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El populismo no soluciona nada, lo empeora todo

Fuentes: Rebelión

Por tener que cumplir un compromiso editorial, debí hacer una pequeña pausa en mi columna de Rebelión.org. También, porque entendí que alguien que no había entendido mi posición dialéctica y crítica, podía estar insinuando mi oposición radical al gobierno de Petro; que estaría llevándole agua al molino del fascismo-narco-paramilitar-galopante, el mismo que viene acelerado haciendo moñona internacional, aprovechándose de la ruina política y moral del reformismo populista socialdemócrata. Además, de estar otorgándole al criticado, el argumento escolástico del justo medio tan usado por la socialdemocracia eurocomunista: Si nos atacan desde la derecha y desde la izquierda, es porque estamos en el centro. Justo en el “justo medio” que es lo justo, además de lo correcto.   

Pero la realidad tanto mundial como en Colombia, que no es ninguna excepción, parece superar todas estas argucias de un “Palemón el Estilita” (aquel sucesor del viejo Antonio, que burló con tanto ingenio las argucias del demonio). La contradicción principal de la época, esa que ya ningún antidialéctico se atreve a contradecir, de una terrible multi-crisis capitalista que ha precipitado el cambio del ciclo de la hegemonía imperialista actual, dominada por el enemigo más poderoso que hayan conocido y sufrido los Pueblos del mundo y que, en su canto de cisne, está usando todo su poderío para revertir con violencia y fascismo su pérdida de hegemonía y dominación unilateral, sin que sepamos todavía si logrará echar hacia atrás la rueda de la Historia.            

 A un pretendido populismo “progresista” en ruina-larga (o cuesta abajo en la rodada, como canta el tango argentino) nada mejor que oponerle otro populismo de derecha armado con motosierra. La misma motosierra contrainsurgente de antaño, pero esta vez cínicamente y sin reparos: no sólo la económica de Milei, si no la despedazadora y desmembradora clandestina de la contrainsurgencia narco-para-militar que tan bien conocemos los sufridos hijos del pueblo colombiano, o ahora, las bombas sionistas de precisión del Herodes moderno, contra los niños de la ciudad palestina de Gaza que nada tienen de insurgentes.

La convocatoria y la realización de la pasadas elecciones regionales de octubre en Colombia, convirtieron ese amago de Frente Amplio llamado por su organizador Pacto Histórico, en un sancocho político ideológico y administrativo, que en lugar de haber afianzado una línea popular, de izquierda avanzada, coordinada y bien organizada a nivel local y regional; puso en evidencia un colorido acuario  de pirañas hambrientos moviéndose incansablemente en busca no de carne sangrante sino de puestos, prebendas gubernamentales y enjuagues parlamentarios. Ah. Bueno, ya lo dijo otro filósofo popular paisa: “Perder es ganar un poco” ¿Qué se perdió?: Coherencia y organización. ¿Qué se ganó?: Desorganización, malestar, pesadumbre, confusión y atasco. El Sancocho.

Para remediarlo, de afán, porque el candil de la calle empezó a perder lumbre y la oscuridad en la casa se va haciendo más oscura. Los discursos literarios en los podios internacionales de la “sangre y la belleza” colombianas ya no erizan los vellos (no producen piloerección) a nadie y, el bloqueo, trancón o atasco legislativo, y las prometidas reformas se demoran más de lo calculado, ensombreciendo las sombras de la casa y, como el llamado a la movilización en las calles es cada vez menos respondido; entonces, volver para atrás con dos pequeñas tácticas que antes ya han sido usadas por la clase dominante:

Una, retornar a los pactos en las alturas para la “gobernanza”; con los Cacaos dueños de Colombia y de los parlamentarios a su servicio, con empresarios, y con la oposición galopante, con el cuento mediático de parlotear al calor de un (café) tinto, que resultó más bien un capuchino aguado. La otra, táctica mezquina de la Contrainsurgencia dominante, desandar lo andado en la seducción que se estaba haciendo para atraer las guerrillas a la paz total, para volver a estigmatizarlas quitándoles cualquier posibilidad política, pues el conflicto armado ahora en Colombia no es Insurgencia contra el Estado, sino narcos en busca de rentas ilegales del narcotráfico y la extorsión.

A las múltiples visiones de la paz total que circulan entre la clase dominante y los ejecutores actuales en el gobierno ¿Cómo podía responder adecuadamente a las crisis (provocadas) en el proceso de la paz total, el alto comisionado para la paz?: un fusible inexperto y desorganizado, sin equipo de trabajo, que solo cuenta con la amistad brindada por el hermano del presidente.

Como bien lo anota Andrés Caro, el joven columnista del portal La Silla Vacía https://www.lasillavacia.com/opinion/constituyente/ que da en el blanco cuando no solo señala diversas concepciones, incluso encontradas, sobre el concepto de paz total en la cúpula gobernante;  entre el ministro de defensa, el alto asesor presidencial senador Iván Cepeda, el ministro de relaciones exteriores (para citar las cabezas) y de ahí para abajo, cada uno de los jefes de las delegaciones que actualmente tiene el gobierno adelantando procesos de paz con el ELN, o con las Farc-EP Estado Mayor Central o, charlas preparatorias con la Segunda Marquetalia y demás  GAO´s, (Grupos Armados Organizados,  claro, al margen de la Ley).

Pues no solo se trata de la concepción general de cómo meter estos grupos en la “Institucionalidad”,   como lo dice repetidamente el jefe negociador y Maestro Camilo Gonzales Posso, sino de entender que esa Institucionalidad es nada menos que la Constitución del 91 vigente, la cual, todos los grupos guerrilleros (no se sabe aún de los otros GAO) no aceptan, y han basado su lucha política, precisamente buscando la derogación de los puntos neoliberales y contrainsurgentes que han posibilitado la guerra contrainsurgente e imperialistas a la que hemos llegado actualmente.  

Así las cosas, parece que otra posibilidad táctica es hacer lo mismo que se hizo en el Caguán a fines del siglo pasado. Llegar a un pre-acuerdo para discutir 500 puntos de la llamada Agenda para la Paz, sin problemas en la forma. Pero cuando se llegó al contenido (el proceso Constituyente popular y una ANC), vino la ruptura inmediata y la caída del alpinista o como se quiera, la rodada de la piedra de Sísifo. Si la piedra de Sísifo.

Por eso. Dada la IMPORTANCIA que reviste esta toma de conciencia, me permito cederle la palabra al joven Caro, de la Silla Vacía:            

 …” Dentro del gobierno y del Pacto Histórico, parece haber personas que estarían a favor de reformar la Constitución (el canciller, por ejemplo, y quizás Otty Patiño, quien ha hablado de una “simpatía política entre la delegación del ELN y el gobierno”). Hay otras, como el presidente o el senador Cepeda, que han mantenido un respeto, quizás escéptico, a la Constitución.

Los incentivos para intentar una constituyente le juegan en contra al gobierno. El presidente es cada vez más impopular, el ELN no tiene ningún respaldo ciudadano, los movimientos sociales tienen cierto “patriotismo constitucional” y los gobiernos de Uribe y de Santos demostraron que no es necesario cambiar de constitución para desmovilizar a grupos armados. (subrayado mío) Proponer una constituyente sería una especie de suicidio político para el gobierno y para su partido.

Sin embargo, es posible que los incentivos cambien. Por ejemplo, el año entrante, y luego de que el Congreso termine por enredar las reformas del gobierno y de que la Corte Constitucional siga tumbando leyes inconstitucionales, puede que aumente la frustración del gobierno y de sus seguidores. Esta frustración, confirmada oyendo unas voces tendenciosas, unos diálogos sociales con organizaciones mayoritariamente cercanas al gobierno o al ELN en la fase pública de negociación, puede hacer que un gobierno radicalizado se convenza de la necesidad de una Constituyente para legitimar la paz total y para desmontar, por esa vía, el supuesto neoliberalismo de la Constitución de 1991, que el presidente detesta y al que le atribuye la mayoría de los males de Colombia. Vamos a ver.

Más allá de las especulaciones, es cierto que el gobierno tiene cada vez más amarrado su legado a la “paz total”. Las reformas sociales, además de ser impopulares, no han salido, la ejecución va mal, y el presidente y la vicepresidente parecen frustrados y cansados.

Esto crea un gran problema para la negociación: el gobierno necesita cada vez más a los grupos con los que está negociando –quizás mucho más de lo que estos grupos necesitan al gobierno–. Eso hace que el gobierno esté cada vez menos dispuesto a levantarse de las mesas o a suspender los diálogos, incluso cuando ocurran, como han ocurrido, violaciones claras a los acuerdos y al derecho internacional humanitario. Si los grupos armados no tienen una voluntad real de paz (porque no creen en la legalidad a la que deberán someterse, o porque las rentas ilegales siguen siendo mejor negocio que cualquier actividad legal), pueden usar la negociación para reorganizarse, crecer y ganar apoyo en algunas regiones o dentro del Estado, como lo hicieron las FARC en los años 80.

Al tiempo que el gobierno trata de hacer estas negociaciones desequilibradas, va a intentar crear la apariencia forzada de un consenso. Esto, claro, a través de esos diálogos sociales, de las reuniones con los empresarios y del ruido de los llamados constantes a lograr acuerdos nacionales.

Quizás, también va a tratar de forzar el consenso tratando de prohibir las críticas a la paz total. Esta semana, el senador Cepeda presentó (y luego retiró) un proyecto de ley para crear un nuevo tipo penal: “Obstrucción a la paz”.

Según el texto del proyecto de ley, “el que obstruya, impida o restrinja, de manera temporal o permanente, la exploración, inicio, desarrollo o finalización de procesos que el Gobierno Nacional adelante en el marco de la política de paz (…) incurrirá en prisión de diez a quince años”. La exposición de motivos del proyecto, citando el diccionario de la RAE, decía que obstruir, en el delito propuesto, significa, entre otras cosas, “estorbar el paso” (pág. 31).

Es muy diciente que, al tiempo que se habla de acuerdos nacionales en el marco de una política de “paz total” (acuerdos que pueden desembocar en una intentona Constituyente), se pretenda prohibir la crítica y las acciones, hasta ahora legales y legítimas, que buscan exigirles a las autoridades el mantenimiento del orden constitucional y evitar que el gobierno ceda más de lo debido en sus negociaciones con grupos armados ilegales”.

Así pues, volvimos a salir al mismo llanito; convencidos de que el populismo (sea de derecha o de izquierda) no es la solución para nada. La solución es la organización popular, amplia, democrática, deliberante, movilizada y bien organizada (quiero decir disciplinada); advertida del caballo que viene galopando y acaba de partir desde la pampa argentina. Y no se vuelva a coger sin alertas, al masacrado y sufrido pueblo colombiano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.