Una nueva revolución se ha iniciado en el mundo. Esta vez es el turno de las mujeres italianas y de su lucha por reivindicar su dignidad tras años de imposición de un estilo de gobernar sexista, prepotente, mediático e impune. Esta revolución esta liderada por el movimiento Popolo Viola (Pueblo Violeta), integrado en su mayoría […]
Una nueva revolución se ha iniciado en el mundo. Esta vez es el turno de las mujeres italianas y de su lucha por reivindicar su dignidad tras años de imposición de un estilo de gobernar sexista, prepotente, mediático e impune. Esta revolución esta liderada por el movimiento Popolo Viola (Pueblo Violeta), integrado en su mayoría por mujeres, de todas las edades y condiciones sociales, que podrían estar a punto de lograr lo que ni la izquierda ni la intelectualidad han podido hasta ahora: sacar a Silvio Berlusconi del poder.
Aun cuando este movimiento no es reciente y cuenta ya con hitos importantes en su lucha, las mujeres italianas ha saltado a la luz pública mundial el pasado 13 de febrero, cuando lograron movilizar mediante una convocatoria por Internet a casi un millón de mujeres y a muchos hombres en Italia y otras capitales de Europa bajo los lemas: «¿Si no es ahora, entonces cuándo?», «Italia no es un burdel», «Cansadas de vivir en Berluskistán», entre otros.
Dos días después de esta movilización, la Jueza Cristina Di Censo dictaminó que las pruebas de prostitución menores y cohecho recabadas por la Fiscal Ida Bocassini, en contra del primer ministro italiano, eran suficientes para enjuiciarlo por la vía penal y ordenó elevar su caso a la IV Sección Penal del Tribunal de Milán, en donde tres mujeres (Carmen D´Elia, Orsolina De Cristofano y Giulia Tuiri) serán las encargadas de juzgarlo. Como una de las tantas paradojas de este caso, de ser declarado culpable de prostitución de menores, Berlusconi no tendrá la opción de a tener medidas sustitutas de cárcel, ya que lo prohíbe expresamente una ley aprobada a iniciativa de su gobierno, y que nunca creyó que iba a aplicarse, y menos en contra suya.
Son demasiadas las escenas de humillación y violencia que han debido soportar las mujeres italianas para llegar a este momento.
¿Quién no recuerda las declaraciones de Berlusconi acerca de la imagen de las mujeres políticas en la campaña electoral de marzo de 2008 («La izquierda no tiene gusto, ni siquiera cuando se trata de mujeres. Nuestras candidatas son más hermosas»). O la cruel respuesta que dio a una joven que durante un debate televisivo le cuestionó sobre las alternativas para salir adelante cuando se sobrevive con un empleo precario («Yo, como padre, le aconsejo casarse con el hijo de Berlusconi o algún otro de este tipo, que no tenga problemas de dinero y creo que con una sonrisa como la suya puede lograrlo»). O su justificación del aumento en las violaciones sexuales de mujeres, atribuible en su opinión a la «belleza de las italianas» y a la imposibilidad de disminuir las violaciones ya que «tendríamos que tener (en las calles) tantos soldados como tantas mujeres bellas».
La gota que logró derramar el vaso de la indignación femenina fue el vil ataque en contra la Diputada Rosy Bindi (Vicepresidenta de la Cámara de Diputados y ex- Ministra de Sanidad), a quien Berlusconi intentó descalificar en octubre de 2009 en televisión nacional utilizando la bochornosa frase «Usted es más bella que inteligente. No me interesa lo que dice «. Berlusconi se equivocó si creía que esta frase quedaría como tantas otras en la impunidad. La serena pero firme respuesta de Rosy Bindi: «Señor Primer Ministro, soy una mujer que no está a su disposición», todavía sigue resonando en la conciencia de Italia, repetida por cientos de miles de mujeres, incluyendo a nuestra querida Mafalda que por un momento salió de su retiro para espetarle a Berlusconi a página completa: «No soy una mujer a su disposición».
Probablemente esta indignación acumulada sea la responsable de la inusitada euforia con la que las mujeres italianas están viviendo esta coyuntura, y que ha llevado incluso a la conservadora Revista Católica «Familia Cristiana» a anatemizar como en una profecía bíblica: «Tú, Berlusconi, te has servido mal de las mujeres y las mismas mujeres harán ahora justicia».
Pero, ¿Cómo no solidarizarnos las mujeres y hombres (no machistas ni neomachistas) del mundo con esta causa, sí en el fondo también la sentimos como nuestra? Nuestras sociedades tienen demasiados Berlusconis en sus entrañas, que de vez en cuando nos mueven también a la indignación, aunque no necesariamente a la movilización.
En nuestro patriarcado local – menos glamuroso pero no por ello menos irritante- son célebres las opiniones sexistas de destacados miembros de la casta política salvadoreña que intentan por este medio descalificar la capacidad y/o los avances de las mujeres. Cómo no citar en este despreciable grupo al diputado Dagoberto Marroquin del PCN justificando la baja participación de mujeres debido que «el lugar de las mujeres es la cocina» ó el infame calificativo de «colirio para los ojos de los hombres» dado a los adolecentes salvadoreñas por el actual Alcalde de San Salvador, Norman Quijano. Sin omitir por supuesto de este breve recuento, al dirigente de ARENA y ex – ministro de Gobernación, Mario Acosta Oertel, quien en uno de sus peores arrebatos machistas intentó desautorizar el trabajo de la jurista Almudena Bernabéu (Center for Justice and Accountability) en torno al asesinato de los jesuitas de la UCA, declarando a la prensa que «Los que podemos recomendarle a Bernabéu es que busque marido mejor…» (Contapunto, 06.07.2010)
Un salto de calidad en la movilización de las mujeres italianas lo constituye el hecho de haber agregado un elemento estructural a su lucha, que consiste precisamente en el cuestionamiento de la imagen estereotipada de la mujer italiana que impone el modelo cultural vigente, y que ha sido exacerbada por los medios de comunicación en la era berlusconiana. Las mujeres italianas reivindican no solo el fin del gobierno de Berlusconi sino del fin de la concepción cultural que les atribuye a las mujeres una función ornamental y subordinada dentro de la sociedad, que se ve reflejada en la existencia de profundas brechas de género que sitúan a la sociedad italiana como una de las sociedades más desiguales para las mujeres. Baste señalar que los datos más recientes del Foro Económico Mundial sobre paridad entre los sexos en el mercado laboral colocan a Italia en el puesto 74 (por debajo de Malawi, Ghana y Tanzania) y que el 49% de las mujeres mayores de edad no tienen ingresos propios.
Todavía es prematuro vislumbrar el desenlace de estos acontecimientos, sobre todo porque a este escenario hace falta aún incorporar la influencia de otros poderes fácticos, como el de los medios de comunicación y el de ciertas congregaciones y movimientos católicos (como el Opus Dei y Comunión y Liberación) que hasta ahora han sido base fundamental de la popularidad de Berlusconi.
Estos grupos están aún lejos de retirarle su apoyo, ya que valoran más el riesgo que correrían de llegar al poder un gobierno contrario a sus intereses. En palabras de Vittorio Mesoni, líder del Opus Dei: «Ciertamente es preferible un político «puttaniere» que haga buenas leyes a un notable catolicísimo, que haga leyes contrarias a la Iglesia». (Il Giornale, 19.01.2011). Por cierto, el Gobierno de Berlusconi se caracteriza por ser un seguidor incondicional de los lineamientos del Vaticano en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y en tal sentido, se ha opuesto durante estos años al uso de la píldora de contracepción de emergencia y a la aplicación de la ley 194 de Italia, que desde hace más de 30 años reconoce el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo antes de las 12 semanas.
Pese a todo, por el momento parece que una nueva página de la historia contemporánea por los derechos humanos de las mujeres esta escribiéndose en Italia. Ojala el fantasma de la Revolución Violeta haga pronto una escala en Centroamérica.
Economista feminista y Profesora de la UCA «José Simeón Cañas», El Salvador.