Miliband quiere mantener la relación con los sindicatos, pero cambiar el modo en que se financia. El líder laborista propone eliminar el mecanismo actual de contribución automática de los afiliados sindicales al partido.
¿Es el fin de la histórica relación entre el Partido Laborista británico y los sindicatos? El líder laborista Ed Miliband no dudó en llevar el mensaje de cambio al Congreso Anual de los Sindicatos británicos (TUC) celebrado esta semana en Bouremouth, sur de Inglaterra. «Tenemos que construir un partido arraigado en la vida de todos los trabajadores británicos. Tenemos que cambiar. Y estoy absolutamente determinado a hacerlo», dijo Miliband al congreso.
El cambio apunta al corazón financiero de la relación que une al partido y los sindicatos que, junto a organizaciones socialistas, fundaron el laborismo a fines del siglo XIX. Los sindicatos pagan al Partido Laborista una cuota anual a cambio de la afiliación automática de sus miembros al partido y el derecho a un 50 por ciento de los votos en los congresos, lo que les otorga un poder decisivo a la hora de elegir el líder, como sucedió con el mismo Miliband tras la derrota electoral de 2010.
Miliband quiere mantener la relación con los sindicatos, pero cambiar el modo en que se financia. El líder laborista propone eliminar el mecanismo actual de contribución automática de los afiliados sindicales al partido por otro más transparente y voluntario. En la actualidad, a menos que el miembro del sindicato declare explícitamente que no quiere pertenecer, es afiliado al partido y paga una cuota. Miliband quiere poner patas para arriba ese mecanismo de manera que no haya ninguna contribución a menos que los afiliados digan explícitamente que quieren hacerla. «En teoría tenemos tres millones de miembros de sindicatos afiliados al partido. En la práctica, la mayoría no participa. Están afiliados nominalmente», señaló Miliband.
Este mensaje fue recibido con un frío y distante aplauso o con un silencio hostil y estupefacto de los delegados. En privado y en público los sindicatos han advertido que si Miliband sigue adelante con la reforma pueden reducir drásticamente su contribución al Partido Laborista que, a veinte meses de las elecciones, acumula una deuda de casi 9 millones de libras (unos 13 millones de dólares).
La razón manifiesta de la confrontación se retrotrae a la incontrolable borrachera de un diputado laborista, Eric Joyce, que terminó en una pelea en el bar de la Cámara de los Comunes y la suspensión de su escaño parlamentario. La cúpula partidaria alegó que en la selección del reemplazante de Joyce los sindicatos movieron todo su aparato para imponer su propio candidato.
En julio la policía dictaminó que no había motivos para lanzar una investigación criminal. La semana pasada el mismo partido indicó que no había habido «foul play» (juego sucio). En aras de la unidad, la candidata de los sindicatos retiró su postulación, pero su mentor, el diputado Tom Watson, exigió una disculpa de parte de Miliband.
El líder laborista procuró sonar conciliatorio ante los cientos de delegados en Bornemouth, pero no dio marcha atrás. «Entiendo que mucha gente esté preocupada con estos cambios. Entiendo, pero no estoy de acuerdo. Este es el camino a seguir», señaló Miliband.
La perseverancia de Miliband frente a la oleada de protestas de su propio partido está vinculada con la razón profunda del cambio. Gracias a una campaña implacable de los poderosos medios conservadores, Ed Miliband es hoy Red Ed (Ed el Rojo), un líder en manos de los sindicatos, títere de sus contribuciones financieras. Un enfrentamiento le permite demostrar que es un político de principios y poner el foco en los conservadores, que financian sus campañas con «donaciones» de los fondos de inversión, banqueros y millonarios de la city.
En su discurso ante los delegados sindicales, el líder laborista recordó los puntos en común que tiene con los sindicatos. El aplauso de los delegados fue generoso cuando Miliband prometió introducir fuertes cambios y limitaciones a los contratos de cero horas que proliferaron con la crisis económica de 2008 en adelante.
En estos contratos el empleado está virtualmente a disposición del empleador que puede llamarlo en cualquier momento para ofrecerle trabajo por un día o unas horas. En la práctica significa que el trabajador jamás sabe si va a tener trabajo ni cuánto va a ganar en una semana o un mes.
Un trabajador comparó este sistema con las prácticas victorianas o las de los años ’30 en las que los trabajadores hacían fila para saber si había trabajo o se juntaban en una plaza para ver si alguien les ofrecía una changa.
La diferencia es que ahora esperan al lado del teléfono y que la práctica se está extendiendo al sector privado y público, a los servicios y las fábricas. «Este tipo de explotación tiene que terminar. Los contratos de cero horas han sido abusados al máximo», señaló Miliband.
El cálculo empresarial es que un millón de personas tiene contratos de cero horas en todo tipo de trabajos, desde McDonald’s hasta municipalidades y organizaciones caritativas, aunque los sindicatos elevan la cifras a más de cinco millones.
Miliband recordó que con los salarios se vive una situación similar. «El nivel de vida ha caído por el período más largo que recordamos desde 1870. Los únicos que hoy se benefician son los que están en lo más alto», indicó Miliband.
Según la OCDE los salarios británicos son los que menos crecieron de los países del G-20 desde 2010, año en que la coalición ganó las elecciones. Según un informe de la Resolution Foundation, si el salario mínimo instituido en 1999 se hubiera mantenido a la par de los aumentos concedidos a los directores de las cien compañías que cotizan más en la Bolsa, hoy deberían ser casi el triple. En otras palabras, el crecimiento que no fue a salarios, fue a los bolsillos de los directores y accionistas. No sorprende que las ganancias de Wonga -una compañía de prestamistas para los que no tienen otro acceso al crédito- se hayan disparado en un 35 por ciento en los últimos doce meses.
Con este telón de fondo, muchos sindicalistas se preguntan por qué Miliband eligió de tema central el vínculo del partido y los sindicatos. «Cuando habló de las cosas que le interesan a la gente, como los contratos de cero horas, la pobreza o la austeridad, todos escucharon. Lo otro no le interesa a nadie», señaló el secretario general de los estatales, Dave Prentis.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-228988-2013-09-14.html