrollo sustentable; la eliminación de la pobreza como prioridad; el incentivo a los intercambios y la cooperación entre los actores de la sociedad civil; la potenciación de las instituciones multilaterales; el impulso a la cooperación internacional; el estímulo a la liberalización de los intercambios por beneficios mutuos y la reafirmación de la importancia de la integración regional», además de otros grandes temas transversales: lucha contra el tráfico de drogas, el crimen internacional organizado, protección ambiental, prevención de catástrofes, entre otros [xi] .

 

 Objetivos ciertamente loables, solo que diez años después pocos han sido logrados, en gran medida, por ambigüedades, inconsistencias, imposiciones -no siempre exitosas- y transgresiones a lo acordado por la parte europea. Pero, se trata de una situación reversible, para ello basta acabar con la retórica y demostrar que existe realmente la voluntad política para alcanzarlos;  dígase, dejar el ancestral individualismo burgués, y dar paso a un proyecto de relación diferente, en el que prime un interés auténtico en crear un mundo más justo, fraterno y solidario, para todas y todos, sin distinción y no para élites sociales o cierto grupo de naciones, pues, como dijera Martí, «…una cosa es echar al aire frases de colores para que se las lleve el viento, (…), y otra clavar en los corazones de los hombres, como el asta de bandera en la cuja, las ideas con las que se han de levantar los pueblos». 


MCs. Gloria Teresita Almaguer G.

Centro de Estudios Europeos


 

[i] Véase al respecto la Comunicación de la Comisión de las Comunidades Europeas, «La Unión Europea y América Latina: Una asociación de actores globales», Bruselas, 30.09.2009. COM(2009) 495/3de, Sitio WEB: eur-lex.europa.eu ; V Congreso Latinoamericano ECSA»10 años de la Asociación Estratégica ALC-UE» 11/05/09, Buenos Aires, Sitio WEB: celere.org; la Revista de Relaciones Eurolatinoamericanas «Eurolat»números 79 y 8 de julio y octubre, respectivamente y Conclusiones del seminario «10 Años de Asociación Estratégica Biregional. Evaluación y análisis prospective», 5y 6-10-09, Santiago de Chile. Sitio WEB: celere.org

 

 

 

[ii] Para demostrarlo, baste solo mencionar, entre otras acciones: la proclamación de la llamada Iniciativa para las Américas –1990- por el entonces presidente George Bush padre; la aprobación de la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA) -1991- régimen de excepción concedido de forma unilateral a Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador, sustituido en diciembre de 2001, por la Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de la Droga (ATPDEA), devenida instrumento de política exterior con fines de penetración/dominación; la entr ada en vigor el 1ro de enero de 1994 de l «Tratado de Libre Comercio de América del Norte» -Canadá, EEUU y México-, ( TLCAN o NAFTA) ; el inicio de las negociaciones para la firma del ALCA en 1994; la aprobación de los «Plan» Colombia y Puebla-Panamá en1996 y 2001 respectivamente; y la firma en el 2004 del Tratado de Libre Comercio de América Central y República Dominicana (TLCAC-RD).

 

Fue también el momento en que, ante la difícil situación que atravesaba la Revolución Cubana producto del impacto de los mencionados sucesos en Europa del Este, el Imperio se aprestó para dar lo que en aquellas circunstancias concibió como el «tiro de gracia» a ésta y a su indiscutible influencia en la región: en 1992 el Gobierno de G. Bush, aprobó la Ley Torricelli; cuatro años después, en 1996, el presidente W. Clinton firmó la polémica Ley Helms-Burton.

 

 

 

[iii] Véase al respecto, Aldecoa L., F. » Una Constitución para Europa y su política exterior común: hacer gobernable la globalización». Documento de Trabajo º 1/2004. Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Sitio WEB: www.realinstitutoelcano.org

 

y Quevedo Flores, J. A. «La Asociación Estratégica como instrumento de la acción exterior de la Unión Europea: ¿Mejor Europa en el mundo?». Ponencia presentada en el V Congreso de ECSA-Chile, 10 de julio de 2009, Santiago de Chile, Chile. Sitio WEB: celare.org

 

 

 

[iv] UE. Recopilación de Tratados. Luxemburgo, Oficina de Publicaciones Oficiales de la UE, 1999; página, 33.

 

 

 

[v] CE. » Declaración de Laeken sobre el futuro de la Unión Europea». Conclusiones de la Presidencia.Consejo Europeo de Laeken, 14 y 15 de diciembre de 2001. Sitio WEB: eur-lex.europa.eu

 

 

 

[vi] UE. «Informe de la sección de Relaciones Exteriores del Comité Económico Social», Bruselas, 3 de Mayo de 1999. En: «Documentación de Base 1999». Sitio WEB: celare.org

 

 

 

[vii] Ibidem

 

 

 

[viii] CCE. «Comunicación de la Comisión al Consejo, Parlamento y CES sobre una nueva asociación UE/América Latina en los albores del siglo XXI». Com (1999) 105, Bruselas, 9 de Marzo de 1999. En : «Documentación de Base 1999». Sitio WEB: celare.org

 

 

 

[ix] GATT: « Declaración de Marrakech». 15 de Abril de 1994 Sitio WEB: http://www.wto.org/spanish

 

[x] Celare. «Documentación de Base 1999». Sitio WEB: celare.org

 

 

 

[xi] Veáse «Declaración de Río de Janeiro». Documentos. En, FASOC. , Año 14, N 1 2, abril-junio, 1999, y Celare. Opus Cit.