Una primera consecuencia de los «acuerdos estratégicos» EE.UU.-Uruguay: registrar y controlar a los «antisistema»
Paso a paso, en cada reunión o Conferencia, el gobierno del FA va atando el Uruguay a la estrategia del imperialismo yanqui. Como ya es público y notorio el imperio viene desplegando una estrategia militar tendiente a sentar las bases para su total control del continente latinoamericano con el fin de robarse los bienes naturales y -simultanémente- poner diques de contención represivos contra los afanes liberadores de los pueblos de América Latina. En esa dirección van el establecimiento de un collar de bases militares en todo el Continente. Se acaba de anunciar que en Honduras tendrán la mayor base militar de toda Centroamérica. Paraguay va en camino a ser una enorme base enclavada en el corazón mismo de la América del Sur.
A Uruguay le reservan un rol privilegiado tal como lo han manifestado los altos personeros del imperio. No es casual dada la estratégica ubicación del país. La posibilidad de tener una base en las cercanías de los dos grandes colosos, Brasil y Argentina, eventuales enemigos considerados como tales en los planes saqueadores que instrumenta el Pentágono, y países que disponen de enormes recursos y riquezas naturales que el imperio ya se ha anotado entre sus «adquisiciones» del futuro inmediato. La costa atlántica uruguaya más su ubicación como «candado» en el Río de la Plata con la consecuencia del control de los grandes ríos Uruguay y Paraná permitirán desplazamientos de la Flota yanqui e incursiones aéreas, marítimas, fluviales y desembarcos, elementos fundamentales en sus planes para la implementación de las futuras invasiones.
Los ocultados y secretos contenidos de los llamados «acuerdos estratégicos» entre Uruguay y el imperialismo yanqui, anunciados sí públicamente pero despojados de sus compromisos reales sobre los cuales ni la ciudadanía ni siquiera el mundo político y los medios de difusión conocen detalles, indican -por ese mismo hecho- que lo acordado reviste un carácter militar agresivo y constituye una amenaza latente contra los países de la región y más que nada contra sus pueblos y -claro está, ya que éste es el objetivo concreto- contra sus recursos naturales. Uruguay con un gobierno declarado «progresista» se ha atado para el futuro al carro bélico y agresivo del imperio en el región. En Honduras tuvieron que organizar un golpe militar ya que el depuesto presidente Zelaya había comenzado a cuestionar tanto la actual base militar en Palmerola como así mismo puesto en la mesa de decisiones una futura reforma agraria, elementos -como se comprenderá- que atacarían frontalmente la estrategia imperial de bases y presencia militar activa sobre el terreno, para garantizar su saqueo.
El imperio ha tenido que hacer frente a la prolongada resistencia popular que no ha cejado pese a las contínuas masacres y asesinatos de líderes y militantes populares. En Uruguay no han necesitado recurrir a tal expediente. El gobierno de la izquierda se ha prestado con increíble servilismo a ser el cretino útil de los asesinos planes militares y saqueadores del imperio en la región, se ha prestado a ser el peón «todo servicio» de una estrategia asesina como lo muestran los ejemplos de Iraq, Afganistán, Libia y ahora Siria.
No se puede separar la estrategia yanqui en Oriente Medio de la estrategia en América del Sur, son partes de una estrategia global, única, con un común objetivo: el dominio del mundo y en consecuencia el saqueo -también- del mundo. Por lo tanto cada concesión, acuerdo, colaboración y «ayuda mutua» está y estará marcada por el carácter criminal y asesino de los planes imperiales contra los pueblos de la región. No se puede alegar que en sur el imperio es humano y solidario mientras que en otras partes es probadamente criminal de lesa humanidad. Es el mismo imperio con planes únicos y globales para todo el mundo. Si en Uruguay recoje promesas, firmas de acuerdos de colaboración militar y policial, sonrisas, recepciones y más sonrisas y más promesas, desde luego que el imperio no tiene necesidad de mostrar las garras como lo hace en los países invadidos y agredidos que resisten.
La estrategia militar imperial para la dominación del mundo contempla diversos aspectos y ha desarrollado una política de camuflarse a consecuencia de lo que fueron los reveses políticos y diplomáticos ante la invasión a Iraq. Ha optado también por controlar en lugar de enfrentarse como es el caso con la ONU cuyo Secretario General es un vulgar testaferro puesto a dedo y compulsivamente por el imperio, el férreo control de los medios de difusión, el tener un títere al frente de la OTAN, o funcionarios «propios» en el FMI y la Unión Europea, Barroso en este último caso, premiado por haber patrocinado la Reunión de las Azores que declaró e implementó la guerra de agresión contra Iraq. Esa actividad encubierta se ha expandido para hacerse del control de las ONG, algunas de ellas de larga trayectoria, en lugar de enfrentar sus críticas por las violaciones a los derechos humanos y leyes de la guerra. Hasta el empleo liso y llano de éjercitos mercenarios privados, los «contratistas», los eximen – supuestamente- de rendir cuentas como estado responsable de los crímenes y -aún más- tener los costos sociales que implican las bajas de sus propios soldados.
Dentro de esas variantes de camuflaje hemos visto la inventada «guerra contra el narco» que en primera instancia les ha permitido un control muy importante sobre todo lo que pasa en el Continente, comenzando por México virtualmente invadido por el imperio a través de sus organismos mal llamados policiales como el FBI y más que nada la DEA. Lo que esta supuesta guerra ha permitido es eliminar eventuales resistencias a su injerencia. Al contrario, gobiernos como el de la izquierda uruguaya agradecen la colaboración y así se lo venden a sus partidarios y a la opinión pública en general contribuyendo a disimular los planes bélicos imperiales e ir haciendo crecer la aceptación de mayores y mas agresivas injerencias como lo fué la presencia de tropas SEALs dotadas de propio armamento en el territorio uruguayo. En suma se podría concluir que el gobierno de la izquierda ha hipotecado la soberanía nacional y ha atado al Uruguay al carro guerrerista del imperialismo yanqui en la región, convirtiendo al país en una base segura como plataforma de amenaza o directamente de agresión contra los países vecinos y pueblos hermanos de la región.
Todo esto acordado en reuniones con muchas fotos pero sintéticos comunicados y con ninguna información sobre el contenido y los alcances de los llamados «acuerdos estratégicos» entre EE.UU y Uruguay. Estos acuerdos, firmados como nación, seguirán vigentes incluso cuando hayan gobiernos de derecha al frente del país. La intensidad de su aplicación y la extensión de la misma son cuestiones naturalmente vinculadas al gobierno de turno. Es decir, que se le ha dado un instrumento a la derecha oligárquica y pro-yanqui para implementar de manera activa la política de agresión y guerrerista que el imperio le ha reservado a Uruguay como base militar imperial. Véanse los planes en Honduras y la nueva base que se pondrá en marcha. En ese espejo se podrá mirar el Uruguay del futuro como una de las herencias del gobierno de la izquierda. Muy trágico por cierto, pero como este capítulo está recién comenzando todavía no se sabe cual será la reacción del pueblo uruguayo en el futuro, puesto ante las disyuntivas que el imperio asesino les tiene reservadas a los países que les han dado entrada a sus plataformas de agresión regionales. Quizás el soberano pueblo uruguayo, aliado a los pueblos hermanos de la región le tenga preparado al imperio una respuesta que les impida usar territorio oriental para masacrar a los pueblos de la región.
La careta de la vieja asesina «doctrina de la seguridad nacional» ha sido malamente maquillada para presentarse con otro ropaje que el ensangrentado del pasado de las dictaduras militares de los 70s. Ahora se le llama «guerra al narco» englobada en una supuesta «seguridad continental», es decir la colaboración por treinta monedas a la «seguridad» imperial en su propia fortaleza. El reguero de bases militares le permite al imperio el estacionamiento de fuerzas móviles que operarán de avanzadillas de futuras invasiones o guerras desde territorios que las fuerzas nacionales controlarán o garantizarán la seguridad de los agresores. En lugar de estacionar enormes fuerzas militares ocupantes se operará desde bases que contengan un número limitado de efectivos cuyas espaldas estarán cubiertas por efectivos criollos que seguramente hostigarán al futuro «enemigo» (del imperio) con los megaoperativos bajo el manto de la «guerra al narco» que podrá incluir – como en México- la actividad de escuadrones de la muerte camuflados como «guerra entre carteles» o sino, directamente como en el pasado, la «variante» de Honduras, los asesinatos cotidianos por parte de los cuerpos de seguridad desde el anonimato.
Es en función de esta estrategia de futuro, qué ya está en desarrollo, que la labor policial se militariza, tanto en mentalidad y armamento como en equipos, usando como pretexto el nivel bélico de «los carteles» y se van haciendo maniobras «en tiempo real» con operativos militares de copamientos de zonas llamadas rojas apuntando a lo que se especula como hipótesis de guerra de futuro: las zonas realmente rojas o rojinegras de la dignidad nacional. Se va acostumbrando a la población y a la opinión pública a que ante los más mínimos problemas se emplearán recursos y potencial de fuego demoledores. En los hechos, desproporcionados como ha sido en todos los últimos tiempos la intervención policial o de una policía militarizada a la que el gobierno de la izquierda «no tiene más remedio» que aceptar dada «la violencia» de los narcos. El recorrido es conocido ya que se vivió en el pasado. La diferencia está en que ahora se hace a cara descubierta (menos los «comandos» policiales que actúan enmascarados y sin posible identificacion) habida cuenta de que sus pares del período pasado se ven obligados a rendir cuentas, unos pocos juzgados y menos aún presos, pero igualmente la clandestinidad represiva va siendo un hecho, a solo un paso de los escuadrones de la muerte como en México, Honduras y Colombia. El «negocio» es «redondo» para ambas partes: los yanquis se aseguran el control y la seguridad de la zona, factor que se maneja bajo el seudónimo o «nombre de guerra» de «seguridad ciudadana» o «seguridad interior» dando la impresión de que es un asunto «interno». Tal cual lo denominan en los ocupados Iraq y Afganistán, y hasta el mismo seudónimo se emplea. Y el gobierno con el cual han firmado «acuerdos estratégicos» recibe a cambio equipo de avanzada, instrucción, material bélico, y quién sabe que otro tipo de prebendas o treinta monedas como pago de cubrirle las espaldas a los comandos asesinos al acecho de los «enemigos» del imperio.
Una razón más para que se den a conocer los términos de los «acuerdos estratégicos» firmados entre el imperio y el gobierno de la izquierda en Uruguay. Se debe de hacer público hasta donde y en qué está comprometido Uruguay, cual deberá ser su «aporte» y en qué grado, en que circunstancias se «aportará» sangre uruguaya para apuntalar el saqueo imperial. Se debe de saber si hay cláusulas que inhiben al Uruguay de participar en carnicerías bélicas imperiales contra pueblos hermanos. En la actualidad en México se cuentan por decenas de miles los mexicanos muertos por mexicanos en la supuesta «guerra entre carteles». Es del caso preguntarse si un destino similar le está reservado al Uruguay.
Ahora se hace un reclutamiento de expertos (receta CIA) para controlar, registrar y vigilar a «los antisistema». Los antisistema están en las calles, plazas , carreteras y lugares de trabajo, minas incluídas, en toda Europa, en Chile, en México, en Colombia, en Panamá, en Argentina, en los EE.UU., e incluso en los EE.UU. destacadamente ante el antro mafioso del Wall Street. Millones han manifestado su indignación, su descontento, su ira, su desprecio al sistema que ha sumido en el hambre y la desocupación a la mayoría del pueblo trabajador. Al 99% de la población como bien han expresado los indignados en los EE.UU., ciudadanos norteamericanos todos ellos por cierto. La mayoría seria y honesta de la intelectualidad, de los periodistas, de los expertos y economistas concluyen que el sistema está podrido, que és un sistema injusto que está llevando a la humanidad a la ruina y a la catástrofe. Es decir que son antisistema. Los que no son antisistema son los Rajoy, los Merkel, el FMI, el Banco Mundial, el BCE, los candidatos presidenciales demócratas y republicanos en los EE.UU. y los estafadores de toda laya. Es decir, el 1%. Cómo se le ocurre pues al gobierno de la izquierda en Uruguay reclutar expertos para fichar policial y preventivamente (en función de futuras razzias) a los antisistema. Los que hoy deberían ser fichados, controlados, allanados y presos de ser posible son los prosistema, los saqueadores y ladrones con computadoras y portafolios. Deberían ser apaleados y controlados para que no manden a la humanidad a la ruina total como lo están haciendo. Pero no. A pesar de que sería una labor mucho más fácil registrar y controlar al 1% que el restante 99%.
Claro está que las órdenes vienen justamente de ese 1% que siente el rugido de las manifestaciones de millones, de los levantamientos populares, de las huelgas generales. Otra perla para el collar del lacayismo. Cuando lo comienzen (o continúen aplicando, porque no hay que ser incrédulos) surjen muchas dudas sobre la dimensión del concepto antisistema. Si el sistema es el capitalista regenteado por el imperialismo debe de deducirse que todas aquellas personas que estén contra este sistema, o pretendan cambiarlo, o substituirlo por otro, son naturalmente antisistemas. El Partido al cual pertenecía Tabaré Vázquez cuando asumió la presidencia se denomina Partido socialista es decir claramente antisistema, queda la duda de si se irá a fichar y controlar a Tabaré Vázquez, más aún cuando puede llegar a volver a ser Presidente. Y con él a todos los miembros, ministros y parlamentarios del Partido Socialista. Y del Comunista naturalmente, Y del «extremista» MPP que proclama la «liberación nacional y el socialismo» organización a la que pertenece y es dirigente el Ministro del Interior Bonomi y también la esposa del Presidente Mujica, la Senadora Topolansky. Y que decir de aquellos frenteamplistas como el Gral. Licandro que se aferran a los principios fundacionales del Frente Amplio, claramente antisistema, y que decir del PIT-CNT que hasta tiene el antisistema en su programa y resoluciones de Congreso. Hasta donde se extiende el concepto antisistema, ya que primero que nada y antes de reclutar «expertos» habría que definir que es lo que se entiende por antisistema. No se ha hecho y con ello otra perla al collar colaboracionista con el imperio: antisistema quiere decir en el lenguaje «contrainsurgente» del Pentágono y el fascismo internacional-militar, civiles que protestan, gente desconforme con las injusticias, pueden ser jubilados o menores de edad como en Europa, trabajadores mineros, campesinos o maestros, sacerdotes o bomberos, es decir que la estrategia actual del imperio considera como el gran enemigo potencial a los civiles que protestan y resisten el brutal saqueo y quieren cambios, esos están contra el sistema y por lo tanto son antisistema, son el 99%.
Contra ellos apuntan los fusiles con rayos láser y los drones imperiales. Civiles que piensan masacrar para mantener al sistema en pie. El que un gobierno de izquierda le declare la guerra a los antisistema y se prepare (con los recursos del estado) a reprimirlos es además de una aberración histórico-política una traición lisa y llana sin ningún tipo de atenuantes a los principios de la izquierda. De hecho se le declara una guerra preventiva a todos aquellos que protesten, que esten desconformes con las injusticias del sistema ya que por ello devienen, automáticamente, en antisistema. Muchos podrán comprender ahora el odio demostrado por los aparatos gubernamentales-políticos contra los sindicatos, las huelgas, los paros, las manifestaciones, el antimperialismo, el reclamo de verdad y justicia para con los antisistema desaparecidos y juicio a los criminales prosistema, es decir los militares torturadores, asesinos y ladrones de bebés. Muy grave, muy serio. Si lo de los SEALs fué un atentado a la soberania nacional esto de controlar y fichar a los antisistema es un atentado contra los derechos ciudadanos y una atentando a la Constitución en consecuencia, «seguida de actos preparatorios» ya que este Servicio de espionaje se va a instalar y ya está en marcha. La mayoría de los uruguayos está contra la injusticia, la desigualdad, la explotación, el saqueo, el robo de los millonarios, es decir, la mayoría de la población es antisistema, anti el actual sistema que hace posible todo el cúmulo de injusticias que conocemos. Es decir que se están planeando acciones que vulneran los derechos ciudadanos de la mayoría, ya que no podrán hablar de mayorías prosistema que quieran ser explotadas.
Por el Blog Zurdatupa. Jorge Zabalza
Por el Blog El Muerto: Alberto Cabrera
Por el Blog Noticias Uruguayas: Alberto Vidal
Fuente original: http://red-latina-sin-fronteras.lacoctelera.net/post/2013/01/22/uruguay-eeuu-acuerdos-represivos