La bofetada de antesdeayer ha quedado definitivamente olvidada. Los holandeses se disponen a dar la bienvenida a un gobierno con una raspada mayoría suficiente (76 votos de un total de 150) en el parlamento. Un gobierno tolerado y controlado, si no gobernado, por el Partido de la Libertad (PVV, por sus siglas holandesas) y Geert […]
La bofetada de antesdeayer ha quedado definitivamente olvidada. Los holandeses se disponen a dar la bienvenida a un gobierno con una raspada mayoría suficiente (76 votos de un total de 150) en el parlamento. Un gobierno tolerado y controlado, si no gobernado, por el Partido de la Libertad (PVV, por sus siglas holandesas) y Geert Wilders, que se comporta a todos los efectos como primer ministro a la sombra. Obviamente, los notables se preocupan por sus negocios. De regalarse Wilders como cuasi-gobernante con comentarios anti-islamistas lo mismo en casa que en el extranjero, sería en detrimento de los intereses de los escrupulosos mercaderes holandeses, pues la xenofobia no es amiga del negocio. Se ha desprendido finalmente de la fachada el barniz de la por tantos elogiada tolerancia de La Haya, que no fue en todo caso más que indiferencia. La aversión y la agresión contra los musulmanes como la que practican los partidarios de Wilders se ha normalizado desde hace años en el país de los pólders.
Se trata oficialmente de un gobierno de coalición en minoría formado por los liberales del VVD (Partido Popular por la Libertad y la Democracia) y los cristiano-demócratas de la CDA (Llamada Democristiana), que deben tolerar a Wilders como vencedor de las elecciones del 9 de junio. El líder del PVV se encuentra ahora en negociaciones, pero pronto presidirá el gabinete.
Junto con el acuerdo de coalición entre el VVD y la CDA se negociará un acuerdo de aquiescencia con el Partido de la Libertad. Esto es, el ejecutivo designado no puede dar un solo paso sin que Wilders lo permita. ¿Y por qué querría oponerse? Los escuadrones populistas de la derecha son con los liberales como uña y carne. Durante ocho largo años Wilders trabajó escribiendo discursos para Frits Bolkenstein y otros grandes del VVD antes de entrar en el parlamento en 1998. Su partido es una escisión de los liberales y compite con otra escisión por la derecha todavía más abiertamente xenófoba, encabezada por Rita Verdonk [presidenta de Orgullo por Holanda, N.T.]. No es ningún secreto la repulsión de Frits Bolkenstein, como ideólogo fanático, hacia quienes «se resisten a integrarse». En caso de duda, los dogmas de mercado neoliberales del VVD eran más sagrados que a sus ojos la anticuada liberalidad política.
Wilders representa el neoliberalismo puro. También cuando, en plena campaña electoral, se coloca el antifaz de izquierdista y clama contra un aumento de la edad de jubilación o contra los privilegios financieros de los ricos. Nada nuevo bajo el sol. Los juegos de cartas favorecen el oportunismo. Para los liberales, que por vez primera en cien años pueden recuperar la presidencia, no será difícil sacrificar los principios del estado de derecho y, en lugar de prohibir el burka, favorecer la creación un impuesto para su uso, una solución bien holandesa. Por su parte, con su política de símbolos, Wilders satisfará los deseos más profundos de los liberales: se acabaron los impuestos para la construcción de carreteras y los impuestos para los lucrativos privilegios impositivos, como la deducción de los intereses hipotecarios. Para Wilders será también razonable su plan de ahorro, de la magnitud de 18 a 20 mil millones de euros. Puede que todo este esté bien para la acomodada clientela del VVD, pero lo es mucho menos para el ciudadano holandés de a pie.
Habrá que estar atentos a la reacción de la Unión Europa. Cuando el FPÖ [Partido de la Libertad de Austria, N.T.] de [Jörg] Haider llegó al gobierno en 1999, se consideraron sanciones contra Austria. Una década después no hace falta que cante ningún gallo en Bruselas para que en La Haya un partido abiertamente racista, anti-liberal y anticonstitucional decida el futuro del país con subir o bajar el pulgar tan sólo.
Michael R. Krätke , miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO , es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido. Es también coeditor de la nueva MEGA , el gran proyecto internacional de edición crítica de las obras completas de Marx y Engels.
Traducción para www.sinpermiso.info : Àngel Ferrero