Del tentativo de provocar la balcanización de Rusia, tras diez años, Occidente se encuentra hoy discutiendo confusamente la capitulación de Ucrania. Esto sería un modo de sintetizar o, tal vez, hallar otro punto de partida para entender los sucesos que nos ocupan. Las maniobras políticas de los últimos días huelen más a encontrar la forma de conducir con elegancia a la rendición de Kiev que concretar un acuerdo de paz.
No quisiera pensar que los diálogos se alarguen para favorecer la puesta a punto de un gran ejército occidental para cumplir con los planes originales del caso Ucrania.
Europa, OTAN y el EEUU de Biden y las corporaciones aliadas al plan puesto en marcha en Ucrania no aceptarán los errores cometidos cuando le tomaron las medidas al enemigo para llegar a Moscú. Al fin y al cabo no resultó sencillo siquiera mantener los límites fronterizos en su lugar.
En los pasillos diplomáticos norteamericanos se comenta que Kiev aceptó dialogar frente a los 28 puntos propuestos por Trump a pesar que rechazan varios de esos puntos. Pareciera que no tienen el coraje de decir no a quien creen el único soporte válido para mantener algunas de sus expectativas militares y políticas. Europa trata de acomodarse entre un sí y un no, sabe que no tiene las capacidades para apadrinar en soledad a Kiev, garantizar su seguridad y adquirir el peso diplomático que nunca tuvo para ejercer negociaciones con Rusia. Mucho menos romper su relación con EEUU, casi colonial por no decir decididamente dependiente.
Un emisario de Trump visitará Moscú la semana entrante, se supone que deberá llegar con algunas certezas. No se sabe mucho al respecto. Occidente hace «más diplomacia» a través de los medios que en las mesas reservadas y esto juega en contra. Desembarazarse de la épica de la propaganda cuesta mucho a la UE y a Ucrania. Se nota. La altisonancia de algunas declaraciones va más allá del grotesco.
La nieta de Udo Kallas, dirigente nazi en la Letonia de la segunda guerra, dijo «prohibiré firmar a Rusia y EEUU cualquier acuerdo sin mi consenso». No es la primera vez que Kaja Kallas, jefa de la diplomacia UE hace notar su escasa comprensión de la situación y su marcada rusofobia guerrerista. El jefe político de OTAN, Mark Rutte, no se queda atrás, dijo que «Rusia no tiene derecho a prohibir a Ucrania su ingreso a la OTAN». Desconoce una de las razones primarias del conflicto y bastante de historia. Admirador de EEUU, debería saber que el mundo casi se acaba con una crisis de misiles nucleares colocados en Cuba en los años 60. El nivel intelectual de los dirigentes políticos europeos es triste. El alemán Merz mostró su capacidad en pocas palabras: «Putin debe darse cuenta que no tiene ninguna posibilidad de ganar la guerra en Ucrania».
No es necesario ir a los mapas del frente. El permanente retroceso de la línea defensiva ucraniana no es ilusión óptica.
Cualquiera podría decir con justicia «ojalá llegue mañana mismo el acuerdo de paz y termine la guerra». ¿Quién no lo desea? Hay que tener la cabeza llena de basura para no compartir esta esperanza. Pero no es sencillo. Y no se trata de hacer propaganda a uno u otro. Leer con aplicación los medios (a 360 grados) deja una sensación de vacío, aun separando el marketing y la mentira de lo posiblemente real.
OTAN hará lo que EEUU disponga. Europa no está en condiciones de sostener la guerra -ni la de Ucrania ni cualquier otra en el futuro próximo-. EEUU trata de concentrarse en lo que se vislumbra con la irrupción del Nuevo Orden Mundial. Europa sin la guerra contra los rusos pierde la gran zanahoria con la que ha mantenido el paso en los últimos años. El desgaste hasta ahora pone en cortocircuito a los gobiernos entre sí y con la gente y esto, llegadas las elecciones, se pagará. Europa ha demostrado una diplomacia menor y confusa que ha llenado salones de discursos guerreristas más afines con la incitación a la batalla que con el llamado al diálogo inteligente.
Ucrania se hunde no solo bajo la artillería rusa. La corrupción la envuelve como una tormenta de moscas y esto golpea dentro y fuera del pais. El muchacho de las remeritas tiene las de perder con tantos colaboradores íntimos manchados con ilícitos comprobados y presiente que podría ser descargado de sus responsabilidades por quienes necesitan reconciliar la política con los planes a futuro.
Algunos analistas se preguntan si será protegido a tal punto que algún pais occidental se ocupará de garantizarle un lugar donde se retire a disfrutar de su jubilación. Otros especulan con un viaje sorpresivo a Israel, allí el gobierno no acepta la extradición de judíos y Zelensky, como tal, podría ser impune a los tribunales de su pais o cualquier otro. En cambio unos pocos periodistas creen que no tendrá muchas opciones y deberá sentarse en un banquillo más temprano que tarde. No se sabe. Podría presentarse a elecciones, ganar de nuevo y repetir su mandato presidencial (que desde mayo 2024 es ilegal) aunque es dificil, si no llegara a capitular ante Rusia, una rendición acordada quitaría a Ucrania los territorios ocupados por Moscú y esto no será perdonado por los actuales SS Galiziens y otros nazis banderistas del gobierno.
Alguien me preguntó hace unos días cómo es posible que Zelensky siendo judío haya abrazado la causa de Bandera y los ucronazis. No sé. Parece que hay judíos complicados con el síndrome de Estocolmo, bah, no sé, creo. Hay tantas cosas poco claras.
El general francés Fabien Mandon, jefe de las FFAA, dijo que «los franceses deben prepararse para ver morir a sus hijos». El hombre se refería a una futura guerra contra Rusia. El mínimo deber ético de ese gobierno debería catapultar a semejante cretino lejos del cargo, pero no lo hizo. Si un funcionario del Estado dice una cosa así a la gente es porque ha recibido la orden del gobierno para hacerlo. No sorprende que Macron haga hablar de estos asuntos porque él lo repite cuando y donde puede. El jefe militar norteamericano hizo todo lo contrario. «Los países de Occidente deben acabar con esta mierda», enfatizó en una reunión con europeos. No solo mucho más sincero, también realista.
Más allá de los intentos de diálogo parece que el asunto se dirimirá sobre el territorio y con las armas. Los pueblos europeos no quieren ninguna guerra. Los complejos militares industriales sí, obviamente. De eso viven. De vender armas. ¿Definirá el comercio la continuidad del conflicto?
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