El subsecretario del ministerio para las Migraciones tunecino se dirige al gobierno de Monti: «Queremos comenzar con vosotros una relación nueva sobre la inmigración, basada en los derechos de todos y todas. Comencemos por los desaparecidos de marzo.» (Traducido por Fabio Cortese).
Un Estado verdaderamente democrático es aquel que protege la vida y los derechos de todos sus ciudadanos y ciudadanas allí donde se encuentren, y que protege la vida y los derechos de todos cuantos se encuentran en su propio territorio. Es este uno de los principios que ha inspirado la revolución tunecina, que ha prendido la mecha de las conocidas como Primaveras árabes.
Es este mismo motivo el que ha impulsado la creación de un nuevo ministerio en el seno del primer gobierno electo de la historia de nuestro país: el Ministerio de las Migraciones y los tunecinos en el extranjero.
Túnez es un país de emigración, más del 10% de su población vive en el extranjero, pero se ha convertido también en un país de inmigración y de tránsito. No puede permitirse carecer aún de una política independiente, democrática y equilibrada sobre migraciones, ni estrategias coherentes para ponerla en práctica.
En efecto, una política independiente es una política que no es dictada desde las presiones que provienen de ámbitos confidenciales, en detrimento de consideraciones necesarias para el interés nacional. Una política democrática es la que se elabora a través del acuerdo conciliador entre instituciones legítimas y la que tiene en cuenta los anhelos de los ciudadanos. Y una política de migración que se pueda definir equilibrada es aquella que no ignora los intereses de los países de acogida ni de los de origen, ni los intereses de los migrantes mismos. El nuevo Túnez apuesta porque una política de este tipo no es solo posible, sino necesaria e inevitable.
Italia, junto con Francia, es uno de los principales aliados económicos de Túnez y uno de los dos países más importantes para la emigración tunecina. Los intereses comunes que comparten Italia y Túnez, estén ligados ya sea a la producción y a las inversiones, al turismo, a la energía, a la cercanía geográfica y/o cultural o a las vinculaciones históricas plurimilenarias, no requieren pruebas. No obstante, la historia compartida de los últimos decenios se ha caracterizado por relaciones que no pueden ser definidas como equilibradas, y de acontecimientos y dramas que no son dignos de dos países que se consideran democráticos.
Algunas causas de esta realidad tan dramática son, a nuestro juicio, atribuibles a políticas irresponsables ejecutadas por dirigentes cuyo principal interés ha sido el mantenimiento de un poder antipopular y antidemocrático del lado tunecino, y la búsqueda de resultados electorales y populistas a corto plazo del lado italiano. El indigno espectáculo del que ha sido escenario la isla de Lampedusa, a su pesar, la cuestión de los varios centros (1) que han recubierto todo el territorio italiano, las tragedias que han hecho del Canal de Sicilia un enorme cementerio y por último las condiciones de vida de numerosos migrantes en la ciudad y el campo italianos, son la demostración más sobrecogedora de esta deriva.
Las otras causas, más profundas, de este fiasco hay que buscarlas en un sentir popular que se ha demostrado perjudicial e ineficaz: el que se basa en la criminalización de las migraciones y en la gestión policial de la movilidad de la mano de obra en perjuicio de los derechos humanos y de la realidad económica y social (si no también en el interés de alguna categoría de traficantes de seres humanos y de explotadores del trabajo en negro). Cualquier balance de las políticas migratorias puestas en acto en Europa durante los últimos treinta años basadas en esta doctrina puede establecer los efectos nefastos y el carácter perjudicial para todas las sociedades involucradas, más allá de las consecuencias en términos de la violación generalizada de los derechos fundamentales.
Nosotros, tunecinos y tunecinas de la postdictadura, querríamos proponer a los italianos el comienzo de una etapa que lleve a la construcción de un prototipo de relaciones virtuosas sobre las migraciones. Entendiendo por relaciones virtuosas una política que rompa inmediatamente con las nefastas políticas y extremadamente costosas que siguen vigentes a día de hoy, en un momento en que esfuerzos de este tipo deberían apuntar a encontrar solución a la crisis de las condiciones de vida y de trabajo. Recientemente ha llegado hasta nuestros oídos un nuevo lenguaje exhibido por algunos dirigentes italianos que deja entrever notas de realismo y de valentía sobre las políticas migratorias, en especial en boca de vuestro ministro de Cooperación e Integración Andrea Riccardi. Esperamos poder profundizar estos temas, ha llegado la hora de abrir este laboratorio.
Querríamos finalmente poneros al corriente de una cuestión que es para nosotros de gran prioridad por su carácter humanitario y trágico: la de los migrantes desaparecidos y los que nosotros llamamos tunecinos de Lampedusa. Como sabéis, unos millares de jóvenes migrantes han tomado la vía del mar hacia las costas europeas durante las insurrecciones tunecina, egipcia y libia. Se trata, para ellos, de una travesía en búsqueda de una condiciones de vida dignas y libres, aspiraciones que son las mismas que las de las revoluciones.
Para muchos de ellos ha supuesto un brusco despertar, y se han encontrado en las condiciones indecorosas que ya conocéis. Algunos han muerto, ahogados en este Mare nostrum que desde hace demasiado tiempo se ha convertido en propiedad exclusiva de los que pueden circular como quieren, y solo un cementerio o un calvario para el resto.
Y luego están los desaparecidos: aquellos que desde hace más de un año no hacen llegar noticias a sus seres queridos, pero de los que no existe elemento alguno conocido que permita confirmar si murieron ahogados; son, según los datos a nuestra disposición, alrededor de trescientos jóvenes. Entre estos, algún caso suscita más perplejidades que el resto, dado que diversos indicios más o menos consistentes indican que llegaron a las costas italianas.
Estos desaparecidos tienen familia y amigos que todavía albergan esperanza de reencontrarlos y que no pueden hallar descanso sin antes haber vuelto a ver a sus propios hijos vivos o sin poder llevar el luto. Estas familias no entienden por qué no les son ofrecidas respuestas claras, que los Estados no respondan mientras tienen la capacidad de desplegar enormes medios de vigilancia y de control. Tienen la impresión que a vida de sus hijos no valga lo mismo que la de los demás, y no pueden aceptarlo.
Hagamos de esta cuestión nuestra prioridad pues debemos establecer que su vida cuenta igual que la del resto, y que no podemos ser una democracia sin poner a disposición todos nuestros medios para establecerlo. Pedimos a las autoridades italianas que nos proporcionen la colaboración necesaria para arrojar luz sobre la suerte de estos ciudadanos tunecinos desaparecidos, porque hoy se trata de iniciar a restablecer una confianza sin la que no se puede tener relaciones de amistad. Y nadie puede confiar en quien considera que la vida de sus propios hijos cuenta poco.
*Omeyya Seddik es Subsecretario del Ministro para las Migraciones y los tunecinos en el extranjero de la República tunecina.
Fuente: http://www.ilmanifesto.it/attualita/notizie/mricN/6392/
Notas:
(1) En referencia a los «Centri di Internamento de Espulsione» (CIE), hasta hace poco conocidos en Italia como CPT, análogos a los CIEs españoles para migrantes.