En muchos iconos griegos San Jorge (San Georgios) aparece matando a un dragón. Esta imagen parece haber inspirado al Gobierno heleno. En forma muy frecuente el Gobierno griego crea sus propios dragones que a continuación mata para asumir el papel de un santo héroe. Esto no tiene ninguna relación con la santidad. Se presenta al […]
En muchos iconos griegos San Jorge (San Georgios) aparece matando a un dragón. Esta imagen parece haber inspirado al Gobierno heleno. En forma muy frecuente el Gobierno griego crea sus propios dragones que a continuación mata para asumir el papel de un santo héroe. Esto no tiene ninguna relación con la santidad. Se presenta al Estado griego como un dragón que carcome a la economía griega. La verdad es que el Estado griego está lleno de ejemplos de parásitos. Es un producto de los gobiernos que fue creado sin ningún criterio de evaluación y compuesto por gente que era su clientela electoral.
Actualmente, el Gobierno, las mismas personas que gobernaron durante los últimos 30 años en Grecia, hacen aparecer al dragón del Estado que debe sucumbir. Pero la realidad es que perece gente. La trágica ironía es que el ministro que se encarga de llevar a cabo los despidos proviene de una familia política, la familia Mitsotakis, que se mantuvo en el poder gracias a los favores y enchufes, a los contratos de afiliados políticos.
Lo malo es que aquellos que hoy se muestran a favor del despido de empleados públicos no dan a conocer cuántos trabajan actualmente, en cuáles puestos y cuántos de ellos sobran. La pregunta es cómo saben cuántos deben ser despedidos. Al mismo tiempo, no existe ningún plan de funcionamiento correcto del sector estatal que pueda convencer de su efectividad.
Así, lo único que está claro es que se despedirá a la gente, que el desempleo va a crecer y que arrastrarán con ellos al sector privado. Todos aquellos que serán despedidos pierden el poder adquisitivo y de subsistencia. De ese modo, el sector privado pierde clientes. Los esfuerzos del Gobierno de sanear la Televisión Pública de la gente que el mismo Ejecutivo colocó allí, dejó en la calle a 3.000 personas, al país sin televisión estatal y la impresión de que el Gobierno está decidido a actuar de forma ilegal para implementar cosas que carecen de lógica pero que son decisiones que tomaron unos «europeos» en sus despachos.
Es impresionante que todos aquellos que hablan de la necesidad de ir contra el sector público no mencionan al «otro» sector público que está desequilibrando la economía. Me refiero a las decisiones que asume el Gobierno respecto a las obras y el abastecimiento al Estado, que en la mayoría de los casos están sobrevaloradas y van a dar a los bolsillos de la élite económica, de unos pocos empresarios. Nadie se ocupa de este sector público pecaminoso. Así, en Grecia puede que no haya remedios contra el cáncer pero la esposa del ministro de Economía, como reveló la revista Hot Doc, puede organizar eventos sobre salud y ser pagada por el Estado con medio millón de euros.
La corrupción es un asunto de los gobiernos. El caso de la lista Lagarde reveló que todo el sistema de corrupción está compuesto por aquellos que gobiernan Grecia. Después de tres años de haber recibido la lista, no se ha hecho ningún control a los posibles evasores de impuestos para que el Estado pueda cobrar. Al contrario, están despidiendo a empleados públicos.
Pero el asunto no es ético. No es que el Gobierno cree dragones y cuentos para aparecer como vencedores en una batalla falsa. El verdadero problema es que todo lo que sea estatal está en liquidación (incluyendo a las personas). Todo lo que sea estatal y no es rentable se está cerrando y lo que está produciendo ganancias se está vendiendo. Con una forma de pensar peligrosa, están demandando el cierre de escuelas o de hospitales ya que no dan ganancias. O sea que el cuidado social pasa a ser de un elemento político cultural a un juego de ganancias que se presenta como una lucha contra la corrupción. El despido de empleados civiles va a crear un problema de funcionamiento en donde existe. De este modo, las escuelas, los hospitales, los asilos de ancianos, todo lo que sirva las necesidades sociales, serán empujados a cerrar. Y lo astuto es que los ciudadanos se verán obligados a recurrir al sector privado.
Los despidos son una barbarie que se suma a la barbarie de la austeridad que se presenta como una solución, una vez que se culpa primero a los pueblos. Los juerguistas griegos, los holgazanes españoles, los superfluos italianos. El Estado y la Protección Social se suprimen. Los que los suprimen cuidan de recurrir a los hospitales privados y sus hijos asisten a los colegios privados. El resto es calificado de corrupto.
Kostas Vaxevanis es director de la revista ‘Hot Doc’ y premio Julio Anguita Parrado de Periodismo 2013.