Lo que se ha sabido del plan de paz propuesto por Trump para terminar la guerra entre Ucrania y Rusia con los famosos 28 puntos, termina por socavar las esperanzas de Europa por otorgar una derrota estratégica a Rusia; es más, la derrota es para la vieja Europa que cortó los lazos con el país eslavo privándose de utilizar los enormes recursos naturales de ésta, además de quedar sin peso geoestratégico, sin prestigio y arruinados económicamente.
La implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el año 1991 supuso una victoria total para Occidente con el fin de su odiado rival de la Guerra Fría, también significó una posibilidad de desarrollo para Europa y, por lo mismo, una amenaza para los Estados Unidos.
Las potencias europeas, los EE. UU y la URSS fueron aliados durante la Segunda Guerra Mundial (SGM) para derrotar al nazismo alemán y su expansionismo mundial. Si bien contrapuestos ideológicamente, los líderes occidentales aceptaron con practicismo que una alianza con el “monstruo comunista” era lo que se requería para aplastar al Reich de los mil años.
Europa, siendo un continente pequeño con un gran número de habitantes y con pocos recursos naturales, necesitó de la conquista, el colonialismo y el imperialismo para poder desarrollarse. Su expansión se dio hacia todos los continentes, apropiándose de las fuentes de riqueza para lograr crear sociedades de la abundancia, pero sobre los cadáveres de los esclavizados.
La violencia marcó la expansión colonial europea que revivieron los conceptos clásicos para dividir al mundo. Ellos eran los civilizados que se podían permitir imperar por sobre los bárbaros por razones divinas o motivos ideológicos de destino manifiesto de superioridad moral y racial.
Llevaron la cruz y la espada hacia todas las latitudes, desgarrando a los pueblos con sus nuevas tecnologías e imponiendo la ley del depredador violento y genocida.
Su propia violencia se volvió contra ellos en guerras sucesivas en un círculo autodestructivo que amenazó las raíces mismas de su orgulloso humanismo blanco. La codicia se impuso como la esencia del ser humano, como el motor que alimenta las fuerzas de la historia. El proceso de descolonización de África y Asia cortaron los recursos naturales que permitieron la preponderancia europea.
La aparición del Telón de Hierro (concepto acuñado por Winston Churchill que inició la Guerra Fría), significó el quiebre total entre el bloque occidental liderado por los EE. UU versus el oriental comandado por la URSS, en un conflicto ideológico frío entre potencias, pero álgido en los países del sur global. Los polos en disputa crearon sus propias organizaciones militares de defensa conjunta, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra el Pacto de Varsovia, agrupando a los países del este socialista.
Una vez eliminada la URSS de la ecuación geopolítica, el Pacto de Varsovia, carente de objetivos y apoyos dejó de existir, no así la OTAN. Parecía lógico que la desaparición del bloque socialista trajera como consecuencia el fin de la organización militar occidental, sin embargo, ésta se potenció y amplió.
La OTAN se transformó desde una organización con carácter defensivo a una ofensiva, incorporando a las naciones del ex bloque oriental desde 1997 en una expansión que acorralaba a la Federación Rusa cuando ésta, asumiendo su nueva condición capitalista, buscaba integrarse con Occidente.
Desde el origen de la construcción de la Rusia moderna con el zar Pedro el Grande, el país eslavo tuvo como norte su integración con Occidente por admiración de su poder civilizatorio (cultura) o sus capacidades administrativas (producción).
La Federación Rusa intentó ser aceptada en la OTAN, con vocación de dejar de lado los más de 70 años de enfrentamiento que comenzaron con la guerra civil rusa y la intervención occidental.
Sin embargo, la incorporación de Rusia tenía dos aspectos irreconciliables con las bases de la OTAN: por un lado, sin la amenaza rusa la propia existencia de la organización desaparecía; por otro, Estados Unidos no podía permitir que existiera un entendimiento entre Europa y Rusia en una complementariedad que amenazara su hegemonía.
Mientras la Federación Rusa se mantuvo subsumida en el subdesarrollo con la destrucción de su capacidad industrial y la cohesión del tejido social, Europa no la consideró un peligro potencial para sus intereses. El control de las armas estratégicas nucleares de Rusia le dio una base para la recuperación nacional al mantener la prerrogativa de la disuasión frente a enemigos que quisieran su desintegración.
La producción de hidrocarburos dio las herramientas para la recuperación de la Federación Rusa como una potencia de nivel intermedio, mientras que, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, se crearon objetivos planificados para el desarrollo nacional.
La necesidad de los recursos rusos para Europa se fue consolidando, creando una dependencia del gas y petróleo de lo que fue símbolo el gasoducto del Nord Stream. La abundancia de gas barato significó que Alemania se convirtiese en la locomotora industrial de Europa, pero también en un peligro de que la integración permitiera la independencia del viejo continente de los EE. UU.
La expansión de la OTAN en Ucrania fue el detonante principal de la intervención rusa con su Operación Militar Especial. Ucrania fue preparada por la OTAN convirtiéndola en una sociedad militarizada, entrenada y adoctrinada por Occidente utilizando la ideología nacionalista nazi de Stepán Bandera para aglutinar a la población en contra de los tradicionales valores rusos.
El golpe de Estado del Euromaidán hizo virar la política y la sociedad ucraniana hacia Occidente, iniciando un periodo de persecución de la religión ortodoxa, de la cultura rusa, incluido el idioma.
El sabotaje del Nord Stream es un símbolo de la destrucción de la posible integración de Rusia con Europa. El militarismo desatado y la rusofobia europea estableció quién es su gran enemigo, propició que el país eslavo cortara toda relación con Occidente, visualizando su desarrollo estratégico hacia el oriente.
La derrota de Ucrania en el campo de batalla militar y económico con el apoyo europeo en capital, armamento e inteligencia es el naufragio de Europa en las aguas del río Dniéper. Los 28 puntos expuestos por Trump para acabar con el conflicto son un reconocimiento de que la expansión de la OTAN es una amenaza existencial para Rusia, y, una aceptación de que Rusia no fue la iniciadora de la conflagración.
Sin embargo, existen algunas consideraciones fundamentales para el análisis geopolítico:
1) El daño a las relaciones entre Rusia y Europa es total, consagrando la dependencia europea de los Estados Unidos, poniendo al viejo continente en un lugar de irrelevancia con un daño económico significativo.
2) Donald Trump se convierte en el gran pacificador mundial al cumplir su promesa de terminar con la guerra. Se establece que la conflagración fue una iniciativa de Joe Biden y los demócratas (política interna en miras de elecciones de medio término), mientras Trump satisface el objetivo del Estado profundo de destruir la posible complementariedad entre Rusia y Europa.
3) Ucrania y su población fue usada por Estados Unidos para sus fines geopolíticos, abandonándolos cuando ya los cumplieron (“ser enemigo de Estados Unidos es peligroso, pero ser amigo es fatal”, Henry Kissinger).
4) Estados Unidos queda con las manos libres para emprender acciones militares y desestabilización en otros puntos geográficos, poniendo como objetivo a Latinoamérica y Asia.
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