En la literatura especializada, cuando se aborda el tema de las relaciones entre la Unión Europea(UE) y América Latina Caribe (ALC) resulta frecuente encontrar la idea de que esta región, vista como un todo, «no representa una prioridad para la Unión Europea», discusión que iría a insertarse en lo que ya parece constituir una especie […]
En la literatura especializada, cuando se aborda el tema de las relaciones entre la Unión Europea(UE) y América Latina Caribe (ALC) resulta frecuente encontrar la idea de que esta región, vista como un todo, «no representa una prioridad para la Unión Europea», discusión que iría a insertarse en lo que ya parece constituir una especie de debate politológico recurrente acerca de las llamadas «prioridades» respecto a las relaciones exteriores de los Estados o bloques de integración, pero sobre todo de los centros de poder imperialista; relaciones exteriores concebidas en el amplio sentido del concepto, esencialmente, en sus dimensiones políticas y económicas, en este último caso, comerciales y financieras.
El hecho es que de acuerdo con el prestigioso «Diccionario del uso del español», se entiende por «prioridad», entre otras acepciones, a la «preferencia, primacía», o «anterioridad en consideración o superioridad en importancia» de «una cosa con respecto a otra»i. En correspondencia, tal y como se plantea habitualmente el asunto, el análisis giraría acerca de si las relaciones que sostiene el bloque europeo con América Latina Caribe resultan preferentes a éste respecto a las que mantiene o construye con actores de otras áreas geográficas. Un razonamiento que visto así puede resultar engañoso y conducir a errores tanto en la teorización como en la praxis política, esencialmente en la dimensión estratégica de ésta última.
Todo indica que se precisa de una perspectiva de análisis diferente, como pudiera ser dejar atrás el planteamiento de la cuestión de manera holística para abordarla casuísticamente, en cada una de sus manifestaciones. Así, ante la pregunta de si para el liderazgo, instituciones o Estados miembros del bloque europeo son relevantes o prioritarias las relaciones con los diferentes actores latinoamericanos y caribeños, entre otros, los cuestionamiento apuntarían, por ejemplo, hacia, ¿en cuál de sus dimensiones?, ¿en lo político?, ¿en lo económico?, ¿qué aspectos en cada caso?, ¿por qué?, ¿en función de qué intereses?
Las relaciones políticas de la UE con América Latina Caribe y «el abecé del marxismo«
Así, un análisis crítico acerca de la lógica y el dinamismo de las relaciones políticas entre la UE y América Latina Caribe demuestra con creces la tesis leninista acerca de que «La política es la expresión concentrada de la economía (…). La política no puede dejar de tener supremacía sobre la economía», porque, «pensar de otro modo significa olvidar el abecé del marxismo»ii. Se trata de que hasta el momento, el liderazgo del bloque europeo, promotor y principal artífice de este entramado, ha privilegiado realmente en esas relaciones lo que resulta funcional a sus propios intereses, o dígase mejor a los intereses de los grandes capitales a los cuales representa, intereses que por lo general coinciden solo con las élites de poder de vocación imperialista de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y ¿por qué no?, de todo el mundo.
Un escenario muy contradictorio en el que, por paradójico que parezca, ninguno de estos dos grandes grupos de actores resulta complacido, ¿la clave?, la misma que explica las contradicciones inter-imperialistas: al capital y sobre todo a los grandes capitales nunca resultan suficientes las cuotas de poder que alcanzan, éstas siempre parecen pocas. De ahí el sentimiento de decepción que se genera entre voceros de uno y otro espacio, pero sobre todo en el latinoamericano acerca del derrotero de dichas relaciones, y la ya mencionada conclusión, «América Latina Caribe no representan una prioridad para la Unión Europea», pero… ¿es tan así?
A lo anterior, se suma otra gran e importante realidad: la Unión Europea constituye un bloque de poder imperialista, sus concepciones geopolíticas y geoestratégicas hacia América Latina y el Caribe no se diferencian esencialmente de las de EEUU. Y es que, como el Imperio, la UE le ofrece a la región un modelo asimétrico de relaciones en la que ésta se encuentra destinada a ocupar una posición subordinada. En consecuencia, sus intereses y prioridades se encuentran lejos de las de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y por consiguiente, de las de los gobiernos en ejercicio que intentan representar y defender dichos intereses, a quienes esta estrategia, en su concepción actual, obviamente tampoco logra convencer, más allá de la edulcorante retórica consustancial a la mayor parte de los documentos y declaraciones.
Así, por ejemplo, si bien las cumbres entre los Jefes de Estado y de Gobierno UE ALC comenzaron a desarrollarse desde 1999, no fue hasta el tercero de estos eventos celebrado en México en el 2004 que se inician los pasos decisivos para la conformación de una «verdadera agenda birregional», lo que hasta hoy muestra pocos avances en su concreción. De hecho, existe un cierto consenso acerca de que por lo general los vínculos no trascienden la llamada «diplomacia de cumbres», eventos por lo general tan cargados de facundia como carentes de acciones concretas y ventajosas para todas las partes concurrentes.
Eventos en los no obstante un punto invariable de las agendas «políticas» es la persistencia en lograr la firma de los llamados Acuerdo de Asociación Económica (AAE) -de cuarta generación- con los diferentes grupos regionales, sobre todo a partir del 2006, vinculado con el fracaso del proceso de negociaciones multilaterales de la Organización Mundial de Comercio (OMC) conocido como la Ronda de Doha. Acuerdos de Asociación que representan en la praxis Tratados de Libre Comercio altamente lesivos, al imponer a sus debilitadas contrapartes la liberalización de actividades que trascienden lo puramente comercial: licitaciones gubernamentales de las compras públicas, los servicios, las inversiones, y grandes exigencias en materia de propiedad intelectual. Actividades por las mismas razones y a exigencias de un importante número de los empobrecidos países del «Sur geopolítico» fueron excluidas de las negociaciones de la OMC; de ahí que a estos Acuerdos se les conozca también como los «OMC plus».
Pero explica igualmente algunas decisiones políticas del bloque europeo altamente controvertidas, como pudieran ser, por ejemplo, su posición ante el golpe de Estado en Honduras, dada la entonces inminente VI Cumbre UE-ALC y el interés de lograr la firma del Acuerdo de Asociación Económica con Centroamérica en ese contexto; o la determinación de abandonar las negociaciones para alcanzar un AAE con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) como respuesta a la negativa de Ecuador y Bolivia de aceptar la liberalización comercial propugnada por este Acuerdo. Determinación que se completó con otro fallo también polémico, la rúbrica de un llamado Acuerdo Comercial Multipartito con Perú y Colombia que excluyó los conocidos pilares político y de cooperación, y que, como se ha dicho representa en la praxis un Tratado de Libre Comercio de amplio alcance.
Una medida totalmente contradictoria con lo que hasta este momento ha sido una de los aspectos más proclamados por el liderazgo de la Unión cuando se refiere a las supuestas ventajas de sus propuestas de asociación para los países del «Sur geopolítico», si se relacionan con las de otros actores, por ejemplo, EEUU. Decisión que además puso en tela de juicio una de las ideas proclamadas por los líderes del bloque, referida a que dentro de los principales objetivos de la Unión en su cooperación con Latinoamérica y el Caribe se encuentra el fortalecimiento de la integración de los bloques sub-regionales, toda vez que con ella la CAN fue inobjetablemente debilitada en su unidad.
Entonces, en cuanto a lo político, el cuestionamiento acerca de si América Latina Caribe es o no prioridad para la Unión Europea, debe ser muy, pero muy matizado, o quizás mejor, dirigido hacia cuestiones específicas. Está claro que para este bloque de poder imperialista, para la Unión Europea, los problemas reales que afectan a la región, tales como los graves conflictos sociales que sufren millones de personas: el empobrecimiento extremo, el hambre, la desnutrición, el casi nulo acceso a los diferentes niveles educacionales de millones de niños y jóvenes; el desempleo y la falta de oportunidades que estimulan la violencia extrema, el narcotráfico y las migraciones descontroladas de la población juvenil, y la feminización de la pobreza, entre otros muchos, que solo pueden ser solucionados con proyectos políticos nacionalistas, revolucionarios, concebidos desde una democracia participativa e incluyente, no son de relevancia para el bloque, cuyas declaraciones al respecto no trascienden la retórica vacía y edulcorante que caracterizan a la mayor parte de los documentos oficiales al respecto y los discursos de la más representativo de su liderazgo. Recuérdese por poner otro ejemplo la llamada y muy controvertida Directiva de Retorno, renombrada en la propia UE como Directiva de la Vergüenza.
Muy por el contrario, son precisamente los Gobiernos y líderes de la región que promueven estos tipos de proyecto los más cuestionados, criticados, e incluso sancionados y agredidos, como es el caso de Cuba.
Pero…, este es solo parte del problema, ¿hay cuestiones en la relación política que son de mayor prioridad? Pues sí…, solo que el análisis en una próxima reflexión.
La Habana, 10 de octubre de 2013
«Año 55 de la Revolución»
Notas:
i Moliner María. «Diccionario del uso del español».
ii Lenin, V. I. «Una vez más acerca de los sindicatos, el momento actual y los errores de los camaradas Trotski y Bujarin», O. C. Tomo XXII, pag. 289 Editorial Progreso, Moscú, 1986.
Gloria Teresita Almaguer González colabora en el Centro de Investigaciones de Política Internacional de La Habana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.