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Los desafíos de la izquierda en América Latina y El Salvador de hoy

La encrucijada de la unidad

Fuentes: Rebelión

Ponencia preparada para eventos en el marco de los «14 años de la partida física de Schafik Handal», actos de conmemoración que el FMLN celebra todos los años desde el 2006.

A lo largo de la historia de las luchas de nuestro pueblo podemos observar que los momentos culminantes y de fuerza siempre se encuentran relacionados con el factor unidad de los movimientos revolucionarios. Y al revés, momentos de división de los revolucionarios marcan períodos, largos o cortos, de debilidad, de estancamiento y hasta de retraso. Ahora, para nosotros, y después de las derrotas electorales de marzo 2018 y febrero 2019 y después de diez años de experiencia en el Gobierno, consideramos que el momento es propicio para enfocarnos en el pensamiento y la práctica de Schafik sobre la unidad como él la entendía.

Hablo de unidad entre revolucionarios, no para autocomplacernos o mirarnos el ombligo, como se dice en lenguaje coloquial; hablo de la unidad como necesaria construcción como problema, sin duda teórico pero sobre todo práctico. Creo que se puede decir que así lo vio Schafik, pues una cosa es la unidad entre revolucionarios, otra las «alianzas» y otra «la construcción de fuerza para lograr poder popular». De modo, pues, que el punto medular es a mi juicio la unidad entre revolucionarios.

Me parece significativo en este sentido que en la primera publicación de los seminarios que el FMLN organiza en memoria a los aportes de Schafik al pensamiento revolucionario cada año desde el 2015, el primer aporte lleve como título «Schafik, auténtico representante de la lucha por la unidad de la izquierda«. El compañero Domingo Santacruz, autor de ese primer artículo, destaca que «el principal aporte de Schafik fue y es haber logrado la unidad de la izquierda salvadoreña a pesar de las diferencias ideológicas y políticas, renunciando a aspectos soberanos muy propios del PCS» 

Y subraya Domingo Santacruz al respecto: «(…) no fue fácil renunciar. (…) No fue fácil lograr que cinco organizaciones con diferencias fuertes en materia de visiones, concepciones, métodos y estilos de trabajo, con fuertes pensamientos muy propios, fueran capaces de lograr que al final nos sentáramos y nos convirtiéramos en lo que hoy somos: el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).»2

Cuando revisamos las propias palabras de Schafik sobre este proceso éstas son reveladoras respecto de la importancia que él otorga a la unidad entre revolucionarios; así como del nivel de autocrítica del que él era capaz acerca de conceptos de unidad, alianzas o incluso sobre el punto neurálgico relativo a la cuestión del poder, el cual llegó a provocar fuertes debates sobre si el FMLN debía conducir un proceso, o proponerse ser gobierno o si debía ser solo una fuerza de apoyo. Me permito citar las propias palabras de Schafik a pesar de que en numerosas publicaciones han sido destacadas con considerable difusión:

«la unidad de izquierda revolucionaria en El Salvador es el factor clave de todo nuestro esfuerzo: logramos la unidad de todas las fuerzas de izquierda revolucionaria, sin que quedara nadie afuera.»3

Continúa Schafik:

«Esta fue una rara situación, un raro momento de afinidad que no es muy común, ni tradicional en la izquierda. La izquierda es quien más habla de unidad y es la que menos capacidad de unidad tiene.

La derecha cada vez que necesita unificarse lo hace con una gran agilidad y logra cambiar el curso de los acontecimientos o defenderse de amenazas que tiene enfrente. Este es un caso raro en el que la izquierda hizo algo parecido a eso que elogiamos de la derecha. Estábamos en una polémica muy larga desde 1970 y que en 1979 había recrudecido; pero triunfó la revolución sandinista. Eso nos impactó a todos. Porque el elemento unidad allí había sido un factor importante. En medio de la polémica más dura fuimos capaces de poner en marcha nuestro proceso de unidad que duró muy pocos meses, desde diciembre del 79 cuando tres organizaciones hicimos el primer pacto, a octubre de 1980 cuando terminó ese proceso que culminó con la formación del Frente Farabundo Martí para la liberación Nacional (FMLN) que nos incluyó a todos. En ese breve tránsito logramos unificar a todo el movimiento popular de masas, y creamos la Coordinadora Revolucionaria de Masas donde estaban todas las tendencias y todas las alianzas. Eso nos permitió ir más lejos, logramos también influir para que las fuerzas democráticas revolucionarias no armadas se involucraran en el Frente Democrático Revolucionario, donde también participamos. Este elemento de unidad de las fuerzas revolucionarias es clave para todo.»4

En esta cita hay elementos de gran importancia, particularmente para los compañeros jóvenes de nuestro partido, quienes frecuentemente piensan que se trataba de simples pleitos entre organizaciones con las cuales ellos ya no tienen nada que ver, por haber «nacido en el FMLN». Pero lo que enfoca Schafik aquí no es la simple existencia de una diversidad de organizaciones, sino la existencia de diversos enfoques, dentro de un espectro de revolucionarios que él fue capaz de reconocer. Ese espectro en aquel momento se expresaba en la existencia de cinco distintas organizaciones revolucionarias; que, visto como «problema de teoría y práctica revolucionaria» pueden existir también dentro de una misma organización (como tendencias, por ejemplo).

Es importante recordar también su mención de la Coordinadora Revolucionaria de Masas, cuya gigantesca marcha del 22 de enero de 1980 acaba de cumplir este mes 40 años. Esa CRM, igual que el FMLN, fue la expresión de una unidad de organizaciones de masas que, todas sin excepción, compartían proyectos revolucionarios de sociedad, y que desde esa unidad formaron luego una alianza con otras organizaciones, democráticas y progresistas, formando el FDR, el Frente Democrático Revolucionario.

Sigo con otro aspecto de Schafik, que yo llamo capacidad de romper esquemas, cuando al referirse a esos mismos años 70 dice:

«(…) Ahora, cuando volvemos los ojos atrás, a esa década de los ’70, los comunistas hemos corregido nuestra visión sobre las organizaciones armadas que surgieron en esa década y hemos considerado que sin esas organizaciones el gran viraje de la población no hubiera tenido un cauce, una puerta abierta hacia otra forma de lucha.»5

Lo que Schafik está señalando es que si no hubiera existido la experiencia político-militar, el pueblo salvadoreño, al haber reconocido que la vía electoral se había agotado, no hubiese encontrado la manera de dar el paso a formas de lucha que superaran las marchas, las huelgas y otras que en lo estrictamente político debían desembocar únicamente en su propia participación electoral. Esto, porque el paso a la lucha armada no significaba solamente claridad teórica sino que implicaba una serie de dificultades prácticas, desde conseguir un arma hasta las más mínimas pero indispensables medidas de clandestinidad (compartimentación, seguridad en los colectivos, formación militar y combativa etc.), lo que suele ser considerado como aspectos meramente «técnicos» o «militares», pero que justamente en la práctica, por no conocerlos, han llevado al fracaso a muchas experiencias o intentos de lucha por el poder. Gracias a la existencia de las organizaciones político-militares precisamente esos aspectos básicos y la experiencia de combate ya se habían experimentado, por lo que fue más fácil para el pueblo en general, particularmente sus elementos más avanzados y organizados en organizaciones populares, encontrar las maneras para dar el paso.

Este aspecto, señalado por Schafik, aún hoy sigue siendo obviado en muchas reseñas sobre la historia del FMLN, sea por ignorancia, sea por pereza intelectual o simplemente por deliberada malicia.

Y sigue Schafik, en ese mismo tema:

«Las organizaciones armadas también han corregido su visión sobre nosotros porque ahora entienden muy claramente que sin aquel ejercicio, sin agotar, sin llevar al pueblo a agotar por sí mismo esta posibilidad, no se habría producido el gran viraje en favor de la lucha armada.»6

Por nuestro lado, lo que a los que no pertenecimos al partido de Schafik, nos ha costado asimilar que el agotamiento de la vía electoral, que el PCS seguía manteniendo a través por ejemplo de la UDN (Unión Democrática Nacionalista), fue un gran aporte.

Otro tema que señala Schafik y que me parece oportuno recordar, es el siguiente:

«Una idea que me parece importante en relación a la unidad de las fuerzas revolucionarias (es que) es curioso y sintomático que los Partidos Comunistas hayamos mostrado en los últimos decenios una gran capacidad para entendernos con los vecinos del lado derecho, mientras, en cambio, no logramos en la mayoría de los casos establecer relaciones, alianzas estables y progresivas con nuestros vecinos del lado izquierdo. Entendemos perfectamente todos los matices que van desde nosotros hacia la derecha, sus orígenes, su significación, etcétera, pero respecto a quiénes están a la izquierda nuestra, no somos capaces de comprender la esencia misma del fenómeno de su existencia y características, ni su significación histórica objetiva, ni nuestras tareas hacia ellos.»7

Estas palabras de Schafik son tan claras que no necesitan mayor comentario.

Respecto a la cuestión del poder, que a mi juicio está íntimamente ligada a la unidad entre revolucionarios, es decir la cuestión de asumir la responsabilidad de conducir el Estado y el proceso de la revolución democrática y así garantizar la transición hacia el socialismo, pongamos atención a la reflexión de Schafik:

«La verdad es que, al plantearnos la revolución democrática antiimperialista como una vía de aproximación hacia la revolución socialista, pensábamos que la primera podía alcanzarse dejando en la delantera de la acción a sectores progresistas, antiimperialistas de las capas medias (de la intelectualidad, de los militares, etcétera) y hasta a la burguesía. (…) Claro que en ningún documento partidario se dice expresamente tal cosa, pero la conducta práctica de nuestro Partido ha venido siendo esa. Y me parece que es la de otros Partidos Comunistas de América Latina. Veíamos la experiencia cubana como una peculiaridad excepcional. (…)llegamos a convencernos a nosotros mismos de que la revolución democrática no es necesariamente una tarea a organizar y promover principalmente por nosotros, sino que en ella podríamos limitarnos a ser fuerza de apoyo, en aras de asegurar la amplitud del abanico de las fuerzas democráticas participantes.»8

Estas palabras de Schafik, en particular las que subrayo, resuenan con un fuerte significado hoy. O vamos adelante o vamos a la cola, dice Schafik sin ambages…

Ahora 40 años después nos encontramos ante la misma disyuntiva que él planteaba, es decir, asumir o no asumir la conducción del proceso de la transición democrática en un gobierno con fuerza propia, sin delegarlo a ningún aliado, mucho menos burgués. Hoy, en estos momentos, en eso estamos.

DE LA UNIDAD A LA DIVISIÓN ACTUAL

Cuando la dirección nacional en mayo de 2018 se puso a elaborar la estrategia electoral para las elecciones presidenciales, hubo un debate sobre quién era el enemigo político electoral a vencer. La mayoría reconocimos a Bukele y su instrumento Nuevas Ideas como el adversario y enemigo político electoral a vencer. Y los demás no aceptaron. Fue así como ese asunto central de nuestra estrategia quedó en una definición imprecisa. De manera tal que la pelea electoral presidencial la hicimos en apariencia unidos, pero en realidad divididos; y la consecuencia fue que el diseño de nuestra campaña no fue compacto ni unitario. Me pregunto ¿no era eso favorecer la posible presidencia de alguien que se proponía destruir al FMLN?, ¿no era eso favorecer a alguien proveniente de las filas de la burguesía? ¿Queríamos (como nos hubiera dicho Schafik) entregar la conducción del proceso de la revolución democrática a un burgués y replegarnos a ser simplemente su «fuerza de apoyo»? Todos sabemos cuál fue el resultado de esa división.

¿Y cómo estamos hoy? Después de tantos años de construcción de unidad entre revolucionarios, calificada de ejemplar por muchos movimientos en el mundo, hemos regresado a convertirnos en un partido políticamente dividido, hoy en tres corrientes principales. De seguir en esa tendencia pondremos en riesgo la vanguardia revolucionaria por la que tanto luchó el antiguo PCS y las organizaciones revolucionarias en los años 70 del pasado siglo.

Compañeros, compañeras: es el momento en que cuadros que pertenecimos a las distintas organizaciones revolucionarias, ERP, PRTC, PCS, FPL, RN, junto con los jóvenes revolucionarios de hoy, recuperemos la unidad y la reconstrucción del partido como partido único, y que pasemos a mayores niveles de unificación, con paso seguro, aun en este momento difícil.

Sobre este tema del partido único, quiero mencionar cuatro párrafos de un documento denominado «Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS» (elaborados de cara al VII Congreso del PCS), pero que según el propio Schafik nunca fue publicado. Gracias al carácter de Schafik, siempre empujando a revelar las cosas, aunque pudieran parecer incómodas para algunos, hoy conocemos los elementos siguientes, que por cierto siguen siendo poco citados9.

1.»La Perspectiva de desarrollo del proceso revolucionario de nuestro país apunta hacia un acercamiento progresivo, aunque de ninguna manera fácil, sin inconsecuencias ni retrocesos, entre estas organizaciones y nuestro partido y, con ello, se abre como posibilidad – aplazo más o menos largo – la formación de una dirección revolucionaria única e, incluso, la integración de una parte de todas las organizaciones de la izquierda revolucionaria en un partido Marxista-Leninista único». 10

2.»Nuestro Partido, al luchar por la unidad de la izquierda considera esta perspectiva hacia la Dirección Única de la Revolución y al Partido Marxista Leninista Único, como la más lógica, la más deseable y provechosa culminación del proceso unitario: considera este proceso como parte de la construcción y desarrollo de la vanguardia proletaria marxista-leninista de la revolución.»11

En las circunstancias de hoy, aún de división, sostengo que debemos recuperar esta perspectiva y aspirar a retomar la ruta de la reconstrucción de la unidad entre revolucionarios, trabajar por una estrategia común, una conducta común, un discurso común frente a un enemigo común, claramente identificado y caracterizado como tal, y que termine la conspiración entre hermanos y que apuntemos hacia un único objetivo.

Retomo a Schafik, destacando:

3.»El proceso hacia la unificación es y será complejo: comprende a la vez: los acercamientos, el dialogo entre camaradas y la polémica ideológica, el esfuerzo por converger hacia la unidad de acción y la discusión de las divergencias, el esfuerzo por suprimir la virulencia en este debate y por alcanzar acuerdos cada vez más significativos, la cooperación práctica mutua y la emulación en el trabajo por el desarrollo de cada organización; el esfuerzo por superar el hegemonismo sectario, marrullero.»12

4.»Se trata, pues, de un proceso en el que se entrelazan la búsqueda de la unidad y la lucha. Realizar esforzada y sistemáticamente los pasos hacia la unidad y llevar adelante esta lucha, pero realizándola como una lucha por la unidad, tal es la orientación del PCS a político este respecto.»13

En estos cuatro puntos, repito, poco difundidos, están delineados con 16 años de anticipación, acontecimientos de unidad que como todos sabemos se dieron en el FMLN hasta el año 1995, con la desaparición de las estructuras orgánicas de las tres organizaciones que se unieron en el FMLN en esa fecha, hecho político que en aquel año nos sacudía a todos, emocionalmente y sobre todo ideológicamente. Este paso superior en nuestra unidad indujo procesos en los cuales hubo compañeros que se negaron a acompañar esta dinámica, o más precisamente no vieron la dinámica que se estaba abriendo. Esto, tanto por el lado de compañeros del PCS, quienes insistían (aunque de manera no tan explícita) en que la vanguardia de la revolución solo podía radicar en una fuerza aglutinada alrededor de un núcleo partidario del Partido Comunista por un lado, y por otro lado compañeros de otras organizaciones (del ERP, PRTC, RN y FPL) que veían concluida la labor del FMLN con la implementación de los Acuerdos de Paz y que por lo tanto no veían mayor sentido a la consolidación de la vanguardia de la revolución, para que ésta condujera mejor el proceso de la revolución democrática y garantizara que éste no se estancara y poder progresar en su debido momento hacia la revolución socialista. Ambas tendencias se desprendieron del FMLN para formar sus propios esfuerzos: los unos de carácter más movimientista y otros de carácter socialdemócrata, desarrollando, según coyunturas, campañas de ataques virulentas contra el FMLN como si su propia existencia dependiera de una campaña de destrucción del Frente.

Durante más de 20 años esos esfuerzos se mantuvieron en variables formaciones de organizaciones políticas o sociales, sin mayor crecimiento y sin la posibilidad de poder destruir o disminuir la fuerza de acumulación del FMLN, objetivo que estas iniciativas compartían con el enemigo principal y estratégico que el FMLN siempre ha tenido, el imperialismo y la oligarquía con sus respectivos instrumentos políticos y militares.

Hoy, con el último intento de destrucción del FMLN como vanguardia de las aspiraciones de la revolución socialista en El Salvador, a través de Bukele, debemos reconocer que nuestros enemigos han logrado darnos un golpe fuerte que en la fase actual de nuestra lucha se expresa en la masiva fuga de votos en elecciones nacionales hacia una burbuja de promesas falsas, propias de una política que no es de revolucionarios, sino de derechistas.

Pero al considerar nuestra unidad como proceso nos basamos en el principio de oro que nos ha enseñado Fidel Castro y en el que se ha basado Schafik, y que consiste en que no se puede hablar de luchas revolucionarias sin recordar el factor que determinó en todas sus épocas su avance o retroceso: la unidad de los revolucionarios y la unidad de éstos con el pueblo en sus diversas expresiones.

Esto implica tener una concepción clara de lo que es «unidad entre revolucionarios» y de lo que es «alianza», y tener una «concepción clasista del sujeto de lucha», eliminar las «imprecisiones de la definición de los aliados» y atreverse a jugar un «papel no subordinado y secundario en la política de alianzas», como identifica muy bien el compañero José Ramón Balaguer Cabrera, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, cuando aborda en el 2002 la «política de alianzas de la izquierda marxista en el inicio del siglo XXI«.14

La concepción de la unidad como proceso, y yo diría como proceso de acumulación y desacumulación, me parece abordada de manera concisa por el compañero comandante Balaguer en la siguiente cita: «El enfoque abarcador, integrador y unitario de la Revolución Cubana fue el que guió el proceso de transformación de la alianza en unidad y de la unidad en fusión y síntesis de las organizaciones que lucharon contra la tiranía (…) aglutinados después en el partido Unido de la Revolución Socialista y fundidas y sintetizadas, a partir de 1967 en el Partido Comunista de Cuba, que es hoy el partido único (…), no por omisión o exclusión de otras fuerzas políticas democráticas, populares, progresistas y revolucionarias, sino como resultado de la más amplia, profunda y sólida convergencia política e ideológica.»15

El FMLN, en sus inicios como DRU (Dirección Revolucionaria Unificada) en el 79, luego como Frente durante los largos años de guerra, logró forjar la alianza inicial entre revolucionarios en una unidad sólida y productiva, luego a partir de 1995 en una fusión; y ha trabajado desde el 2004 en la síntesis permanente, en donde inicia un periodo de estabilidad política-ideológica, pero también de esclarecimiento ideológico, que el proceso necesita para dar los pasos adecuados en cada período. A tal grado que en ese período de estabilidad en unidad ganamos como izquierda por primera vez en la historia del país el ejecutivo y dos gobiernos consecutivos en el 2009 y 2014.

Debemos reconocer de manera autocrítica que la fase en el Ejecutivo no la supimos aprovechar a cabalidad: Primero para radicalizar la toma de conciencia por el pueblo; y segundo para seguir ampliando nuestro proceso de unidad revolucionaria, al grado que nuestros enemigos lograron introducir entre nuestras filas de manera temporal un caballo de Troya, con el que lograron confundir a propios y extraños y llevarnos a momentos de debilidad en cuanto a identificación clara del enemigo principal y por ende de la estrategia correcta a implementar.

El compañero Balaguer dice precisamente a ese respecto que semejantes confusiones se pueden producir cuando a la base hay una deficiente definición del sujeto de lucha y por ende una deficiente comprensión del carácter de fusión del partido revolucionario.

Es en tal sentido que hoy el FMLN está en una encrucijada: ¿sabremos mantenernos en un carril de forjamiento productivo de la síntesis entre revolucionarios que somos para cumplir con la aspiración de seguir construyendo vanguardia de la revolución socialista, o retrocedemos a una fase en la que los revolucionarios se dispersan en pequeños grupos?

Parece que entre nosotros hay compañeros que han llegado a la conclusión que este árbol frondoso del que Schafik alguna vez se enorgulleció, ya no sirve, ya es inútil, que ya no tiene sentido seguir regándolo y que es preferible volver a imaginarias raíces más puras, supuestamente «más revolucionarias». Por supuesto que mi postura y la de muchos compañeros y compañeras es distinta. Creemos que el frondoso árbol de Schafik o el «tronco» de Fidel (como Fidel Castro llamó a la Revolución)16, formado por todos los revolucionarios del país, todavía tiene sentido histórico. ¿Y por qué es necesario cuidar y abonar este árbol? Es que es la única fuerza que ha sabido luchar por el pueblo; porque es necesaria una vanguardia; porque no podemos regresar a una época de debilidad de medio siglo atrás; porque hay posibilidades de dar un salto, hoy con la experiencia adquirida de nuestras debilidades y errores cometidos en el primer ejercicio del poder de gobierno, experiencia que hace 40 años no teníamos; y porque somos revolucionarios, porque somos marxistas leninistas.

También debo decir que nuestro árbol no es perfecto, tiene problemas y ha sufrido desfiguraciones. De manera autocrítica debemos reconocer que durante el tiempo en que ejercimos el poder en el gobierno aplicamos una política casi socialdemócrata, a lo sumo progresista. Con eso hay que ser consecuente y hay que entender que en otra ocasión no podemos volver a cometer los mismos errores. Estoy totalmente de acuerdo en esta observación de base y de izquierda honesta por parte de compañeros de aquí y de allá, que hemos manejado mal el tema de los valores, el tema de los salarios dentro de las filas de los que hemos sido funcionarios de gobierno y del Estado. No pudimos transformar, desde nuestra perspectiva, el aparato del Estado. Tenemos que recuperar rápidamente el tejido popular, y tenemos que recuperar rápidamente la confianza del pueblo en nosotros.

Camaradas: A esta «postura» según la cual el FMLN ya estaría agotado prefiero la posición de la reconstrucción, de la unidad, de la fusión de los revolucionarios, la disyuntiva de la síntesis que comenzamos desde 1995 hasta el 2018, y no el regreso a una búsqueda que puede ser demasiado dolorosa para el pueblo salvadoreño en las próximas décadas. En ese proceso caben muchos compañeros que hoy en día siguen considerándose marxistas-leninistas, revolucionarios y hasta comunistas, y entre ellos me incluyo yo, sin haber pertenecido nunca a las filas del extinto partido comunista o sin haber pasado nunca por las escuelas de formación bajo su conducción. La vanguardia que necesita nuestro pueblo no se podrá construir basada en la exclusión. Nuestro proceso debe seguir aspirando a forjar la fusión y síntesis entre los revolucionarios. Esto quería transmitir, sobre todo a los jóvenes, a quienes hoy les toca tomar decisiones transcendentales.

Déjenme solo una última frase. No abona a la unidad el hecho que un grupo que se auto-denomina «dirección joven» hable en conferencia de prensa en nombre de toda la dirección, sin siquiera invitar a alguno de los dirigentes históricos integrantes de la nueva dirección. Con esta conducta ese grupo cae en la trampa divisionista que nuestros enemigos siempre tuvieron prevista para el FMLN: la de «renovadores contra ortodoxos», la de «dirección contra bases» o en este momento la cacareada «división generacional». Con lo que, quizá sin quererlo, quizá deliberadamente, están negando que el FMLN es continuidad histórica, con capacidad de debate ideológico, con un funcionamiento de democracia propia, buscando siempre estar acorde con las necesidades de cada momento de nuestra lucha, con síntesis entre «viejos» y «jóvenes». Y como lo he dejado ver en toda la ponencia, hablo de continuidad entre revolucionarios, seamos viejos algunos, sean jóvenes otros, siempre en defensa de los intereses del pueblo.

¡Que viva la unidad entre los revolucionarios salvadoreños, hombres y mujeres!

¡Que viva el FMLN!

¡Que viva El Salvador!

Notas:

2 Domingo Santacruz, Schafik, autentico representante de la lucha por la unidad de la izquierda. En: Vigencia del pensamiento de Schafik, 2015, San Salvador

3 Schafik Handal, 1997, Pensar Juntos El Futuro. En: America Libre, No.10, https://www.nodo50.org/americalibre/anteriores/10/handal10.htm

4 Idem

5 Idem

6 Idem

7 Un partido que supo ponerse a la altura de la historia. https://www.marxists.org/espanol/handal/1982/001.htm

8 Un partido que supo ponerse a la altura de la historia. https://www.marxists.org/espanol/handal/1982/001.htm

9 Ver las declaraciones de Schafik en 1981, en el artículo publicado bajo el título «El Poder, el Carácter y Vía de la Revolución y la Unidad de la Izquierda, 1981, www.marxists.org/espanol/handal/1981/001.htm#n2, del cual aparecen fragmentos en otras publicaciones de años posteriores (entrevista de Martha Harnecker, 1982), pero no los párrafos arriba citados. Las palabras de Schafik sobre estos párrafos textualmente: «Durante la preparación y discusión de los ‘Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS’ y del Informe del Comité Central, sometidos al VII Congreso y en el marco del esfuerzo autocrítico por realizar el viraje hacia la lucha armada, fue que elaboramos de un modo más profundo y acabado nuestra concepción sobre la unidad de la izquierda revolucionaria.

En enero de 1979, cuando apenas se habían realizado menos de cinco contactos nuestros en total, con algunas de las organizaciones de la izquierda armada y cuando aún no aparecía en el terreno práctico un camino abierto hacia la unidad, el CC entregó a la discusión de las Células, incluidas las de la Juventud Comunista, las tesis sobre la construcción del Partido. Este es el único capítulo del Documento ‘Fundamentos y Tesis’ que no fue incluido en su publicación por la secretividad de muchos de sus aspectos. De allí tomamos los siguientes párrafos, en los que se define nuestra línea de unidad de la izquierda revolucionaria «.

10 Ídem

11 Ídem

12 Ídem

13 Ídem

14 José Ramón Balaguer Cabrera, «La política de alianzas de la izquierda marxista en el inicio del siglo xxI.» Ponencia presentada en el seminario internacional «los comunistas reflexionan y debaten sobre la política de alianzas en el siglo XXI», Montevideo, 27 al 29 de enero 2002, publicado por primera vez en: Cuba Socialista, tercera época, no.24, La Habana, 2002 y citado en: Pedro Prada, 2013, La Unidad Nacional, Ocean Sur, México.

15 Idem. P. 50

16 Fidel Castro, «Discurso del 26 de marzo de 1962», Obra Revolucionaria, no.10, citado en: José Ramón Balaguer Cabrera, Ibídem.

Medardo González, exsecretario general del FMLN (2004-2019)

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