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Dos precisiones sobre el Informe “Estados Unidos Primero”

Think tanks y lo que está escrito (V)

Fuentes: Rebelión

UNO. De lo que se trata es de una guerra de EEUU y sus aliados europeos contra Rusia. Que sea Ucrania el campo de batalla, no es gratuito ni tiene algo de inesperado. La historia lo acredita. Ucrania ha sido durante siglos un territorio en disputa para llegar a dominar el territorio de la vasta región rusa. Desde la Mancomunidad Lituano-Polaca que, por siglos, intentó apoderarse de Ucrania, pasando por los suecos que igualmente lo hicieron, los alemanes nazis durante la IIGM, hasta la coalición euro-estadounidense de los “amantes de la paz”, que lidera Donald Trump. Todos, han mantenido como constante la pretensión de borrar de la memoria histórica el origen común de los tres integrantes del “estado” ruso primitivo: Rusia, Ucrania, Bielorusia. Fue establecido por los vikingos Varegos al mando del rey Rurik en Nóvgorod (en la actual Rusia) en el año 862. Su sucesor, el príncipe Oleg, conquistó Kiev en 882 y la convirtió en la capital, dando origen a la llamada Rus de Kiev. Existió como una cultura ortodoxa y un próspero centro comercial que unía el reino varego con Grecia entre el mar Báltico y el Mar Negro. Se fragmentó por luchas internas y fue subyugada por la invasión mongola y el saqueo de Kiev en el siglo XIII. Aquí terminó la Rus de Kiev como una entidad unificada. Surgieron las identidades nacionales de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, sin merma de su identidad fundacional. No abundaré en más. Existe información abundante al respecto. Que la alianza nazi-sionista euro-estadounidense pretenda hoy apoderarse de Rusia para hacerse de sus riquezas y su cultura, al propio tiempo que para “enfilar” contra China, no es nada ajeno a la historia ni mucho menos a la geopolítica del marketing. Ahora, en su versión trumpiana.

Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, Ucrania fue vista como el escenario para una guerra de desgaste, no convencional por los aliados occidentales. La llamada búsqueda de la “independencia” en 1991, se atizó desde las brasas del “banderismo” traidor de Stepan Bandera, el ex-colaborador nazi que dirigió las matanzas de polacos y rusos. Se utilizó para esto la diferencia establecida entre las poblaciones alienadas del oeste que aspiran a ser europeos y la población mayoritariamente ruso parlante del este que aspiran a ser otra vez una unidad cultural con Rusia. Los autores del Informe recriminan a Biden no haber atendido a tiempo los pedidos de armas de largo alcance y apoyo aéreo del régimen de Kiev. Esto, evidencia con claridad la intencionalidad guerrerista de EEUU, Europa y la OTAN. Se trata de una nueva “Mancomunidad”. Bonita forma de identificar a los imperios expansionistas. Ahora, premunida de armas nucleares. No hay intención alguna de paz. A no ser de “una” paz que supone la rendición incondicional de Rusia y abra paso a la fragmentación de su territorio para un mejor reparto de sus riquezas y un manejo mejor del cerco a China. 

DOS. Hay que precisar que nunca se trató de una agresión rusa contra Ucrania. Fue una Operación Militar Especial en las provincias de Donestk y Lugansk que en 2014 decidieron, a través de referéndums supervisados internacionalmente, formar parte del territorio de la Federación Rusa.

Durante ocho años, la población de estas provincias fue agredida por bombardeos y ataques terroristas de las fuerzas militares de Kiev. Fueron masacradas más de 14 mil personas entre mujeres, niños y hombres. El Informe atribuye las causas de la “Operación Militar Especial” a la administración Biden y a éste personalmente. No dice algo sobre cómo se fue incubando el conflicto, incluso, desde el final de la IIGM. Nada sobre el proceso de nazificación y de rusofobia generado contra la población ruso parlante en toda Ucrania y en la región oriental, principalmente. Nada sobre el golpe de estado del 2014 rebautizado por occidente como Revolución de la Dignidad, con omisión total de sus antecedentes a partir de 1989, e incluso, desde tiempos de la URSS.  El Informe oculta el hecho que Ucrania no dejó de armarse, primero, so pretexto de su “independencia”, luego para su “revolución naranja” en 2004; después para el golpe de estado de 2014. Desde entonces, hasta hoy.

En la llamada “revolución naranja” del 2004, los “batallones” y la población de clara orientación pro-occidental, partidarios del candidato Yushenko que había sido derrotado en las elecciones de ese entonces por Víktor Yanukovich, arremetieron contra el pueblo y sus instituciones clave. Es importante subrayar que los dos candidatos tenían y buscaban un acercamiento a la Unión Europea (UE). Pero el candidato que apoyaba EEUU era Víctor Yushenko a quien sus medios de información identificaban como “liberal y democrático”, en tanto estigmatizaban a Yanukovich como “fascista”.

El terror generado contra la población ruso-parlante y la destrucción de la infraestructura de las instituciones públicas hizo que el Tribunal Constitucional decretara nuevas elecciones violando la decisión de la Comisión Electoral Central que había proclamado vencedor de las elecciones a Víktor Yanukovich. En diciembre del mismo año, Yushenko fue proclamado presidente, tras una serie de irregularidades como la suspensión del derecho al voto a domicilio; el cierre de colegios electorales en la región de Donbás; el pago de 28 dólares a quien votara por Yushenko y por poner bolígrafos en las cabinas de votación con tinta que luego desaparecía. En 2014, en el golpe de Estado contra el presidente Yanukovich, que había ganado las elecciones del 2010, la carrera armamentística ucraniana y la conformación de los “batallones” organizados por “contratistas” estadounidenses con la mira puesta en Rusia, entraron en combate. El apoyo estadounidense logístico con armas e inteligencia fue descarado. Victoria Nuland, subsecretaria de Estado en Asuntos Políticos en el equipo del secretario de Estado Anthony Blinken durante la administración Biden, “amadrinó” batallones, como el Azov y puso en los puestos de mando del ejército ucraniano a terroristas que andaban prófugos de la justicia como es el caso de Dmitró Yarosh, autodefinido como seguidor de Stepan Bandera. Mandó “al carajo” a los aliados europeos, sin pronunciamiento alguno de parte de quienes a partir de ese momento quedaron rebautizados como “vasallos”.

Yarosh, el hijo putativo de Nuland, es, además, agente de la OTAN. En 2007, organizó y dirigió la reunión de Mariupol (ciudad portuaria ucraniana) que congregó a organizaciones de mercenarios neo-nazis europeos y de diferentes partes del mundo para ‎combatir contra Rusia en Chechenia. En 2014, como líder del llamado “Sector Derecho” del ejército ucraniano, organizó las protestas del Maidán en el “golpe de estado” instigado por las oligarquías ucranianas y los ultra nacionalistas “banderistas” para derrocar al presidente Yanukovich. Herido y recogido por la CIA, Yarosh desapareció. En octubre del 2021 fue llevado a Ucrania por la Subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland e impuesto como el hombre clave para encargarse de las operaciones de “falsa bandera” y dirigir el ejército ucraniano contra la población civil para culpar de sus crímenes y atrocidades a Rusia. [Más información en mi crónica “Ucrania: Victoria Nuland. Injerencia USA” del 01-03-2022].

Victoria Nuland está casada con Robert Kagan, co-fundador del think tank Proyecto para el Nuevo Siglo Americano PNAC. Su libro La selva crece de nuevo: América y nuestro mundo en peligro es por demás elocuente. Trata “sobre el papel que tiene Estados Unidos como garante de la paz y el orden en todo el mundo”. Juntos, Victoria y Robert, son promotores del “Proyecto 1619” (en alusión al desembarco de los “invasores irlandeses” en territorio norteamericano) que reclama la supremacía blanca en Estados Unidos y en el resto del mundo. Victoria ha servido en la OTAN. Ha sido directora ejecutiva del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS), un think tank especializado en cuestiones seguridad nacional estadounidense incluyendo terrorismo, guerra irregular, el futuro del ejército USA, el enfrentamiento con China, la expansión estadounidense en Asia, el consumo USA y los recursos naturales disponibles para su explotación en el planeta. Actualmente es miembro del consejo de administración de la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy NED). Un think tank que comparte con la CIA, desde la década de los 80’, las grandes “aventuras de sedición, espionaje y terror en el mundo. Mantiene vínculos estrechos con el régimen de Kiev.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.