En el largo periodo de la Guerra Fría, que duró más o menos unos 40 años, las luchas populares contra las dictaduras y los gobiernos impuestos por Estados Unidos a casi todos los países de América Latina reunían a diferentes agrupaciones democráticas de izquierdas y liberales, ateos y creyentes, campesinos y obreros, organizaciones barriales laicas, estudiantes y gente del mundo de la cultura y de las ciencias. El enemigo era infernal y despiadado y los que defendían la vida en todos sus sentidos estaban unidos por valores elementales de humanidad, así como por aspiraciones de acceso a la justicia, el derecho a la vida digna, la libertad, la democracia, acceso a la tierra y la salud y libertad de prensa.
Pero cuando, por fin, fueron llegando gradualmente las aperturas democráticas en nuestras naciones, esas mismas organizaciones de resistencias a las dictaduras debieron aprender cómo construir, abandonando paulatinamente la trinchera de la resistencia. Sin embargo, esas “democracias” no solo llegaron como frutos de las luchas populares, sino por sobre todo porque el capitalismo “vencedor” con la caída del Muro de Berlín ya tenía una nueva agenda mundo: el neoliberalismo, para acelerar el extractivismo, el colonialismo, la acumulación de las corporaciones transnacionales, mediante el saqueo directo de los bienes públicos y el endeudamiento creciente y sostenido de las naciones, siempre con la complicidad de los gobernantes vasallos criollos, muchos de los cuales eran conocidos oligarcas de las dictaduras (Méndez, 2007).
Como había “democracia”, remedos de una coexistencia pacífica e igualitaria, con parodias de elecciones libres y transparentes, aquellas vanguardias de la resistencia popular fueron enfilando en la construcción de ese modelo de fachada democrática, ya sea porque estaban en la administración del gobierno, ya sea en la oposición.
Cohabitación con la corrupción
A finales de los 80 e inicios de los 90 del siglo pasado, los sectores populares en diversos países fueron absorbidos por el arrollador “auge democrático” neoliberal. Como hubo desregulación de las economías, en un principio había dinero para distribuir a la vanguardia, a los rebeldes de antaño. Muchos sindicalistas, dirigentes campesinos y barriales; liberales democráticos y socialdemócratas, fueron sucumbiendo a los encantos del neoliberalismo, a los encantos del capital, a la sensualidad del consumismo que promovía la “economía de mercado” neoliberal.
Poco a poco, los cuadros políticos de la resistencia de antaño pasaron a integrar la legión de corrompidos dirigentes políticos; muchos fueron a parar a la cárcel en calidad de chivos expiatorios de los oligarcas que quedaban impunes, aun después de haber sido gobernantes. Las transnacionales tenían sus séquitos de adulones y asalariados, que pregonaban por los todos los medios las bondades de la “economía de mercado” bajo el orden neoliberal (Rojas, y otros, 2011).
Solo años después, cuando los estragos de las recetas neoliberales quedaban expuestos, con una pauperización creciente de la población, no solo en Latinoamérica sino en el mundo en desarrollo o tercer mundo, empezaron a resurgir las resistencias, en medio de un malestar y movilización generalizados de los sectores populares (Stiglitz, 2002), lo que se dio en llamar el “malestar en la globalización”. De ese modo, se volvieron a reunir viejos aliados, con algunas variantes que permitieron al movimiento popular tener una nueva denominación: el progresismo, en el que convergen diversas doctrinas filosóficas, éticas y económicas de la socialdemocracia y del socialiberalismo, además de praxis políticas disímiles entre sí, como por ejemplo los de los movimientos campesinos de lucha por la tierra y el movimiento LGTB, entre otros. Como contraste, comúnmente se considera que estas corrientes aglutinan fuerzas opuestas al conservadurismo en lo cultural y al neoliberalismo en lo económico (Wikipedia, s.f.)
El “viraje” del progresismo hacia el “globalismo”
La diversidad del “progresismo” fue acunando nuevas resistencias y rebeldías en su lucha en favor de los derechos de las minorías, de los excluidos, de los aplastados por ese sistema mundo deshumanizador y así fueron cobrando cada vez mayor protagonismo, entre otros, los movimientos feministas por el “derecho al aborto”, los movimientos LGTB y finalmente el de los transgéneros. En la misma Casa Blanca, desde hace varios años, ya ondeaba la bandera LGTBI+ en el mes del “orgullo gay” como reivindicación de los derechos de tales minorías (BBC, 2015). A todo este movimiento se lo denomina movimiento Woke, ampliamente difundido en Estados Unidos y Europa, y en los últimos años en América Latina.
Muchos progresistas se desayunaron entonces que tenían como “camarada” al presidente de la primera potencia mundial, Estados Unidos, que paradojalmente, promovía de manera simultánea las revoluciones de colores en varios países del mundo, como en Libia, Siria, Irak, Afganistán y la misma Ucrania en una ardua y sangrienta tarea imperial por sostener el “orden mundial basado en reglas”, para prolongar la acumulación por desposesión de sus transnacionales; la expansión de sus capitales y de sus tecnologías, en desmedro de la inmensa mayoría de los pueblos. Paralela y simultáneamente, en Latinoamérica siguieron los golpes de estados, las conspiraciones, y el avance del extractivismo y el saqueo de las naciones en manos de las transnacionales en todo lo que va del presente siglo. Sin embargo, cierta vanguardia de “revolucionarios”, de progresistas, no discuten ni es crítico a esta fase del capitalismo globalista y depredador, altamente destructivo, que pone en peligro la vida, en todas sus formas y en todo el planeta.
La mayor expresión del capitalismo globalista se concentra en las transnacionales de la industria militar, de la industria financiera parasitaria, de la industria alimentaria y farmacéutica, la petroquímica y la industria tecnológica, que promueven el globalismo de toda la economía del mundo, mediante la instalación de gobiernos títeres que obedecen sus designios (Hudson, 2022).
Este capitalismo posee una fuerza motriz que actúa como un gran agujero negro del cosmos civilizatorio, atrayendo todo a su fuerza gravitacional a todos los estratos sociales – aunque muchos no lo hubieran querido – con base al consumismo de manera inexorable. El capitalismo de por sí atrae hacia su lógica de consumo incluso a aquellas propuestas que pretenden plantarle cara, en muchas ocasiones a costa de transformarlas hasta volverlas irreconocibles. Este es el caso de la filosofía de Friedrich Nietzsche.
Los capitalistas, ese puñado de gente que manejan las corporaciones y el mundo, se aseguran que los deseos de las personas sean satisfechos aquí y ahora; todo se mercantiliza, hasta los sueños. “Si Dios ya no existe (según Nietzsche) si no hay que aguardar una recompensa futura para nuestras acciones, el criterio moral pasa a ser exclusivamente el de la satisfacción inmediata –no existe otro tiempo que el ahora– de nuestros deseos proyectados libidinalmente hacia el producto”. El superhombre también va de compras (Sánchez, Rebelión.org, 2018). Es decir, hay que consumir siempre y lo que sea, porque en ello radica la “felicidad”, aunque eres un “superhombre”.
Teniendo en cuenta la capacidad fagocitadora del capitalismo, se puede avanzar en investigaciones en el área de la biología, para determinar que un gran porcentaje de personas, pertenezcan o no al movimiento Woke, es doblemente víctima. Por un lado, por la discriminación social y por otro porque son productos de las mutaciones biológicas, desde el seno materno, provocadas generalmente por los disruptores endocrinos. Los disruptores endocrinos pueden tener efectos significativos sobre la sexualidad de las personas. Son compuestos químicos, presentes en numerosos productos de consumo masivo y el ambiente y que pueden interferir con el sistema hormonal, el cual regula una amplia gama de funciones corporales, incluyendo la libido, la función reproductiva y la sensibilidad. En cada periodo de sesiones del Acuerdo sobre Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, MSF, de la Organización Mundial del Comercio, se generan agrias discusiones entre los delegados de los países miembros por la presencia de los disruptores endocrinos – hasta en la sopa – a causa de la industria química, que se emplea en la agricultura, en la industria de la alimentación, en la industria farmacéutica, sin arribar a acuerdos que eliminen del comercio mundial estas sustancias que afectan a la vida en su conjunto en el planeta, ante el lobby de las transnacionales con sus intereses.
De lo que hay que hablar claramente es que la exposición a los disruptores endocrinos durante el desarrollo fetal o la infancia puede alterar el desarrollo de los órganos sexuales y las características sexuales secundarias, lo que puede tener consecuencias a largo plazo en la función sexual. Existen conclusiones científicas cada vez más contundentes sobre los efectos en la sexualidad de centenares disruptores endócrinos, que acá se cita un solo trabajo científico de la Universidad Nacional de México, UNAM, a los efectos ejemplificador (Salame Méndez, Méndez de la Cruz, Aguirre Leon, & Serrano , 2008). Así van aumentando las legiones de personas que reniegan de su sexo y sexualidad desde su temprana edad. Paralelamente, ciertas fundaciones, como las del “filántropo” George Soros, desarrollan toda una agenda mundial persuasiva, para la aceptación activa e inclusiva de las “nuevas ideologías”, de las nuevas minorías, víctimas de la discriminación, víctimas de estos tubos de ensayos del gran capital.
Todo este constructo se circunscribe en una de las metas claras del globalismo que es la reducción de la población para garantizar la sobrevivencia del capitalismo. “La única forma de garantizar el máximo bienestar para el mayor número de personas, al mismo tiempo que se preserve el capitalismo, es reducir el número de personas…La guerra, el hambre y la pestilencia salvaguardan a la comunidad del futuro” (George, 2008). Y en ese cometido están los gurúes del capitalismo y sus corporaciones; financian las guerras; están detrás de las pandemias y sus “vacunas”; controlan todas las industrias tecnológicas; imponen agendas de “desarrollos” a los gobiernos del mundo para la reducción de la población y manipulan la genética en todos los órdenes…
La democracia occidental o la tiranía de las corporaciones tiene escasa contestación a causa de la pérdida de brújula de la vanguardia contestaria, inmersa en el consumismo y la corrupción de sus valores; ocurre en Europa y en algunos países de la América Latina. A ese efecto, la fragmentación de la población, mediante la “guerra fría cultural” (Stonor, 2001), trabajada ampliamente por el imperialismo anglosajón desde la culminación de la Segunda Guerra Mundial y fomentada tenazmente por los medios periodísticos corporativos y de la industria del entretenimiento, está siendo coronada finalmente por las redes sociales. El dominio de las corporaciones del gran capital en la jungla de Internet es absoluto y la gente distrae todo su tiempo en la pantalla chica, mientras el Club Bilderberg y otras organizaciones supranacionales, ocultas o desembozadamente, preparan el control final de los pueblos con los algoritmos y el metaverso, que “son formas innovadoras de generación de plusvalía (y de control social) a partir de la inmaterialidad propia de la virtualidad” (Bonilla, 2022)
Los focos de la derecha contra el progresismo
¿Qué es lo que más ataca la derecha fascista y patriarcal del progresismo y de las izquierdas en su conjunto? Que la “zurda” está en contra de la familia, que promueve el aborto y el ateísmo y que son holgazanes que viven colgados del presupuesto público, etc. Obviamente, algunos componentes del nihilismo progresista son irreconciliables con todas las religiones, y de algún modo con la ética, como el aborto y el transgenerismo. Sin embargo, la demagogia de la derecha fascista, hipócrita y criminal, se pavonea como defensores de la familia, de la democracia y hasta de los derechos humanos. Con ese discurso oportunista encubren los crímenes de las oligarquías fundiarias, de la patria financiera, de la narco-oligarquía y de la patria contratista, que roban los sueños de sus ciudadanos con los ajustes estructurales del neoliberalismo, en desmedro de la salud, la educación, y acceso a la tierra de los pobres; todas ellas componentes de una superestructura que liquidan familias enteras con políticas de hambre.
En esa tarea están abocados los Milei, Bolsonaro, Trump y otros ejemplares del modelo y mucha gente les cree, por la gran confusión ideológica, por la falta de esperanzas y porque muchos progresistas que habían prometido luchar contra la corrupción oligárquica y sus crímenes, se hallan en la ardua tarea del consumismo, en esa ilusión de acumulación del pequeño burgués, pedestal de los oligarcas.
En este contexto es que se debe profundizar la investigación sobre la pérdida de valores ¿o de rumbo? de las izquierdas, sobre todo porque cada vez más parece que la “rebeldía se volvió de derecha” (Sequeira, 2021)
Hay que notar que la derecha latinoamericana no está disociada de ningún gobierno de Estados Unidos, que es su patrón per seacula seculorum, sea demócrata o republicano. Sin embargo, la sociedad norteamericana está profundamente fragmentada. Ambos partidos dominantes, demócratas y republicanos, aun cuando promueven y sostienen el imperialismo con todas sus corporaciones, son disímiles en su base electoral: El Republicano es esencialmente oligárquico patriarcal, racista y defensor del patrimonialismo blanco anglosajón y en consecuencia nacionalista y visceralmente en contra de la inmigración. El Demócrata es plural en sus bases, que integra a las minorías como la comunidad afroamericana y migrantes latinoamericanos, el movimiento Woke, a la mayoría de la clase trabajadora, pero su dirigencia es globalista, decidida a construir el gobierno mundial con otras élites del mundo, para dominar las naciones a control remoto.
En este escenario es que se desarrolla en Estados Unidos desde hace algunos años una gran disputa entre capitalistas globalistas y capitalistas patrimonialistas, que algunos analistas consideran que puede acabar en una nueva guerra civil. Esta fragmentación debería ser aprovechada por el progresismo en Latinoamérica para fomentar las independencias nacionales del yugo del imperialismo y forjar al mismo tiempo la unidad latinoamericana. En África, sobre todo en el Sahel, ya se escuchan nuevos gritos de independencia de varias naciones de las tutelas de Europa y Estados Unidos.
La experiencia paraguaya
En Paraguay gobierna un solo partido hace 70 años, el Colorado, excepto un pequeño paréntesis entre el 2008 al 2012, cuando el exobispo Fernando Lugo fue presidente hasta que un golpe de Estado, promovido por Estados Unidos y la oligarquía local, terminó con su mandato. Lugo provenía de las luchas populares que llegó al Poder Ejecutivo mediante una coalición de liberales, progresistas izquierdistas, socialdemócratas, organizaciones campesinas, religiosas y barriales, entre otros.
Conociendo la profunda religiosidad del pueblo paraguayo, la base primaria del ataque de la oligarquía nativa para horadar la credibilidad de Lugo fue su pasado mujeriego, cuando se desempeñaba como obispo de la Iglesia Católica. Quedaron algunos hijos por ahí como prueba de su infidelidad con su juramente religioso. Su pecado, en todo caso, era contra su fe, contra la Iglesia. Pero la prensa corporativa, la misma herramienta que viene utilizando el imperialismo y los oligarcas para derrocar gobiernos en todo el mundo, atizó contra la falta de ética del obispo presidente; de haber violentado sus propios valores como religioso. Detrás de esa investigación, para demostrar que Lugo tuvo hijos hasta con jovencitas catequizadas en su diócesis, estuvieron involucrados agentes de la CIA que instrumentaron a algunos pupilos de la Secretaría Nacional Antidrogas, SENAD, para dejar al descubierto el pasado del Presidente.
Concomitantemente a esa campaña de desprestigio, el corporativismo mediático enrumbó contra Lugo por su cercanía al progresismo latinoamericano (Alainet.org, 2010)
Lugo, influenciado por ciertos asesores, pensó que, haciendo una buena letra con la embajadora de Estados Unidos, Liliana Ayalde, bajo el gobierno del demócrata y globalista Barack Obama, podía culminar su gobierno, en tanto que la misma Ayalde mantenía reuniones abiertas con los conspiradores del gobierno de Lugo (ABC Color, 2010).
Hay que recordar que Lugo tuvo el soporte de David Rockefeller, el magnate norteamericano que promovió el apoyo de la Internacional Socialista, IS, para la transparencia de las elecciones de generales de 2008, cuando la oposición derrotó al Partido Colorado. La IS, en aquel momento aún bajo la dirección implícita de Felipe Felipillo González, el expresidente del gobierno español protegido de Rockefeller, facilitó a través de la Organización de Estados Americanos, OEA, la jefatura del grupo de observadores del expresidente Ernesto Samper y de su excanciller Ema Mejía, de Colombia, quienes opusieron férrea resistencia y observancia contra el intento de fraude electoral del Colorado. Tras asumir como presidente, Lugo fue visitado por David Rockefeller en la residencia oficial del Presidente.
El gobierno del obispo presidente, obviamente, no contaba con un respaldo organizacional estructurado. No tenía una mayoría parlamentaria y tampoco una organización popular en continua movilización, aun cuando era querido por los campesinos, organizaciones barriales y centrales sindicales, por su buen desempeño en el área de la asistencia social, como la salud y la educación.
Aun así, la oligarquía criolla, sobre todo la narcooligarquía y las transnacionales, tramaron lo que finalmente culminó en un golpe Estado blando; un golpe parlamentario, a través de un seudo juicio político.
Sin embargo, a la luz de la historia, a más de una década de aquella experiencia popular exitosa, queda como lección la negativa del gobierno de Lugo a enfrentar la corrupción, médula del capitalismo imperialista y colonialista. La corrupción es inherente al capitalismo. Por lo tanto, luchar contra la corrupción tiene una profunda connotación anticapitalista y antiimperialista y de ratificación de la soberanía nacional. Obviamente, el gobierno de Lugo no estaba en condiciones, por su debilitad política, de realizar todos los objetivos del progresismo, pero declinó luchar contra la corrupción, claramente porque varios de sus aliados políticos, algunos progresistas de las izquierdas, también abrevaban de las fuentes de la corrupción, de acuerdo a la segunda edición del libro Los Herederos de Stroessner.
Lo que muchos progresistas no dimensionan es que ninguna revolución, por más beneficiosa que sea, no puede establecer una sociedad menos opresora si las personas que las conducen no se reforman primero. El cambio proviene de las personas íntegras, con conductas intachables, como lo fueron en su momento Gandi, Luther king, Fidel o Mandela, por citar a algunos líderes históricos.
Está visto que la lucha contra la corrupción es revolucionaria; es profundamente movilizadora del campo popular, porque son los pobres las principales víctimas de la corrupción. Recientemente, el expresidente de México, Manuel López Obrador, demostró que luchando contra este flagelo se puede barrer con viejas estructuras de dominación imperialistas como los partidos del PRI y del PAN. El progresismo funciona cuando hay ética, cuando se defienden valores humanos y democráticos.
Referencias
ABC Color. (5 de Marzo de 2010). Grosera carta de ministro a embajadora de Estados Unidos. Obtenido de https://www.abc.com.py/edicion-impresa/politica/grosera-carta-de-ministro-a-embajadora-de-eeuu-75238.html
Alainet.org. (10 de Octubre de 2010). La agresión permamente de ABC a través de los editoriales. Obtenido de https://alainet.org/de/node/144994?language=en
BBC. (27 de junio de 2015). https://www.bbc.com. Obtenido de https://www.bbc.com/mundo/video_fotos/2015/06/150627_fotos_casa_blanca_arcoiris_lav
Bonilla, L. (12 de Enero de 2022). Obtenido de https://luisbonillamolina.com/2022/01/09/el-metaverso-mecanismo-de-reproduccion-del-sistema-capitalista%EF%BF%BC/
George, S. (2008). Informe Lugano. Icaria.
Hudson, M. (2022). El destino de la civilización. Islet.
Méndez, I. (2007). Los Herederos de Stroessner. Asunción: Arandurá.
Rojas, L., Palau, T., Sostoa, O., Méndez, I., Zevaco, S., & Kretschmer, R. (2011). La economía paraguaya bajo el orden neoliberal. Asunción: Arandurá Editorial.
Salame Méndez, A., Méndez de la Cruz, F., Aguirre Leon, G., & Serrano , H. (Enero de 2008). Disrupción endócrina de la diferenciación sexual. Obtenido de https://www.researchgate.net/publication/237576866_Disrupcion_endocrina_de_la_diferenciacion_sexual
Sánchez, S. d. (20 de Junio de 2018). Rebelión.org. Obtenido de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243105
Sequeira, S. C. (10 de Noviembre de 2021). Revista UCR. Obtenido de La rebeldìa se volivió de derecha. : https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/dialogos/article/view/48792
Stiglitz, J. (2002). El malestar en la glogalización. Taurus.
Stonor, F. (2001). La CIA y la guerra fría cultura. Madrid: DEBATE.
Wallerstein, I. (1999). El moderno sistema mundial. Siglo XXI Editores.
Wikipedia. (s.f.). Obtenido de https://es.wikipedia.org/wiki/Progresismo
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.