Un período de profundo estancamiento en los debates y producciones teóricas al interior del marxismo global y sus expresiones latinoamericanas, marcarían la primera mitad del siglo XX, provocadas principalmente por la influencia hegemónica de las políticas estalinistas dictadas desde la Unión Soviética y la cooptación institucional del movimiento obrero y social en considerables Estados de […]
Un período de profundo estancamiento en los debates y producciones teóricas al interior del marxismo global y sus expresiones latinoamericanas, marcarían la primera mitad del siglo XX, provocadas principalmente por la influencia hegemónica de las políticas estalinistas dictadas desde la Unión Soviética y la cooptación institucional del movimiento obrero y social en considerables Estados de nuestro continente.
Fueron dos las cuestiones que actuaron como ejes dinamizadores en este momento de pobre desarrollo intelectual y práctico en América Latina, abriendo el espacio para la construcción de nuevas tesis, profundas batallas de ideas y la configuración de nuevos proyectos políticos emancipatorios. Por un lado, la profundización en la incorporación de nuestro continente a un contexto global de acumulación capitalista y, por otro lado, un hecho que marcaría hasta los días de hoy, las estrategias y líneas políticas del conjunto de las organizaciones de la izquierda internacional y latinoamericana: el triunfo de la Revolución Cubana (Osorio, 1997, pp. 561-562). Este último acontecimiento histórico, rompería con las estrategias y lecturas que emanaban desde la Unión Soviética, validando la opción de que en esta latitud del mundo, era posible una revolución anticapitalista con horizonte socialista.
Frente a este escenario, luego de un proceso de arduos debates entre intelectuales orgánicos e instituciones de investigación de las ciencias sociales (como la CLACSO, por ejemplo), sectores de los «marxismos no alineados», fueron capaces de desarrollar y apropiarse de lo que luego se denominaría como la «teoría de la dependencia», caracterizando a América Latina como una región plenamente dependiente de los centros productivos e imperialistas de la geopolítica mundial, bajo elementos que dotan de una explicación coherente y bien argumentada, a una situación y rol que seguimos cumpliendo incluso dentro del patrón de acumulación actual. Es decir, los elementos que contribuyeron en los debates e intercambios de ideas en torno a la «teoría de la dependencia», conservan plena vigencia y proyecciones para la construcción de proyectos políticos revolucionarios en la actualidad.
Los debates, ideas y tesis impulsadas por los «marxismos no alineados», apuntaban a desarrollar la argumentación posible para desprenderse de la idea ortodoxa y estática, de que latinoamérica era un continente con ciertas características precapitalistas y/o feudales:
«En el marxismo, la reflexión desarrollada en torno a la dependencia no partió de cero; se apoyó en diversos trabajos que se habían desarrollado en años previos y que tenían como denominador común negar el carácter feudal de la formación social latinoamericana» (Osorio, 1997, p. 565).
Esta ruptura teórica, venía de la mano con la reconfiguración de una nueva izquierda con perspectiva transformadora, dispuesta a organizarse en pos de revoluciones dotadas de un claro contenido anticapitalista, antimperialista y socialista.
El texto Dialéctica de la dependencia de Ruy Mauro Marini -intelectual orgánico brasileño, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile-. representa un punto de inflexión en el proceso de análisis exhaustivo y riguroso que habían desarrollado distintos intelectuales y espacios para la investigación de las ciencias sociales, tanto en América Latina, como en otros rincones del mundo. Este texto, en tanto ruptura teórica pública, constituye un avance real respecto de la apropiación del concepto de dependencia en las nuevas matrices político ideológicas de corte marxista-anticapitalista, profundizando en la argumentación, generando una coherencia y cohesión entre quienes se proponían la configuración de nuevas experiencias (políticas, sociales y militares) para América latina y sus pueblos.
«Curiosamente, y como una prueba más de las debilidades de la economía marxista latinoamericana, va a ser un sociólogo – Ruy Mauro Marini – el que formulará las bases de la economía política de la dependencia, marcando con su libro, Dialéctica de la dependencia, el corte de un proceso de una categoría que, surgida en un campo teórico ajeno al marxismo, asume un estatuto teórico marxista» (Osorio, 1997, p. 568)
América Latina ha estado subordinada al patrón de acumulación capitalista desde la invasión europea en el siglo XVI. Desde ese momento, -y hasta nuestros días- nuestro continente ha cumplido el rol de exportador de metales preciosos -en primera instancia- y de materias primas en general -a partir del siglo XIX hasta la actualidad- de acuerdo a los requerimientos de los países del centro. Esto confirma la tesis de la existencia de centros y periferias en un mercado capitalista global, dotando al intercambio latinoamericano de un componente plenamente dependiente de los centros imperialistas e industriales.
«Forjada al calor de la expansión comercial promovida, en el siglo XVI, por el capitalismo naciente, América Latina se desarrolla en estrecha consonancia con la dinámica del capital internacional. Colonia productora de metales preciosos y géneros exóticos, en un principio contribuyó al aumento de flujo de mercancías y a la expansión de los medios de pago, que, al tiempo que permitían el desarrollo del capital comercial y bancario en Europa, apuntalaron el sistema manufacturero europeo y allanaron el camino a la creación de la gran industria. La revolución industrial, que dará inicio a ésta, corresponde en América Latina a la independencia política que, conquistada en las primeras décadas del siglo XIX, hará surgir, con base en la nervadura demográfica y administrativa tejida durante la colonia, a un conjunto de países que entran a gravitar en torno a Inglaterra. Los flujos de mercancías y, posteriormente, de capitales, tienen en ésta su punto de entroncamiento: ignorándose los unos a los otros, los nuevos países se articularán directamente con la metrópoli inglesa y, en función de los requerimientos de ésta, entrarán a producir y a exportar bienes primarios, a cambio de manufacturas de consumo y -cuando la exportación supera sus importaciones- de deudas.» (Marini, 1991, p. 5)
No obstante, existe también la posición asumida por el conjunto de Partidos Comunistas asociados a las resoluciones de la Comintern Soviética, quienes desarrollaron la estrategia de los Frentes Populares, de acuerdo a unas lecturas y tesis que asumían a América Latina como una región con una formación social feudal, en tanto precapitalista, por lo que era necesario, para ese período de la lucha de clases, impulsar una etapa de profundización del modo de producción capitalista, conducido y en alianza con lo que ellos llamarían las burguesías nacionales «progresistas», avanzando en aspectos de la economía nacional -y continental- que considerarían urgentes y necesarios para Nuestra América. Esto dice relación con la industrialización y proletarización del campo popular, capaz oprimidas y clases subalternas del complejo social latinoamericano.
«La tercera fase (del pensamiento marxista latinoamericano), que transcurrió desde 1930 hasta 1960, estuvo caracterizada por un proceso de esclerosamiento ideológico que condujo a un dogmatismo incapaz de ver más allá de lo que dictaban los manuales de la URSS. Fueron los tiempos en que había que fabricar tesis, como la de América Latina feudal, al servicio de la estrategia de turno: el Frente Popular, expresión de la teoría de la revolución por etapas.» (Vitale, 1983, p. 2)
Si bien, no podemos extrapolar esta estrategia a los días de hoy de la misma manera en que se desarrolló en aquella época, gran parte de los Partidos Comunistas latinoamericanos han conservado elementos de esta estrategia para el actual período de la lucha de clases, considerando la descomposición de la Izquierda Tradicional, apostando por la construcción de referentes extraparlamentarios como forma para la acumulación de fuerza propia inicial, incorporándose más tarde a conglomerados amplios con fuerzas de la izquierda neoliberal y donde ellos encontrarían estos sectores dispuestos a reformas democráticas y que, si bien no los caracterizan como las «burguesías nacionales progresistas», cumplirían el mismo rol democratizador -reformas democráticas- que ha pensado la Izquierda Tradicional como las necesarias a lo largo del siglo XX. Un ejemplo de esto, sería la construcción en Chile de lo que fue el «Juntos Podemos Más» y la reciente incorporación del PC a la ex-Concertación de Partidos por la Democracia, hoy «Nueva Mayoría».
Es necesario reafirmar el rol que ha cumplido América Latina en un contexto global del modo de producción capitalista. Pensarnos como un continente feudal, por la existencia de clases subalternas, como el campesinado o el artesanado, e incluso por la resistencia de lo que -de manera denostativa- se denomina como los Pueblos Indígenas -que nosotros preferimos como los Pueblos originarios de Nuestra América-, no puede ser más que una idea forzada para la implementación de las políticas antes mencionadas. En ese sentido, la teoría de la dependencia clarifica ciertas cuestiones respecto de las formas estratégicas de producción que cumple Latinoamérica -extracción y exportación de materias primas de minerales y recursos naturales en general-, pero además permite generar un análisis dialógico-comparativo con los factores «externos», en tanto globales, del patrón de acumulación capitalista, verificando los roles y la articulación mundial de los mercados, en pos de un patrón de acumulación que institucionalmente hoy se encuentra estrictamente ordenado y comandando por organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, dentro de los cuales somos parte de los países que orbitan en términos de sus «planificaciones» e intereses. Un ejemplo de esto, es la extracción de petroleo en Venezuela, donde, a pesar de su orientación socialista y donde la mayor parte de las empresas petroleras son controladas por el Estado, la cantidad de las exportaciones de petroleo venezolano, dependen en gran medida del mercado estadounidense: «hoy día Venezuela entrega más de la mitad de su petróleo a multinacionales de Estados Unidos». (Gaudichaud, F. 2014).
Una nueva generación de marxistas ha comenzado a criticar la llamada «teoría de la dependencia» – cuyo estancamiento es obvio – por haber unilateralizado el análisis, al poner el acento en el carácter exógeno de nuestra economía, en detrimento del estudio de las relaciones de producción y del conflicto de clases. Los llamados factores «externos e internos» forman parte de un mismo proceso global insertado en el sistema capitalista mundial. (Vitale, 1983, p. 3).
Limitaciones y proyecciones.
Estos elementos (centros y periferias, dependencia económica, por tanto, política, cultural, etc), son insuficientes a la hora de construir proyecciones y proyectos políticos reales en la actualidad. En ese sentido, los desafíos para las y los anticapitalistas hoy, dicen relación con ampliar el campo de análisis que hasta nuestros días han evidenciado las limitaciones economicistas del marxismo latinoamericano.
«Las relaciones de dependencia se expresan tanto a través de la opresión semicolonial y étnica, como de la explotación de clase, las repercusiones de la crisis ecológica y las formas especiales de opresión de la mujer en América Latina. Etnia-clase-sexo-colonialismo constituyen en América Latina partes interrelacionadas de una totalidad dependiente que no puede escindirse, a riesgo de parcelar el conocimiento de la realidad y la praxis social, como si por ejemplo las luchas de la mujer por su emancipación estuvieran desligadas del movimiento ecologista, indígena, clasista y antimperialista, y viceversa.» (Vitale, 1983)
En ese sentido, para considerarnos un aporte más en la construcción de proyectos políticos transformadores de orientación revolucionaria, es necesario incorporar -dándoles la misma centralidad que las luchas de las clase trabajadora- a una gran diversidad de actores y actrices de las luchas y los movimientos sociales, considerando en el análisis al conjunto de elementos en la superestructura de opresión -tales como el patriarcado-, para ir configurando convergencias anticapitalistas en el seno del pueblo pobre. clases subalternas y el campo popular en su conjunto, en perspectiva emancipadora.
Algunas conclusiones.
Como parte de las conclusiones, quisiera mencionar algunas de las ideas fuerza que han recorrido la ruta de estas líneas. En un primer momento, los debates en torno a la teoría de la dependencia se centraron en desprenderse de la idea y tesis soviética de la América Latina feudal, para generar una caracterización con mayor rigurosidad y profundidad acerca del rol de nuestro continente en el modo de producción capitalista, entendido como un sistema o totalidad globalizante.
Fueron ciertos intelectuales orgánicos, militantes de lo que se podría denominar como los «marxismos no alineados», -entre ellos Ruy Mauro Marini y Luis Vitale- quienes aportaron notablemente en esta tarea, identificando el carácter extractivo y exportador de materias primas de recursos naturales en el mercado global, dependiente de los intereses de centros industriales e imperialismos geopolíticos.
Si bien ha cambiado profundamente el contexto -y patrón de acumulación- desde el momento en que se hicieron las mayores reflexiones desde el marxismo en torno a la dependencia, el carácter y rol que cumple el conjunto de los países de nuestra región no ha cambiado mayormente, pues seguimos reproduciendo el modelo extractivo y exportador de materias primas. De esta manera, y de la mano con ciertos gobiernos de orientación socialista o progresista, se han intentado articular nuevos espacios latinoamericanos como la CELAC, institución en la que no figuran los Estados Unidos. Como contra parte, podemos verificar de manera tangible, el poder de instituciones económicas mundiales como en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, funcionales al poder hegemónico de Estados Unidos.
Para finalizar, solamente considerando el conjunto de luchas y movimientos sociales, dándoles la relevancia que corresponden de acuerdo a nuestra formación social e identitaria nuestroamericana, podremos romper con los dogmatismos teóricos y prácticos que se han dado en nuestra región. Creemos que únicamente incorporando la centralidad que históricamente le ha correspondido a las luchas feministas, de pueblos originarios, al ecosocialismo como alternativa a la crisis ecológica continental y global, e impulsando iniciativas de educación popular que vinculen estas luchas, además de las luchas de la clase trabajadora en su conjunto, podremos aportar en la construcción de espacios que trasciendan a la lectura economicista que ha caracterizado a gran parte del marxismo latinoamericano, para poder superar ese estancamiento mecanicista y hacer síntesis dialéctica en la conformación de proyectos políticos verdaderamente auténticos, curiosos, antidogmáticos y emancipatorios. En ese sentido, nos queda una discusión pendiente a la que constantemente se evade: ¿cómo pensamos la constitución de sujeto revolucionario?
Referencias bibliográficas y linkográficas.
(1) Osorio, J. (1997). El marxismo latinoamericano y la dependencia. En J. Gilbert (1 a Edición), Introducción a la Sociología (pp. 561-601). Santiago: LOM Ediciones.
(2) Link: http://www.rebelion.org/docs/55046.pdf
Fuente: Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, Ediciones Era, México, decimoprimera reimpresión, 1991. ISBN: 968-411-253-X. Se publica en internet gracias a Ediciones Era.
(3) Link: http://www.youtube.com/watch?v=p9wZ64gc-jw
Gaudichaud, F. (2014, mayo). Conferencia: Venezuela y la crisis actual desde una perspectiva histórica. Ponencia presentada en el Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades, Universidad de Valparaíso. Valparaíso, Chile.
(4) Link: http://biblioteca.ues.edu.sv/revistas/10701653N66-13.pdf
Fuente: Luis Vitale, El marxismo latinoamericano ante dos desafíos: feminismo y crisis ecológica, Revista Nueva Sociedad Nro. 66 Mayo-Junio 1983, pp. 90-9.
Lautaro Llanos
Militante de Libres del Sur – Concepción, Chile.
Estudiante de Sociología, Udec.
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