Alemania ocupa el centro de la economía de la Eurozona, y de ahí la importancia de lo que ocurre en aquel país. En varios artículos he mostrado como las políticas neoliberales promovidas en la Eurozona y en la Unión Europea por el gobierno de la canciller Angela Merkel están dañando considerablemente el bienestar y calidad […]
Esta situación empeorará todavía más cuando la propuesta de Pacto Fiscal (que obliga a los Estados a tener un déficit público prácticamente cero) se apruebe por todos los Estados miembros de la Unión Europea, tal como está exigiendo el gobierno Merkel. El argumento que sustenta la necesidad de este Pacto es que los Estados de la Unión Europea -como ocurre con los Estados de EEUU-, deben tener una disciplina fiscal, que evite la europeización de la deuda de cada Estado (los famosos eurobonos), pues, de no ser así, los países considerados excesivamente laxos en sus políticas presupuestarias -como se asume son los países periféricos citados anteriormente- requerirían subsidios y ayudas constantes que tendrían que ser financiados por los países más disciplinados, como se asume es Alemania. En palabras del Ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble, la solidaridad -que él llama «extrema»- es ineficiente para todo el sistema.
A esta argumentación se añade otra que considera que tal austeridad fiscal -que exige el Pacto Fiscal- es necesaria para alcanzar lo que el gobierno Merkel llama la Europa política, es decir, el desarrollo de unas instituciones europeas que gobiernen la Eurozona y la Unión Europea. La unidad política -poco desarrollada en la UE- exige una política fiscal disciplinada que no permita «abusos» de solidaridad interestatal.
Este argumento se presenta en algunos círculos como un debate entre la idea federal, supuestamente (y erróneamente) atribuida al gobierno Merkel y un nacionalismo continuado, todavía existente en la postura francesa. Ello explica la situación paradójica de que algunos socialistas españoles han declarado su apoyo a las posturas del gobierno Merkel, de las que, por cierto, se están derivando políticas públicas que están dañando enormemente a las clases populares españolas.
Todos estos argumentos tienen errores conceptuales graves. En primer lugar, tanto el establishment financiero como el establishment exportador alemanes han sido los poderes fácticos dentro de la Eurozona que más se han beneficiado de la creación del euro y de la existencia de la enorme crisis de los países periféricos, incluyendo de la mal llamada «crisis de la deuda pública». La gran banca alemana está experimentando enormes beneficios, aprovechándose del flujo de capitales de la periferia al centro. Y los bonos públicos del Estado alemán son hoy los más seguros en el mundo (como lo son los bonos públicos del Estado de EEUU). Por extraño que parezca, hoy los Estados periféricos están subsidiando al Estado alemán, no al revés, como el gobierno Merkel y los medios de comunicación y persuasión alemanes están acentuando. La imagen que tales medios alemanes están promoviendo es la de que el ciudadano alemán está subsidiando al trabajador sobreprotegido y vago griego (o español). Tal imagen no se corresponde con la realidad. El trabajador griego (y español) trabaja más horas que el trabajador alemán, y el sistema de protección social alemán está más desarrollado y mejor financiado que el sistema de protección social griego (y español).
El otro gran error en estos argumentos es ignorar o desconocer la historia de los Estados federales, incluyendo el de EEUU (al cual muchos federalistas europeos hacen referencia). Lo que el gobierno Merkel está proponiendo es semejante al establecimiento de unos EEUU en la UE, comenzando por el tejado en lugar de hacerlo por los cimientos. Exigir a los Estados un déficit cero sin que exista un gobierno federal con un Banco Central que proteja a los Estados frente a la especulación de los mercados financieros y sin un gobierno federal que ayude a los Estados distribuyendo recursos dentro del país, es condenar a los Estados a una situación imposible, como están viviendo ahora. Lo lógico y lo que la historia muestra es que la estructura federal se establece antes (los cimientos), y luego se exige la disciplina fiscal. Exigir lo contrario es imposibilitar que los Estados salgan de su crisis, beneficiando al centro a costa de la periferia, que es lo que está ocurriendo.
El apoyo de partidos socialdemócratas y verdes al Pacto Fiscal
Es sorprendente que los partidos socialdemócratas y los partidos verdes, tanto en Alemania como en otros países de la Eurozona, hayan aprobado el Pacto Fiscal y acepten llevar a cabo las instrucciones del Pacto de Estabilidad en momentos de crisis. Intentar paliar el impacto devastador del Pacto Fiscal y del Pacto de Estabilidad con un Pacto de Crecimiento es intentar ocultar este enorme daño. El Pacto de Crecimiento (que baraja unas cifras muy insuficientes, el 1% del PIB de la Eurozona) no compensará ni el Pacto Fiscal ni el Pacto de Estabilidad (la cantidad que le correspondería a España es una cantidad claramente insuficiente: 10.000 millones de euros). La reducción de fondos que estos Pactos exigen es muchas veces superior al minúsculo añadido de recursos que se propone en el Pacto de Crecimiento.
Particularmente lamentable es el apoyo de los partidos socialdemócratas y verdes alemanes al Pacto Fiscal, lo cual han hecho con fines electoralistas, consecuencia de la campaña exitosa de los medios alemanes, de presentar un hartazgo del pueblo alemán en su supuesta ayuda a los posibles vagos y excesivamente protegidos de la periferia. Ahora bien, como ha señalado la Izquierda alemana -Die Linke- tal promoción de un nacionalismo alemán chauvinista ignora que la clase trabajadora alemana ha sido una víctima de las políticas de austeridad llevadas a cabo por el gobierno Merkel, e iniciadas por la coalición socialdemócrata-verde que gobernó antes que la Sra. Merkel. Die Linke sostiene, con razón, que un trabajador alemán tiene más en común con el trabajador griego o español que con el establishment bancario y/o exportador de Alemania. Si los salarios alemanes hubieran subido al nivel que les correspondía por su productividad, tal como había propuesto en su día su Ministro de Finanzas, Oskar Lafontaine, la demanda doméstica alemana hubiera crecido estimulando su economía y, con ello, la economía europea. El canciller Schröder, sin embargo, no aceptó esa medida y cuando gobernó Alemania llevó a cabo, en su lugar, sus reformas neoliberales, incluyendo las políticas de austeridad que, continuadas por Merkel, nos están llevando al desastre. (Gerard Schröder es hoy uno de los gestores mejor pagados en Alemania en el sector exportador). De ahí que se requiera una movilización de las bases de aquellos partidos en contra de sus equipos de dirección cómplices de unas políticas públicas que están dañando a sus electorados tradicionales.