La ignorancia y el fanatismo de algunas gentes, las lleva a afincar la idea que el redoble de campanas es presagio de alegrías y anuncia siempre una fiesta inconcebible.
Y como se sienten en la antesala de una supuesta victoria en el tema de la Vacancia Presidencial que se habrá de discutir a partir del martes; ellos baten palmas, complacidos y grandilocuentes, al compás de la guerra mediática que han desatado contra Pedro Castillo y sus colaboradores, en colusión con la TV de todos los colores y matices.
Un mínimo de prudencia debiera llamarlos a la reflexión. Aunque alcancen a dar un paso adelante que les entusiasme un cuarto de hora, no irán muy lejos. Inexorablemente serán vencidos porque la fuerza del pueblo -que es, finalmente, la decisiva en todos los combates- no está a su lado. Luce en la vereda opuesta, y es imbatible.
Lo que ocurre es que las campanas no sólo anuncian festejos. También, funerales. Por eso, cuando el novelista norteamericano Ernest Hemingway escribe su más célebre novela, aconseja no preguntar por quién doblan las campanas: están doblando por ti.
Y si, claro. En términos de la historia y del progreso de los pueblos, el funeral que se avecina no es el que personifica -con aciertos y errores- Pedro Castillo, sino el que encarna esa mafia putrefacta y maloliente que simboliza en los medios Phillips Butthers y Beto Ortiz, y que proyecta en el plano político López Aliaga y Keiko Fujimori. Las campanas hoy doblan por ellos, sin remedio.
Si revisáramos las portadas de “Expreso” y “Correo”, publicadas el miércoles pasado, constataríamos una extraña coincidencia. En ambas, aparece el Presidente Castillo parado sobre una resquebrajada y derruida Carretera Marginal, acompañado por una leyenda alusiva a un hundimiento simultáneo.
No les importa a los editores de ambos diarios que se quiebre la importante vía inaugurada hace algunos años por Fernando Belaunde. Lo que les interesa, es que se hunda con el mandatario y que mejor, éste desaparezca para siempre. Pocas veces se ha logrado mimetizar tan objetivamente un siniestro de la naturaleza -el sismo del domingo 28- con un terremoto político que tan artificialmente pretende provocar la mafia desesperada.
Aunque los pueblos sufran, aunque queden aislados, aunque no les lleguen víveres y aunque mueran de inanición y olvido. No importa. Lo que importa es que caiga Castillo, parecen decir a viva voz las primeras páginas de ambas publicaciones que, en su interior, traen siempre los más procaces ataques contra el Jefe del Estado. Amamantan a Patricia, pareciera.
Por eso no resulta en absoluto casual que ninguno de los congresistas “vacadores” haya asomado las narices por las zonas afectadas por la catástrofe pasada. Sólo estuvo el Presidente -y sus ministros- y un reportero avieso que no tuvo idea más genial que preguntarle a Castillo si no piensa renunciar.
A los integrantes de las bancadas coludidas en la cruzada medioeval de la vacancia les importa una higa la desgracia humana, los muertos insepultos, las casas demolidas, los heridos expuestos, la tragedia de los pueblos. Lo que les importa es librarse de Castillo porque eso va atado a sus deudas pendientes con el fisco y con la ley.
Se ha dicho, y es verdad, que tras las grandes mentiras se esconden gigantescos latrocinios. Bien mirada la cosa, tras los alcoholizados denuestos de Rafael López Aliaga yacen cuentas que no quiere pagar e intereses empresariales que busca proteger a cualquier precio en tanto que las adhesiones de Keiko y su pandilla no hacen sino esconder el pavor visceral acumulado que deriva de la condena a 30 años de cárcel que le asoma inexorable.
Es claro que todavía no se han jugado las últimas cartas en el tema. Los programas de este domingo en la TV copada por la mafia, las mostrarán casi completas: seguimientos con luces infrarrojas, audios captados por algún servicio de inteligencia afín, fotos trucadas técnicamente impecables, serán usadas con prolija obstinación por quienes pretenden demostrar que no hay otra alternativa: o vacamos a Castillo ya o el Perú perece sepultado por una rugiente e incontenible ola roja.
Es claro que durante su mandato un Jefe de Estado no puede ser juzgado ni sancionado. Sólo podrá ser sometido a juicio después de su función dado que mientras la detente no está obligado a dar explicación alguna. Para eso están sus ministros. Y sólo podrá ser destituido por causales expresamente señaladas que hoy, ciertamente, no se cumplen.
Lo que sorprende es que los voceros de esta maniobra golpista se hayan coludido para atacar, nada menos, que al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, a quien aplaudían con las dos manos cuando se metía en los asuntos internos de Cuba, Nicaragua, Venezuela o Bolivia. Hoy, cuando dice aquí que la vacancia no es una opción democrática lo acusan de ¡chavista…!.
Sí, es claro, que estos cadáveres insepultos no reparan en el hecho que las campanas repican hoy por ellos. Aunque les duela admitirlo se celebran ya los funerales de la mafia. Si cae Castillo (digo).
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