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Europa, Coriolano enfurecido

Fuentes: Público

Coriolano fue un general romano que quiso dar un castigo ejemplar al pueblo de Roma. Primero se propuso hacerlo con el hambre, después con las armas. En la obra homónima de Shakespeare, Coriolano declama en una escena: para merecer la grandeza, hay que merecer el odio del pueblo. Eso mismo deben de tener en mente […]

Coriolano fue un general romano que quiso dar un castigo ejemplar al pueblo de Roma. Primero se propuso hacerlo con el hambre, después con las armas. En la obra homónima de Shakespeare, Coriolano declama en una escena: para merecer la grandeza, hay que merecer el odio del pueblo. Eso mismo deben de tener en mente los dirigentes de Europa, pues el acoso a la voluntad del pueblo griego no solo ha venido de periódicos como el Financial Times en su versión alemana, sino de las mismas instituciones europeas. Hoy Coriolano ya no lleva espada, sino corbata.

En una entrevista reciente en La tertulia en el canal 24 horas de TVE (11/6/2012), el secretario de Estado para la UE, Íñigo Méndez de Vigo, señalaba en relación con las elecciones de Grecia del pasado domingo que él esperaba «que ganasen los buenos». Y añadía que un amigo socialista le había comunicado que «nunca había deseado tanto que ganase la derecha». Tiempo atrás esto hubiese podido ser una afirmación escandalosa. Ahora, sin embargo, ya no puede sorprender a nadie.

El espectáculo que Europa ha dado en las últimas semanas en lo tocante a estas elecciones no es producto de una locura transitoria, sino la expresión del sistema neoliberal europeo en un momento de posible colapso. Las amenazas que Europa ha lanzado al pueblo griego son una herida en la delirante visión que la UE tiene de sí misma. O votaban a los conservadores de Nueva Democracia o el destierro. Esto tiene un precio. Y se llama democracia y proyecto europeo.

Al neoliberalismo, entendido como la cultura política de los mercados, le sobra la democracia, pero no el Estado-nación. Los gobernantes de Europa lo han venido dejando claro. El condicionamiento del voto griego por una campaña de terror mediático pone en claro una contradicción en el proyecto europeo que ya había salido a la luz con los gobiernos tecnócratas de Italia y Grecia. Europa se precia de legitimarse mediante un voto legislativo o gubernamental cada x años. No obstante, de la última semana podemos concluir que el voto estorba en determinadas ocasiones. Y que es lícito amenazar y castigar ese voto con el infierno si los electores se salen de lo aceptable, esto es, del turno bipartidista que sustenta moralmente el sistema y acepta el realismo que éste exige.

De ello podemos deducir algo que ya sabíamos: que la democracia liberal es más liberal que democrática. No es intención de Europa llevar el voto a otros ámbitos que pudieran hacer avanzar a las fuerzas de lo común y retroceder al imperio de los mercados (el capital financiero). Y no lo es porque los Estados y la UE han aceptado el orden de cosas y la definición de la realidad que el capitalismo tardío ha impuesto. Entre otros motivos, porque han sido los gobiernos los ejecutores de esa visión de lo real que se ajusta al funcionamiento de los mercados. Los Estados-nación garantizan esta realidad mediante la legitimidad que se les supone para establecer ese orden. Pero, al mismo tiempo, estos Estados tienen unos compromisos sociales adquiridos que resultan incompatibles con las demandas de los mercados. Y ahí reside el conflicto.

Brezhnev acuñó un término para el status de Europa del Este: doctrina de la soberanía limitada. Los pueblos europeos se encuentran hoy dentro de ese tipo de soberanía,aunque el imperio ya no es el soviético, sino el de los mercados. Grecia es el ejemplo más evidente, pero España no lo es menos. Ni un solo gobernante exige sacrificios a esos mercados. Nadie los ha votado, pero los gobiernos actúan para darles confianza en detrimento de la de los pueblos. Éstos votan, pero no se les tiene miedo a menos que su voto vaya contra esos mercados que limitan la soberanía de los Estados. Las amenazas de expulsión a uno de sus miembros si se salía de lo aceptable es un hachazo al proyecto de la UE. El verdadero rostro de Europa ha quedado al descubierto.

Es difícil pensar en una vuelta atrás. La UE no nació como un proyecto de democracia plena, pero al menos trataba de disimularlo con su retórica. Sin embargo, las elecciones griegas han marcado un nuevo hito en este proceso de subordinación de las instituciones a los mercados. Los modos que Europa ha empleado con otras partes del mundo se dirigen ahora contra uno de sus miembros. Y no contra uno cualquiera, sino contra el que se consideraba «cuna» de Europa. Resulta complicado pensar en una UE sin el país cuyo mito democrático ha servido de coartada cultural para el proyecto europeo.

Estos días hemos visto unas elecciones en un estado de sitio impuesto a un país miembro. Las fuerzas democráticas de lo común en Grecia están sufriendo este ataque del imperio de los mercados. Pero esto no ha acabado. Nada garantiza que Grecia pueda aguantar otra vuelta de tuerca. La legitimidad del sistema se ha desvelado como una farsa que ahora se nos aparece como una tragedia. No se gobierna para la multitud sino para los mercados. Cuando hay que elegir entre la gente corriente y los mercados, los gobiernos escogen a estos últimos. Grecia lo ha puesto de manifiesto, y España también. Qué más podemos hacer, decía Cristóbal Montoro, si ya hemos hecho los deberes. No hay otros deberes que hacer que el sometimiento a los mercados en un espectáculo que pone en cuestión hasta los mínimos exigibles a una democracia liberal con un cierto – por pequeño que sea- compromiso social. Se gobierna para el mercado, y éste quiere deshacerse de los restos de ese compromiso social que el liberalismo aceptó en 1945 a cambio de la estabilidad y la entrada de la socialdemocracia en el sistema. Los mercados han logrado de la UE y la prensa lo que querían: una campaña de acoso que evitase la victoria de SYRIZA.

Sin embargo, el nerviosismo y la irritación europeos demuestran que lo Diferente está presente. Y es el voto, en el que Europa cifra las alabanzas del sistema actual, aquello que han tratado de castigar con un escandaloso asedio. Europa está desnuda. Quizá la próxima vez que un gobierno del turno bipartidista prometa su cargo pronuncie las palabras que, según Aristóteles, usaban los magistrados de las repúblicas oligárquicas griegas: «seré enemigo del pueblo bajo y decidiré contra él el mal que pueda». El sufrimiento continúa para el pueblo griego.

Finalmente, el llamado voto del miedo debe ser analizado con cuidado. La campaña del miedo no habría sido efectiva de no conectar con un sentimiento más profundo. No se debe subestimar el desprestigio cultural de las alternativas al sistema. Después de 1968, la Diferencia sistémica se configuró en el imaginario político como una Otredad monstruosa, gris y brutal, o como un escenario apocalíptico de destrucción y caos bíblico. A este respecto, ha sido sintomática la influencia de lo que Fredric Jameson ha llamado el colapso de la imaginación utópica: podemos imaginar antes el fin del mundo que el fin del capitalismo y su alternativa. Sin embargo, SYRIZA sigue ahí. Su fuerza ha crecido y su voz no ha desaparecido. La posibilidad de la Diferencia a la que remite indirectamente esta coalición sigue presente y real; tan real como el espectro europeo que afiebra las noches de Coriolano enfurecido.

Miguel Ángel Sanz Loroño es Investigador de la Universidad de Zaragoza

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/5330/europa-coriolano-enfurecido/